Las dos causas de Francisco que van a morir con él: la iglesia de la inmigración y el cambio climático
Destacó por su compromiso en estas dos áreas, lo que llevó a relaciones muy tensas con políticos conservadores. No está claro que su sucesor vaya a seguir en la misma línea
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Al papa Francisco la vida le reservaba para el final un choque de trenes ideológico. Uno de los últimos líderes en ver al Pontífice con vida fue el vicepresidente estadounidense J.D. Vance. Fue el encuentro entre dos católicos, dos devotos. El americano, convertido al catolicismo en 2019, y el argentino compartían dios e iglesia. Su lugar común era el Cielo, su lugar de desencuentro era la Tierra. Las palabras de Vance han sido extremadamente cordiales al saber que tras su corta visita falleció el jefe de su credo, pero no parece fácil que la relación de ambos hubiera sido cordial y pacífica de haber permanecido vivo Francisco, como no lo fue con otros líderes del entorno ideológico de Vance.
Bergoglio ha sido un papa que ha mantenido unas relaciones tirantes con el conservadurismo global que Vance hoy lidera junto a su jefe, Donald Trump. Y lo ha sido porque Francisco ha sido un pontífice que defendía desde su púlpito, con altavoces directos a ese conservadurismo que le miraba con desprecio y recelo en ocasiones, a los inmigrantes y a las políticas medioambientales. Justamente los dos “demonios” de los movimientos ultra conservadores internacionales.
Contra el cambio climático
En 2015, el papa Francisco se convierte en el primer pontífice en publicar una encíclica, Laudato Si, dedicada exclusivamente al medioambiente. Inspirado por la figura de San Francisco de Asís, el argentino decide que su Iglesia debe meterse en el fango de la pelea climática en el que hasta ahora no habían entrado sus predecesores. Y lo hace sin dejar títere con cabeza desde una retórica religiosa donde no duda en asegurar que el hombre está destruyendo la obra del “Creador”.
En el punto 23 de la Laudato Si, el Papa dice literalmente: “Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático. En las últimas décadas, este calentamiento ha estado acompañado del constante crecimiento del nivel del mar, y además es difícil no relacionarlo con el aumento de eventos meteorológicos extremos, más allá de que no pueda atribuirse una causa científicamente determinable a cada fenómeno particular. La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan. Es verdad que hay otros factores (como el vulcanismo, las variaciones de la órbita y del eje de la Tierra o el ciclo solar), pero numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana”.
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Toda la larga encíclica es una profunda crítica al modelo económico imperante, donde se prioriza el beneficio empresarial al cuidado de la casa común que es la Tierra. Francisco critica la explotación natural y la explotación de millones de personas, los más desfavorecidos, que ven cómo sus vidas empeoran por una avaricia humana que justifica todo, hasta acabar con el planeta. En el punto 25 y 26 afirma: “El cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad.
Los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo (…) Lamentablemente, hay una general indiferencia ante estas tragedias, que suceden ahora mismo en distintas partes del mundo (…) Se ha vuelto urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de dióxido de carbono y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente, por ejemplo, reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovable”.
Toda la encíclica fue tan aplaudida por los grupos ecologistas y movimientos progresistas como criticada desde algunos sectores ideológicos como el Partido Republicano estadounidense. El hoy secretario de Estado, Marco Rubio, dijo elegantemente entonces que “en cuestiones morales, habla con una autoridad increíble, pero en cuestiones económicas el Papa es una persona”, al ser preguntado en una entrevista por las críticas que el Papa realizaba en la encíclica al actual modelo económico.
Por su parte, el gobernador de Florida, Jeb Bush, hermano del expresidente George Bush, sí fue más tajante: “No me dejaré dictar la política económica por mis obispos, mis cardenales o mi papa”. El también exsenador y precandidato católico republicano Rick Santorum manifestó que “la Iglesia se ha equivocado en cuestiones científicas en varias ocasiones, y es mejor que dejen la ciencia a los científicos”. Un paso más allá lo dio Rush Limbaugh, famoso locutor conservador americano fallecido en 2021, que tras leer la encíclica de Francisco tachó al papa de “marxista”, igual que hizo Michael McKenna, asesor republicano, que acusó al pontífice de “promover el socialismo latinoamericano”.
Esas personas, algunas hoy destacados miembros de esa Casa Blanca que representaba Vance el Domingo de Pascua en El Vaticano, estaban ideológicamente muy lejos de los preceptos ecologistas de Francisco. La muerte de este Papa abre la puerta a una nueva percepción o interpretación de la Iglesia y de la palabra de Dios. Un dolor menos de cabeza para los católicos y no católicos que no creen que el cambio climático lo cause la acción del hombre ni entienden que sus efectos vayan a ser catastrofistas. ¿Habrá un giro en este campo por su sucesor?
Defensa de los migrantes
El cabeza de una organización religiosa creada por un grupo de inmigrantes que se subieron a sus barcas y se lanzaron a recorrer el Mediterráneo para propagar la palabra de Dios no quiso nunca dejar de honrar aquellos orígenes. La inmigración ha sido uno de los caballos de batalla de Francisco y, desde luego, el que le generó más problemas con algunos líderes políticos donde él tenía su casa, Italia, y, de nuevo, con los que estaban lejos, que las sacudidas de Francisco resonaban en Las Rocosas y en Los Andes.
Su compromiso con la defensa y preocupación por la inmigración fue claro desde el inicio. Su primer viaje oficial como Papa lo realizó en 2013 a la italiana isla de Lampedusa, puerto de llegada de decenas de miles de inmigrantes que se lanzaban al mar con sus barcazas desde las costas libias y tunecinas para alcanzar Europa. Allí habló de “globalización de la indiferencia” y señaló a “la cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en pompas de jabón”.
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Y desde entonces ese fue un tema recurrente que no dejó de repetir y defender. En 2016, en México, en plena ola efervescente del entonces candidato Trump y el famoso muro que pretendía levantar entre México y Estados Unidos, el Papa decidió incluir en su visita una parada en la frontera, en Ciudad Juárez. Tras aquella multitudinaria misa, en el avión de regreso a casa, dijo a los periodistas: “Una persona que solo piensa en construir muros y no puentes, no es cristiano”. La respuesta del neoyorquino fue contundente: “Un líder religioso que cuestiona la fe de una persona es vergonzoso”.
Tampoco su postura en la inmigración le hizo tener buenas relaciones con los líderes conservadores italianos. Bergoglio calificó las políticas del que fuera ministro del interior italiano, Matteo Salvini, entre 2018 y 2019, y de la actual presidenta, Giorgia Meloni, partidarios de cerrar los puertos italianos a los inmigrantes, como “repugnantes”, “pecaminosas” o “criminales”. Francisco denunciaba que el Mediterráneo se había convertido en “el mayor cementerio del mundo” y definía las políticas antiimigratorias como “odio disfrazado de equilibrio”.
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Salvini respondió y se enfrentó en diversas ocasiones al Pontífice. “No se pueden abrir las puertas a los inmigrantes de la religión islámica y después hablar de respeto a la mujer”, dijo en una ocasión sobre el papa al que también recordó que “El Papa se ocupa de almas, yo me ocupo de los cinco millones de italianos pobres. Yo los puertos los abro a quien tiene el permiso para llegar a Italia”, le espetó exigiendo que el líder de todos los católicos dejara de meterse en la política interior italiana.
Con Meloni, pese a las claras diferencias en algunos campos como la inmigración, la relación ha sido siempre respetuosa e institucional, pero desde luego no cercana como cabría pensar entre el líder mundial de los católicos y la católica líder de los italianos. El problema es que Francisco parecía molestar más a aquellos justamente que formaban parte del club de su iglesia. Con su muerte, a la espera de que El Vaticano elija un nuevo líder, se acaban por ahora desde el púlpito de San Pedro las críticas a los dos pilares del nuevo ultraconservadurismo global: la lucha contra el cambio climático y la acogida de inmigrantes. El nuevo Pontífice deberá continuar y consolidar esos pilares o demolerlos con su silencio o indiferencia. La palabra de Francisco I era la palabra de Jorge Mario Bergoglio, y eso no es necesariamente la palabra de Dios. Por eso quizá ya no se escuche tras su marcha.
Al papa Francisco la vida le reservaba para el final un choque de trenes ideológico. Uno de los últimos líderes en ver al Pontífice con vida fue el vicepresidente estadounidense J.D. Vance. Fue el encuentro entre dos católicos, dos devotos. El americano, convertido al catolicismo en 2019, y el argentino compartían dios e iglesia. Su lugar común era el Cielo, su lugar de desencuentro era la Tierra. Las palabras de Vance han sido extremadamente cordiales al saber que tras su corta visita falleció el jefe de su credo, pero no parece fácil que la relación de ambos hubiera sido cordial y pacífica de haber permanecido vivo Francisco, como no lo fue con otros líderes del entorno ideológico de Vance.