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'La pija y la quinqui' de Trump en la OTAN: ¿lo que dice Marco Rubio, o lo que hace Hegseth?
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La esperanza de la OTAN en manos de uno

'La pija y la quinqui' de Trump en la OTAN: ¿lo que dice Marco Rubio, o lo que hace Hegseth?

Los europeos siguen de cerca cada palabra de Rubio con la esperanza de encontrar un aliado dentro de la Casa Blanca de Trump y un contraste con el secretario de Defensa

Foto: Los secretarios de Defensa, del Tesoro y de Estado. (EFE/Win Mcnamee)
Los secretarios de Defensa, del Tesoro y de Estado. (EFE/Win Mcnamee)

La visita a la Alianza Atlántica el pasado mes de febrero por parte de Pete Hegseth, secretario de Defensa de Estados Unidos, fue tan desastrosa que muchos sitúan en su discurso ante los socios de la OTAN, el 12 de febrero, la fecha del inicio del fin de ocho décadas de alianza transatlántica. Desde entonces, Washington ha comenzado conversaciones con el Kremlin sobre Ucrania y otros asuntos, ha continuado con sus amenazas de hacerse con el control de Groenlandia a pesar de ser un territorio de Dinamarca y ha impuesto aranceles a todos los miembros de la alianza militar.

Hegseth es todo lo contrario a la diplomacia. Un radical sin experiencia política real, rechazado por el establishment en la primera etapa de Donald Trump en la Casa Blanca, que ha pasado los últimos años en Fox News antes de lograr ser elegido secretario de Defensa. El desprecio entre Hegseth y sus homólogos de la Alianza Atlántica es mutua y poco disimulada. Por el lado del estadounidense, porque cree que los aliados se aprovechan de Estados Unidos y deben ser castigados, también verbalmente. Un discurso agresivo, sin formalidades, es parte de la proyección de poder de Trump. Por el otro, el resto de ministros de Defensa llevan muchos de ellos años de experiencia en la OTAN y en sus ministerios, acostumbrados al trato diplomático.

Por eso, tras el shock provocado por Hegseth el pasado mes de febrero, esta semana los ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN han observado con atención a Marco Rubio, secretario de Estado de EEUU, que ha participado en un encuentro ministerial marcado por la desconfianza y por la preparación de la cumbre de líderes de La Haya en junio. El objetivo de muchos era encontrar las diferencias entre Hegseth y Rubio con la esperanza de empezar a entender la nueva administración y encontrar potenciales aliados en Washington.

Un popular podcast de público de la generación ‘Z’, ‘La pija y la quinqui’, pregunta a sus invitados si son más pijos o más quinquis. Si eso se preguntara en la sede de la Alianza Atlántica sobre Hegseth y Rubio, nadie dudaría de quién es quién. Y la ministerial de esta semana lo ha confirmado. El secretario de Estado ha sido firme y duro, pero al menos lo ha hecho con talante y diplomacia, que es lo mínimo que esperan los aliados.

Foto: Manifestación ante la Embajada de los Estados Unidos de América en Copenhague, Dinamarca. (EFE/NILS MEILVANG)

Los europeos son capaces de soportar mucha presión, lo que llevan peor son las malas formas Rubio ha exigido que se aumente el gasto en defensa, mencionando el objetivo de llevarlo a un 5% del PIB que casi todos los miembros de la OTAN consideran imposible, Rubio fue más flexible, más didáctico, menos confrontacional. “Nadie espera poder hacerlo en uno o dos años, pero el camino tiene que ser real. Es una verdad dura, pero es una verdad básica que hay que decir”, explicó en público.

Fuentes aliadas explican que en febrero Hegseth se mostró como un simple portavoz de Trump, y que en su intervención, tanto pública como a puerta cerrada, el secretario de Estado hizo referencias permanentes al presidente. De Rubio esperaban más autonomía, una agenda algo más diferenciada respecto a la del Despacho Oval. Las fuentes recuerdan que el actual secretario de Estado es un personaje con peso en el Senado, que ya en la primera administración Trump se convirtió en un elemento central de contrapeso de la Casa Blanca dentro del propio espacio republicano.

Foto: Visitantes frente a un fragmento de una obra de arte que representa al presidente estadounidense Donald Trump y al presidente ruso Vladimir Putin en una exposición, que lleva por nombre "Yalta 2.0". (REUTERS/Alexey Pavlishak)

Rubio fue uno de los dos senadores que impulsaron medidas en los últimos años para evitar que un presidente pudiera sacar a EEUU de la OTAN sin el permiso del Senado, pensando claramente en el actual inquilino del Despacho Oval. A nadie se le escapa el historial de oposición de Rubio a Trump y su larga tradición como atlantista en el Senado. La esperanza en la OTAN es que el secretario de Estado pueda ejercer un poder real en el núcleo de poder de EEUU para evitar una deriva sin retorno que rompa definitivamente la alianza transatlántica.

Lo primero que hizo Rubio al llegar este jueves a la sede de la Alianza Atlántica fue criticar la “histeria e hipérbole” que rodea al miedo a que Estados Unidos pueda abandonar la OTAN. El secretario de Estado insistió en que Trump está comprometido con la Alianza Atlántica. Pero nadie en la habitación está del todo seguro de ello, y mientras que Rubio trata de tranquilizar a los aliados, algunos de ellos tienen que dedicar tiempo y esfuerzo a defenderse de los propios Estados Unidos. Un secretario de Estado sonriente se fotografió junto a un serio Lars Løkke Rasmussen, ministro de Asuntos Exteriores danés.

“Ayer tuve una reunión honesta y directa con el secretario Rubio. Dejé meridianamente claro que las afirmaciones y declaraciones sobre la anexión de Groenlandia no solo son inaceptables e irrespetuosas, sino que constituyen una violación del derecho internacional”, escribió Rasmussen.

Foto:  El comisario de Comercio y Seguridad Económica, Maros Sefcovic. (EFE/EPA/Olivier Hoslet)

Los aliados pueden tener esperanzas en que el trato con Rubio sea más cordial que con Hegseth, pero sirven al mismo presidente. Más que las formas, las palabras o los apretones de manos, están interesados en saber en qué medida los sectores atlantistas dentro de la administración pueden contener la deriva de Trump. Quién tiene más poder real, si un simple portavoz del presidente, o un político con lo que se presupone que es una agenda propia, más alineada con su visión.

Lo que está claro es que Rubio llegó de la mano de un nuevo embajador americano ante la OTAN, la cara visible en el trabajo del día a día de la Alianza, Matthew Whitaker. Podría haber sido mejor, podría haber sido mucho peor. Whitaker, que fue brevemente fiscal general durante la primera presidencia de Trump, no tiene ninguna experiencia en política exterior y nadie en la Alianza sabe si eso es bueno o malo. Los optimistas creen que podrían tener cierta influencia y llevarlo a su campo, los pesimistas lo ven como un leal a Trump que va a seguir al pie de la letra, lo que el presidente dicte, sin autonomía y sin capacidad de influir en Washington.

La visita a la Alianza Atlántica el pasado mes de febrero por parte de Pete Hegseth, secretario de Defensa de Estados Unidos, fue tan desastrosa que muchos sitúan en su discurso ante los socios de la OTAN, el 12 de febrero, la fecha del inicio del fin de ocho décadas de alianza transatlántica. Desde entonces, Washington ha comenzado conversaciones con el Kremlin sobre Ucrania y otros asuntos, ha continuado con sus amenazas de hacerse con el control de Groenlandia a pesar de ser un territorio de Dinamarca y ha impuesto aranceles a todos los miembros de la alianza militar.

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