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Bienvenidos a la gran 'Revolución Cultural' americana de Mao Tse-Trump
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Bienvenidos a la gran 'Revolución Cultural' americana de Mao Tse-Trump

Mucha gente todavía vive en ese mundo: el mundo de los Reagan y de los Obama. Como si Donald Trump se guiara por las mismas reglas y respetara las mismas líneas rojas. Como si él también actuara basándonos en un conjunto de hechos comprobables

Foto:  El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmando decretos en Washington. (REUTERS/Nathan Howard)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmando decretos en Washington. (REUTERS/Nathan Howard)
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Los gobiernos y las empresas del mundo entero, con un pie metido en el cepo de los aranceles estadounidenses, tratan de entender la lógica que subyace en las medidas de Donald Trump: un hombre capaz de prenderle fuego, sin necesidad, a la economía, y marcharse a jugar al golf tres días seguidos. Un hombre que siempre actúa de la manera más impredecible y a contracorriente del saber establecido, ofreciéndonos un espectáculo de color y de caos en cuyo centro siempre está él.

En esta continua búsqueda de sentido lo racionalizamos todo: ¿y si quiere devaluar el dólar para exportar más y pagar la deuda externa? ¿Y si es una táctica de negociación para extraer concesiones? ¿Y si, en realidad, los aranceles son lo que necesita Estados Unidos para reindustrializarse y ganar autonomía estratégica? También lanzamos nombres al aire: Ronald Reagan, Herbert Hoover, Barack Obama. ¿Qué pensaban ellos de los aranceles? ¿Cómo actuarían en esta situación?

Mucha gente todavía vive en ese mundo: el mundo de los Reagan y de los Obama. Como si Donald Trump se guiara por las mismas reglas y respetara las mismas líneas rojas. Como si él también actuara basándonos en un conjunto de hechos comprobables, en lugar de habitar una realidad líquida fabricada por él mismo. Donald Trump no está en la liga de los Reagan y de los Obama; ni siquiera está en el mismo deporte. Para entender a Trump sería más adecuado estudiar otras categorías, otros niveles. El marco mental democrático al que estamos acostumbrados ya no nos sirve.

Foto: Foto de archivo de estadounidenses reaccionando a la victoria de Trump. (EFE)

"Sin destrucción, no puede haber construcción", decía uno de los edictos del Partido Comunista de China recogidos en Hung Chi, el periódico de estudios teóricos, en 1974. Una máxima que bien podría describir la estrategia actual de Trump: para hacer algo nuevo, primero tienes que deshacerte de lo viejo. Digamos, el Gobierno federal. Digamos, las instituciones humanitarias y científicas. Digamos, las alianzas de Estados Unidos. Digamos, el Estado de derecho. Digamos, la economía global.

"Viniendo de un Estado autoritario, sabemos que la dictadura no es simplemente un sistema; es, en esencia, la búsqueda de poder", tuiteó Wang Jian, un periodista crítico chino, comentando la decapitación de las agencias federales y los despidos masivos implementados por Trump en EEUU. "También sabemos que la Revolución Cultural consistió en desmantelar las instituciones para expandir el control".

Foto: Donald Trump y Melania Trump ven un espectáculo de fuegos artificiales en el Trump National Golf Club. (Reuters/Alex Brandon)

Otro periodista crítico, Zhang Wenmin, que escapó de China y vive ahora en Estados Unidos, dice que percibe en el país de acogida una atmósfera similar a la del país que dejó atrás. "Estoy desbordado por la sensación de familiaridad", declaró. "He salido de la sartén para caer en las brasas".

La analista Li Yuan, experta en China de The New York Times, dice que, como Wang y Zhang, muchos chinos ven su historia reflejada en los acontecimientos de EEUU. "Dicen que parece la Revolución Cultural, el periodo conocido como la ‘década de turbulencias’", escribe Yuan. "Los jóvenes ayudantes que Elon Musk ha mandado a desmantelar el Gobierno de EEUU recordaron a muchos chinos, a los guardias rojos que Mao Tse-Tung reclutó para destruir la burocracia en el punto álgido de la Revolución Cultural".

El sinólogo estadounidense Orville Schell, director de la Asia Society de Nueva York y antiguo decano de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Berkeley, ve claros paralelismos entre Donald Trump y el fundador de la China comunista, Mao Tse-Tung. Antes de que Trump mandara los mercados globales en caída libre con la aplicación de aranceles draconianos, Schell los describía a él y a Mao como dos son "agentes de insurrección" que cultivan el caos como método de gobierno.

Foto: El presidente Trump en el Air Force One. (Reuters/Kent Nishimura) Opinión
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Las figuras de Mao y Trump representarían la misma paradoja: los dos presiden el Estado, las instituciones y los poderes establecidos; pero, al mismo tiempo, son una fuerza insurgente que sacude el sistema y genera continuos vientos huracanados. "Puede que Trump carezca de las habilidades como escritor y como teórico de Mao", escribe Schell, "pero posee el mismo instinto animal para confundir a los oponentes y mantener la autoridad siendo impredecible hasta un punto de locura".

Lawrence McDonald, que fue corresponsal de la Agence France-Presse en China en los años ochenta, retrata a un dirigente político septuagenario y con sobrepeso que vuelve al poder después de caer en desgracia, desencadenando una revolución anti-élite que se apoya en el desprecio a los intelectuales urbanitas para desmantelar las estructuras del Estado y gobernar sobre los restos.

Más allá de las impresiones que tienen los chinos que viven en Estados Unidos o los estadounidenses que han vivido en China, Zhang Qianfan, profesor de derecho de la Universidad de Pekín, también recurre a la historia del maoísmo para entender el efecto que puede tener Donald Trump en la democracia estadounidense. El año pasado, Zhang dijo que el contrato social estadounidense estaba "finalmente roto". Y, a principios de este mandato de Trump, publicó otro texto todavía más pesimista sobre las perspectivas de Estados Unidos.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (EFE/EPA/Pool/Yuri Gripas) Opinión
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"Con sus tradiciones legales profundamente enraizadas y su duradero compromiso con la neutralidad administrativa, la única manera de desmantelar el deep state de Estados Unidos es a través de una ‘Revolución Cultural’", escribe Zhang. "Esencialmente, la Revolución Cultural significa que el líder supremo orquestará un movimiento de masas para 'destruir los órganos judiciales, fiscales y públicos', usando a los ciudadanos ordinarios para arrancar de raíz a las élites desobedientes".

Zhang especulaba con que este proceso revolucionario ya podría estar en marcha. "Trump se ha apoyado en fuerzas de fuera al instalar el 'Caballo de Troya Elon Musk' en la Casa Blanca", continúa Zhang. Añade que esta es una "revolución interna bajo la bandera de la lucha anticorrupción, accediendo a secretos del Gobierno, recortando el personal, incluso cerrando agencias federales enteras, hasta que todo el Servicio Civil [el cuerpo de funcionarios] se pliega a la voluntad del presidente".

Los gobiernos y las empresas del mundo entero, con un pie metido en el cepo de los aranceles estadounidenses, tratan de entender la lógica que subyace en las medidas de Donald Trump: un hombre capaz de prenderle fuego, sin necesidad, a la economía, y marcharse a jugar al golf tres días seguidos. Un hombre que siempre actúa de la manera más impredecible y a contracorriente del saber establecido, ofreciéndonos un espectáculo de color y de caos en cuyo centro siempre está él.

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