Llegan los cardenales del cónclave 'diseñado al 90%' por Francisco para intentar asegurar su legado
El 90% de los 135 cardenales que decidirá quién sucederá a Bergoglio ha sido designado por el pontífice argentino. Pero eso no garantiza que el próximo Papa vaya a ser alguien de su cuerda
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El cónclave más largo de la historia duró 1.006 días, casi tres años. Tuvo lugar en la localidad de Viterbo y fue convocado para elegir al sucesor del papa Clemente IV, muerto en noviembre de 1268. Sin embargo, la cita muy pronto degeneró en un gigantesco estancamiento político y espiritual. Los cardenales, divididos en facciones y bajo la fuerte influencia de las potencias europeas de la época, no conseguían ponerse de acuerdo.
Los ciudadanos de Viterbo, hartos de aquella espera interminable, decidieron encerrar literalmente a los participantes con llave ('con chiave', de ahí el origen de la palabra cónclave) en el Palacio de los Papas de la localidad, privarlos de comodidades, reducir drásticamente sus comidas y, finalmente, arrancar parte del tejado del edificio y dejarlos sin techo, a ver si todo aquello servía para apremiarles a tomar una decisión.
Finalmente, después de meses y meses de presiones, ayunos y maniobras varias, en septiembre de 1271 los cardenales llegaron a un acuerdo y fue elegido papa Teobaldo Visconti, un prelado que no era ni siquiera cardenal y que de hecho se encontraba entonces en Tierra Santa, involucrado en una nueva cruzada en Acre. Tomó posesión con el nombre de Gregorio X y fue él quien introdujo las primeras reglas formales del cónclave, a fin de evitar que la elección de un pontífice pudiera volver a ser una pesadilla interminable.
Es seguro que el cónclave para elegir al sucesor de Francisco -que se debe celebrar entre el 5 y el 10 de mayo, dado que la normativa contempla que debe de llevarse a cabo entre 15 y 20 días después de la muerte del pontífice- no durará 33 meses, como ocurrió con aquel célebre cónclave de Viterbo, aunque todo apunta a que podría ser un cónclave bastante largo y polarizado. Al menos en comparación con los últimos. Para empezar, será el cónclave más numeroso e internacional de la historia de la Iglesia, con un Colegio Cardenalicio que Bergoglio ha ido poco a poco modelando a lo largo de sus 12 años de pontificado. La prueba es que Francisco ha nombrado nada menos que al 90% de los 135 cardenales —todos ellos menores de 80 años y, por tanto, con derecho a voto— que decidirán quién será su sucesor. Aunque en la Capilla Sixtina finalmente solo entrarán 133 purpurados para elegir al nuevo pontífice: el español Antonio Cañizares no asistirá "por motivos de salud", lo mismo que ha esgrimido el bosnio Vinko Puljić para justificar su ausencia.
El problema es que muchos de esos cardenales no se conocen entre sí, y en algunos casos ni siquiera tienen una lengua común en la que comunicarse. Francisco quería un colegio cardenalicio menos eurocéntrico, más descentralizado, más abierto y lo ha conseguido: el próximo cónclave será el más internacional de la historia, con purpurados procedentes de 71 países y de todos los continentes. Los cardenales europeos serán 53 (51 tras la baja de Cañizares y Puljić); los americanos sumarán en total 37 purpurados (14 procedentes de América del Norte y 23 de América Central y Sudamérica), 23 serán asiáticos, 18 vendrán de África y cuatro de Oceanía.
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Todo eso ha hecho que el actual Colegio de Cardenales Electores sea muy plural y rico, pero también más fragmentado, al acoger a purpurados de muy distintas culturas y sensibilidades. Las congregaciones generales, las reuniones previas al cónclave que ya arrancaron el martes a las 9.00 horas, serán fundamentales para que empiecen a coger fuerza las distintas candidaturas.
Ya hay una veintena de cardenales cuyos nombres empiezan a sonar como posibles sucesores de Francisco y cuyos seguidores (nunca ellos mismos, la ambición y la sed de poder están mal vistas) empiezan tímidamente a defender su causa. El arzobispo de Bolonia, el italiano Matteo María Zuppi (69 años) y considerado del ala progresista de la Iglesia, es uno de los nombres que se abren paso, así como el del filipino Luis Antonio Gadkim Tagle, de 67 años y de quien se dice que habría sido quien Francisco habría querido como su sucesor.
Les seguirían el italiano Pietro Parolin, de 70 años y el secretario de Estado vaticano, un hombre con amplia carrera diplomática, pero muy poca experiencia pastoral; el húngaro Péter Erdö, claramente del ala conservadora; el francés Jean-Marc Aveline, de 66 años y como Bergoglio, muy volcado con la inmigración y el diálogo interreligioso; el español (nacionalizado paraguayo) Cristóbal López, de 72 años, un progresista que se declara a favor de que puedan ser ordenados sacerdotes hombres casados; o el guineano Robert Sarah, de 79 años y principal representante del ala más tradicionalista con sus férreas posiciones en contra del aborto, la homosexualidad y el islamismo.
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Porque el que Francisco haya nombrado al 90% de los cardenales que en breve se encerrarán en la Capilla Sixtina para elegir al 267º Pontífice de la Iglesia católica no garantiza que el próximo papa vaya a ser forzosamente de la cuerda de Bergoglio. La prueba está en que entre los cardenales nombrados por Francisco se encuentra el alemán Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Doctrina de la Fe con Benedicto XVI y quien no se ha mordido la lengua, criticando en varios ocasiones a Francisco. Y como Müller, se calcula que hay unos 30 cardenales entre conservadores y tradicionalistas.
Es verdad que los 'bergoglianos', los que comparten la visión espiritual y política de Francisco, rondan los 50 purpurados. Pero Francisco también nombró a unos 40 cardenales de zonas geográficamente periféricas, y la mayoría de los cuales son profundamente conservadores en cuestiones de moral y, en concreto, en aspectos como el celibato de los sacerdotes o la homosexualidad.
La división, por tanto, entre progresistas y conservadores parece ser muy ajustada, lo que puede hacer que el cónclave se alargue ante las dificultades de conseguir consensuar un nombre. Será necesario el apoyo de al menos dos tercios de los cardenales, 90 votos, para ser elegido papa. Es verdad que en el pasado, los cónclaves eran bastante previsibles. Pero desde que un outsider como Juan XXIII fuera elegido pontífice en 1958, vaticinar con éxito quién será elegido papa se ha vuelto cada vez más difícil. Y esta vez no parece que vaya a ser una excepción.
El cónclave más largo de la historia duró 1.006 días, casi tres años. Tuvo lugar en la localidad de Viterbo y fue convocado para elegir al sucesor del papa Clemente IV, muerto en noviembre de 1268. Sin embargo, la cita muy pronto degeneró en un gigantesco estancamiento político y espiritual. Los cardenales, divididos en facciones y bajo la fuerte influencia de las potencias europeas de la época, no conseguían ponerse de acuerdo.