A bordo de las masivas maniobras de la OTAN: los aliados ponen a prueba su poderío naval
Analizamos las maniobras navales aliadas más importantes del año a bordo de varios buques. Más de 5.200 efectivos de nueve naciones con 28 buques, 44 aeronaves y numerosos drones al mando de un vicealmirante español
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Estamos en el cerebro de un buque de guerra. El ambiente es oscuro, dominado por consolas y pantallas de todo tipo, luces indicadoras y personal con auriculares. Es el CIC (Centro de Información y Combate) de la fragata Victoria. Aquí se analiza la situación táctica y se dan las ordenes de combate. La atmósfera es serena, pero la tensión es evidente. Estamos en situación de Alerta Aérea Amarilla y dos aviones no identificados se acercan a uno de los buques aliados. "Acción hostil. Acción hostil", alertan desde en un altavoz. Las órdenes se suceden con una urgencia monótona: "Pasamos a Alerta Roja. Repito, Alerta Roja. Zafarrancho de combate".
La OTAN acaba de realizar sus maniobras navales más importante del año, Dynamic Mariner, en el sur peninsular bajo mando del vicealmirante español Juan Bautista Pérez Puig. Las cifras son reveladoras: más de 5.200 efectivos de nueve naciones aliadas con 28 buques, incluyendo un portaaeronaves LHD y dos submarinos, 44 aeronaves y numerosos drones aéreos y navales. Nos hemos integrado en varias unidades para comprender el alcance y objetivos de este ejercicio desde diferentes puntos de vista clave: puesto mando, las operaciones aéreas, la logística, los buques de escolta y las operaciones anfibias.
Este tipo de simulaciones buscan ser exigentes y verosímiles, por lo que su planteamiento es siempre complejo. Dynamic Mariner recrea una acción de fuerzas de la OTAN de las denominadas "no Art. 5"; es decir, no se interviene por agresión a un socio, sino que se sitúa en un país imaginario en la zona del Golfo de Guinea. En este escenario, un conflicto étnico provoca que parte de las tropas nacionales se rebelen y formen grupos terroristas con capacidad de fabricar bombas sucias y acceso a material relativamente sofisticado, como aviones de combate, blindados y submarinos. Un teatro de operaciones de alta intensidad que justifica el desplazamiento de fuerzas aliadas de este calibre.
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Estas maniobras han servido, además, para poner a prueba y certificar el nivel de adiestramiento del componente naval de la Fuerza de Reacción Aliada (Allied Reaction Force o ARF). Esta fue resultado en la cumbre de la OTAN de Madrid de 2022 tras la invasión rusa de Ucrania. El objetivo era transformar la Fuerza de Respuesta OTAN (NATO Response Force) en un instrumento de reacción rápida que pueda desplegarse e intervenir, en caso de conflicto, en un plazo de 10 días.
El hito (y la responsabilidad) de la maniobra ha recaído sobre el vicealmirante Pérez Puig, actual comandante del Cuartel General Marítimo de Alta Disponibilidad (CGMAD) y, a nivel OTAN, comandante de la Fuerza Marítima Española (Spanish Maritime Force o SPMARFOR), la estructura operativa de la Armada certificada por la OTAN para ejercer como cuartel general marítimo multinacional. Otro buen ejemplo más de la complejidad del orgánigrama de las estructuras militares de la OTAN. La Armada había aprovechado los días previos para realizar su ejercicio anual más importante, FLOTEX 25, orientado a evaluar a las unidades participantes y a adiestrar a su estado mayor que, en esta parte nacional, actúa como CGMAD.
Desde el buque de mando
La perspectiva desde el cuartel general aliado es vital para tener la visión y comprensión general de lo que está pasando en el teatro de operaciones. Para ello, embarcamos en el Buque de Asalto Anfibio Castilla (L-52) que en este ejercicio actúa solo como buque de mando. El Castilla está preparado para este cometido y cuenta con el espacio y medios necesarios. Como nos indica su comandante, el capitán de navío Díaz Caneja, su misión principal es "proporcionar tres importantes capacidades al mando: habitabilidad, comunicaciones y apoyo con transporte aéreo y logístico".
Desde el Castilla también se dirigen las acciones de operaciones especiales por parte de la Fuerza de Guerra Naval Especial (FGNE) de la Armada. Entre las maniobras que se practicaron, fue especialmente difícil una en la que un equipo saltó sobre el océano en paracaídas desde un C-295 del Ejército del Aire, tras establecer un punto de encuentro con el submarino Galerna. Desde allí se dirigieron a la costa y, en inmersión, salieron del submarino, llevando a cabo en tierra la captura de un correo del grupo terrorista que intentaba trasladar bombas sucias a base de cloruro de cesio. Digno de guion cinematográfico.
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A bordo se encuentra el vicealmirante Pérez Puig, con un estado mayor de más de 150 personas de diversas nacionalidades. Este ejercicio pone a prueba todas sus capacidades por el hecho de manejar diferentes medios y fuerzas multinacionales. Aquí, lo determinante no es el número en bruto, sino el conjunto de capacidades disponibles, que incluyen medios antisubmarinos, antiaéreos, operaciones aéreas, logística, operaciones especiales, contra minas, drones y guerra de superficie. Elementos que complican sobremanera la coordinación.
"Es muy importate para la Armada poder liderar este tipo de maniobras, ya que permite alcanzar un nivel de mando y control imposible de adquirir por nosotros en solitario. Este nivel es el que se requeriría para conducir toda la parte marítima de una campaña en la que participase la Armada al completo, si fuese necesario, para la defensa nacional. De ahí su importancia", explica el propio vicealmirante desde el buque.
Desde el buque logístico y el LHD
Aunque la gran mayoría de navíos disponen de capacidad aérea, el peso de estas operaciones recae en el LHD Juan Carlos I, el mayor de los buques participantes. Su misión es apoyar a las operaciones anfibias y conducir las intervenciones, tanto de helicópteros como de sus aviones, los Harrier de la Novena Escuadrilla.
El ala fija embarcada, una necesidad prioritaria para la Armada, tuvo bastante acción. Entre ellas, el ataques a posiciones enemigas para cubrir a las fuerzas de desembarco, o las salidas de interceptación e identificación de aeronaves potencialmente hostiles. Aquí se aprecia la importancia de contar con esta capacidad y las propias limitaciones del Harrier, válido para operaciones en entornos no altamente sofisticados.
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Para la logística naval se contaba con dos petroleros o buques de aprovisionamiento, el Patiño A-14 y el Cantabria A-15, viejo conocido en el que embarcamos y del que ya hemos hablado en EC Defensa. Estos activos resultan vitales –son unidades a proteger- al permitir que los buques de guerra y de operaciones anfibias se puedan mantener en la mar durante un tiempo prolongado. Su trabajo es continuo. Cada pocos días, se programan abastecimientos en plena navegación o RAS (Replenishment at Sea) en los que surten combustible con mangueras a los buques que se colocan a sus costados.
Desde el buque escolta
Mientras los buques de mando, de provisionamiento, de asalto anfibio o los LHD operan para cumplir la misión, alguien tiene que progerlos de las amenazas submarinas, navales y aéreas. Esta es la ingente labor de los buques de escolta, que patrullan en constante movimiento las áreas designadas para buscar, identificar y, llegado el caso, neutralizar cualquier riesgo. Esa misión suele recaer generalmente en fragatas o destructores, los buques de guerra por excelencia.
Para ver cómo es su trabajo, embarcamos en la fragata Victoria. Allí está establecido el estado mayor de comandante del Grupo de Superficie 1, desempeñado por el capitán de navío Ernesto Grueso García, responsable de la lucha antisubmarina y antiaérea para toda la flota. Bajo su mando tiene cuatro buques, las fragatas españolas Victoria (F-82) y Numancia (F-83) de la clase Santa María, la Almirante Juan de Borbón (F-102) de la clase Álvaro de Bazán, y la fragata portuguesa Francisco de Almeida (F334), un buque de la clase Karel Doorman adquirido de segunda mano a Países Bajos.
Para guerra antiaérea, la F-102 es el principal activo. Con su sistema Aegis es capaz de localizar, controlar y atacar cualquier objetivo aéreo a kilómetros de distancia. Las F-80 son buques veteranos en el último tramo de su vida útil, a la espera de que se vayan reemplazando por las nuevas fragatas F-110. No obstante, desempeñan todavía un papel de gran utilidad y se han dedicado recursos para tenerlas en buen estado operativo. Bien mantenidas y con muchas mejoras en habitabilidad (en algunos casos mejoran incluso sus condiciones iniciales) no han dicho todavía su última palabra. Su punto débil, algo crónico en los buques españoles, es su escasez en cuanto a armamento ligero y sistemas de defensa cercana eficaces.
Desde el asalto anfibio
El asalto anfibio es el movimiento final de la partida, una vez has colocado todas tus piezas persiguiendo ese objetivo. Es lo que permite proyectar el poder naval sobre tierra, eligiendo el lugar y el momento para hacerlo. De ahí su gran importancia. En este ejercicio, son fuerzas turcas y españolas las involucradas en tomar las playas y progresar hacia sus objetivos en diferentes acciones aerotransportadas y anfibias que pudimos seguir de cerca.
Turquía es, con diferencia, el país que aporta más personal y medios a estas maniobras, después de España, con casi 2.000 efectivos, un buque de aprovisionamiento, el TGC Gungor Durmus, tres fragatas, la TCG Orucreis (F245) y la TCG Kemalreis (F247), ambas de la clase Barbaros y 3.400 toneladas y la TCG Gaziantep, de la clase O.H. Perry (muy similar a nuestras F-80) y adquirida de segunda mano a la US Navy. También el cazaminas TCG Ayvalik y, lo más importante, dos buques para asalto anfibio, los TCG Bayraktar (L402) y Sancaktar (L403), ambos gemelos, de reciente construcción y con unas 7.400 toneladas de desplazamiento. Ankara reclama su sitio dentro de la Alianza y mueve ingentes tropas y medios como muestra de compromiso.
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Los buques turcos, pese a los años, están bien equipados y no les falta detalle. Los asaltos anfibios llevados a cabo mediante tropas helitransportadas fueron muy similares entre españoles y turcos, lo que demuestra la interoperabilidad entre las fuerzas OTAN. Un poco más sorprendentes fueron los desembarcos. Mientras que la Infantería de Marina española emplea una doctrina y medios muy modernos, utilizando la gran ventaja de los buques Galicia y Juan Carlos I con sus diques inundables; los turcos utilizaron allí medios que recuerdan a épocas pasadas.
Esos buques, a diferencia de su LHD TCG Anadolu (L400) y gemelo del Juan Carlos I, son del tipo LST y, aunque van equipados y armados de sobra, son mucho menos versátiles que los españoles al no poder desembarcar material ni medios mecanizados con lanchas. Ellos se deben posicionar en la misma playa para desembarcar sus blindados por la proa, algo que hoy en día resulta muy arriesgado. Esto mismo fue lo que nos vino a la cabeza al presenciar cómo las lanchas de desembarco procedentes de estos buques tan solo lanzaban oleadas de infantería.
Como apunte final, muestra del compromiso y potencial español en la defensa colectiva naval, destacar la participación de nuestro nuevo submarino, el S-81 Isaac Peral. Un importante hito en su camino hacia la plena operatividad.
Estamos en el cerebro de un buque de guerra. El ambiente es oscuro, dominado por consolas y pantallas de todo tipo, luces indicadoras y personal con auriculares. Es el CIC (Centro de Información y Combate) de la fragata Victoria. Aquí se analiza la situación táctica y se dan las ordenes de combate. La atmósfera es serena, pero la tensión es evidente. Estamos en situación de Alerta Aérea Amarilla y dos aviones no identificados se acercan a uno de los buques aliados. "Acción hostil. Acción hostil", alertan desde en un altavoz. Las órdenes se suceden con una urgencia monótona: "Pasamos a Alerta Roja. Repito, Alerta Roja. Zafarrancho de combate".