Máxima tensión entre potencias nucleares: India y Pakistán, al borde de la guerra
El Gobierno indio culpa a su vecino del atentado de la semana pasada en Cachemira en el que murieron 26 personas. El Ejército indio acumula fuerzas en la frontera, donde se han producido escaramuzas durante varios días
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Hubo un tiempo en el que la posibilidad de una guerra entre la India y Pakistán, dos enemigos históricos con armamento nuclear, abría los informativos y movilizaba a la diplomacia internacional para reducir las tensiones. La última vez fue en el año 2008. Pero en 2025, ante la acumulación de crisis políticas y geopolíticas, apenas se le está prestando atención ante lo que parece un estallido bélico inminente y difícil de evitar a menos que se produzca una desescalada. Y por ahora, lo que está ocurriendo es justo lo contrario.
“Pakistán tiene información fidedigna de que India pretende llevar a cabo una acción militar contra Pakistán en las próximas 24 a 36 horas”, anunciaba este miércoles el ministro de información paquistaní Attaullah Tarar. Horas después, otros altos funcionarios paquistaníes desplazaban ese marco temporal a “dentro de unos pocos días”. India está moviendo equipamiento de guerra electrónica a la frontera paquistaní, donde durante varias noches consecutivas se han producido escaramuzas entre los soldados de ambos países, sin que se hayan reportado víctimas. El martes, Pakistán derribó un dron espía presuntamente de origen indio.
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La India acusa a Pakistán de ser responsable del sangriento atentado que la semana pasada acabó con la vida de 26 personas en la localidad montañosa de Pahalgam, en la parte de Cachemira bajo administración india. El gobierno indio ha prometido una dura respuesta: “India identificará, rastreará y castigará a cada terrorista y a quienes les respaldan”, declaró el primer ministro Narendra Modi al día siguiente del ataque. “El espíritu de India nunca será quebrado por el terrorismo. El terrorismo no quedará sin castigo. Haremos todos los esfuerzos para que se haga justicia. Toda la nación es firme en esta decisión”, añadió.
¿Por qué ahora?
El pasado 22 de abril, hombres armados abrieron fuego contra diversos grupos de turistas en la localidad cachemir de Pahalgam, matando a 25 ciudadanos indios y un nepalí. Todos excepto uno eran de religión hindú. El atentado fue reivindicado poco después por una organización casi desconocida llamada el Frente de Resistencia (TRF, por sus siglas en inglés), creada en 2019 y que asegura haberlo hecho como acto de resistencia ante los “extraños” que están provocando un “cambio demográfico” en Cachemira.
Sin embargo, las autoridades indias aseguran que TRF en realidad no es más que una organización pantalla para la mucho más célebre Lashkar-e-Toiba (“Ejército de los puros”, en idioma urdu), un grupo yihadista cachemir apoyado por Pakistán y responsable, entre otros muchos atentados, del sangriento ataque en la ciudad de Mumbai en 2008. El gobierno paquistaní, por su parte, asegura que L-e-T ya no existe y niega cualquier implicación en este nuevo atentado. India todavía no ha aportado pruebas de la implicación de Pakistán, como sí hizo en el caso de Mumbai y otros.
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Una de las cuestiones clave, si se demostrara la participación paquistaní, es cuál podría haber sido la motivación del gobierno de Islamabad. “Uno de los beneficios posibles pero menos cuantificables es que una guerra con India es una de las pocas cosas que puede unificar a los paquistaníes y distraerles de sus problemas”, escribe el analista indio de relaciones internacionales Akhilesh Pillalamarri, quien lo compara con el atentado de Hamás en octubre de 2023, como una manera de salir del estancamiento internacional en el que se encuentra un Pakistán que prácticamente se ha quedado sin amigos en el mundo, con la excepción de China.
¿Qué pasa en Cachemira?
Cachemira es una región de unos 222.200 kilómetros cuadrados situado entre India, Pakistán y China. Tiene unos 20 millones de habitantes, de los cuales unos 14,5 millones viven bajo administración india, 6 millones en la zona bajo control paquistaní, y unos pocos miles bajo soberanía china. El origen de este conflicto se remonta a la partición de la India británica tras su independencia en 1947, que condujo a la creación de un Pakistán independiente para alojar a las provincias musulmanas del oeste.
Cachemira, de población mayoritariamente musulmana, era sin embargo gobernada por un maharajá de religión hindú llamado Hari Singh, que en un principio trató de convertir la región en un estado independiente. Sin embargo, cuando guerrillas paquistaníes trataron de derrocar a Singh, este pidió ayuda a la India a cambio de la integración en su territorio. India libró entonces su primera guerra con Pakistán, en la que la Cachemira histórica quedó dividida en dos regiones desde 1949, una bajo el control de cada país, a lo largo de la que acabaría siendo la Línea de Control. India y Pakistán se enfrentaron militarmente otra vez en 1965, y de nuevo en 1971, a propósito de las matanzas paquistaníes en lo que entonces era Pakistán Oriental, que provocaron un éxodo tan masivo de refugiados hacia territorio indio que llevó al gobierno de Indira Gandhi a lanzar una intervención contra su vecino, llevando a la creación del actual Bangladesh.
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En la cachemira administrada por India existen movimientos nacionalistas que se han ido radicalizando con los años, hasta pasar a la violencia armada y el terrorismo a partir de los años 80. La mayoría de estos grupos tienen apoyo de Pakistán, que les proporciona armas, financiación, entrenamiento y bases logísticas en su territorio. En 1999, después de que tropas paquistaníes cruzasen la Línea de Control, se produjo otro breve conflicto armado llamado la guerra de Kargil. En la década siguiente India y Pakistán estuvieron cerca de volver a enfrentarse en 2002-2003 y de nuevo en 2008, siempre después de atentados en suelo indio cometidos por grupos terroristas con apoyo paquistaní.
En 2019, un atentado suicida contra una base militar en una base militar en la localidad cachemir de Pulwama acabó con la vida de cuarenta soldados indios. Como respuesta, la aviación india bombardeó las bases de algunos grupos militantes dentro de Pakistán, amenazando con el estallido de una nueva guerra que finalmente no se produjo porque la respuesta paquistaní fue muy limitada. Poco después, India retiró el artículo 370 de la Constitución que garantizaba la autonomía de Cachemira, lo que provocó importantes disturbios.
¿Qué respuesta hay esta vez?
Tras el atentado de la semana pasada, la India ordenó la expulsión inmediata de varios diplomáticos paquistaníes y ha revocado los visados de casi todos los ciudadanos de ese país, ordenando su salida inmediata, a lo que Pakistán ha reaccionado de forma recíproca. Las fronteras se han cerrado. Pero sobre todo, India ha decretado la suspensión del Tratado de Aguas del Indo que rige la administración de las aguas de los seis ríos de la cuenca del mismo nombre, vigente desde 1960.
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El gobierno indio está amenazando con cortar el flujo de estos ríos, de los que depende el 80% de la agricultura de Pakistán y la subsistencia de millones de personas. El ministro de Agua indio, CR Patil, ha dicho que se aseguraría de que no llegara ni una sola gota del río Indo a Pakistán, a lo cual el político paquistaní Bilawal Bhutto-Zardari, una figura clave en el gobierno de coalición de dicho país, ha respondido: “O nuestra agua sigue fluyendo de este río, o fluirá su sangre”, según recoge la agencia EFE. En todo caso, la mayoría de los expertos creen que India carece de la capacidad de detener las aguas de forma significativa.
Ante las medidas indias, Pakistán ha reaccionado suspendiendo el llamado Acuerdo de Simla de 1972, que establecía la llamada Línea de Control. Durante varias jornadas consecutivas se han producido tiroteos entre los soldados a ambos lados de la frontera, aparentemente sin víctimas.
¿Qué viene ahora?
Comparado con 2019, dice el analista indio Sushant Singh, “las condiciones no son tan propicias para la desescalada. La situación en Cachemira es más volátil que antes. Las políticas de línea dura de la India bajo el gobierno de Modi y la imposición de un gobierno central directo en Cachemira han alimentado una profunda alienación en la región de mayoría musulmana. La reciente masacre ha reavivado las hostilidades entre India y Pakistán, mientras líderes y figuras públicas indias piden venganza y funcionarios pakistaníes condenan las políticas de la India en Cachemira”, asegura en un artículo en la revista Foreign Affairs.
A juzgar por los pasos que está dando, el gobierno Modi no está buscando una desescalada, sino todo lo contrario. Funcionarios del Ministerio de Exteriores indio llevan días realizando reuniones informativas con diplomáticos extranjeros en las que explican el largo expediente histórico del apoyo paquistaní al terrorismo, pero continúan sin aportar pruebas sobre la participación de Islamabad en este último ataque. Analistas y diplomáticos citados por el diario The New York Times opinan que esa falta de evidencias ofrece dos posibilidades: que India necesita más tiempo para reunir toda la información sobre el atentado antes de atacar Pakistán, o que no siente que tenga que justificar ante nadie las acciones que se dispone a llevar a cabo.
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Irán y Arabia Saudí están llevando a cabo conversaciones con ambos bandos y los iraníes se han ofrecido como mediadores, mientras que la Unión Europea y la ONU han hecho un llamamiento a la contención y el diálogo. EEUU ha expresado sus condolencias a la India tras el atentado, pero a diferencia de ocasiones anteriores no parece estar ejerciendo presión alguna para mitigar la crisis. La Administración Trump ni siquiera ha nombrado todavía un embajador para la India.
“Acusar a Pakistán de fomentar el terrorismo ha sido un tema recurrente en la política de Modi. Analistas paquistaníes dicen que el primer ministro indio ha desplegado con éxito el sentimiento anti-Pakistán como grito de guerra electoral”, se lamenta el escritor británico-paquistaní B.J. Sadiq, quien advierte: “La cordura debe prevalecer. Ambos países alojan grandes franjas de población afectadas por la pobreza, que tienen poco para guarecerse contra las consecuencias de cualquier infortunio militar”.
No obstante, ante la cólera de gran parte de la ciudadanía india tras el atentado, Modi no tiene más remedio que responder de alguna forma. Cómo lo haga -y cómo reaccione Pakistán- va a marcar la evolución inmediata de esta crisis, más peligrosa de lo que parece.
Hubo un tiempo en el que la posibilidad de una guerra entre la India y Pakistán, dos enemigos históricos con armamento nuclear, abría los informativos y movilizaba a la diplomacia internacional para reducir las tensiones. La última vez fue en el año 2008. Pero en 2025, ante la acumulación de crisis políticas y geopolíticas, apenas se le está prestando atención ante lo que parece un estallido bélico inminente y difícil de evitar a menos que se produzca una desescalada. Y por ahora, lo que está ocurriendo es justo lo contrario.