"Ha tocado las mentes y corazones de tantos": 400.000 personas despiden al Papa en un impresionante funeral
Una homilía sencilla en una ceremonia y cortejo fúnebre emocionante que ha sido seguido en Roma por más de 250.000 personas para despedir al "papa de los pobres"
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Los restos de Francisco ya descansan en su tumba, tan sencilla y austera como lo fue él: una lápida de mármol con su nombre en latín y una reproducción de su cruz pectoral, nada más. Pero el funeral de un papa es siempre un evento majestuoso, lleno de pompa y de solemnidad. Y el de Francisco no ha sido una excepción. Aunque Bergoglio quiso simplificar sus exequias, El Vaticano hoy ha desplegado su magnífica parafernalia, cargado de ritos precisos y milenarios, para despedir al pontífice con una ceremonia tan espléndida como la que tuvieron sus predecesores.
En una abarrotada Plaza San Pedro, bajo un límpido cielo de intenso azul tecnicolor, más de 400.000 personas se han reunido esta mañana para la despedida final al pontífice.
El funeral ha contado con la presencia de líderes de todo el planeta, con representantes de más de 150 países, con 220 cardenales vestidos todos en hábito coral (sotana y muceta en rojo escarlata, como la sangre de Cristo, y roquete blanco), con 750 obispos y sacerdotes... Pero también con la asistencia de decenas y decenas de miles de personas normales y corrientes que querían agradecer a Francisco el soplo de aire fresco que ha llevado a la Iglesia, y el que siempre estuviera al lado de los que sufren.
La ceremonia comenzó puntual a las 10.00 horas, cuando el sencillo ataúd de madera -sólo uno, en lugar de los tres féretros utilizados hasta ahora por los pontífices- con los restos mortales de Francisco fue trasladado a hombros por un grupo de 14 sediarios desde el interior de la Basílica de San Pedro a la plaza del mismo nombre, y colocado en el centro del ‘sagrado’, con un libro del Evangelio abierto sobre el féretro. Todo, mientras se entonaba el cántico Antiphona ad Introitum y la plaza estallaba en un largo y cálido aplauso.
Varios drones y helicópteros escudriñaban desde primeras horas de la mañana la zona, como parte del imponente dispositivo de seguridad que se ha desplegado y que ha movilizado a 11.000 agentes. Eso, sumado a la gigantesca cantidad de gente (y de poderosos) llegados a Roma, ha hecho que desplazarse por la ciudad sea una auténtica pesadilla. Pero todas esas dificultades no amedrentaron a quienes deseaban despedirse de Francisco. Incluso hubo algunos jóvenes que pasaron la noche a la intemperie, en sacos de dormir, para asegurarse de ser los primeros en entrar en la Plaza de San Pedro cuando a partir de las 5.30 de la madrugada se abrió el acceso.
Tal y como dicta la tradición siempre que muere un papa, la misa de exequias de Francisco ha sido oficiada por el decano del Colegio Cardenalicio, cargo que en este momento recae en el cardenal italiano Giovanni Battista Re, de 91 años, sacerdote desde hace 68, obispo desde hace 37, cardenal desde hace 24. Su homilía, muy sencilla y dedicada a glosar la figura y el pontificado de Francisco, ha tenido lugar en italiano, pero las lecturas y las oraciones de la misa se han desarrollado en varias lenguas, incluido el español, el francés, el árabe, el portugués, el polaco, el alemán o incluso el chino. Los numerosos cantos han sido todos en latín.
El cardenal Re comenzó su homilía subrayando "cuánto ha tocado las mentes y los corazones el intenso pontificado del papa Francisco" y recordando la última aparición pública de Bergoglio, hace justo una semana, cuando el domingo de Pascua impartió desde el balcón de la Basílica de San Pedro la bendición urbi et orbi y luego bajó a la plaza para saludar desde el papamóvil a la gente. "A pesar de su fragilidad y sufrimiento últimos, el papa Francisco eligió recorrer este camino de entrega hasta el último día de su vida terrena", señalaba el cardenal Re.
El decano del Colegio Cardenalicio subrayó cómo el contacto directo con las personas, en especial a las personas que sufren, ha centrado el pontificado de Francisco. "Estaba deseoso de estar cerca de todos, con una marcada atención a las personas en dificultad, dándose sin medida, especialmente por los últimos de la tierra, los marginados. Fue un papa en medio de la gente, con el corazón abierto a todos", señalaba.
Pero el cardenal Re también destacó el profundo interés de Francisco por las varias crisis que sacuden al mundo actual. "Profundamente sensible a los dramas de hoy, el papa Francisco compartía verdaderamente las angustias, los sufrimientos y las esperanzas de nuestro tiempo de globalización, y se entregaba en reconfortar y animar con un mensaje capaz de llegar al corazón de las personas de manera directa e inmediata". Y añadía: "Su carisma de acogida y escucha, unido a un modo de comportarse propio de la sensibilidad actual, tocó los corazones".
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Giovanni Battista Re no se olvidó de mencionar la convicción de Francisco de que la Iglesia debía acoger a todos, ser un hogar para todos con las puertas siempre abiertas de par en par. "Una Iglesia capaz de inclinarse sobre cada hombre, más allá de cualquier credo o condición, curando sus heridas", en palabras de Re.
En ese sentido, el decano de los cardenales puso el acento en los numerosos gestos y exhortaciones en favor de los refugiados y desplazados que protagonizó Francisco. El cardenal Re ha recordado que no fue casual que el primer viaje de Francisco fuera a Lampedusa, isla símbolo del drama de la emigración y de la muerte de miles de personas ahogadas al tratar de llegar a Europa. Y a eso se sumó luego el viaje de Francisco a Lesbos y la misa que celebró en la frontera entre México y Estados Unidos.
"El papa Francisco puso siempre en el centro el Evangelio de la misericordia, subrayando repetidamente que Dios no se cansa de perdonarnos: perdona siempre sea cual sea la situación de quien pide perdón y vuelve al camino recto", ha dicho. "Frente a lo que llamó ‘la cultura del descarte’, habló de la cultura del encuentro y de la solidaridad".
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Y, por supuesto, Re subrayó así mismo el compromiso de Francisco con la paz, especialmente tras las varias guerras que se han desencadenado en los últimos años. "El papa Francisco ha alzado incesantemente su voz implorando la paz y llamando a la sensatez, a la negociación honesta para encontrar posibles soluciones, porque la guerra –ha dicho– es sólo muerte de personas, destrucción de casas, hospitales y escuelas. La guerra siempre deja al mundo peor que antes".
Precisamente, en las bambalinas de la jornada, también se habló de guerra y paz. Antes de la misa de exequias, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, tuvo un breve encuentro de 15 minutos en el Vaticano con Donald Trump, su homólogo estadounidense, calificado por ambos países de "muy productivo".
Una vez concluidas las exequias, volvieron a estallar los aplausos. El sencillo féretro de madera con los restos de Francisco regresó entonces a la Basílica de San Pedro, y desde allí partió después en papamóvil por las calles de Roma rumbo a la Basílica de Santa María la Mayor, donde Francisco pidió ser enterrado.
Fue un cortejo fúnebre emocionante y único, como no se veía desde hacía un siglo. Miles y miles de personas se agolparon en las aceras para rendir homenaje a Francisco a lo largo de los seis kilómetros de recorrido que hizo su féretro, sacando fotos sin parar con sus teléfonos móviles y estallando en numerosas ocasiones aplausos y en gritos de "¡Viva Francisco!" y "¡Grande, grande!". El cortejo fúnebre avanzó a una velocidad muy superior a la anunciada inicialmente por el Vaticano y pasó por algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad, como la Plaza Venecia, los Foros Imperiales o el Coliseo.
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Al llegar el féretro a la Basílica de Santa María la Mayor, le esperaban en la puerta, con una rosa blanca en la mano cada uno de ellos, unos 40 representantes de varios de esos colectivos marginados por los que tanto luchó Francisco: personas trans, indigentes, prostitutas, migrantes…
El ataúd fue llevado al interior de la iglesia y allí se le dio sepultura en una ceremonia privada. Francisco ya descansa en paz, en la Basílica de Santa María la Mayor, donde pidió ser enterrado y en una tumba tan sencilla como él quería.
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Los restos de Francisco ya descansan en su tumba, tan sencilla y austera como lo fue él: una lápida de mármol con su nombre en latín y una reproducción de su cruz pectoral, nada más. Pero el funeral de un papa es siempre un evento majestuoso, lleno de pompa y de solemnidad. Y el de Francisco no ha sido una excepción. Aunque Bergoglio quiso simplificar sus exequias, El Vaticano hoy ha desplegado su magnífica parafernalia, cargado de ritos precisos y milenarios, para despedir al pontífice con una ceremonia tan espléndida como la que tuvieron sus predecesores.