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El mini-Vaticano que 'odiaba' Francisco y se ha convertido en una mina de oro
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La casa de veraneo de los papas

El mini-Vaticano que 'odiaba' Francisco y se ha convertido en una mina de oro

Todos los veranos los pontífices convertían el pequeño pueblo de Castel Gandolfo en el centro del catolicismo, hasta que el papa Francisco lo abandonó, provocando la rabia popular.

Foto: El Palacio Apostólico, la residencia de verano de los papas.(Giulio Maria Pintadosi)
El Palacio Apostólico, la residencia de verano de los papas.(Giulio Maria Pintadosi)
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El papa Francisco viajó hasta los rincones más remotos del mundo, pero había lugares donde no quería ir de ninguna manera. Uno de ellos fue Castel Gandolfo. Un mini-Vaticano a 25 km de Roma, en la cumbre de un volcán extinto convertido en un lago. Durante casi cinco siglos ha sido el refugio estival de los pontífices. Hasta que Francisco decidió romper esta tradición. De la misma manera que renunció a tomar posesión del Apartamento Pontificio, así dejó de acudir a este 'Vaticano 2', como lo llamaba Juan Pablo II.

En la plaza principal de este pueblo se pueden ver tres lápidas: una de Pablo VI, la otra de Juan Pablo II y la tercera de Benedicto XVI. Los papas que cada año pasaban aquí dos semanas en agosto. Un breve veraneo que convertía Castel Gandolfo en el centro mundial del catolicismo, atrayendo muchos peregrinos. Pero al papa Francisco la idea de veranear nunca le gustó.

Las Villas Pontificias son un complejo único que se extiende sobre una superficie de 55 hectáreas. Cuenta con diferentes palacios históricos, entre ellos un Palacio Apostólico, construido por Carlo Maderno y Gian Lorenzo Bernini, los arquitectos de San Pedro.

El papa Francisco vino aquí solo dos veces en todo su pontificado. La primera, pocos días después de su proclamación, en marzo de 2013, para encontrarse con el papa emérito Benedicto XVI, que se había retirado en "su querida" residencia después de su renuncia. La segunda, el 15 de agosto del mismo año, para celebrar la Asunción de María. Desde entonces, no ha vuelto.

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"Creo que el papa necesitaba salir de Roma para descansar; es imposible que pasara todo el tiempo en el Vaticano", explica el padre Tadeusz Rozmus, capellán de las Villas Pontificias y originario de Polonia. "El deterioro de la salud del papa Francisco se debe en parte a que dejó de venir aquí, donde el aire es más puro y en verano la temperatura es cinco o seis grados más baja que en la ciudad", comenta este prelado que en los próximos días participará en los ritos en el Vaticano en calidad de religioso vinculado a una posesión pontificia.

"Al principio nos sentimos decepcionados y abandonados cuando vimos que Francisco decidió cortar de golpe una tradición histórica" explica Stefano, el dueño del bar Carosi, el más antiguo de Castel Gandolfo, abierto desde 1879. "Pero nos ha compensado con la apertura del Palacio Apostólico a los turistas". Una decisión inesperada, que Francisco tomó en 2016, cuando ya llevaba tres años de pontificado y el pueblo estaba prácticamente desierto.

Foto: Una mujer reza el rosario tras la muerte del Papa Francisco, a 21 de abril de 2025, en la Ciudad del Vaticano, Roma. ( Europa Press/Stefano Spaziani)
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Primero se abrieron los Jardines pontificios y después el Palacio Apostólico, convertido en un museo, con acceso a los apartamentos papales, la sala del trono y una pequeña colección de los papamóviles.

"Antes los domingos estaba abarrotado de gente, pero el resto de la semana estaba vacío. Ahora nos hemos convertido en un pueblo con encanto" dice Maurizio, que regenta Emporio Vino, otro bar de la plaza. En pocos años, Castel Gandolfo ha pasado de ser un destino de turismo religioso a convertirse en un lugar con encanto. En la calle principal, el Corso della Repubblica, los restaurantes han pasado de 4 a 20 desde que el Palacio Apostólico se abrió al público. Las viejas casas se han convertido en apartamentos turísticos, las mejores tienen vista sobre el lago.

La tienda más antigua de artículos religiosos ha cerrado, pero al lado ha abierto una joyería de diseño. Los peregrinos italianos, polacos y alemanes han sido desplazados por turistas con un poder adquisitivo más alto: estadounidenses, israelíes o turcos, como los que acompaña Gorkem. Un guía turístico de Estambul que lleva cinco años organizando tours a Castel Gandolfo. "Entienden que está pasando algo excepcional, pero no lo sienten con la misma emotividad", dice. Mañana, este grupo de 12 turcos volverá a Roma sin pasar a ver el cuerpo de Francisco.

Pero no todos están contentos de los cambios. "Castel Gandolfo ha decaído en una manera increíble", explica Franco, desde su tienda de souvenirs, al lado de la entrada del Palacio Apostólico. "Antes, cuando el papa venía aquí todos los veranos, Castel Gandolfo era un nombre conocido en el mundo. Con Francisco todo esto se ha acabado y los negocios de toda la vida han sido arrasados. Ahora en el centro solo viven 50 personas, el resto son todos alquilados a turistas. El pueblo ha muerto".

En su tienda, una de las pocas 'históricas' que resisten, se pueden encontrar verdaderas reliquias de otros tiempos como los DVD de la Ciudad del Vaticano o de la Capilla Sixtina. En cambio, es casi imposible encontrar una estampita con la cara de Benedicto XVI. "Los papas pasados no venden. Solo Juan Pablo II sigue teniendo un poco de tirón".

placeholder Vistas desde el complejo residencial. (Giulio Maria Piantadosi)
Vistas desde el complejo residencial. (Giulio Maria Piantadosi)

Entre los turistas que pasan está Giuseppe Nardi. Ha venido aquí más veces. "Incluso he estado dentro del Palacio cuando estaba cerrado al público junto a mi tío, cuando era papa Juan Pablo II", dice. Su tío era Monseñor Tarcisio Nardi, canónigo del Capítulo Liberiano de Santa María la Mayor. Es decir, uno de los diez sacerdotes de la basílica donde será enterrado Francisco. Su tío también está enterrado ahí, pero en la cripta inferior bajo la nave de la Iglesia. "Solo los familiares pueden acceder, a través de una puerta a la izquierda de la Capilla Paulina o desde el museo de la iglesia. Vivimos en Padua y no venimos a menudo a Roma, así que teníamos pensado ir, pero va a ser imposible por el funeral del papa".

El alcalde Alberto De Angelis confirma el sentimiento popular: "Francisco no ha venido, pero ha hecho mucho para el pueblo. Hoy quizá seamos menos católicos, pero un poco más ricos. Esperamos que el próximo papa venga más". Cuenta también que Francisco sí vino, en contadas ocasiones, en "incógnito" para asistir a algún evento privado en el interior del complejo pontificio, sin dar publicidad a estas visitas.

Francisco ha revolucionado también la Hacienda Papal, un terreno de 25 hectáreas con establos, gallineros, huertos, huertos frutales, plantaciones de cítricos y hasta un olivar. Todo lo que se producía aquí, se destinaba al Vaticano, aunque una pequeña parte era reservada para los comercios locales. Francisco, después de abrir la Hacienda al público, ha decidido convertirla en un centro de formación para migrantes y personas desfavorecidas llamado Laudato Si, como su primera encíclica sobre la defensa del medio ambiente. Ahora está en obras y se están instalando placas solares para que sea energéticamente autosuficiente.

Foto: Una persona limpia junto a un memorial artesanal del Papa Francisco cerca de la plaza de San Pedro (Reuters/Kai Pfaffenbach)

"Ojalá el nuevo papa venga más. Esperamos que no cierre el Palacio en verano, sino nos haría un flaco favor", bromea Stefano, el dueño del bar Corsi. "Y que tampoco venga mucho, porque las medidas de seguridad que se tienen que montar harían imposible el turismo en un pueblo tan pequeño".

El papa Francisco viajó hasta los rincones más remotos del mundo, pero había lugares donde no quería ir de ninguna manera. Uno de ellos fue Castel Gandolfo. Un mini-Vaticano a 25 km de Roma, en la cumbre de un volcán extinto convertido en un lago. Durante casi cinco siglos ha sido el refugio estival de los pontífices. Hasta que Francisco decidió romper esta tradición. De la misma manera que renunció a tomar posesión del Apartamento Pontificio, así dejó de acudir a este 'Vaticano 2', como lo llamaba Juan Pablo II.

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