Monjes 'okupas' en un monasterio de Italia: cuando hasta la Iglesia denuncia la especulación inmobiliaria
¿Qué hacen cuatro ancianos monjes de una orden centenaria atrincherados, como si fueran okupas, en un convento del siglo XVI donde vivió el mismísimo Miguel Ángel?
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¿Qué hacen cuatro ancianos monjes de una orden centenaria atrincherados, como si fueran okupas, en un convento del siglo XVI donde vivió el mismísimo Miguel Ángel Buonarroti? La respuesta es simple: quieren impedir que su antiguo hogar se transforme en una residencia de lujo. Los clérigos, indignados, no se andan con rodeos. Si no se frena el plan de reconversión del complejo religioso, dicen, "resistirán hasta el final".
La historia viene de lejos. El edificio de la discordia es un antiquísimo complejo diseñado inicialmente por el arquitecto italiano Filippo Brunelleschi, ubicado en el barrio florentino de Oltrarno, que se inició a construir (sobre una estructura preexistente) en 1444 y se terminó en el siglo siguiente. Ese fue el plazo de tiempo que tomó levantar tanto la Basílica del Espíritu Santo como el convento adyacente, el cual, sin embargo, le fue casi íntegramente expropiado a los agustinos en la época de la unificación de Italia. Así, una parte se convirtió en un cuartel militar. Cuartel que todavía en siglo XX era conocido como la Caserma Ferrucci, pero que con el fin de la 'mili' en Italia se vació y hoy funciona como una especie de archivo militar.
El problema es que desde hace años los militares se quieren ir del convento-cuartel, pero el ministerio de Defensa, propietario hoy de la estructura, aún no ha logrado reasignarlo a otros usos. Tanto es así que han promovido una licitación pública que, según los frailes, finalmente ha acabado con destinar el área a un dudoso proyecto para la construcción de una residencia de lujo que podría destinarse a ancianos o turistas ricos, según temen. Lo que despojaría el barrio del acceso a una verdadera joya del Renacimiento (hasta ahora tampoco accesible al público), en una ciudad que ya de por sí sufre el problema de la gentrificación.
Atrincherados
Por eso, los monjes se oponen y han desenfundado el hacha de guerra. "Si insisten, nos atrincheramos dentro del convento", confirma en entrevista Giuseppe Pagano, prior de la Basílica del Espíritu Santo. "Confiamos en llegar a una solución pacífica y de diálogo con las instituciones, pero sin duda haremos todo lo posible para evitar que inicien cualquier obra para convertir este sitio en una residencia de lujo y se lo quiten al barrio", añade Pagano. Semanas atrás, este prior llegó a calificar su acción de resistencia como la de una suerte de "ejército de salvación".
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Para más inri, los monjes, que tienen entre 59 y 88 años, afirman que han retiradamente intentado comunicarse con el Estado italiano, para pedir que se les involucrara en la reasignación del antiguo convento o para devolvérselo, pero durante años no han tenido respuesta alguna. "Ya en 2020 nos empezaron a llegar voces sobre las intenciones del Estado italiano y dos años después, en 2022, fue cuando supimos que se había tramitado una licitación. En ese entonces incluso se nos dijo que todo ya estaba decidido y que no podíamos hacer nada, pero no era así, pues hasta ahora no ha habido comunicación formal de la decisión", explica el prior de 65 años, al asegurar que escribió varias cartas a las instituciones italianas, todas también sin respuesta.
Gentrificación
Agotados por el aumento del precio de las viviendas y el desplazamiento de la población local por el turismo de masas que sufre Florencia, diversos habitantes del barrio de Oltrarno (palabra que significa "al otro lado del Arno", el río de la ciudad) apoyan a los clérigos frente a los planes de las instituciones que, también según ellos, van en la dirección contraria de favorecer a la gente común.
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"La sensación es que se trata de una gran operación de especulación inmobiliaria en una zona en la cada vez más fondos financieros y grandes empresas se están haciendo con edificios enteros. El mercado de los alquileres a corto plazo está vaciando el barrio de sus habitantes", dice Miguel Martínez, presidente de la asociación Amici dei Nidiaci y uno de los activistas que más está apoyando a los monjes. "Hay mucha indignación".
La rebeldía de los monjes también cuenta con el apoyo de la jerarquía católica local y ha suscitado simpatías entre diversos intelectuales italianos, entre ellos también el exalcalde de Venecia y filósofo Massimo Cacciari. "Es la misma historia en todas las ciudades de arte de Europa: faltan normas para reglamentar la transformación de viviendas residenciales en turísticas, mientras en lo que atañe los grandes inmuebles, las administraciones no tienen ni los recursos ni las herramientas para comprarlas o gestionarlas", ha dicho Cacciari, al añadir que esta podría ser "la última ocasión" para reunificar las dos estructuras, la basílica y el convento del Espíritu Santo.
Lucha en curso
Ese es, de hecho, el plan alternativo que proponen los monjes agustinos. “La idea de los frailes, que respaldamos, es reunificar todo el complejo, abrirlo al público y transformarlo en un centro cultural para jóvenes”, explica Martínez. No se trata de un espacio modesto: el convento abarca unos 6.000 metros cuadrados y alberga frescos de Bernardino Poccetti, uno de los grandes pintores del renacimiento tardío florentino, junto a otras obras de la época. Según los registros históricos, además de haber sido frecuentado por Miguel Ángel, el lugar también acogió a figuras ilustres como Francesco Petrarca, considerado el padre del humanismo.
Por ello, ya se han organizado diversas protestas y los monjes, que últimamente han sido finalmente contactados por las autoridades, también siguen organizando convenios para enaltecer y sensibilizar a instituciones y ciudadanos sobre la importancia de la estructura. El desenlace, sin embargo, aún permanece incierto. "En esta fase, estamos a la espera. Pero si habrá que luchar, lucharemos. Es lo que nos pide el pueblo. Creemos en un ideal y lo defenderemos hasta el final", asegura el fraile Pagano, que incluso ha llegado a decirse dispuesto a aceptar la pena pecuniaria y de cárcel que podría suponer atrincherarse en el edificio.
¿Qué hacen cuatro ancianos monjes de una orden centenaria atrincherados, como si fueran okupas, en un convento del siglo XVI donde vivió el mismísimo Miguel Ángel Buonarroti? La respuesta es simple: quieren impedir que su antiguo hogar se transforme en una residencia de lujo. Los clérigos, indignados, no se andan con rodeos. Si no se frena el plan de reconversión del complejo religioso, dicen, "resistirán hasta el final".