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Fin del gambito ucraniano en Kursk: la apuesta que nunca llegó a la mesa de negociación
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se esfuma una de sus mejores cartas

Fin del gambito ucraniano en Kursk: la apuesta que nunca llegó a la mesa de negociación

Tras ocho meses en Rusia, Ucrania retrocede y, prácticamente, pone fin a las hostilidades en territorio del Kremlin antes de la llamada entre Vladímir Putin y Donald Trump

Foto: Un soldado ruso camina por la ciudad de Sudzha, en la región de Kursk. (Reuters)
Un soldado ruso camina por la ciudad de Sudzha, en la región de Kursk. (Reuters)
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La retirada ucraniana —casi por completo— de Kursk no es una buena noticia para Kiev. La invasión tampoco fue un fracaso. Ocho meses después de iniciarse una ofensiva que sorprendió al mundo, Estados Unidos, Rusia y Ucrania negocian un alto al fuego en mesas separadas. Donald Trump y Vladímir Putin hablarán hoy por teléfono, mientras Volodímir Zelenski ve esfumarse una de sus mejores cartas.

Todo empezó mucho antes de que la primera bota ucraniana pisara Kursk, con advertencias similares a las que repite ahora el presidente de Ucrania. “El ejército ruso está acumulando fuerzas. Esto indica la voluntad de llevar a cabo un asalto a nuestra provincia de Sumy”, alertaba el presidente ucraniano. Kyrylo Budanov, jefe de la inteligencia militar, y otros altos mandos lanzaron estos mismos avisos en primavera y verano del año pasado. La historia revelará si era cierto o una estrategia para mover tropas sin levantar sospechas. Pero el desenlace en agosto fue bien distinto. Ucrania cruzó la frontera rusa, desafiando la última línea roja de Vladímir Putin, en un movimiento sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.

Los más cautos creyeron entonces que era una distracción. Un picotazo como los vistos en Belgorod por unidades de rusos anti-Putin. Los más optimistas pensaron que el ejército ucraniano tomaría la central nuclear de Kursk para intercambiarla por la ocupada en Zaporiyia. La realidad: Ucrania abrió brecha, conquistó más de 1.200 km² en dos semanas, y capturó a centenares de soldados rusos. Fue la mayor ofensiva desde otoño de 2022.

Los objetivos militares nunca se destaparon, pero hay declaraciones de entonces y pistas para juzgar si el gambito ucraniano funcionó. Mykhaylo Podolyak, asesor de Zelenski, adelantó cuatro objetivos políticos en Meduza, a los ocho días de comenzar el ataque: mostrar la debilidad de Moscú; proteger a los civiles de Sumy, alejando la artillería del Kremlin; cortar las líneas logísticas para dificultar el movimiento enemigo en la frontera; y llevar la guerra a Rusia, para desestabilizar socialmente el país.

Foto: Soldados rusos en el frente de Kursk, en octubre de 2024. (EFE)

El último, demasiado optimista, sí logró enviar un mensaje a muchos rincones de la ‘Madre Patria’ rusa. A estos propósitos habría que añadir otros como la reactivación de los intercambios de prisioneros. Bloqueados por Moscú a inicios de 2024, al menos cinco canjes se han producido desde entonces. Un guiño al ejército, pero también a la sociedad que se manifiesta cada semana en las calles de Kiev exigiendo la liberación de los suyos.

¿Qué ha pasado en el ámbito militar?

Un frente diferente

Los problemas llegaron de la mano del éxito. Fue en las primeras semanas de agosto, en mitad de la sorpresa, cuando Ucrania fue incapaz de consolidar sus avances en los flancos del territorio conquistado en Kursk. La retirada de Sudzha este marzo, principal población capturada en la ofensiva, selló el destino de la operación. “No es ningún secreto que la zona de nuestra incursión debería haber sido más amplia”, confiesa Artem Kariakin, soldado ucraniano desplegado en Kursk, al Financial Times. Controlar “una zona amplia a lo largo de la frontera habría sido más cómodo”.

A finales de septiembre, Kiev lo intentó con ataques más al oeste (Tyotkino y Veseloye) que redujeran la presión sobre el territorio bajo su control y para alejar los ataques rusos de las principales vías logísticas que nutrían a las tropas ucranianas. "Llevamos cinco días viendo pasar Leopards y Bradleys", confiaba sorprendido a El Confidencial Leonid, un vecino de Pavlivka, pueblo fronterizo entre Sumy y Kursk. Fueron las primeras incursiones de la brigada 47 en la zona, enviada desde Pokrovsk, para apuntalar la operación. Rusia contestó a base de bombas aéreas, olas de infantería, incluida la llegada de miles de norcoreanos, y drones de fibra óptica hasta frenar los intentos. Y Moscú empezó a contratacar.

Kursk es diferente al resto de frentes. Starlink no funciona, no existen importantes fortificaciones ni áreas para ocultarse, las fronteras son porosas y de lindes cambiantes, y apenas hay carreteras. Con estos obstáculos y una presencia limitada de soldados ucranianos, el destino parecía tener un resultado claro. La sorpresa, quizás, ha sido la manera tan abrupta en la que ha sucedido.

Las tropas rusas rodearon a las fuerzas de ocupación ucranianas por tres lados. El cuarto, que hubiera propiciado el caldero con el que fantasean Putin, Trump y la propaganda rusa, era imposible. Es territorio ucraniano. Además, el modo en el que Rusia ha logrado recuperar el terreno muestra que Ucrania ha retrocedido en la mayor parte del territorio sin enfrentamientos. Una retirada organizada por lo general, con algunos puntos caóticos, especialmente para las unidades de infantería. “No hay amenaza de cerco a las tropas ucranianas, y ninguna prueba sugiere lo contrario”, asegura Serhii Kuzan, presidente del Centro de Seguridad y Cooperación de Ucrania, un grupo de investigación no gubernamental, y exasesor del Ministerio de Defensa ucraniano.

El intento de asalto ruso al sur de Sudzha a través de tuberías gasísticas pudo ser, según algunos analistas, el punto crítico en el que Ucrania empezó un repliegue más acelerado y descoordinado, dejando atrás cañones y vehículos —y quemando otros—. Problemas para decenas de soldados que tuvieron que retroceder a pie, con más bajas de las aireadas. Algunas voces críticas en Ucrania y fuera han culpado de lo sucedido a la interrupción de información y envíos de armas estadounidenses, coincidentes en el tiempo con el descalabro, pero los hechos no prueban que así fuera.

Para el soldado Kariakin, el principio del fin llegó a finales de diciembre, cuando un dron ruso alcanzó un vehículo en la única carretera de suministro que quedaba. El canario en la mina. Más devastador fue el 25 de febrero, cuando Andrew Pepetua, geolocalizador de pérdidas militares de la invasión rusa, documentó, al menos, una docena de vehículos ucranianos destruidos en esa misma ruta. Problemas de tendencia clara, a tres días de la encerrona de Trump a Zelenski en el Despacho Oval.

placeholder Soldados rusos en Kursk. (EFE)
Soldados rusos en Kursk. (EFE)

“Mi foco es estrictamente sobre unidades y el equipamiento, pero está claro que la ofensiva fue una apuesta que no salió bien”, opina @naalsio26, verificador de fuentes abiertas y colaborador de ORYX que documenta las perdidas de ambos ejércitos. “Esta ofensiva tampoco dio a Ucrania la moneda de cambio que hubiera querido”.

En la última actualización (del 14 de marzo) del recuento de pérdidas de equipo militar que realiza desde agosto, @naalsio26 documenta 622 equipos ucranianos perdidos frente a 712 rusos. En el desglose, Ucrania ha perdido más de 300 vehículos blindados de transporte de tropas, 46 tanques y 15 piezas de artillería. Rusia, por su parte, ha registrado la pérdida de 410 de estos vehículos, 61 tanques y 6 piezas de artillería.

“En términos de pérdidas de equipamiento, ha sido un fracaso evidente. En 7 meses, Ucrania perdió casi tanto equipo como el que perdió defendiendo en Pokrovsk y el distrito de Donetsk en el transcurso de 17 meses”, argumenta, preguntado por El Confidencial. “Las cifras podrían ser peores, ya que siguen apareciendo más pérdidas. También se gastaron en grandes cantidades municiones que serán difíciles de reemplazar como misiles antiaéreos o ATACMS”.

El verificador insiste en que no juzga el desarrollo táctico de la operación ni otro tipo de consideraciones, pero desde su ámbito de conocimiento “no ve nada positivo”.

La batalla política

Con una ratio de pérdidas sensiblemente inferior a la rusa, y menor pérdida de soldados, Ucrania logró que Rusia transfiriera decenas de miles de hombres de otros frentes, tal como documentó el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW). Un movimiento que no supuso el final de las ofensivas, pero sí freno y, posiblemente redujo los asaltos por oleadas de infantería. La caída de Pokrovsk, que parecía difícil de evitar en agosto y hubiera dificultado la defensa de toda la región de Donetsk, se evitó. También ha permitido un importante refuerzo de las posiciones alrededor de la frontera entre Sumy y Kursk, prácticamente inexistentes en 2024, y en la región de Dnipropetrovsk.

12.000 norcoreanos llegaron a Kursk, según la narración de dos prisioneros de guerra del país asiático, al Wall Street Journal. También unidades de élite de paracaidistas y marines del ejército ruso, algunas de las mejores unidades de drones, además de un nuevo destacamento de norcoreanos, por las importantes bajas que sufrió el primero. “Desde el primer día de la operación estuve públicamente en contra”, escribe en X Kriegsforscher, operador de drones que participó en Kursk. Al mismo tiempo, defiende que “la operación alcanzó definitivamente sus logros políticos”.

Foto: Soldados rusos en la región de Kursk. (EFE)

Kiev demostró con la invasión que las amenazas nucleares del Kremlin no van más allá de la intimidación y mostró la cara más débil de Rusia. Tras diez meses en la trinchera, la operación levantó la moral de un país hundido y granjeó simpatías internacionales tras demostrarse la participación de los soldados de Kim Jong Un. Pero lo más importante quizá fuera algo que pocos altos cargos mencionan en Kiev: Kursk evitó una “mala paz”.

La ofensiva costosa y poco rentable que Putin inició en octubre de 2023 se aceleró en verano con el probable propósito de conseguir las mayores conquistas antes de sentarse en la mesa con una posición de fuerza. El gambito impidió que el temor a la llegada de Trump y el agotamiento occidental desplazaran a Ucrania de las negociaciones. El final del verano, otoño e invierno no giró en torno a la narrativa que los altavoces del Kremlin intentan imponer: “Rusia avanza”.

Al cierre de esta edición, Ucrania mantiene una parte marginal del territorio ruso conquistado en agosto. Una resistencia totalmente diferente, pero que recuerda en lo simbólico a Mariupol, donde Ucrania se rindió tras 86 días. Una derrota militar que regaló tiempo al resto del país. Quizás por eso es igualmente aventurado señalar que la ofensiva ha sido un fracaso ucraniano como defender que a Kiev no le interesaba seguir allí a las puertas de una negociación

La retirada ucraniana —casi por completo— de Kursk no es una buena noticia para Kiev. La invasión tampoco fue un fracaso. Ocho meses después de iniciarse una ofensiva que sorprendió al mundo, Estados Unidos, Rusia y Ucrania negocian un alto al fuego en mesas separadas. Donald Trump y Vladímir Putin hablarán hoy por teléfono, mientras Volodímir Zelenski ve esfumarse una de sus mejores cartas.

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