Es noticia
El tuit 'woke' de Cayetana que resume la guerra en la derecha con Trump de fondo
  1. Mundo
Carlos Prieto

Por

El tuit 'woke' de Cayetana que resume la guerra en la derecha con Trump de fondo

Parte de la derecha clásica carga contra Trump por utilizar el antiwokismo para laminar los consensos occidentales. ¿A quién le importarán las batallitas culturales cuando llegue la III Guerra Mundial?

Foto: Mural contra Elon Musk en Londres. (EFE)
Mural contra Elon Musk en Londres. (EFE)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Hay tuits de Cayetana Álvarez de Toledo que resumen una era. El primero es del seis de enero de 2016: "No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás". Cayetana quebrada al ver a su hija de 6 años traumatizada con las túnicas woke reales de la cabalgata carmenista.

Muchos se tomaron el tuit a pitorreo, probablemente con motivo, pero no pudo sintetizar mejor la política de ese año, con una izquierda más pendiente a veces de lo simbólico que de lo material (Carmena cambió las túnicas reales, la Operación Chamartín ya tal) y una derecha cuyo nuevo (y exitoso) juguete favorito era la guerra cultural.

El segundo tuit de Cayetana es del pasado 1 de marzo, tras el rifirrafe entre Trump y Zelinski en la Casa Blanca, que en Europa se interpretó como una humillación pública al presidente ucraniano. Cayetana: "El anti-wokismo como coartada del pro-putinismo. Qué vergüenza". Sí, han leído bien, una de las más destacadas practicantes de la guerra cultural calificando el anti wokismo de cortina de humo. ¿Cómo se quedan? Están pasando cosas bien densas en las derechas estos días. Como que el pueblo tuitero acuse a Cayetana de "woke" y "globalista".

Hombre de paja

Este nuevo sentir conservador -lo anti woke como hombre de paja- lo ha argumentado con mucha gracia José Peláez en las páginas de ABC: "Ya, pero es que los 'wokes' dicen 'niñes', ponen un rabillo a los tapones de las botellas y sacan a 'drag queens' en la gala de los Juegos Olímpicos... Pues nada, como la izquierda es ridícula, en lugar de ir a ganarla preferimos romper la OTAN, dejar a Putin vía libre para que llegue a las puertas de Berlín y convertir Gaza en un puticlub para puritanos. Empate".

Quizá porque el trumpismo no es fácil de parodiar, Donald Trump se encarga a veces personalmente de tirar del carro autoparódico. Una de las primeras cosas que hizo el trumpismo tras ganar las pasadas elecciones, fue culpar a lo woke de un accidente aéreo en Washington y de los incendios en California... Molaría que el famoso asteroide YR4 acabara colisionando contra la Tierra, solo para escuchar a Trump culpar del cataclismo a las políticas de la diversidad.

"Si Musk lanza un cohete contra Canadá, difícilmente podremos echar la culpa a los wokes"

En esa línea de classic culture war, llegado a la Casa Blanca, Trump fulminó los programas de acceso laboral para minorías (DEI), que la administración Biden había extendido para encauzar el Black Lives Matter, gasto que la derecha estadounidense utilizó como casus belli cultural, como si la izquierda entregara el país a los marginados. Hablando en serio y fuera de la lógica de la batalla cultural, los DEI son meros parches que apenas rozan la profunda desigualdad que atraviesa el país de las oportunidades. Migajas que, eso sí, alimentan las guerras culturales que da gusto.

La segunda legislatura trumpista, por tanto, empezó como estaba previsto -guerra cultural contra los sospechosos habituales- pero rápidamente se convirtió en otra cosa, en un vapuleo frenético de consensos políticos occidentales mainstream -multilateralismo, atlantismo, europeísmo- que tocaron las narices a la persona menos sospechosa de España de bailarle el agua a la izquierda: José María Aznar, con FAES arrojando el artículo más ácido del año contra Trump, Vox y la derecha gamberra:

1) "Cada vez que Vox escenifica su adhesión a la Internacional nacionalista provoca la zozobra de simpatizantes y afines, atrapados en una tormenta de paradojas. Anda el trumpismo patrio hecho un mar de dudas. Lógico: así, a simple vista, no parece muy patriótico ni de derechas aplaudir aranceles de represalia contra productos españoles; tampoco secundar –por activa o pasiva– la victoria de un ex coronel del KGB. Confundir la Rusia de Putin –una cleptocracia mafiosa– con el cumplimiento de las promesas de Fátima es tan pintoresco como fiar al cliente de Stormy Daniels la restauración de la moral tradicional" [en efecto, FAES llamando al presidente de EEUU no por su nombre, sino por sus acciones: cliente de una actriz porno a la que acabó sobornando, escándalo por el que fue condenado].

2) "La convención de Washington ha tenido de “conservadora” lo que el Palmar de Troya tuvo de católico. Hemos visto un conciliábulo donde se levantan muchos brazos: para rendirse a la Santa Rusia o para presumir de provocación gamberra. Por desgracia, no tuvo demasiado eco el mensaje de Meloni: Occidente es tan inconcebible sin Estados Unidos como sin Europa. Es natural que no lo secundara Vox, responsable de romperle a la italiana su grupo en el Parlamento Europeo, sumándose a la quinta columna del Putin club... Convendría tomar nota. Si estás en un sitio donde llaman al partido de Le Pen ultraderechita cobarde, preocúpate: ya solo podrás competir con Gengis Kan".

placeholder La oreja de Donald Trump. (EFE)
La oreja de Donald Trump. (EFE)

El texto de FAES sonaba a Aznar tocando el pito, haciendo de vanguardia, advirtiéndole a Feijóo que con la disputa por la hegemonía de la derecha exacerbándose con Trump, puedes acabar devorado si no reaccionas.

Antes de que FAES marcara doctrina, el escritor Ignacio Peyró, con buenas antenas en el mundo conservador, escribió esto en El País sobre Vox: "Resulta difícil postular que uno representa al pueblo frente a las élites cuando apoya al tipo más poderoso y al más rico de la tierra. Resulta difícil criticar a las oligarquías no electas de Europa cuando alabas sin tasa a las de EE UU.... Cuesta presentarse como el defensor de nuestras fronteras e integridad territorial si dispensas que un país —Rusia en Ucrania— se cepille las de otro. Tanto amor, en fin, a las honradas clases trabajadoras para terminar entregados al tecnocapitalismo criptobro. Tanta devoción por nuestro agro para terminar aplaudiendo los aranceles al aceite".

Foto: Elon Musk y su hijo en el Capitolio. (EFE/Jim Lo Scalzo)
TE PUEDE INTERESAR
A Elon Musk se le está yendo la pinza y no deberíamos tener miedo a contarlo
Carlos Prieto Infografía: Blanca Casanova

Las dos derechas

¿Cómo está surfeando Vox las olas cada vez más grandes y encrespadas que genera Trump? De momento, de aquella manera.

Habitualmente locuaz en redes sociales, Santiago Abascal tardó muchas horas en analizar al choque Trump/Zelenski en la Casa Blanca. En medio de un vendaval de críticas al trumpismo en los medios de comunicación europeos, Abascal reaccionó con un tuit larguísimo y algo confuso que sonó a justificación, como si la postura de Vox sobre el trumpismo fuera uno de esos chistes que requieren de una larga y confusa explicación para que alguien los entienda. Aquí está:

Sobre el papel, Vox iba a tener todo el viento a favor con la victoria de Trump, pero el trayecto está teniendo más turbulencias de las previstas, con algunas ocurrencias trumpistas obligando a Abascal a equilibrios complicados. Algunas encuestas apuntan incluso a que Vox estaría perdiendo votantes a los que el Trump 2.0 les resulta demasiado radical o extravagante. Según un sondeo reciente de Metroscopia, las nuevas políticas trumpistas “estarían generando malestar en algunos de estos votantes, en la medida en que el discurso de Trump resulta contrario a los intereses de la Unión Europea y de España”, lo que “confronta con la opinión de una parte importante de sus votantes”. ¿Consecuencias? Tras su previsible subida con la victoria de Trump, Vox estaría perdiendo ahora puntos en intención de voto.

¿Qué dice el PP de todo esto? Nada contundente... salvo alguna cosa.

Al poco de tomar posesión Trump, Esteban González Pons, vicesecretario institucional del PP, se descolgó con un artículo en Las Provincias en el que le calificaba de “ogro naranja” y de “macho alfa de una manada de gorilas”. Y seguía: "Será un emperador, pero no el fundador del imperio". "Su poder se fundamenta en el caos circundante, en la ley del más fuerte”. El PP tuvo que salir a desmentir que esa fuera la posición oficial del partido sobre Trump. De la beligerancia de González Pons con el trumpismo, nunca más se supo (en público). ¿Cuál sería entonces la posición del PP ante la patata caliente de la Casa Blanca? De momento, ponerse de perfil.

Preguntamos a José Peláez, columnista de ABC y El Norte de Castilla, sobre este quilombo: “Creo que en el PP siguen confundiendo Trump con EEUU. Como no puedes meterte con EEUU, como socios (al menos hasta ahora) a los que no conviene declarar la guerra, no se atreven a criticar a Trump. Pero Trump se irá y EEUU volverá a la cordura. Es como si al PP le faltara firmeza ideológica para decir esto está bien y esto está mal. Su postura con este asunto es insatisfactoria. Al principio, Génova estaba pendiente de lo que dijera Ayuso, pero Ayuso acabó bajando las revoluciones (básicamente dejó de apoyar a Trump) y el PP nacional no aprovechó (hasta ahora) esa vía libre. Están reposicionándose lentamente, como, por otro lado, está haciendo todo el mundo desde que Trump pateó el tablero".

"El wokismo es el señuelo de la extrema derecha para colocar su agenda"

Peláez también tiene cosas que decir sobre la instrumentalización de la lucha anti woke:

1) “Todos los intentos de apertura del tardofranquismo se topaban con el mismo muro interno: la excusa de la amenaza comunista. Según el franquismo, España era un menor de edad al que había que darle libertad poco a poco porque los comunistas. El comunismo como señuelo para hacer poco o nada. Pues ahora el wokismo es el señuelo de la extrema derecha para colocar su agenda (extrema derecha, derecha populista, antisistemas o cómo queramos llamar a alguien que no respeta ni los principios de la democracia liberal ni el imperio de la ley ni las relaciones internacionales ni el parlamentarismo ni lo que dicen los jueces ni nada de nada). La extrema derecha dice: como yo he venido a luchar contra el wokismo, todo lo que haga está legitimado para acabar con él. ¡Y funciona! Les vale. Trump venía a luchar contra el nuevo orden mundial woke y al final es él el que ha puesto en riesgo el orden mundial. Es como el chiste de Chumy Chúmez: Trump llegó gritando nosotros o el caos woke, pero el caos era él".

2) “A estas alturas, ya nadie sabe lo que significa wokismo, no tenemos ni idea. ¿El ecologismo es woke? ¿Y el feminismo? ¿Vamos a renunciar a reivindicaciones legítimas porque alguien dice que son wokes? Para mí lo woke es otra cosa, bastante deslegitimada (¿quién no se toma a cachondeo ya el lenguaje políticamente correcto?) y basada en la guerra cultural. En el fondo, la guerra cultural es profundamente calvinista, eso del nosotros o ellos, el poner muros alrededor de nuestras comunidades para protegernos del mal. El wokismo, insisto, ya tenía un desprestigio social terrible cuando llegó Trump, pero Trump es capaz de ponerlo otra vez de moda por pura reacción hacia sus políticas. El nacionalismo de Trump es la guerra cultural, aunque ya no se hable tanto de lucha entre conservadores y progresistas como de wokistas contra antiwokistas. Llamar woke a TODO es la manera de poder criticar todo el arco progresista y estar cubierto. Porque, claro, criticar a pecho descubierto los avances sociales de mujeres o gais no es tan fácil, pero si llamamos a todo wokismo, ya es otra cosa”.

placeholder Feijóo y Aznar en un mitin. (Reuters)
Feijóo y Aznar en un mitin. (Reuters)

Vuelven los retrasados

Poco después de las elecciones estadounidense, un alto ejecutivo financiero calificó la victoria de Trump de "nuevo amanecer" en el Financial Times. El hombre decía sentirse "aliviado", no porque Trump fuera a bajar los impuestos a su empresa, que probablemente lo haga, sino porque podía utilizar otra vez en la oficina palabras como "retrasado" o "marica" sin miedo al que dirán. Esta continua reducción al absurdo del anti wokismo, en la que la mayor preocupación de los ejecutivos ya no sería, ejem, ganar dinero, sino poder llamar "chochitos" a sus empleadas, es una clara debilidad del actual ciclo de guerras culturales, pero las hay más gordas, como el creciente interés de Trump de hacer geopolítica a martillazos rodeado de tecnobros.

Talón de Aquiles claro del Trump 2.0: cuando uno tiene al hombre más rico del mundo de brazo ejecutor, no es tan sencillo activar la batalla cultural en términos "nosotros somos El Pueblo y los demócratas las élites". Hombre, Donald, si tienes a Elon Musk en nómina, un poquito de élite extractiva sí que eres.

Si las batallas culturales de Zapatero murieron con la crisis económica, Trump empezó a perder sus segundas elecciones con el covid -como cuenta el sociólogo Isidro López en este artículo, el virus gripó la maquina trumpista de guerra cultural, al no poder desviar responsabilidades claras hacia nadie (wokes, chinos o médicos) y girar el debate público hacia asuntos letales para el trumpismo, como la falta de recursos públicos hospitalarios. El resbaladizo terreno geopolítico que pisa ahora Trump tampoco parece el más propicio para según qué cosas.

Con Trump agitando una coctelera de histeria bélica, tecnobros de riqueza insaciable y trifulca comercial con recesión de fondo, el marco de la batallita cultural tal y como la conocemos se estrecha. Política ficción: si Putin invade Polonia y Elon Musk Canadá, las prioridades de la opinión pública cambiarán. Si llega la III Guerra Mundial, difícilmente podremos echar la culpa de ello a los wokes. O sea, intentar se intentará, pero ya solo para muy cafeteros.

Hay tuits de Cayetana Álvarez de Toledo que resumen una era. El primero es del seis de enero de 2016: "No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás". Cayetana quebrada al ver a su hija de 6 años traumatizada con las túnicas woke reales de la cabalgata carmenista.

Donald Trump
El redactor recomienda