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"Quiere quebrarnos": cómo las elecciones 'más aburridas' dejaron de serlo... gracias a Trump
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"Quiere quebrarnos": cómo las elecciones 'más aburridas' dejaron de serlo... gracias a Trump

La política canadiense se transforma ante las amenazas de Trump, uniendo a liberales y conservadores en defensa de su soberanía. Las elecciones decidirán entre Carney y Poilievre

Foto: Un hombre sostiene un cartel de "Canada First". (Ethan Cairns/Canadian Press/ZUMA)
Un hombre sostiene un cartel de "Canada First". (Ethan Cairns/Canadian Press/ZUMA)

Los canadienses tienen fama de ser muy corteses y de pedir perdón por todo. El suyo es oficialmente "el país más amigable del mundo". Un lugar entrañable de bosques de coníferas, cumbres nevadas, tazas de chocolate blanco caliente y policías a caballo que te saludan con un rápido toque de sombrero. Sin embargo, este estereotipo amable y algo comodón, casi aburrido, está siendo rápidamente reformulado.

Desde hace unos tres meses, la bandera con la hoja de arce transmite connotaciones nuevas: rebeldía, activismo, boicots, discursos patrióticos. De izquierda a derecha, Canadá vive un momento político electrizante en respuesta a las amenazas del presidente estadounidense, Donald Trump, que continúa reivindicando la anexión de su vecino del norte. Un Estado que, según él, puede destruir "con un trazo de bolígrafo".

"En esta crisis tenemos que prepararnos para las amenazas de Estados Unidos a nuestra mismísima soberanía. Quieren nuestra tierra, quieren nuestros recursos, quieren nuestro país", dijo el primer ministro y candidato liberal, Mark Carney. "El presidente Trump quiere quebrarnos para que EEUU pueda hacerse nuestro dueño, y eso jamás sucederá. Canadá no es EEUU, y nunca lo será, pero tenemos que hacer algo más que reconocerlo. Necesitamos un plan para lidiar con esta nueva realidad".

Carney es el líder socialdemócrata, pero en el otro lado del espectro la retórica es casi la misma. "Seamos claros: jamás seremos el estado número 51 [de Estados Unidos]", dijo en un mitin el líder del Partido Conservador y candidato a dirigir el Gobierno, Pierre Poilievre. "Acarrearemos cualquier peso y pagaremos cualquier precio para proteger la soberanía y la independencia de nuestro país".

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Según Tari Ajadi, profesor asistente de ciencias políticas de McGill University, esta no es la primera vez que los canadienses tienen que responder a desafíos externos o internos, pero "el ritmo y la envergadura de este cambio no tiene precedentes". Los amagos de Trump "les han recordado a los canadienses su identidad y cultura nacional distintiva en relación con Estados Unidos. Y este fervor nacionalista ha ayudado crear un salvavidas político para los liberales".

Para hacerse una idea del vuelco político, solo hay que comparar las encuestas de ahora con las de hace tres meses. En enero, el conservador Pierre Poilievre llevaba una ventaja aparentemente imbatible de hasta 27 puntos. Hoy, es Mark Carney el que supera a Poilievre con unos cómodos ocho puntos de margen. Una consecuencia de la salida del impopular Justin Trudeau, que, desgastado por 10 años de gobierno y por unas condiciones económicas deterioradas, pasó el manto a Carney el pasado marzo; y, sobre todo, una consecuencia del retorno de Donald Trump al poder.

"Trump es, sin ninguna duda, la razón decisiva por las que las encuestas han cambiado en los últimos meses, con el voto liberal estabilizado recientemente a medida que los votantes han ido conociendo y simpatizando con Mark Carney", dice el profesor Ajadi. "Trump no es popular en Canadá, y las amenazas existenciales que profirió a principios de año ha tenido un efecto galvanizador entre grupos dispares que, en otra situación, no se hubieran unido en torno a un candidato concreto".

Un pedigrí entre las élites

Ahora este clima de alto voltaje, azuzado por los aranceles del 25% que Estados Unidos ha puesto a las estratégicas industrias canadienses del acero, el aluminio y el automóvil, castigando los empleos y el crecimiento, tendrá su efecto catarsis el lunes. Los canadienses acuden a las urnas para elegir entre Carney y Poilievre, que, si bien coinciden en la retórica nacionalista, no podrían ser políticos más distintos.

Hijo de un ama de casa y un profesor de instituto, antes de llegar al sector público Mark Carney se había labrado un pedigrí entre las élites financieras: completó con honores su licenciatura en económicas por la Universidad de Harvard, hizo su máster y su doctorado en Oxford, y luego desempeñó cargos directivos en Goldman Sachs a lo largo de 13 años, durante los cuales vivió en Londres, Nueva York, Tokio y Toronto.

Pero la sección más destacada del currículum de Carney, de 60 años, es su experiencia como banquero central. Carney presidió el Banco de Canadá durante las turbulencias de la crisis de 2008. Los resultados, según otros timoneles de la economía, fueron buenos; tan buenos que Carney fue nombrado después gobernador del Banco de Inglaterra. Nunca antes había un extranjero ostentado este cargo. El mayor éxito que se le otorga a Carney es el de haber sido el primer banquero central en comprometerse a mantener bajos los tipos de interés para estimular el crédito. Una maniobra imitada por sus contrapartes de otros países.

Esta es la primera vez, sin embargo, que Mark Carney concurre a unas elecciones. Nunca antes había dado mítines, ni grabados anuncios, ni debatido en televisión. Lo cual presenta un contraste radical con su rival en estas elecciones, Pierre Poilievre.

Foto: El nuevo líder del Partido Liberal y, desde este viernes, primer ministro de Canadá, Mark Carney. (Europa Press/Justin Tang)

Los orígenes de Poilievre son aún más humildes que los de Mark Carney. Su madre lo tuvo con 16 años y enseguida lo dio en adopción, de manera que lo criaron dos profesores de escuela en un suburbio de la provincia de Calgary. "Siempre he creído que la generosidad voluntaria de la familia y de la comunidad son la mejor red de seguridad que jamás tendremos", declaró en una entrevista de 2022, en referencia directa a su caso personal. "Digamos que ese fue mi punto de partida".

Poilievre, de 45 años, tiene sus ideas clarísimas desde que era un adolescente. Cuando estudiaba relaciones internacionales en la Universidad de Calgary participaba en las campañas del Partido Conservador y escribía ensayos en los que reivindicaba un gobierno limitado. A los 25 años fue elegido el diputado conservador más joven de la historia. Lleva dos décadas enteras en el mismo escaño.

Los medios estadounidenses describen a Poilievre con el adjetivo de "trumpiano" en referencia a su estilo pugilístico de hacer política, pero este siempre ha sido el mismo. La diferencia es que, ahora, su tendencia a los comentarios mordientes y a las medidas drásticas coincide con el signo de los tiempos. Aunque Poilievre nunca ha llegado a los extremos trumpistas.

"Poilievre no es un candidato ‘trumpiano’, pero adopta el estilo retórico y las prioridades de aquellos que están en la derecha populista", dice el profesor Tari Ajadi. "No viene de fuera de la política, ni tampoco es radical en el contexto de su partido. Él es un partidista comprometido, lleva casi 20 años entrando y saliendo del gabinete de Gobierno. Además, pese a sus mejores intentos, su agenda gravita más cerca del centro en términos de política fiscal que la agenda de Donald Trump".

El gran reto de Polievre

Donde sí coinciden Poilievre y Trump, continúa Ajadi, es en "la adopción de la política identitaria de derechas, su clamoroso respaldo a teorías conspirativas sobre cosas como el Foro Económico Mundial, y su agenda antiwoke y anti-trans. En mi opinión, esta orientación va sobre Trump, si no que sobre las posiciones que adopta el conservadurismo moderno y las personas que este considera su base electoral: hombres jóvenes desafectos que sienten su estatus amenazado y cuya principal fuente de información son las redes sociales".

Esta afinidad relativa con Trump ha supuesto un problema para Poilievre y explica, en parte, el reciente bandazo de las encuestas. Si bien Trump es claramente impopular en Canadá, su minoría de simpatizantes nacionales está congregada dentro de las filas conservadoras, de manera que Poilievre no puede enfrentarse a Trump, o a lo que este representa, con tanta libertad como Mark Carney.

Cuando Trump aún no había vuelto a la Casa Blanca y Justin Trudeau, epítome, a ojos de los nacionalpopulistas, de la élite globalista woke, era primer ministro, Poilievre solo tenía que surfear la ola de insatisfacción que lo depositaría suavemente en el poder. Desde enero, sin embargo, todo ha cambiado.

También han cambiado los equilibrios generales de la sociedad: los habitantes de Quebec, donde siempre ha habido serias pulsiones independentistas, se ven atraídos de nuevo hacia la identidad nacional por mor de la pasión anti-Trump y también del interés económico. Los partidos políticos barajan profundas reformas económicas; entre ellas, tumbar los impuestos interprovinciales para agilizar el comercio nacional y compensar así los daños arancelarios. El gasto militar, que no llega a ese 2% pactado en la OTAN, es de nuevo una prioridad, como también lo es el pensamiento estratégico y la diversificación de las relaciones con el resto del mundo.

"Poilievre no es un candidato 'trumpiano', pero adopta el estilo retórico y las prioridades de aquellos que están en la derecha populista"

Todo se decidirá el lunes en un sistema político similar al español, con dos partidos dominantes en medio de una constelación de formaciones capaces de hacer valer sus prioridades para aprobar las leyes y forjar alianzas. La diferencia, este año, es un clima de unidad que la mayoría de los canadienses nunca habían experimentado.

Así lo explicaba el diputado del Partido Demócrata canadiense, Charles Angus: "Bueno, Donald Trump, voy a decir esto una vez y puede que no lo vuelva a decir nunca más: quiero darte las gracias. Quiero darte las gracias por unir a Canadá. Tuvo que llegar una babosa narcisista malévola como tú para hacernos dejar de lado todas nuestras diferencias, todas nuestras rencillas regionales, todas nuestras preocupaciones mutuas, y darnos cuenta de que tenemos que luchas por algo mejor: luchar por el imperio de la ley, luchar por la democracia, luchar por la decencia".

Los canadienses tienen fama de ser muy corteses y de pedir perdón por todo. El suyo es oficialmente "el país más amigable del mundo". Un lugar entrañable de bosques de coníferas, cumbres nevadas, tazas de chocolate blanco caliente y policías a caballo que te saludan con un rápido toque de sombrero. Sin embargo, este estereotipo amable y algo comodón, casi aburrido, está siendo rápidamente reformulado.

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