La gran revolución de Japón: un 10% de inmigrantes para 2050
El país podría llegar al 10% de población extranjera en 2050 gracias a que el Gobierno nipón aprueba un nuevo sistema de empleo para trabajadores extranjeros que facilitaría su acceso a permisos de larga estancia
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Una isla que siempre se pensó a sí misma como homogénea empieza a asumir que su futuro será mestizo. Japón, un país marcado por el envejecimiento acelerado, una natalidad en mínimos históricos y la escasez de mano de obra, acaba de dar un paso más hacia un cambio de modelo: el gobierno ha aprobado un nuevo sistema de empleo destinado a facilitar la permanencia de trabajadores extranjeros a largo plazo. La medida, que rompe tabúes profundamente arraigados, podría disparar la población foránea hasta el 10% en 2050. No se trata solo de cifras. Es el inicio de un lento, pero imparable giro cultural, económico y político en una de las sociedades más herméticas del planeta.
Tras el fin de la pandemia, Japón ha experimentado un notable repunte en el número de residentes extranjeros, con un crecimiento que ronda el 10% anual. Pero lo más revelador es que este fenómeno no está concentrado en las grandes ciudades como Tokio u Osaka, sino en las regiones locales, tradicionalmente más cerradas y envejecidas. Según un artículo de investigación reciente del diario Asahi Shimbun, numerosos gobiernos municipales están firmando acuerdos con universidades y ayuntamientos de otros países con el objetivo de atraer mano de obra extranjera cualificada y estabilizar así sus comunidades en declive.
Este proceso de "apertura regional" refleja un cambio de mentalidad forzado por la realidad demográfica: la baja natalidad y el envejecimiento han colocado a Japón frente a una encrucijada. Lejos de las grandes urbes, las regiones compiten cada vez más entre sí para captar trabajadores extranjeros, ofreciendo incentivos y apoyos que hace solo unos años habrían parecido impensables. En este contexto, la inmigración deja de ser una cuestión de Estado para convertirse en una cuestión de supervivencia local.
Si la actual dinámica de acuerdos entre gobiernos locales y entidades extranjeras se mantiene, la proporción de población extranjera en Japón podría superar el 10% en 2050, una cifra que superaría con creces las actuales proyecciones oficiales. Este crecimiento sostenido contrasta con el tradicional hermetismo migratorio del país y revela un cambio estructural de fondo: frente al declive demográfico, muchas regiones ya no solo aceptan, sino que promueven activamente la llegada de residentes foráneos. Según los últimos datos de 2024, Japón cuenta con 3.768.977 extranjeros registrados, lo que representa el 3,03% de su población total —una cifra que, de seguir esta tendencia, podría más que triplicarse en menos de tres décadas.
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Apertura regional
En una serie de siete entregas, el diario Asahi Shimbun ha analizado cómo la creciente "apertura regional" en Japón ha dado paso a una inesperada competición entre prefecturas para atraer talento extranjero. Para dimensionar esta tendencia, el rotativo encuestó en octubre de 2024 a 67 administraciones locales — entre ellas las 47 prefecturas del país y las 20 ciudades con estatus especial —, descubriendo que un número creciente de municipios está firmando Memorandos de Entendimiento (MOU) con gobiernos, universidades y autoridades extranjeras. Estos acuerdos buscan garantizar formación en lengua japonesa y asistencia en la integración de los trabajadores, a cambio de acceso preferente a mano de obra cualificada. Un fenómeno que refleja cómo la urgencia demográfica está reconfigurando la tradicional rigidez migratoria nipona.
De las 67 administraciones locales consultadas por Asahi Shimbun, 28 — el 41,8% — han suscrito un total de 87 Memorandos de Entendimiento (MOU) con entidades extranjeras desde 2014, y hay al menos uno más en preparación. La ciudad de Yokohama lidera con 19 acuerdos, seguida por la prefectura de Ibaraki (10), Chiba (6) y Nagasaki (5). Este aumento acelerado en la firma de convenios refleja la urgencia con la que las autoridades regionales japonesas tratan de asegurar una base laboral estable, conscientes de que compiten no solo entre sí, sino también con países vecinos como Corea del Sur, igualmente afectados por el envejecimiento poblacional y en plena carrera por captar trabajadores cualificados del extranjero.
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Reinventar el modelo migratorio
Consciente de que el actual sistema de pasantías técnicas se ha quedado obsoleto — y ha sido duramente criticado por organismos internacionales por su falta de garantías y transparencia —, el Gobierno japonés ha dado luz verde a una nueva normativa conocida como "Ikusei Shuro". Esta reforma, que redefine los principios de contratación y estancia para trabajadores extranjeros, establece revisiones quinquenales de las cuotas migratorias, ajustándolas según las necesidades reales de cada sector productivo.
El nuevo modelo aspira a transformar lo que hasta ahora era una fuente de mano de obra barata y desprotegida en una vía de formación y especialización. Los trabajadores podrán permanecer inicialmente tres años en el país, con la posibilidad de acceder después a una visa de tipo "Tokutei Gino", que abre la puerta a una residencia más estable y de largo plazo. Con esta medida, Japón da un paso — tímido, pero significativo — hacia la construcción de una política migratoria más estructurada, aunque aún marcada por muchas ambigüedades.
Una de las novedades más relevantes del nuevo sistema es la flexibilización de la movilidad laboral: a diferencia del criticado modelo anterior, que impedía a los trabajadores cambiar de empresa y los dejaba expuestos a todo tipo de abusos, la nueva normativa permitirá que los empleados extranjeros cambien de empleador tras haber trabajado entre uno y dos años, según el sector. Esta medida apunta a corregir situaciones de explotación y precariedad laboral que llegaron incluso a ser denunciadas por organismos de derechos humanos.
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Pero la reforma también tiene una dimensión territorial. El Gobierno japonés busca que este nuevo marco no solo supla vacíos laborales, sino que se convierta en un instrumento para revitalizar zonas en declive. Por eso, se ha hecho especial hincapié en distribuir el empleo extranjero más allá de Tokio y Osaka. En palabras del primer ministro Shigeru Ishiba, el sistema "debe servir para reforzar las economías locales y contener el impacto del invierno demográfico que amenaza al Japón rural".
El nuevo modelo no solo flexibiliza la entrada y la movilidad de trabajadores extranjeros, sino que también mejora sus derechos. Quienes ingresen al país bajo el estatus de "Tokutei Gino" podrán interrumpir su periodo de estancia en caso de embarazo o parto, sin que ese tiempo cuente dentro del límite máximo de cinco años. Esta garantía, ya presente en el antiguo sistema de pasantías técnicas, se amplía ahora a los nuevos trabajadores calificados, en un intento de humanizar un modelo largamente criticado por su dureza.
Mientras tanto, el Ejecutivo japonés ultima los detalles para su puesta en marcha. Se espera que este verano se definan las cifras máximas de admisión por sectores económicos. El objetivo es que el sistema entre en vigor antes de 2027, marcando el fin definitivo del programa de pasantías técnicas. Será entonces cuando Japón dé un paso más en la normalización de una inmigración laboral que, hasta ahora, ha preferido tratar como temporal y excepcional.
Una isla que siempre se pensó a sí misma como homogénea empieza a asumir que su futuro será mestizo. Japón, un país marcado por el envejecimiento acelerado, una natalidad en mínimos históricos y la escasez de mano de obra, acaba de dar un paso más hacia un cambio de modelo: el gobierno ha aprobado un nuevo sistema de empleo destinado a facilitar la permanencia de trabajadores extranjeros a largo plazo. La medida, que rompe tabúes profundamente arraigados, podría disparar la población foránea hasta el 10% en 2050. No se trata solo de cifras. Es el inicio de un lento, pero imparable giro cultural, económico y político en una de las sociedades más herméticas del planeta.