De Dios a Trump: ¿Por qué Estados Unidos ya no considera aliado ni al Vaticano?
Ahora que el Papa ha sido dado de alta tras algo más de un mes ingresado, toca volver a hablar de política religiosa
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Las cosas no han empezado bien en su segundo mandato entre Donald Trump y el Papa. En realidad, ya acabaron mal en el primero, y ni siquiera el encuentro que ambos mantuvieron en el Palacio Apostólico de la Santa Sede en mayo de 2017 logró encauzar las cosas. Nunca se había visto tan serio a Francisco en una audiencia con una personalidad de ese nivel. Sólo la presencia de Melania Trump logró distender un poco el ambiente.
Pesaba mucho el muro que el magnate levantaba en la frontera con México. "Una persona que piensa solo en hacer muros, sea donde sea, y no hacer puentes, no es cristiano", había dicho el Papa de quien hacía campaña con la biblia en la mano. Y la orden ejecutiva para las deportaciones masivas que Trump firmó con su trazo grueso nada más volver a sentarse en el Despacho Oval de la Casa Blanca el pasado 20 de enero, fue respondida el 11 de febrero —cuatro días antes de ser hospitalizado— por una breve y contundente carta con la que Jorge Mario Bergoglio movilizó a los obispos y fieles católicos estadounidenses (el 20% de la población, unos 53 millones de personas) para "no ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados".
De paso, sin nombrarlo, regañaba al vicepresidente J.D. Vance, un católico converso (baby catholic, se define él) bautizado en 2019 y que retorció en una entrevista el concepto teológico del ordo amoris de San Agustín y Santo Tomás de Aquino para pasarlo por el filtro del MAGA.
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"La carta de Francisco a los obispos estadounidenses es un documento de valor histórico que dice mucho sobre el cambio en curso en las relaciones entre ambos estados. De cara al futuro, mucho depende de cómo evolucione la situación sanitaria del Papa y de lo que pasará en la Administración estadounidense, en la que no está claro hasta qué punto es estable el equilibrio entre Trump, Vance, Elon Musk y el secretario de Estado Marco Rubio", señala en conversación con El Confidencial Massimo Faggioli, profesor en la Villanova University, de Filadelfia.
"Ciertamente, Trump y Vance han cambiado de táctica respecto a la amable y respetuosa que utilizaron con el Papa durante la campaña electoral, como se aprecia claramente con la reciente elección del embajador ante la Santa Sede. Estados Unidos ya no es un aliado de Europa, pero, en un sentido diferente, ni siquiera del Vaticano", afirma este historiador, que acaba de publicar el libro "De Dios a Trump".
Embajador ultra, arzobispo progre
Se refiere Faggioli a la designación que hizo Trump el 21 de diciembre, un mes antes de tomar posesión, de un ultracatólico abiertamente crítico con Francisco como nuevo embajador de los Estados Unidos en el Vaticano. No era casual. El día de Reyes, el Papa acusó recibo nombrando como nuevo arzobispo de la diócesis de Washington –y, por tanto, vecino del inquilino de la Casa Blanca– al cardenal Robert W. McElroy, un declarado seguidor de la línea Bergoglio. Tampoco fue coincidencia.
"Estados Unidos es un país que ya no está vinculado a Europa, ni siquiera a América Latina, como lo estaba en el siglo pasado. Esto influye en las relaciones del nuevo poder con el catolicismo: el actual giro autoritario y nacionalista busca cambiar también las características de la Iglesia. Verdaderamente, el jesuita latinoamericano Bergoglio y el equipo formado por Trump, Vance y Musk encarnan visiones diferentes, si no opuestas, del mundo, de la familia humana y de la religión", subraya Faggioli.
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Lo sabe muy bien el presidente, desatado en su segundo mandato, quien solía guardarse de hablar de sus convicciones religiosas hasta que entendió que podían servir a sus fines. El intento de asesinato durante un mitin lo transformó en la señal que le faltaba. "Dios me salvó para hacer grande a Estados Unidos de nuevo", dijo Trump en su segundo discurso de toma de posesión, a modo de un nuevo mesías, inaugurando otra dimensión en la política de EEUU.
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"Estados Unidos es un país en grave crisis de identidad y era previsible que el populismo aquí no fuera un populismo secular, sino con características pararreligiosas. Lo que sorprende es la aquiescencia de muchas figuras y líderes religiosos, la falta de reacción contra esta perversión religiosa y moral. Pero todo el mundo sabe que hoy la presidencia estadounidense tiene un gran poder, de tipo imperial, y muchos temen expresarse públicamente por temor a represalias contra sus iglesias, escuelas, asociaciones y organizaciones", destaca el profesor italiano.
Ardor religioso y negocios
Ese nuevo ardor religioso viene acompañado de la correspondiente iconografía en un país que consume sin filtros imágenes ultraprocesadas. Como la de Marco Rubio luciendo en una entrevista una cruz en su frente al inicio de la Cuaresma. O la icónica imagen de Trump y sus asesores rezando a su alrededor, como si fueran sus apóstoles, en la Casa Blanca. "En esa foto hay personajes que están ahí por interés personal, para promocionarse a sí mismos y a sus negocios –apunta Faggioli–. Pero también es una imagen que nos dice que la política estadounidense actual es una mezcla de viejo conservadurismo religioso, secularización y post-secularismo idólatra, en la que se ha roto la conexión entre fe y razón, entre verdad y revelación de Dios. Sin mencionar el hecho de que tal imagen ignora el que Estados Unidos es un país religiosa y culturalmente plural".
Pero lo cierto es que, como reconoce el profesor, Trump ganó conquistando votos entre todo el espectro del electorado, "incluidas las minorías". "La reelección de Trump en 2024 no fue fruto de un golpe de Estado, algo que realmente intentó entre noviembre de 2020 y enero de 2021. Su victoria de noviembre pasado no es un accidente absurdo ni fruto de una conspiración, sino que refleja la polarización en el país: política, cultural, religiosa y eclesial. Es una desviación que también ve al catolicismo como parte del fenómeno", añade Faggioli, especialista en las relaciones entre política y religión.
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Y de lo que no cabe duda es de que, en esos comicios presidenciales, la cuestión religiosa estuvo presente de una manera muy destacada, fruto de cambios más profundos a nivel sociológico que Trump supo aprovechar y que tienen sus antecedentes en la Mayoría Moral de la década de los 70 del siglo pasado, fundada por telepredicadores cristianos fundamentalistas que consiguieron llevar a Ronald Reagan a la Casa Blanca. De esa oportuna y estratégica caída del caballo por parte de Trump da muestras el hecho de que su actual vicepresidente Vance le calificó en 2016 como un "desastre moral" y el "Hitler de Estados Unidos"; o que su flamante embajador en el Vaticano firmó en el mismo año un manifiesto con otros líderes ultracatólicos afirmando que era alguien "manifiestamente incapaz" para ser presidente de Estados Unidos.
El telepredicador de la venganza
"La religión jugó un papel en el gancho que Trump y Musk lanzaron al electorado creyente y también convenció a la mayoría de los votantes católicos. Trump es una especie de telepredicador, sin duda. Sus mítines son actuaciones verbales en las que los trumpistas van allí para escuchar no a un político, sino a un líder 'moral' de otro tipo. Es el predicador de un pseudoevangelio, es decir, un evangelio de venganza y desprecio, un evangelio falso que, sin embargo, se apoya instrumentalmente en un electorado sensible a las cuestiones religiosas", asegura Faggioli, quien muestra en su libro esa interesada metamorfosis.
Por eso les molesta la figura de Francisco, porque, añade el historiador de las religiones, este Papa "representa una idea del cristianismo, de la Iglesia y del catolicismo muy diferente a la de este conservadurismo político-religioso. En cierto modo es una visión opuesta, por ejemplo, al papel de Estados Unidos en el mundo y en la historia. Las tensiones han surgido desde el verano de 2013 [a los pocos meses de ser elegido papa Bergoglio] y este es uno de los elementos fundamentales para entender en la actualidad las relaciones entre este pontificado y Estados Unidos" de Trump.
Porque las relaciones con Joe Biden discurrieron por otros derroteros y solo la emergencia causada por los incendios forestales en California evitó a principios de año el quinto encuentro en el Vaticano con Francisco, de quien quería despedirse explícitamente antes de abandonar la Casa Blanca el presidente católico y defensor del aborto, pero a quien el Papa no negó por eso la comunión, como pedían la mayoría de los obispos de Estados Unidos.
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Tal vez por todo esto no ha habido signos de gran inquietud en la Casa Blanca por el estado de salud del Papa, que, aunque será hoy previsiblemente dado de alta tras superar la fase "crítica" que hizo temer por su vida por una neumonía bilateral y que lo mantuvo cinco semanas hospitalizado en el Policlínico Gemelli, de Roma.
De hecho, la maquinaria de una serie de grupúsculos ultracatólicos que orbitan en torno al proyecto MAGA de Trump —"titiriteros", los denomina Faggioli—, entre los que se encuentra el exasesor presidencial durante el primer mandato, Steve Bannon, siguen conspirando para promover a sus candidatos de cara a un hipotético cónclave. Y se teme que cuando llegue el momento, el poderoso aparato de manipulación y desinformación en manos de Elon Musk pueda también entrar en juego, como ya lo hizo con X en las elecciones alemanas o intentando desestabilizar al laborista Keir Starmer en Reino Unido, posibilidad que no descarta Faggioli.
"Ciertamente, el cónclave está expuesto a este tipo de injerencias, posibles gracias al nuevo sistema de información, desprovisto de ‘guardianes’, que ha abierto también las puertas a personajes irresponsables, en busca de fama y de dudosa profesionalidad, incluso en los círculos católicos".
De momento, Trump hace oídos sordos a lo que le llega desde el Vaticano, no parece que las quejas del Papa logren paralizar sus órdenes ejecutivas y no desperdicia la oportunidad para laminar su autoridad moral. La última muestra es ofrecerle a Ucrania, en su pack para aceptar la tregua con Rusia, conseguir la repatriación de los 20.000 menores ucranianos en poder de Putin, una tarea en la que la Santa Sede ha estado empleando esfuerzos desde 2023 a petición del propio Zelenski.
Las cosas no han empezado bien en su segundo mandato entre Donald Trump y el Papa. En realidad, ya acabaron mal en el primero, y ni siquiera el encuentro que ambos mantuvieron en el Palacio Apostólico de la Santa Sede en mayo de 2017 logró encauzar las cosas. Nunca se había visto tan serio a Francisco en una audiencia con una personalidad de ese nivel. Sólo la presencia de Melania Trump logró distender un poco el ambiente.