¿Una estrategia o una retirada a tiempo? Las dos escuelas que explican la decisión de Trump
Los vaivenes arancelarios de Trump son difíciles de explicar, pero hay dos escuelas que explican el último vuelco. Y se pueden resumir en una palabra: el bolsillo.
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En un solo tuit, Donald Trump echó por tierra su famoso "Día de la Liberación". Días después de presentar la lista de aranceles, el presidente estadounidiense dio marcha atrás y decretó una tregua parcial de 90 días en la guerra comercial, a excepción de China, al que castigó por tomar represalias con un arancel del 125%. Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, insistió en que la decisión formaba parte de una estrategia premeditada. Acusó a los periodistas de no entender "lo que el presidente Trump está haciendo aquí". Por su parte, Scott Bessent, el secretario del Tesoro, dijo que el último anuncio del mandatario formaba parte de su estrategia "desde el principio".
Las verdades razones por las que Trump ha decidido suspender los aranceles son difíciles de esclarecer. La problemática empieza por definirlos como "recíprocos", cuando en realidad no lo son. Son más elevados que los impuestos a productos de EEUU y responden a una fórmula "surrealista" aplicada por el presidente. Pero, en medio de una vorágine de incertidumbre, existen algunas explicaciones que pueden aclarar este vuelco. Y se pueden resumir en una palabra: el bolsillo.
La primera de ellas es la Bolsa. Según la agencia Bloomberg, el anuncio de aranceles de Trump borró de los mercados bursátiles globales unos 10 billones de dólares. El equivalente a la mitad del PIB de toda la Unión Europea. En EEUU, la última vez que el S&P 500 perdió un 4% en tres sesiones consecutivas fue en el crash de 1987.
Aunque se diga que "la Bolsa no representa la economía real", tampoco opera en un vacío. La reacción de los inversores y la propia previsión del impacto de los aranceles hizo que el mayor banco de EEUU, JP Morgan Chase, elevase las posibilidades de recesión en el país a un 60%. La hoja de expectativas que publicaron sus economistas llevaba un título cinematográfico: There will be blood (“habrá sangre”). Goldman Sachs y otras entidades financieras agravaron, a su vez, sus diagnósticos.
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De una manera más directa, además, cerca de 70 millones de estadounidenses tienen un 401(k): un plan de pensiones privado ligado a la cotización de la Bolsa. En los últimos días, millones de ellos perdieron parte del dinero para su jubilación. Así lo reconocía el periodista Nick Gillespie, del portal libertario reason.com. "Tengo 61 años, y durante los últimos dos meses, mi 401(k) ha perdido un 25% de su valor. Siempre me alegra contribuir al bien común, pero, ¿podría alguien explicarme como esto ayuda a alguien?". Gillespie compartía un gráfico de los parqués en rojo.
Hay dos escuelas para entender la última decisión de Trump. La primera es la de aquellos que piensan que, en realidad, estamos ante una estrategia maestra por parte del presidente de EEUU, capaz de llegar donde no llega nadie poniendo la economía mundial en vilo. Todo para conseguir acuerdos favorables, a la larga, para su país y para sus conciudadanos. Los miembros de esta escuela mencionan todo el rato el libro icónico de Trump, The Art of the Deal, y nos recuerdan que, para negociar desde una posición de fuerza, el truco está en plantear una exigencia rocambolesca y totalmente escandalosa, para, después, darse por contento con algo más razonable. Lo que, en términos de negociación, se conoce como "anclaje".
La segunda escuela, sin embargo, piensa que Donald Trump se cree tan extraordinariamente inteligente, original y bravo que se fía plenamente de sus instintos y que toma decisiones casi improvisadas y sin haber hecho los deberes ni escuchado a los expertos. Si todo le sale mal o tiene pinta de que le va a salir mal, cede ante las presiones de quienes tratan de insuflarle sentido común y presenta su cambio de opinión como un nuevo ejemplo de The Art of the Deal.
Un 'invierno nuclear económico'
La primera escuela solía tener más adherentes, pero, a medida que Trump ha ido tomando decisiones barrocas que desafiaban el consenso de los economistas y que luego terminaba suspendiendo, esta escuela ha menguado y ha visto cómo sus miembros han ido migrando hacia la segunda escuela. Esa en la que Trump es un showman que solo quiere llamar la atención y que tiene algunas ideas anticuadas pero tozudas que siempre ha defendido y que piensa que van a funcionar.
La segunda escuela, en estos momentos, tiene a toda la izquierda de Estados Unidos, como es natural, y también a buena parte de los aliados de Trump. En la última semana, el inversor Bill Ackman, uno de los más acerrimos defensores de Trump, reculó en su apoyo al magnate y advirtió una y otra vez de que esto no tenía sentido y de que se aproximaba un "invierno nuclear económico". Lo mismo hicieron un coro de voces de Wall Street, muchas de ellas de poderosos simpatizantes de Trump, como Jamie Dimon, Howard Marks, Daniel Loeb o Stanley Druckenmiller.
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Incluso los paladines de la derecha mediática expresaron sus críticas. El fundador de The Daily Wire, Ben Shapiro, cuyo pódcast tiene siete millones de suscriptores en YouTube, criticó "el caótico despliegue de los aranceles globales sin ningún tipo de claridad sobre lo que intentan conseguir". Lo mismo que Dave Portnoy, a quien los anuncios de Trump le habrían costado "20 millones de dólares". El más popular de todos, Joe Rogan, se ha mostrado crítico repetidas veces, e incluso Elon Musk lleva días defendiendo el libre comercio con vídeos y mensajes, hasta el punto de haberse enzarzado en una pelea de insultos con Peter Navarro, asesor comercial de Trump.
También en el Partido Republicano se ha levantado algún que otro congresista. La mayoría se comunicaba con los medios de manera anónima, pero Rand Paul, el senador de Kentucky, ha sido repetidamente explícito con las políticas arancelarias de Trump. Y ha recordado que estas fueron decretadas con una declaración de "emergencia nacional" por parte del presidente. Es una manera de dejar al Congreso sin competencias, como lleva haciendo durante todo su segundo mandato.
La pregunta ahora es si, dado que Trump parece echar marcha atrás, aunque sea con la excepción de China, se puede concluir que al final todo ha salido bien: que el comercio global sigue como si nada, con excepción de algunas turbulencias. Y que los estadounidenses podrán volver a mirar al futuro con confianza, sabiendo que sus planes de pensiones, ligados a la cotización bursátil, seguirán ahí para ellos.
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Aún es pronto para concluir nada, pero, haciendo un experimento mental, digamos que todo le sale a Trump de manera razonablemente bien. Digamos que suspende los aranceles, negocia nuevos acuerdos para EEUU, China también da su brazo a torcer y la Bolsa se recupera con vigor e incluso avanza un poco más. ¿Habría merecido la pena provocar una semana de estupores dentro y fuera de EEUU?
De Zelenski a Groenlandia
Como explicaba este lunes el emprendedor Scott Galloway, profesor de la Universidad de Nueva York, lo que realmente sale dañado en estos volantazos de Trump no es la Bolsa, sino la "Marca América". Un conjunto de factores que hacen de este país un lugar atractivo para invertir o para abrir una empresa.
Esa "Marca América" es como un "paraguas" que, en palabras de Galloway, significa muchas cosas. "Significa capital agresivo con el riesgo, significa emprendimiento, significa excelentes universidades, significa inmigración, significa imperio de la ley y consistencia. Se nos ve como un socio comercial consistente. China no tiene imperio de la ley. Pueden liquidar empresas instantáneamente y pueden hacer desaparecer a la gente. Alemania no tiene tanto capital agresivo con el riesgo. EEUU está perdiendo, o ha perdido, dos cosas: el imperio de la ley [...Menciona el hecho de que el Gobierno ignora órdenes judiciales, las deportaciones a El Salvador, etc] y la consistencia: [por] las decisiones escleróticas y epilépticas de este tipo".
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Galloway se dejó muchas cosas en el tintero, por ejemplo el caso de las presiones políticas y financieras a los medios de comunicación, los despachos de abogados y las universidades, siendo la Universidad de Columbia, en Nueva York, el caso más llamativo. Pero ya está yendo a por Princeton, Harvard, Cornell y Northwestern; suspendiendo los subsidios para investigaciones médicas, de defensa y de otros tipos; tratando de censurar todo lo que huela a políticas inclusivas; deteniendo a estudiantes internacionales meramente por haber firmado un manifiesto político; alterando el estatus legal de, por lo menos, 300 estudiantes, etc.
Podría haber mencionado también el tratamiento de los aliados de EEUU. desde la humillación al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a las repetidas amenazas de anexión de Groenlandia, pasando por las presiones entre bastidores y los desplantes a líderes europeos.
La agenda de Trump ha ido empaquetada, también, con determinada actitud. "Estos países nos están llamando, me están besando el culo", decía vestido con esmoquin el martes por la noche. "Están muriéndose por cerrar un trato. Por favor, por favor, cerremos un trato. ¡Haré lo que sea, señor!".
En un solo tuit, Donald Trump echó por tierra su famoso "Día de la Liberación". Días después de presentar la lista de aranceles, el presidente estadounidiense dio marcha atrás y decretó una tregua parcial de 90 días en la guerra comercial, a excepción de China, al que castigó por tomar represalias con un arancel del 125%. Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, insistió en que la decisión formaba parte de una estrategia premeditada. Acusó a los periodistas de no entender "lo que el presidente Trump está haciendo aquí". Por su parte, Scott Bessent, el secretario del Tesoro, dijo que el último anuncio del mandatario formaba parte de su estrategia "desde el principio".