Rusia recurre a grupos neonazis para sabotajes en Ucrania y algunos países de la OTAN
Expertos y analistas han encontrado evidencias de que los servicios de inteligencia rusos están detrás de acciones de odio e incitación al terrorismo en Reino Unido y Rumanía. Su impacto es limitado, pero suponen un peligro real
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Para los investigadores internacionales sobre extrema derecha, la relación entre Rusia y algunos movimientos neonazis internacionales es bien conocida. Los ejemplos abundan, desde el apoyo a la organización griega Amanecer Dorado y otros grupos hasta los campos de entrenamiento para ‘camaradas’ internacionales establecidos por el llamado Movimiento Imperial Ruso en San Petersburgo. Antes de la invasión de Ucrania de 2022, el conflicto del Donbás se convirtió en un imán para los combatientes de ideología neonazi en ambos bandos, por mucho que el Kremlin solo quiera poner el foco en un lado. Hoy, grupos bien conocidos como Rusich o La Española siguen luchando por la causa rusa en las trincheras ucranianas. Hechos que el gobierno ruso prefiere ignorar cuando plantea su campaña militar en Ucrania como una “operación de desnazificación”.
Pero estas conexiones han dado una vuelta de tuerca más en los últimos meses: Rusia está utilizando a agrupaciones e individuos neonazis para llevar a cabo agresiones, sabotaje e incluso terrorismo en países como el Reino Unido, Rumanía o la propia Ucrania. Vídeos colgados por estas organizaciones en las redes sociales muestran tanto acciones ya llevadas a cabo como operaciones de propaganda e incitación a otros individuos de esa misma ideología para que cometan crímenes en nombre de su causa, pero sin mencionar que detrás de todo ello están los servicios de inteligencia rusos.
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“Esta práctica no es nada sorprendente, dado que Rusia ha tenido vínculos conocidos con estos grupos en su guerra híbrida contra Ucrania desde 2014, donde grupos neonazis han luchado con las fuerzas rusas”, explica Michaela E. Millender, analista de investigación en el ‘think tank’ estadounidense The Soufan Center, especializado en cuestiones de seguridad global, extremismo y terrorismo. “Es ciertamente plausible que esto pueda extenderse a otras esferas, particularmente donde ya existen vínculos preexistentes con grupos neonazis. Estas actividades podrían no ser exclusivamente operaciones quinéticas, y podrían extenderse también a campañas de desinformación e interferencia, tanto en el mundo virtual como fuera de él”, dice a El Confidencial.
El caso más destacado es el del grupo The Base, una organización neonazi estadounidense cuyo líder reside en San Petersburgo, y que ha iniciado una campaña de sabotaje y llamamientos al asesinato de individuos específicos dentro de Ucrania. En cuentas de Telegram, The Base está ofreciendo dinero a voluntarios que lleven a cabo ataques contra “estaciones eléctricas, vehículos militares y policiales, personal militar y policías, edificios gubernamentales, políticos” en Ucrania, sobre todo en Kiev y en otras grandes ciudades.
Una "patria blanca" en las montañas ucranianas
A principios de abril, la organización publicó una batería de unos 50 vídeos en los que se veían pintadas con el símbolo de la base (una triple runa que se asemeja al símbolo de las SS hitlerianas) en muros de Kiev, Odesa, Mykolaiv y Jarkív. Los vídeos han sido geolocalizados y verificados como auténticos. “Esta es la primera vez que The Base se alinea abiertamente con los objetivos geopolíticos del Kremlin, un cambio súbito que los expertos dicen que señala su probable implicación en las operaciones rusas de propaganda y sabotaje que se están llevando a cabo a lo largo y ancho de Europa”, señala un artículo del diario británico The Guardian sobre este asunto.
Según un boletín de esas mismas fechas del Counter Extremism Project (CEP), una organización sin ánimo de lucro con sedes en EEUU, Reino Unido y Alemania dedicada al análisis y la lucha contra los movimientos extremistas, The Base ha hecho un llamamiento a la creación de una “patria blanca” en las montañas de la región ucraniana de Transcarpatia, una región que el grupo describe como “un accidentado terreno montañoso que es un multiplicador de fuerza para una fuerza paramilitar no convencional”. En su primer post en Telegram el 24 de marzo, The Base proclamaba que la guerra desatada por la invasión rusa era una oportunidad perfecta para hacerse con territorio y “sembrar el caos”, y aseguraba que “operadores de países europeos” estaban ya viajando a Transcarpatia para llevar a cabo ataques contra infraestructuras y miembros del gobierno local. La idea de crear un etnoestado blanco tiene mucho que ver con la propia historia del grupo y del movimiento neonazi estadounidense en general, como veremos más abajo.
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En un boletín posterior, publicado la semana pasada, el CEP documenta tres vídeos de incendios intencionados contra una subestación eléctrica, un vehículo y un edificio, publicados en un canal de The Base en Telegram dedicados a las operaciones de la organización en Ucrania, acompañados de un mensaje en el que declara “la guerra al régimen Liberal Globalista de Kiev”. Pero además, desde mediados de marzo, otros miembros de The Base han estado publicando imágenes desde múltiples países europeos para mostrar su presencia allí, incluyendo el Reino Unido, Bulgaria, Suecia y España. En los últimos años, integrantes de la organización han sido detenidos en Bélgica, Holanda e Italia por incitación al odio racial y presuntos preparativos terroristas.
Un líder en Rusia
The Base fue fundada por un activista neonazi de Nueva Jersey que se hacía llamar Norman Spear, muy activo en las redes sociales y los foros de esta ideología, que en 2018 hizo un llamamiento a potenciales reclutas para una nueva organización enfocada en el entrenamiento paramilitar, que disfrazaban de “formación en supervivencia y autodefensa”. En realidad, el objetivo de Spear era crear una milicia y llevar a cabo atentados supremacistas para provocar una guerra racial y acelerar el colapso social, lo que permitiría a sus miembros imponer su propio orden social racialmente puro, al menos en algunas zonas territoriales. Los objetivos de The Base entroncaban así con los de otras organizaciones neonazis estadounidenses que preconizaban la creación de un etnoestado blanco en la región noroccidental de EEUU, entre el océano Pacífico y las Montañas Rocosas.
Los miembros de The Base fantaseaban con una guerra civil, una insurgencia “al estilo del IRA” norirlandés, y celebraban frecuentes reuniones y campamentos de entrenamiento. Sus actividades atrajeron la atención del FBI, que logró infiltrar a un agente entre sus filas. Cuando la organización se disponía a cometer sus primeros asesinatos y atentados, las autoridades la desmantelaron. Pero no sin que antes unos periodistas lograsen desenmascarar a Spear, cuyo nombre real era Rinaldo Nazzaro, un excontratista veterano de Irak y Afganistán residente en San Petersburgo.
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Nazzaro está casado desde 2012 con una mujer rusa, y asegura que los motivos por los que se mudó a Rusia en 2018 son personales y financieros, porque la vida allí es mucho más barata que en Estados Unidos. Pero incluso desde antes de que se desvelase su verdadera identidad, varios miembros de The Base expresaron sospechas de que su líder podía ser en realidad un agente ruso, alimentadas por elementos como su fluido manejo del idioma ruso, su obsesión por utilizar plataformas rusas para la infraestructura digital de la organización o el hecho de que no pudiese explicar el origen de los fondos que aportaba a la causa.
Desde Rusia, Nazzaro ha pasado los últimos años dedicado a fomentar el resurgimiento del grupo, pidiendo nuevos voluntarios y donaciones en criptomonedas, y enfocando muchas de sus actividades en Europa. En ese sentido, el modus operandi es similar al de la organización rumana U731, cuyo líder es un neonazi moldavo llamado Nichita Popescu residente en Alemania, desde donde utiliza Telegram para reclutar a jóvenes rumanos e incitarles a cometer asesinatos de “subhumanos”, y que a su vez mantiene contactos con organizaciones nazis rusas.
Del vandalismo a poner bombas
Ya en mayo de 2024, una fuente de inteligencia advertía al diario británico The Telegraph: “El GRU [el servicio de inteligencia militar ruso] está cultivando una red de terroristas de extrema derecha para desplegarla contra los objetivos de la OTAN. Estos ataques ya están teniendo lugar y han estado en marcha desde hace un tiempo en varios países de la OTAN, y el Reino Unido está definitivamente en la lista de objetivos. Se pueden haber producido ataques en EEUU, y ya han ocurrido en Alemania”. Y añadía: “Buscan a extremistas de derechas porque son el grupo del espectro político que es pro-Rusia, pro-Putin y muy violento. Además hay muchos contactos encubiertos entre grupos de extrema derecha en diferentes países”.
Los arriba mencionados no son los únicos ejemplos de esta connivencia entre la inteligencia rusa y grupos neonazis. En febrero, la organización británica Hope Not Hate publicó un informe en el que mostraba cómo una red de canales de Telegram vinculados a Rusia estaban promoviendo actos terroristas y crímenes raciales en el Reino Unido. Según el documento, la red ofrecía “2.500 libras a cualquiera dispuesto a quemar un vehículo de policía británico y una recompensa de 100 libras por vídeos de vandalismo contra mezquitas”. Así, esta institución cree que esta práctica estaría detrás de una reciente ola de acciones vandálicas contra al menos siete mezquitas y centros islámicos en Londres.
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Las cuentas de esta red, que surgió inmediatamente después de los disturbios raciales que sacudieron el Reino Unido en el verano de 2024, se hacen pasar por ciudadanos británicos, pero varios errores gramaticales y de configuración permitieron a Hope Not Hate hacer un análisis forense y concluir que en realidad eran de origen ruso. El 8 de febrero esta red creó una nueva tanda de canales, “incluso más explícitos al pedir a sus miembros que lleven a cabo actos de violencia”, dice el informe, pasando de la incitación al vandalismo a animar a acuchillar a miembros de minorías raciales y otros ‘enemigos’. Además, estas han estado compartiendo archivos en formato PDF con manuales para fabricar bombas y diseños para impresión de armas en 3D. “También postean un torrente sin fin de vídeos que muestran a sus miembros asesinando a inmigrantes, provocando incendios en hogares familiares, y probando explosivos en localizaciones remotas”, añade el documento.
Para llegar al máximo número posible de gente, posters con códigos QR de estos grupos y sus cuentas de TikTok han aparecido en las calles británicas. “Nos preocupa, dados los reportes de intentos previos de Rusia de reclutar a grupos de personas en Reino Unido para llevar a cabo actos criminales aquí, que esta red esté diseñada para reclutar gente para cometer actos de violencia, y que ya puedan estar en el proceso de cultivar a algunas personas para ello”, declaró Gregory Davis, investigador principal en Hope Not Hate, al diario The Guardian. “Creemos que las personas que gestionan la red están usando una variedad de medios para hacer contacto directo con activistas británicos de extrema derecha en la plataforma, y que probablemente les animen en privado a cometer actos terroristas”, indicó Davis.
Patrones bien conocidos
El experto Sergio Gracia reconoce patrones familiares en estas actividades, como los ataques contra infraestructuras y el recurso a la estrategia del “resistente sin líder”, en una imitación consciente por parte del extremismo neonazi de las acciones de las principales organizaciones yihadistas internacionales. Gracia es el director del CINVED, un medio académido dedicado al análisis, estudio e investigación de la extrema derecha española e internacional, que recientemente ha tomado parte en varias de mesas de trabajo con organismos oficiales en Londres y Bruselas.
“Desde hace tiempo estamos avisando de que los grupos neonazis estaban copiando el modus operandi de los grupos yihadistas”, explica este especialista, que recuerda que durante la llamada Operación Puñal contra la facción española del grupo neonazi Hammerskin, la Guardia Civil incautó un panfleto en el que se llamaba a los activistas de extrema derecha a que actuaran de formas idénticas a Al Qaeda y como resistentes sin líder. En ese sentido, el llamamiento de Nazzaro a crear un etnoestado propio también tiene semejanzas con la proclamación del Califato en Siria e Irak por parte del Estado Islámico en 2014.
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Para Gracia, estas relaciones entre Rusia y los movimientos de carácter neonazi cumplen varias funciones. “Desde dentro, además de desactivar la disidencia política y social, [permiten] seguir impulsando el nacionalismo ruso, la pureza de la raza y el nulo respeto a los derechos de las personas donde se persiguen y dan palizas a personas por su orientación sexual, como los actos llevados a cabo por el movimiento neonazi ‘Occupy Pedofilyaj’”, dice, refiriéndose a un fenómeno ideológico existente en Rusia desde hace más de una década en el que individuos ultraderechistas usan las redes sociales para atraer a homosexuales y transexuales, a los que después humillan, golpean y torturan mientras lo graban todo para después colgar las imágenes en internet. Uno de sus ideólogos, Maxim Martsinkevich, es un firme partidario de las leyes anti-LGTB del Kremlin, y es un invitado frecuente en las tertulias de la televisión pública rusa.
Guerra híbrida
“Desde fuera”, prosigue Gracia, [estos grupúsculos sirven] “como elementos desestabilizadores dentro de la guerra híbrida que Rusia quiere llevar a Europa con la complicidad de algunos actores políticos oficiales europeos, donde la actuación de ‘lobos solitarios’ por un lado, y la difusión masiva de ‘fake news’ por otro, buscan influir en la sociedad europea de forma directa”. El propósito sería “influir en procesos democráticos a través de la manipulación de la opinión pública, intentando provocar levantamientos sociales, vandalismo e inseguridad, donde las personas pertenecientes a grupos vulnerables y/o minoritarios vivan con temor por posibles ataques o persecuciones”.
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Para este experto, estas acciones de sabotaje por parte de individuos o colectivos extremistas se entroncaríann dentro de la estrategia general de Rusia de desestabilización de los países occidentales, donde también entran otro tipo de acciones, como por ejemplo los ciberataques. “Por último, con el ataque a infraestructuras críticas, se busca crear desabastecimiento aunque este solo sea temporal, para provocar malestar social y así, de paso, erosionar la credibilidad y la estabilidad en los Estados de la UE y sus instituciones”, añade.
El próximo 9 de mayo, Rusia celebrará por todo lo alto el 80º aniversario de la victoria sobre la Alemania de Hitler. Unos festejos que sirven para apuntalar uno de los pilares propagandísticos del régimen de Vladimir Putin, pero que enmascaran otra realidad: la de que en la lucha contra el odiado adversario occidental, cualquier herramienta es buena.
Para los investigadores internacionales sobre extrema derecha, la relación entre Rusia y algunos movimientos neonazis internacionales es bien conocida. Los ejemplos abundan, desde el apoyo a la organización griega Amanecer Dorado y otros grupos hasta los campos de entrenamiento para ‘camaradas’ internacionales establecidos por el llamado Movimiento Imperial Ruso en San Petersburgo. Antes de la invasión de Ucrania de 2022, el conflicto del Donbás se convirtió en un imán para los combatientes de ideología neonazi en ambos bandos, por mucho que el Kremlin solo quiera poner el foco en un lado. Hoy, grupos bien conocidos como Rusich o La Española siguen luchando por la causa rusa en las trincheras ucranianas. Hechos que el gobierno ruso prefiere ignorar cuando plantea su campaña militar en Ucrania como una “operación de desnazificación”.