Ni España ni China: esta es la pequeñísima isla que se lleva los peores aranceles de Donald Trump
Muchos ya califican esta decisión de la Casa Blanca como un disparate arancelario
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La isla con más castigo no es ninguna de las grandes capitales mundiales que Donald Trump no ve con buenos ojos: es Saint-Pierre y Miquelon. Este diminuto territorio francés, con apenas 6.000 habitantes y situado frente a la costa canadiense, ha recibido el arancel más alto de toda la nueva ronda anunciada por Donald Trump: un 50% sobre sus exportaciones.
Todo se reduce a un único mes: julio de 2024. Ese mes, una empresa estadounidense importó productos desde la isla por valor de 3,4 millones de dólares. Una operación que, aunque puntual, ha tenido consecuencias desproporcionadas.
Saint-Pierre y Miquelon no tenía un superávit comercial con Estados Unidos. De hecho, durante más de una década, sus intercambios eran mínimos o nulos. Pero al aplicar su nueva fórmula, Trump ha considerado que ese mes aislado generó un déficit del 99%, y por tanto impone un arancel del 50% “recíproco”.
Una injusticia estadística ha bastado para convertir a esta isla tranquila y sin puerto de gran calado en la víctima de una medida extrema. Francia, a quien pertenece el territorio, todavía no ha dado una respuesta oficial, pero en el Elíseo se preparan reuniones con los sectores afectados.
Saint-Pierre et Miquelon has a perfect trade balance with the US between 2010 and 2025 except for ONE MONTH in July 2024 where someone imported $3.4M from the Island. Because of that one month, he claims 99% tariffs.https://t.co/gYl8PzRmdV
— checksum0 (@checksum0) April 3, 2025
Make it make sense. The US will never… https://t.co/VIbjhCOE7p
En Europa, la noticia ha causado estupefacción. Francia, a la que pertenece el archipiélago, ha convocado una reunión de emergencia con los sectores más afectados. Aún no hay respuesta oficial sobre esta sanción en particular, aunque el Elíseo no descarta pedir su retirada.
La economía exportadora de la isla es tan modesta como su tamaño. En 2023, Saint-Pierre y Miquelon exportó poco más de 3 millones de dólares en total, siendo los crustáceos procesados su producto estrella, con ventas por valor de 1,56 millones de dólares. Les siguen los moluscos (995.000 $), polímeros de etileno (142.000 $), botellas de vidrio (115.000 $) y crustáceos sin procesar (75.700 $).
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Aunque pequeña, su red comercial es variada: exportan principalmente a Canadá, que se lleva la mayor parte (2,7 millones), pero también a Irlanda (177.000 $), Francia (165.000 $), Djibouti (155.000 $) o Reino Unido (57.700 $). Su economía se sostiene sobre todo en productos del mar y algunos bienes industriales, con los que esta diminuta isla mantiene su discreta presencia en el comercio internacional.
Mientras tanto, grandes economías como China (con un 34%) o la Unión Europea (con un 20%) han sido igualmente sancionadas, lo que ha desatado una tormenta comercial de consecuencias imprevisibles. En España, el impacto directo sobre la industria agroalimentaria o el vino ya genera preocupación.
Pero lo que más llama la atención de todo este escenario es que una isla tan insignificante a nivel comercial como Saint-Pierre y Miquelon haya sido convertida en el emblema de lo que muchos califican como un disparate arancelario.
La isla con más castigo no es ninguna de las grandes capitales mundiales que Donald Trump no ve con buenos ojos: es Saint-Pierre y Miquelon. Este diminuto territorio francés, con apenas 6.000 habitantes y situado frente a la costa canadiense, ha recibido el arancel más alto de toda la nueva ronda anunciada por Donald Trump: un 50% sobre sus exportaciones.