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La Iglesia se debate entre mantener el rumbo de Francisco o regresar a la tradición conservadora
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Quinielas de 'papables' en el Cónclave

La Iglesia se debate entre mantener el rumbo de Francisco o regresar a la tradición conservadora

"El que entra como Papa, sale como cardenal". Todo el mundo en el Vaticano conoce el viejo dicho en sus múltiples acentos. Pero estos días se suceden las listas (una) y se presta poca atención a los detalles que dejó el Papa

Foto: El arzobispo de la archidiócesis de Washington, cardenal Robert McElroy, y el arzobispo emérito, cardenal Wilton Gregory. (Reuters/Jonathan Ernst)
El arzobispo de la archidiócesis de Washington, cardenal Robert McElroy, y el arzobispo emérito, cardenal Wilton Gregory. (Reuters/Jonathan Ernst)
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Desde hace meses, las especulaciones sobre la salud de Francisco han hecho aparecer decenas de listas con los nombres de los papables para sustituir al primer papa "llegado del fin del mundo". Francisco las conocía. E incluso coincidía con esos papables en ceremonias. Siempre eran los mismos nombres. Las mismas caras. Lógico: era en realidad una única lista la que circulaba, luego repetida hasta el hartazgo, en primer lugar, en los portales, cadenas y blogs más ultras de Estados Unidos.

Precisamente, de donde nacía ese listado. El país con uno de los episcopados más refractarios al pontificado de Jorge Mario Bergoglio, donde su apuesta por una Iglesia más social chocaba con una visión más tradicionalista, acoge también entre sus fieles a dueños y donantes de esos medios que hacían circular la lista de papables, dominada mayoritariamente por los cardenales más conservadores y abiertamente contrarios a Francisco.

Algunos de ellos estaban también en primera fila durante el rezo diario del rosario en la plaza de San Pedro durante los 38 días que Francisco estuvo ingresado en el Policlínico Gemelli. Entre ellos, el tridente más crítico con el Papa, el cardenal guineano Robert Sarah (79 años), el cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller y el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke (76 años).

Los tres buenos conocedores del engranaje de la Curia vaticana en tanto que presidieron los dicasterios (ministerios) para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Doctrina de la Fe (antiguo Santo Oficio) y el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, respectivamente.

Foto: Encuentro entre el Papa, Donald Trump y Melania Trump. (Reuters)

Huelga decir que Burke es el candidato ideal de esos grupos tradicionalistas estadounidenses, pero tampoco verían con malos ojos como sucesor del Papa que puso coto a la misa en latín a otros que frecuentan esa lista de papables, como Anders Arborelius (75 años), un suizo naturalizado sueco y primer cardenal de este país; al cardenal húngaro, Péter Erdó (72 años), lo más parecido entre los candidatos al perfil intelectual de Benedicto XVI, aunque con mucha distancia a favor de Joseph Ratzinger; o Willem Eijk (71 años), arzobispo de Utrecht, Países Bajos, cardenal presbítero de San Calixto, médico de profesión y muy jaleado también por los grupos más conservadores a ambas orillas del Atlántico.

Efecto martillo

Realmente resultaría muy sorprendente que la venidera fumata blanca fuese por la elección de algunos de estos purpurados, pero de entrada consigue el efecto deseado por los promotores de esa lista: martillear con las opciones más conservadoras, aunque en principio no sean las más factibles.

Se aduce que, ante el Colegio Cardenalicio más global y disperso en dos mil años de historia (hay un cardenal en Mongolia, donde no llegan a 2.000 católicos), lo conveniente era que los purpurados entrasen a la Capilla Sixtina para el cónclave con la lista ya hecha, dado que muchos de ellos no han cruzado ni una palabra entre sí. Como si no tuviesen grupos de WhatsApp. Como si no bucearan con seudónimos en las redes sociales. Como si ignorasen que Elon Musk les puede ayudar a ganar la partida desde su plataforma X, como intentó en las recientes elecciones alemanas. No es una mera sospecha. Es un temor fundado que recorre los pasillos del Vaticano.

"La tradición de los vaticanistas es poner en marcha cavilaciones y quinielas con diversas intenciones para mantener vivo el interés de la gente y mandar un mensaje indirecto a los posibles votantes. Lamentablemente, hay grupos ultras que cuentan con muchos medios y artimañas que buscan inclinar la balanza a su favor", dice uno de esos miembros del conocido como el club más selecto del mundo a El Confidencial.

Foto: El sacerdote Ignacio Bagattini oficia una misa en honor al papa Francisco este lunes, en un comedor de la Villa 31 en Buenos Aires. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)

Reconoce este cardenal el reciente y muy discreto 'precónclave' ultra con cerca de 80 cardenales y obispos en Portugal invitados por una fundación estadounidense para que se conocieran y tejieran redes. "No es lo correcto, y menos en aquellos que dicen obrar por la fe, esas invitaciones con todo pago a numerosos obispos para camuflar torcer el pensamiento en una dirección", apunta este cardenal.

Cardenales en la 'pole'

A ninguno de los participantes en ese encuentro portugués, del que se pedía mantener la mayor discreción posible, les resultaban ajenos otros nombres —también presentes en la citada lista— y que en principio parten como favoritos para suceder a Francisco: los cardenales Matteo Zuppi (69), Pietro Parolin (70) y Luis Antonio Tagle (67), italianos los dos primeros, filipino este tercero, y que en su día fue visto como un recambio natural de Bergoglio.

Como el argentino Tagle, actual pro prefecto del dicasterio para la Evangelización –el único dicasterio que presidía el propio Francisco, que lo subió en el escalafón tras rebajar al de Doctrina de la Fe–, el cardenal filipino también procedía de las 'periferias geográficas y existenciales' y supondría un guiño a la Iglesia asiática, caladero de fieles y vocaciones católicas. Pero una controvertida gestión de Caritas Internationalis —el brazo caritativo y social de la Iglesia en todo el mundo— le habría hecho perder opciones.

Foto: El papa Francisco en el muro de las lamentaciones. (EFE/Getty Images/Lior Mizrahi)
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Realmente Zuppi y Parolin serían, a día de hoy, las opciones más claras para los 135 cardenales menores de 80 años con derecho al voto en el cónclave. Encarnan las dos almas de la Iglesia, una más progresista y otra más conservadora, aun cuando estas etiquetas les espantan. Y si hubiese que pensar en cuál sería el candidato por el que se inclinaría Francisco, sin duda ese sería Zuppi, el actual presidente de los obispos italianos y destacado miembro de la Comunidad de Sant’Egidio, fundada hace medio siglo por Andrea Riccardi.

Esa señal (y Francisco era un as de los gestos) la dio el propio Bergoglio al poco de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. El Vaticano se ofreció a mediar y el primer paso era negociar con Putin la devolución de unos 20.000 menores ucranianos que habían quedado en la zona ocupada por Moscú. Parecía lo más lógico hacer ese delicado encargo al cardenal Parolin, el 'número dos' del Vaticano desde su puesto de secretario de Estado y principal responsable de la acreditada diplomacia vaticana.

Pero no fue así. Francisco puso al frente de esa misión a Zuppi, experto también en la mediación en conflictos internacionales desde la 'ONU del Trastevere', como se conoce a la Comunidad de Sant’Egidio. Solo tras la protesta de Parolin, Francisco aclaró después que esa delicada tarea que abanderaba Zuppi se haría siempre en contacto con el secretario de Estado, un hombre sin el cual no se mueve casi nada en la Santa Sede, con un caudal de información de todo tipo que, como sucede siempre en estos casos, le hace ir con un par de cabezas de ventaja.

Este control sobre el engranaje vaticano marca otra diferencia sustancial entre ambos, que estaría marcada por la forma de ejercer el poder. Zuppi es más partidario del método sinodal —una destacada y arriesgada apuesta de este pontificado—, donde se escuche a las distintas partes y se gobierne de una manera más colegiada, en lo que sería lo más parecido a un sistema democrático en la Iglesia, aunque ni siquiera ha podido convencer de esas bondades a la mayoría de los obispos italianos. A Parolin no se le conoce un gran entusiasmo por este sistema, aunque en vida de Francisco quien más y quien menos ponía la palabra sinodalidad en sus labios… Y, en definitiva, aunque con la elección de alguno de los dos los italianos volverían a la silla de Pedro casi medio siglo después, Zuppi sería un seguidor natural de las líneas maestras de Francisco.

Foto: Una monja sostiene una imagen del papa Francisco. (EFE/Alessandro di Meo) Opinión

Papables españoles (o con acento)

También de Europa, pero de espíritu claramente 'periférico' como Francisco, tiene sus opciones el cardenal de Marsella Jean-Marc Aveline, un ‘joven’ purpurado de 66 años que en su figura reúne varios puntos que pronto hicieron que Bergoglio se fijase en él. Se trata de un inmigrante pieds-noir nacido en la Argelia francesa y de antepasados que llegaron a la entonces colonia gala en el siglo XIX procedentes de Andalucía. Conoce, pues, el sufrimiento de los inmigrantes, y en Marsella ha impulsado la llamada "teología del Mediterráneo", que ahonda la respuesta que debe dar la Iglesia a los desafíos sociales, interreligiosos y culturales de esa zona que abraza dos continentes tan diferentes y distantes, a pesar de la cercanía. Sería, además, un papa que sabe lo que es vivir en un país secularizado, laico y donde la imagen de la Iglesia ha quedado devastada por el escándalo de los abusos sexuales. Pero que aún es capaz de recordar al mundo la ‘grandeur’ retransmitiendo la reapertura de la catedral de Notre Dame.

En la misma línea que Aveline está el cardenal Pierbattista Pizzaballa (60), de origen italiano y actual patriarca latino de Jerusalén, donde ha conseguido que su voz sea respetada en medio del conflicto israelí-palestino. Con menos opciones aparecen en principio los cardenales de Colombo (Sri Lanka) Malcolm Ranjith (77); el de Kinshasa, en la República Democrática del Congo, Fridolin Ambongo Besungu (65); y el de Yangón, en Myanmar, Charles Maung Bo (76), país este muy querido por el difunto Papa, quien cada domingo, en el ángelus, pedía oraciones para que llegase la paz.

Pero fuera de 'la lista' que circula desde hace semanas, con nombres evidentes para todos y otros metidos con el ánimo de crear caldo de cultivo —basta con asomarse a las redes sociales para ver que el mensaje funciona por repetición—, hay otros nombres que se van haciendo hueco de manera más sutil, últimas piezas movidas por Francisco y no por casualidad, sino para —también él—exhibirlas.

Dos, del país cuyas autoridades más animadversión sienten hoy por todo lo que significa el pontificado de Francisco, aunque la falta de simpatía era mutua entre Jorge Mario Bergoglio y Donald Trump. El primero es Robert Prevost Martínez (69), un religioso agustino de ascendencia española, prefecto de 'la fábrica de obispos', como se conoce al dicasterio que los elige y nombra. Ha pasado más de media vida en Perú, donde fue obispo de Chiclayo hasta hace dos años, cuando Francisco lo reclamó a su lado para intentar cambiar el perfil del episcopado mundial. En el punto de mira de grupos ultras, como el recientemente suprimido Sodalicio, el poderoso grupo de cardenales latinoamericanos (24 entre los 135 electores) lo tiene como propio, porque conoce a la perfección las dos sensibilidades de América, la rica y la que arrastra los pies en los índices de desarrollo humano de la ONU.

También de Estados Unidos es Robert W. McElroy (71), flamante arzobispo de Washington, donde lo colocó Francisco nada más acceder Trump a su segundo mandato, que ya anunciaba tormentosas relaciones con el Vaticano. De hecho, McElroy se ha convertido en uno de los obispos más críticos con la política de deportaciones masivas del magnate. Su poco probable elección supondría una sonora bofetada después de muerto en la cara de Trump, algo que no todos los cardenales están dispuestos a hacer con un país que se ha erigido en bastión de la guerra cultural contra lo woke, palabra que solivianta a un buen número de cardenales, y no solo en Estados Unidos y Europa, sino en África y Asia.

Finalmente, entre el grupo de cardenales españoles (el tercer país en número de miembros del Colegio Cardenalicio, con 13, por detrás de Italia, 48, y Estados Unidos, 17), aunque solo podrían participar y votar 6, por tener menos de 80 años) se ha colado otro religioso, el salesiano asturiano Ángel Fernández Artime (64). Fue rector mayor de la Congregación Salesiana entre 2014 y 2024, lo que le ha hecho viajar por todo el mundo y tratar directamente con obispos y cardenales como superior de un 'ejército' de casi 15.000 consagrados repartidos por 132 países. Y eso da mucha visibilidad. Como el cardenal Bo y Prevost, pertenece a una congregación religiosa, otra de las características que ha dejado Francisco —quien era jesuita— a la hora de buscar candidatos para obispos.

El lobby latinoamericano

Periferias y periféricos que, sin embargo, no aseguran nada dentro de los muros de la Sixtina. Lo que sí está claro, según ha sabido El Confidencial, es que "en estos momentos la casi totalidad de los cardenales latinoamericanos menores de 80 años están en la línea de Francisco y la tendencia es continuar en la senda marcada por él". "No sé si [también] la mayoría de cardenales de los otros continentes, muchos de ellos ajenos a los intríngulis vaticanos, y desconocedores de los manejos de quienes tienen siglos trabajando con mecanismos no muy sanos", advierte este cardenal.

Foto: El papa Francisco, junto al abad de un templo tibetano durante el encuentro interrelegioso y ecuménico que mantuvo en Mongolia. (Reuters)

"Hay una situación en algún sector europeo e italiano para que vuelva un italiano a ocupar la sede de Pedro", desliza, conocedor de las maniobras, pero recalca que "hay que ser cada día más consciente de que la mayoría de los católicos del mundo no están en Europa y que, por tanto, la sintonía con esta nueva realidad no significa desprecio del pasado, sino la necesidad de asumir la nueva realidad".

Para este purpurado, que ha gozado hasta el final de la estrecha confianza de Francisco —y con quien se intercambiaba correos electrónicos e información privilegiada— "la llamada 'geografía del papa Francisco', como tituló en su momento una prestigiosa revista jesuítica francesa, pone en el centro a la periferia, y el que sedes europeas e italianas que tradicionalmente fueron cardenalicias ya no lo son. Como ha dicho en varias ocasiones Francisco, no hay sedes cardenalicias, hay cardenales. Si esto está en el corazón del actual Colegio Cardenalicio, estará por verse los próximos días".

Desde hace meses, las especulaciones sobre la salud de Francisco han hecho aparecer decenas de listas con los nombres de los papables para sustituir al primer papa "llegado del fin del mundo". Francisco las conocía. E incluso coincidía con esos papables en ceremonias. Siempre eran los mismos nombres. Las mismas caras. Lógico: era en realidad una única lista la que circulaba, luego repetida hasta el hartazgo, en primer lugar, en los portales, cadenas y blogs más ultras de Estados Unidos.

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