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El triunfo del anti-Trump: Mark Carney gana las elecciones en Canadá
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El triunfo del anti-Trump: Mark Carney gana las elecciones en Canadá

Aupado como primer ministro en marzo tras la salida de Trudeau, Carney ha logrado cabalgar la ola de patriotismo causada por las amenazas de Donald Trump a la soberanía y a la economía canadienses

Foto: Mark Carney en la jornada electoral. (Reuters / Carlos Osorio)
Mark Carney en la jornada electoral. (Reuters / Carlos Osorio)
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El liberal Mark Carney ha ganado las elecciones de Canadá, según la proyección del medio público CBC. Aupado como primer ministro en marzo tras la salida del impopular Justin Trudeau, Carney ha logrado cabalgar la ola de patriotismo causada por las amenazas de Donald Trump a la soberanía y a la economía canadienses. Una situación de emergencia que evaporó la enorme ventaja que tenían los conservadores hasta hace tres meses y que ha permitido consolidarse al tranquilo economista Carney, que, a sus 60 años, nunca había competido por un cargo electo.

Me gusta Mark Carney. Creo que es importante tener un líder muy inteligente que sea respetado a nivel global”, dice Roland Marchand, estudiante de informática de Algonquin College, en Ottawa. “Carney dirigió el Banco de Canadá y luego el Banco de Inglaterra, así que tiene buenos contactos en Europa. Creo que reforzar las relaciones globales es lo que necesita Canadá”.

Marchand asegura que habría votado a los conservadores, dado el desgaste liberal de los últimos 10 años con Justin Trudeau. Pero la política de vivienda de Poilievre, basada en la privatización de tierras, y el perfil internacional de Carney, le decidieron por los liberales. Aunque para él lo más importante es tener un ejecutivo fuerte.

“En diciembre estábamos muertos y enterrados. Ahora formaremos gobierno”, declaró David Lametti, exministro de justicia de los liberales, al medio canadiense CTV. “Le hemos dado la vuelta a la situación gracias a Mark [Carney]”.

Foto: El líder del Partido Liberal de Canadá Mark Carney, habla durante un mitin este sábado en Mississauga (Canadá). (EFE/Julio César Rivas)

29 millones de canadienses, en 10 provincias y tres territorios, decidieron así la próxima fase de la política nacional. Aunque queda por ver si Carney podrá gobernar en mayoría o en minoría, aliándose, por ejemplo, con el Nuevo Partido Demócrata.

Hace solo unas semanas nadie hubiera imaginado estos resultados. El entonces primer ministro, Justin Trudeau, se arrastraba por el país con una economía anémica, unos precios de la vivienda desorbitados, las cicatrices del covid y una población cansada de las políticas woke de las que Trudeau llegó a ser un símbolo internacional. Los conservadores, liderados por Pierre Poilievre, hablaban de la “década liberal perdida” y prometían “cambio”. Poilievre llegó a sacar 27 puntos de ventaja en las encuestas. Su victoria parecía inevitable, hasta que emergió Donald Trump.

La insistencia del presidente de EEUU en convertir a Canadá en el “estado 51” y sus araceles a los sectores estratégicos del acero, el alumnio y los automóvilles, que han nublado el futuro de los canadienses y pueden provocar una recesión, generaron un efecto de apoyo al Gobierno. Y este apoyo coincidió, además, con la salida de Trudeau y la entrada de Carney, un hombre conocido, dado su rol de ejecutivo de Goldman Sachs y de banquero central, pero, a la vez, una cara nueva en política.

placeholder Seguidores de Carney siguen el resultado electoral en Ottawa. (Reuters/Jennifer Gauthier)
Seguidores de Carney siguen el resultado electoral en Ottawa. (Reuters/Jennifer Gauthier)

Carney ha combinado su estilo sereno con un azuzamiento de los sentimientos nacionalistas frente a Trump, a quien ha usado como punto de apoyo de su campaña. Una libertad que no ha tenido Pierre Poilievre, que, pese a arremeter también contra Trump, detestado por el 75% de los canadienses, tenía que hacerlo con algo más de cautela: el trumpismo canadiense existe, y está dentro de las filas conservadoras.

Carney es muy consciente del papel que la arremetida trumpista ha jugado en su victoria, por lo que el mandatario estadounidense ha tenido un espacio prominente en sus primeras declaraciones tras las elecciones: "Cuando me siente con el presidente Trump, será para discutir las futuras relaciones económicas y de seguridad entre dos naciones soberanas. Será en nuestro pleno conocimiento de que tenemos muchas, muchas otras opciones para construir prosperidad para todos los canadienses", ha dicho, prometiendo hacer la economía canadiense menos dependiente de EEUU, y reducir las barreras al comercio interprovincial. Al mencionar que Trump quiere hacerse con territorio canadiense, la multitud ha estallado en gritos: "¡No! ¡Nunca!".

Por eso en la derecha hay un sentimiento de desasosiego. Pierre Poilievre, de 45 años, llevaba tres recorriéndose todo el país, haciendo del contacto personal con los canadienses una de sus principales estrategias de campaña. Y las cosas le fueron bien en las redes, en la estrategia y en los debates. Pero el Tsunami Trump no solo se lo llevó por delante, sino que elevó a Carney, que ha pasado buena parte de su carrera fuera de Canadá y que apenas ha tenido tiempo de hablar con el pueblo. Según los resultados preliminares, Poilievre incluso habría perdido su escaño parlamentario, que mantenía desde que fue elegido por primera vez cuando tenía 25 años.

“Este tipo no es el adecuado para el trabajo porque ha pasado 11 años viviendo fuera de Canadá. ¿Cómo puedes conocer el país?”, dijo Corey Rae, ingeniero de sonido, durante un mitin de Poilievre en Oakville, cerca de Toronto. “Tú eres de España. Yo no puedo comentar sobre cómo vivís vuestras vidas. No tengo ni idea. Pero Carney ha vuelto del extranjero y quiere ser primer ministro. ¿No es estúpido?”.

"Este tipo no es el adecuado para el trabajo porque ha pasado 11 años viviendo fuera de Canadá. ¿Cómo puedes conocer el país?"

Rae, como sucede también en Estados Unidos con los demócratas, es un antiguo votante progresista que ha visto cómo el partido al que votó durante casi 30 años se ha vuelto una entidad urbanita, fina y elitista: más preocupada por las apariencias que por los asuntos materiales que preocupan a muchos canadienses.

“Los servicios públicos están peor que nunca. Tenemos que esperar para todo, por los médicos, para renovar el pasaporte. Lo más básico. Especialmente la sanidad, que está bajo presión por la llegada de inmigrantes”, decía Paul Beit, empleado del sector de telecomunicaciones y también seguidor de Poilievre. “Hay demasiados burócratas incapaces de centrarse en los servicios que tienen que brindar”.

Pero Canadá no es como Estados Unidos, sino, más bien, como España: una democracia parlamentaria donde participan muchos partidos, cinco de ellos con presencia en la cámara baja de 343 escaños. Dado que los comicios se redujeron a un referéndum sobre Trump, muchos canadienses decidieron darle el voto útil a Carney: una manera de decir que el izquierdista Nuevo Partido Demócrata, el Bloque Quebequés y los verdes, iban a perder fuelle.

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“Simplemente, quiero un gobierno de mayoría, porque, ahora mismo, Canada necesita ser decidida a la hora de resolver sus numerosas crisis, como la del sur [Estados Unidos] y la de la vivienda”, decía el estudiante Roland Marchand pocas horas antes de que se supiesen los resultados. “Los gobiernos minoritarios son demasiado lentos. Necesitamos uno rápido y decidido, sea liberal, conservador, verde o NDP [el izquierdista Nuevo Partido Demócrata]. Eso es lo que espero”.

Danielle Rabbat, psicoterapeuta de Toronto, ha respaldado al izquierdista Nuevo Partido Demócrata, hundido por el trasvase de votos útiles a Mark Carney. “Conozco a mucha gente que vota a los liberales porque confía en que Mark Carney pelee con Trump, pero cree que necesitamos a candidatos progresistas para conseguir un buen equilibrio. En mi distrito los conservadores no tienen opciones, así que puedo votar a la diputada del NDP, Bhutila Karpoche, que ha hecho un trabajo fantástico”.

Rabbat lleva en la solapa una pegatina en la que pone 51st dentro de un círculo tachado, en referencia a las ambiciones anexionistas de Donald Trump. “Tengo una amiga cuyo novio está entrenándose con el Ejército de EEUU, y piensa que los militares apoyarán a Canadá. Que rechazarían las órdenes [de invasión]”, añade, con la expresión de quien realmente no se acaba de creer lo que está diciendo.

Foto: El primer ministro de Canadá, Mark Carney, durante una comparecencia. (Reuters/Patrick Doyle)

El presidente de Estados Unidos inició su jornada con una invitación a los canadienses a que lo votasen a él, para así reducir impuestos, librarse de los aranceles y ser parte de la primera potencia militar del mundo. “Se acabó la raya artificialmente trazada hace muchos años”, declaró en un mensaje en Truth Social, en referencia a la frontera. “Mirad lo hermosa que sería esta masa de tierra”. Trump remató su misiva diciendo que Canadá solo tenía sentido siendo parte de EEUU.

Ahora mismo Canadá está empapelado de banderas y pegatinas con la bandera nacional. Hay campañas de apoyo a los productos locales y de boicot a los productos americanos, iniciativas ciudadanas para orientar a las pequeñas empresas y concentraciones de “codos arriba”, un viejo adagio del deporte nacional, el hockey sobre hielo, que estos días simboliza la combatividad frente a EEUU.

Este será el cuarto gobierno liberal consecutivo, y lo liderará Mark Carney, que promete incentivar la construcción de 500.000 casas al año, sufragar la educación profesional, socorrer a la industria del automóvil y potenciar el gasto en defensa. Una serie de propuestas que tratarán de navegar un paisaje nuevo: Canadá ya no dará por sentada la simpatía de su principal vecino y amigo hasta hace tres meses.

El liberal Mark Carney ha ganado las elecciones de Canadá, según la proyección del medio público CBC. Aupado como primer ministro en marzo tras la salida del impopular Justin Trudeau, Carney ha logrado cabalgar la ola de patriotismo causada por las amenazas de Donald Trump a la soberanía y a la economía canadienses. Una situación de emergencia que evaporó la enorme ventaja que tenían los conservadores hasta hace tres meses y que ha permitido consolidarse al tranquilo economista Carney, que, a sus 60 años, nunca había competido por un cargo electo.

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