"No sé si las PYMES podrán sobrevivir": dolor económico e incertidumbre en las elecciones "existenciales" de Canadá
Las elecciones en Canadá enfrentan a Mark Carney y Pierre Poilievre en un contexto de tensiones comerciales con EEUU, que afectan gravemente a sectores estratégicos y generan incertidumbre económica
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Si no fuera por su situación geográfica, podríamos decir que Canadá es un país europeo: una democracia parlamentaria donde el jefe de Estado es un monarca de potestades simbólicas, las campañas electorales duran un mes, se negocian coaliciones entre varios partidos, el bilingüismo es corriente, hay una provincia con pulsiones secesionistas y los servicios públicos son universales, aunque imperfectos.
Este es el país que celebra hoy unas elecciones fundamentalmente entre el primer ministro Mark Carney, que reemplazó al impopular Justin Trudeau en marzo, y el conservador Pierre Poilievre, que los canadienses consideran "existenciales". Existenciales por las amenazas anexionistas de Donald Trump y por los aranceles del 25% decretados por este para dañar a sectores estratégicos de Canadá.
La cuestión es que Canadá, aunque parezca europea, no está encajonada, digamos, entre Francia y Holanda. Su único vecino es Estados Unidos. El resto del mundo le queda muy lejos. Esta condición geográfica, entre otros factores, ha creado una relación de dependencia que los canadienses, ahora mismo, lamentan y sufren.
"Enero, febrero y marzo fueron muy, muy duros", dice Corinne Pohlmann, vicepresidenta ejecutiva de la Confederación Canadiense de Empresas Independientes (CFIB). "Tenemos un medidor al que llamamos Barómetro de los Negocios, que publicamos cada mes con base en nuestras investigaciones y encuestas entre 100.000 empresas de toda Canadá, y el medidor de marzo se hundió de forma tremenda. Básicamente, se despeñó hasta uno de los niveles más bajos desde el covid, así que el optimismo se ha desvanecido, especialmente en el largo plazo".
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Pohlmann dice que la encuesta de abril todavía no está lista y que el país está sumido en la campaña electoral. Donald Trump, además, tiene otros frentes abiertos, sobre todo con China. "Da la impresión de que la cosa está un poco más estable", continúa. "Sin embargo, seguimos padeciendo los aranceles al aluminio, al acero, al sector del automóvil y a los productos que no cubre el tratado comercial entre Canadá, Estados Unidos y México. Y no sabemos qué pasará después de las elecciones. Así que la incertidumbre sigue ahí".
La industria del acero emplea a 23.000 canadienses y mantiene, de manera indirecta, 100.000 empleos en la cadena de suministro. El sector del automóvil emplea directamente 117.200; si sumamos empresas aledañas, como los concesionarios o el mantenimiento, hay que añadir 371.400. Un arancel del 25% no es poca cosa: casi todos los productos automovilísticos canadienses, el 93%, se exportan a EEUU. Algo parecido sucede con el acero: Canadá es el que más exporta a los americanos.
Según Meg Gingrich, asesora del director nacional del sindicato United Steelworkers, las acereras han logrado limitar la sangría a 400 despidos. "Intentan mantener a la gente empleada, de momento", explica. "El sector depende mucho del comercio con Estados Unidos. Hay mucha incertidumbre. Los miembros de nuestro sindicato trabajan en cadenas de suministro relacionadas con la industria del automóvil, a la que también le han puesto aranceles. Las empresas tienen miedo a invertir".
La emergencia es visible en todos lados. A la entrada de los supermercados hay una bandera canadiense con el siguiente mensaje: este supermercado "te ayuda a apoyar [productos] canadienses. Busca la hoja de arce en las estanterías para ayudarte a encontrar bienes producidos, hechos o cultivados en Canadá". Incluso los McDonald’s y los Burger King, marcas americanas por antonomasia, colocan carteles en sus aparcamientos aclarando que los dueños de las franquicias son canadienses.
Además de la movilización nacional para comprar productos canadienses, se han lanzado campañas de boicot a los productos del vecino. Numerosas aplicaciones de móvil, como 'Canadian Made', 'Red Leaf', 'Canly' o 'Is This Canadian?', ayudan a los consumidores a identificar dónde está hecho cada producto: los canadienses se compran y los estadounidenses se ignoran. Pero el camino es largo.
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"Estamos viendo cómo se empieza a ralentizar la economía, y estamos escuchando historias de las dificultades a las que se enfrentan los negocios, que despiden a gente porque no pueden encontrar nuevos mercados", dice Corinne Pohlmann, de CFIB. "Los productos que venden son un 25% más caros y nadie los compra".
Por eso, Tony Bailetti, director de la Sprott School of Business de la Universidad de Carleton, está creando un manual gratuito de consejos para ayudar a perseverar a las pequeñas y medianas empresas. "Creo que este marco de referencia será la guía para que nuestras pequeñas empresas puedan sobrevivir. Si no pueden diversificarse, si no podemos hacer negocios en Canadá y vender entre nosotros y proteger lo que hemos estado haciendo con EEUU, no hay negocio para nosotros", dijo Bailetti al periódico local Ottawa Business Journal, lleno de testimonios parecidos.
En compañía de Ian Lee, profesor de gestión estratégica, Bailetti está a punto de revelar este programa gratuito de 22 módulos en formato vídeo y pódcast, dividido en cinco categorías: "reducción de costes a corto plazo, diversificación de mercados, ajustes a largo plazo, colaboración y promoción, y valor añadido y diferenciación".
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"Estas empresas dejarán de existir. No creo que haya ni una sola empresa pequeña o mediana de Canadá que pueda sobrevivir, hagan lo que hagan", dice Bailetti sobre los aranceles. "No puedo imaginar cómo van a competir. Muchas de ellas se mudarán a EEUU. La urgencia es tan grande que no dormiré hasta hacer esto".
¡Canadienses, uníos!
La caída en los viajes a Estados Unidos también puede elevar el turismo interno, haciendo que el dinero canadiense, en lugar de quedarse en una soleada playa de la costa de Florida, acabe en las bonitas pero no tan luminosas playas de New Brunswick o de British Columbia. Como no podía ser de otra manera, los candidatos a primer ministro, Mark Carney y Pierre Poilievre, ajustan sus agendas económicas.
"Una de las áreas donde ha surgido un consenso como consecuencia de los aranceles es la del comercio entre provincias", dice Corinne Pohlmann. "Tenemos 10 provincias y tres territorios que tienen aranceles entre ellos, pero somos el mismo país. Así que hay un esfuerzo realmente concertado para rebajarlos lo máximo posible", para así potenciar el comercio interno.
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Cuatro de los cinco partidos principales que se disputarán los 343 escaños del Parlamento, que son el Partido Liberal, el Partido Conservador, el Nuevo Partido Demócrata, el Bloque Quebequés y los verdes, tienen agendas de tintes proteccionistas. Los liberales planean que las cadenas de suministro se queden en Canadá, los verdes formar una reserva de "recursos estratégicos", los quebequeses aprobar leyes de "Buy Canadian" y los demócratas formar una red eléctrica que conecte ambas costas, además de prohibir contratos públicos con empresas de EEUU.
Los canadienses, más proclives que nunca a colocar su bandera con la hoja de arce en sus balcones, en sus vehículos y en las solapas de sus chaquetas, se sienten traicionados. Sobre todo, porque no acaban de entender por qué se les está castigando con aranceles. Se consideran buenos vecinos y las razones que esgrime el presidente estadounidense para sus ataques económicos no acaban de encajar.
Donald Trump justifica su presión económica a los canadienses por el hecho de que EEUU tiene déficit comercial con Canadá, cosa que, en el mundo de Trump y pese a la opinión de los economistas, es una señal de injusticia. Pero suceden dos cosas: uno, que se trata de un déficit comercial pequeño (36.000 millones de dólares); y dos, que, si quitamos la importación más abundante, el petróleo, EEUU tiene superávit. Porque hablamos de mucho, mucho petróleo. Más de la mitad del crudo que importa EEUU procede de Canadá: unos cuatro millones de barriles diarios.
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Otras razones enarboladas por el presidente estadounidenses para castigar a Canadá es que su policía fronteriza no hace lo suficiente para atajar el cruce ilegal de inmigrantes indocumentados, ni tampoco el de una droga letal, el fentanilo. Pero los datos oficiales reflejan que estos problemas, en realidad, son estadísticamente anecdóticos: todo el fentanilo incautado en 2023 en la frontera canadiense-americana cabe en una mochila. Y en esta frontera se efectúan un 1,5% de las detenciones anuales de indocumentados Estados Unidos. Entonces, ¿qué motivos explican esta animadversión? Tampoco es correcto aquello que dice Trump de que los canadienses imponen unos aranceles del 300% a la leche estadounidense.
Ante esta confusión, y quizás también porque les sale electoralmente rentable, los políticos canadienses sospechan que Trump habla en serio cuando dice que Canadá debería de convertirse en el estado número 51 de Estados Unidos. El primer paso de este proceso podría ser una guerra económica que pusiera al país de rodillas. Es lo que dice Mark Carney en sus mítines. Y es lo que, bajando la voz como si tuvieran miedo de despertar a un ogro, dicen muchos otros canadienses.
Si no fuera por su situación geográfica, podríamos decir que Canadá es un país europeo: una democracia parlamentaria donde el jefe de Estado es un monarca de potestades simbólicas, las campañas electorales duran un mes, se negocian coaliciones entre varios partidos, el bilingüismo es corriente, hay una provincia con pulsiones secesionistas y los servicios públicos son universales, aunque imperfectos.