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¿Realmente creías que iba a haber tregua? Rusia y Ucrania, no, y así mueven sus fichas en el frente
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Una guerra y unas vidas soterradas

¿Realmente creías que iba a haber tregua? Rusia y Ucrania, no, y así mueven sus fichas en el frente

A la sombra de negociaciones estancadas entre Estados Unidos y el Kremlin, aranceles y una nueva movilización del ejército ruso, el frente de la guerra en Ucrania no conoce la tregua

Foto: Soldados ucranianos en su 'madriguera' bajo tierra, a pocos kilómetros de la primera línea del frente (Fermín Torrano)
Soldados ucranianos en su 'madriguera' bajo tierra, a pocos kilómetros de la primera línea del frente (Fermín Torrano)

La primera vez que vi a Cigüeña, estaba cortando un pie. La segunda, ponía gasas a una tibia sin hueso. En la tercera, mata el tiempo frente a cámaras de seguridad, esperando que algo se mueva. Cigüeña lleva seis meses sin ver el sol.

En realidad, lo hace, pero poco. Una vez al día, quizás dos, sube lentamente las escaleras del sótano en el que duerme y trabaja desde el pasado octubre. Salta los escalones de tres en tres cuando se acercan blindados a esta casa abandonada, reconvertida en un hospital militar en el norte de Ucrania. A pocos kilómetros de la región rusa de Belgorod, donde Ucrania intenta otra nueva incursión, la misión es sencilla: mantener con vida a los militares el tiempo suficiente para evacuarlos del frente de Vovchansk al hospital más cercano.

"¡Hay trabajo! ¡Despierta!", grita una voz entre las literas. Son las 6:03 y con el amanecer llegan los heridos. Cuatro médicos y paramédicos saltan del colchón, corren la lona que separa la habitación del quirófano y atraviesan el subterráneo. Tres soldados llenos de barro bajan del blindado, protegido por una jaula antidrones. Dos a pie; Andrii, el tercero, necesita una camilla. Tiene quemaduras en las extremidades, el cuerpo y la cara. El fuego ha arrasado su trinchera.

placeholder Frente de Járkov. (F.T.)
Frente de Járkov. (F.T.)

Mientras Washington y Moscú discuten treguas, la guerra no se detiene en el frente ucraniano. "¿Paz? ¿Qué paz?", gruñe Oleh, comandante médico de la unidad, acariciando a su perro. "Putin tiene sus planes para seguir la invasión, nunca los ha cambiado".

Él decidió acercar el punto de estabilización a la primera línea cuando se dio cuenta de que demasiados "no llegaban vivos". El anterior, donde nos conocimos, estaba 15 kilómetros más atrás. Un trayecto que por el mal estado de las carreteras y el barro se recorre en una hora. Demasiado tiempo. Demasiado riesgo. La artillería, los Shahed y los drones de fibra óptica han convertido el frente norte en una trampa mortal.

placeholder Cigüeña y sus compañeros atienden a uno de los soldados heridos que llegan al punto de estabilización de madrugada (Fermín Torrano)
Cigüeña y sus compañeros atienden a uno de los soldados heridos que llegan al punto de estabilización de madrugada (Fermín Torrano)

Oleh tomó la decisión en otoño, cuando Donald Trump vislumbraba su reelección y prometía poner fin a la invasión rusa en 24 horas. Volodímir Zelenski apremiaba entonces a los aliados con el plan de victoria de diez puntos para acabar con la guerra.

"Nuestro presidente también dijo en 2023 que liberaríamos gran parte del territorio ocupado. Y dos años después… aquí estamos", resopla Mykola. Anestesiólogo de profesión, a sus 50 años cumple tres movilizado en el ejército. Hace lo mismo que hacía en el hospital de Járkiv, pero con soldados en vez de civiles y en una pequeña habitación oscura, al calor de una estufa de leña. Ha cambiado los tranvías y el tráfico por árboles pelados que esconden la artillería.

Serhii mira sus manos en carne viva y abre los ojos sin decir palabra. Tiene la cara llena de ampollas, un crucifijo amarillo en el pecho y dolor recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Cuando cree que ya no quedan calmantes, se incorpora en la camilla y jura. Lo que no se ve, asusta. La incertidumbre, aquí, es el enemigo más cruel.

Foto: El presidente de EEUU, Volodímir Zelenski, en Arabia Saudí. (Europa Press)

Cigüeña también lo cree. Acostumbrado a la sangre salpicando su rostro, a los gritos de dolor de militares que intenta salvar y al silencio de cuerpos cuya muerte solo puede certificar, la política le revuelve el estómago. En el hombro lleva una bandera estadounidense en blanco y negro, la misma que lucía el primer día que lo conocí. Aunque ahora ya no sabe qué pensar del país que, hasta hace poco, era el mejor aliado militar de Kiev.

—Desde las elecciones ya no me siento tan cómodo con EEUU. Pero…— suspira, agachando la mirada.

—¿Por qué lo llevas entonces?

—Quizás te lo cuente la próxima vez— responde sin dejar de rellenar fichas médicas, tras una hora entre heridas y apósitos. Parece demasiado cansado para pensar o mentir.

placeholder Entre las heridas del frente están también las quemaduras (Fermín Torrano)
Entre las heridas del frente están también las quemaduras (Fermín Torrano)

A pocos kilómetros de distancia, Mykhailo, artillero de la misma brigada, aguarda bajo tierra para disparar un antiguo cañón soviético. También viste las barras y estrellas en el pecho del chaleco, pero a color.

"Venía con la mochila", confiesa, agachando la cabeza por las risas de sus compañeros. El ruido de ratones correteando sobre el techo de plástico acompaña las carcajadas en el interior de la posición subterránea. Sonriendo todavía, Anatoliy, el comandante de la escuadra, vuelve al portátil y señala los árboles en la pantalla. Donde un ojo inexperto ve ramas y barro, él descubre antiguas posiciones enemigas, huellas de neumáticos y puntos débiles en las trincheras rusas, sin necesidad de hacer zoom.

"Están allí para capturar este bosque. ¿Cuánto tiempo y personal han desplegado? Da miedo pensarlo", reconoce Anatoliy. Él y sus hombres —una de las ocho brigadas replegadas al noreste de Ucrania para frenar la ofensiva de Moscú en mayo de 2024— llevan más de un año atrincherados en esta posición. El objetivo de Putin era claro: tomar Vovchansk y avanzar hacia Járkiv para castigar con artillería la segunda ciudad más grande del país.

Foto: Soldados rusos en el frente de Kursk, en octubre de 2024. (EFE)

¿Nuevas ofensivas?

Pero no funcionó. Casi un año después, el Kremlin sigue sin controlar Vovchansk, una ciudad de menos de 20.000 habitantes antes de la invasión a gran escala, a tan solo 5 kilómetros de la frontera rusa. "Kursk liberó mucha presión. Agosto y septiembre fueron muy tranquilos", reconoce Anatoliy. Rusia todavía controla 100 km² en esta zona de la región de Járkiv, pero él cree que todavía no es momento para lanzar una ofensiva. "Es mejor continuar defendiendo. Mucha gente muere al atacar".

Sin embargo, Kiev abrió a finales del mes pasado un pequeño frente en Belgorod, no muy lejos de la operación que lanzó el verano pasado sobre Kursk. Bien para desviar tropas o para mantener a Vladímir Putin lejos de la mesa de negociación, Moscú se enfrenta a decisiones complicadas. El 31 de marzo llegó la primera: nueva movilización para reclutar a 160.000 soldados. Zelenski ha afirmado que Rusia se prepara para una nueva ofensiva en primavera. La anterior duró más de un año, en la que apenas lograron hacerse con una única ciudad importante, Avdiivka.

Sin embargo, las limitaciones van más allá del personal.

placeholder En los últimos meses, drones rusos atacan especialmente a los convoyes de evacuación de heridos, así que cada vez más puntos de estabilización se hacen subterráneos (Fermín Torrano)
En los últimos meses, drones rusos atacan especialmente a los convoyes de evacuación de heridos, así que cada vez más puntos de estabilización se hacen subterráneos (Fermín Torrano)

"Desde Año Nuevo, la mayoría de asaltos los hacen a pie. En esta zona, los blindados son casi invisibles", explica Anatoliy, mostrando las ruinas de Vovchansk en directo, a vista de dron. "Los envían a morir".

Foto: Una soldado canadiense enseña entrenamiento médico a soldados ucranianos en Donetsk (Reuters/Inna Varenytsia)

Profesor de educación física en el centro de Ucrania antes de alistarse, es cauto con sus críticas a Estados Unidos y Trump: "Sé que han enviado muchas armas, pero yo no las he visto nunca. Nosotros combatimos con equipo soviético". Y aquí basta para contener los asaltos de las tropas de la 'Z'.

¿Volverán las noches sin dormir? ¿Los enviarán a tapar agujeros a otro sector del frente? Ninguno de los cinco lo sabe, planear el largo plazo, no la misión de un soldado. Tan solo tienen claro que ningún alto al fuego será duradero, por más que los diplomáticos se reúnan en Arabia y la delegación ucraniana prepare una nueva visita a Washington la semana que viene.

Vestido con ropa limpia y vendas nuevas, Serhii hace un gesto para pedir un cigarro, antes comenzar la segunda evacuación. Su nombre es la única palabra que ha salido de su boca, no volverá a hablar hasta el hospital. Las malas condiciones de la carretera y el barro impiden que las ambulancias se acerquen a este lugar destruido y abandonado, donde solo llegan boogies, blindados y todoterrenos medicalizados.

Foto: El presidente de Rusia, Vladimir Putin. (EFE/Mikhail Metzelsputnik/Kremlin)

Cigüeña empuja la camilla y revisa el catéter antes de despedirse. Andrii yace inmóvil, todavía en shock, aturdido por la morfina. A los pocos minutos, se duerme con el traqueteo del vehículo, que brinca y patina por la senda de barro, húmeda por las lluvias de anoche. La niebla da un respiro al conductor. Confía en no cruzarse con drones por el camino. Todos en el interior lo saben: evacuar desde aquí a un herido, a plena luz del día, es tentar a la suerte.

Así es la guerra de Ucrania. La paz, de momento, no es más que un rumor lejano.

La primera vez que vi a Cigüeña, estaba cortando un pie. La segunda, ponía gasas a una tibia sin hueso. En la tercera, mata el tiempo frente a cámaras de seguridad, esperando que algo se mueva. Cigüeña lleva seis meses sin ver el sol.

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