Entre ovaciones y subido al papamóvil: la última imagen pública del papa Francisco en el Vaticano antes de morir

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El papa Francisco ha fallecido este lunes a las 7:35 horas, a los 88 años de edad, en su residencia de la Casa Santa Marta. El anuncio lo ha hecho el cardenal Kevin Joseph Farrell, quien ha confirmado que el pontífice ha muerto acompañado por sus más estrechos colaboradores. Su fallecimiento pone fin a un pontificado marcado por la cercanía, la reforma y la humanidad, y deja atrás doce años históricos al frente de la Iglesia católica.

Su elección en el año 2013 supuso un hito para la Iglesia. Francisco fue el primer papa latinoamericano y también el primero en convivir con un papa emérito en vida, Benedicto XVI. Su estilo caló entre los fieles desde el inicio y llegó con la voluntad de impulsar una Iglesia “más pobre y para los pobres”. A pesar de los problemas de salud que le han acompañado en los últimos años, el papa Francisco se ha mantenido activo hasta el último momento. De hecho, este domingo, solo unas horas antes de su muerte, protagonizó la que sería su última imagen en público desde la Plaza de San Pedro.

A mediodía del Domingo de Resurrección, el pontífice se asomó al balcón central de la basílica vaticana para impartir la tradicional bendición Urbi et Orbi. Lo hizo sentado en su silla de ruedas, sin oxígeno asistido y con gesto sereno, aunque visiblemente debilitado por su reciente infección respiratoria. Con voz suave, pronunció un escueto “¡Feliz Pascua!”, recibido con entusiasmo por los cerca de 50.000 fieles congregados en la plaza, adornada para la ocasión con miles de flores.

La imagen emocionó por lo que representaba: un Papa que, incluso en sus últimos días, quiso mantener el contacto con su comunidad. Durante la lectura del mensaje de Pascua, que delegó en su maestro de ceremonias, Diego Ravelli, se mantuvo en silencio, con la mirada atenta y un rostro sereno.

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Tras la misa, Francisco pidió subirse al papamóvil para recorrer la plaza y saludar a los fieles. Era la primera vez que lo hacía desde que en otoño sufrió una doble neumonía. Subido a una silla elevada en la parte trasera del vehículo blanco descapotable, el Papa recorrió lentamente la explanada de San Pedro, recibiendo los aplausos y gritos de ánimo de los asistentes.

Muchos ondeaban banderas, otros alzaban los brazos, y no faltaron los “¡Viva el Papa!” que se escuchaban entre la multitud. El vehículo se detuvo varias veces para que los ayudantes acercaran bebés y niños pequeños al pontífice, que los bendijo con gestos suaves y apenas levantando las manos. Aunque no pudo hablar, su presencia fue suficiente para emocionar a quienes estaban allí.

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Esa última imagen, la de un Papa frágil, pero firme en su decisión de estar con su gente, es ya parte de la memoria colectiva de la Iglesia. Lejos de refugiarse en la intimidad de su residencia, Francisco optó por compartir su último Domingo de Pascua con los fieles, dejando una estampa que muchos han descrito como una despedida sin palabras.

Pocas horas antes de esa aparición pública, el Papa también tuvo un breve encuentro con el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, en Santa Marta. Un saludo protocolario, pero significativo, que demuestra cómo quiso seguir ejerciendo su papel de pastor y líder espiritual hasta el final.