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Putin no quiere "el 20% de Ucrania": lo que Trump no entiende del acuerdo de paz
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El retorno del imperialismo ruso

Putin no quiere "el 20% de Ucrania": lo que Trump no entiende del acuerdo de paz

Las incipientes negociaciones de paz se desarrollan en un visible abismo de percepciones: los norteamericanos ofrecen una serie de ideas preconcebidas que no necesariamente coinciden con las del Kremlin

Foto: El presidente de Rusia, Vladimir Putin. (EFE/Mikhail Metzelsputnik/Kremlin)
El presidente de Rusia, Vladimir Putin. (EFE/Mikhail Metzelsputnik/Kremlin)
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El mundo entero, particularmente Ucrania, está pendiente de los gestos y las palabras que emanan diariamente de los gobiernos de Estados Unidos y de Rusia. Especialmente del de Rusia. Un comentario casual a puerta cerrada después de una entrevista, una visita oficial de uniforme o un tuit de la portavocía del Ministerio de Exteriores ruso pueden valer oro en medio de la incertidumbre. ¿Por qué no aceptan una tregua de 30 días? ¿Qué quieren decir con eso de las “causas de raíz”?

El estudio semántico de los gramos de información que nos dejan los hieráticos funcionarios rusos no es nuevo. Durante décadas, los apodados “kremlinólogos” de Occidente interpretaban, por ejemplo, la manera en que se saludaban los líderes soviéticos: no era lo mismo un apretón de manos, que un abrazo, que un beso en la boca como los que Leonid Brezhnev les plantaba a sus correligionarios más queridos. La kremlinología era la manera que tenían los estadounidenses de intentar asomarse a los códigos culturales distintos que se manejaban en Eurasia.

Y parece que en esas seguimos. Las incipientes negociaciones de paz en, o sobre, o contra, Ucrania, se desarrollan en un visible abismo de percepciones: un hueco que separa a los estadounidenses de los rusos. Los norteamericanos ofrecen una serie de ideas preconcebidas que no necesariamente coinciden con las del Kremlin.

“La cosa más importante con la que nos tenemos que marchar de aquí”, dijo el secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, al llegar a la reunión con la delegación ucraniana en Arabia Saudí, “es una sensación fuerte de que Ucrania está preparada para hacer cosas difíciles, de la misma manera que los rusos tendrán que hacer cosas difíciles”. “Los rusos no pueden conquistar toda Ucrania, y obviamente será muy difícil para Ucrania, en un periodo razonable de tiempo, forzar a los rusos a retroceder a las posiciones en las que estaban en 2014”.

Foto: El presidente ruso, Vladimir Putin, realiza una visita a Kursk. (/Kremlin/dpa)

Las palabras de Rubio pueden ser consideradas realistas, dado el hecho de que Rusia controla el 19% de Ucrania desde el otoño de 2022. Y si en dos años y medio el frente no ha cambiado de manera sustancial, y ahora la máxima prioridad es acabar con la matanza, ese será el sacrificio que tendrán que hacer los ucranianos.

Pero Rubio habla como si fueran los ucranianos los que impiden una tregua o un acuerdo de paz por su orgullosa cabezonería. Con lo sencillo que sería deshacerse de esos territorios, de todas formas parcialmente destruidos, a cambio de una paz duradera que les permitiría reconstruir su país e iniciar un nuevo capítulo.

"Putin no está meramente interesado en capturar territorio, sino en asegurarse de que Ucrania se convierte en un Estado 'amigable'"

Se trata de la vieja fórmula de “paz por territorios” que está en boca de muchos comentaristas de este lado del antiguo Telón de Acero. Un enfoque inmediato y transaccional que repite, en diferentes formas, la Administración Trump, añadiéndole algunos complementos, como la exclusión de Ucrania de la OTAN o la idea de que no habrá fuerzas de paz estadounidenses en una Ucrania de posguerra. Concesiones barruntadas por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, en febrero.

El jefe de Rubio y de Hegseth, el presidente Donald Trump, ha dicho en numerosas ocasiones que Vladímir Putin quiere la paz, y los americanos están moviéndose a toda prisa para conseguir, si no unos acuerdos sólidos, al menos una tregua sobre la que fraguar un diálogo. Como si la guerra de Ucrania fuera una molestia que pudiera zanjarse con unas pocas transacciones.

Foto: Soldados rusos en el frente de Kursk, en octubre de 2024. (EFE)

La pregunta es si los rusos están en la misma longitud de onda que los americanos: si el Kremlin se daría por contento con todas esas concesiones, que serían la conservación de los territorios conquistados, la exclusión de Ucrania de la OTAN y la garantía de que no habría fuerzas americanas de mantenimiento de la paz. La duda es si Rusia también está dispuesta a despachar esta guerra de manera relativamente rápida, dada la cantidad de rusos caídos en combate y el creciente sufrimiento económico de su país, acosado por la inflación y la falta de mano de obra.

Varios observadores de dentro de Rusia, o con buenas fuentes en el Gobierno ruso, piensan que este no es el caso: que el Kremlin quiere más. Vladímir Putin no lo apostó todo a su invasión para anexionarse unos territorios ucranianos lastrados por una infraestructura obsoleta y una demografía envejecida y vaciada por el éxodo de los profesionales. No lo apostó todo para evitar que Ucrania entrara en la OTAN, algo que ya resultaba improbable con Joe Biden, ni para librarse de que los americanos desplegaran unas tropas de paz que, de todas formas, no iban a desplegar.

Dice Thomas Graham, que fue director de Asuntos Rusos con George W. Bush y que acaba de mantener varios encuentros en los círculos del Gobierno ruso en Moscú, que Putin no ha variado sus objetivos ni un milímetro desde que invadió Ucrania a gran escala. Además de las concesiones mencionadas, Putin probablemente quiere la “desmilitarización” y la “desnazificación” de Ucrania, un eufemismo, dice Graham, “para la instalación de un títere prorruso en Kiev”.

La analista rusa Tatiana Stanóvaya, fundadora del think tank RealPolitik, especializado en Rusia, piensa lo mismo. “Putin no está meramente interesado en capturar territorio, sino en asegurarse de que Ucrania se convierte en un Estado ‘amigable’. No aceptará ningún acuerdo basado en una división del país a lo largo de una línea de contacto. Y mucho menos uno que implique fuerzas occidentales”.

A Putin no le valdrá con los territorios

Antes de que Vladímir Putin rechazara la tregua de 30 días ofrecida por Washington y Kiev, varias agencias de noticias, citando fuentes oficiales rusas, recogían que Putin quería que la tregua abordara las “preocupaciones rusas” y que probablemente este retrasaría las negociaciones para reforzar su posición militar. Poco después, eso fue lo que, fundamentalmente, hizo Putin. Después de visitar Kursk de uniforme, Putin dijo que la tregua tenía que abordar las “causas de raíz” de la guerra y habló de “matices”: probablemente los objetivos maximalistas a los que no ha renunciado.

Pero quizás no estemos solamente ante una brecha cultural de percepciones. Las agencias de inteligencia de EEUU están ahí para separar el grano de la paja y recoger las mismas señales que perciben Thomas Graham o Tatiana Stanóvaya: los indicadores de que Putin quiere, simplemente, dominar Ucrania. Así lo expresó al atacar en 2022, y no ha revisado los objetivos; así lo dijo al plantear las condiciones de un alto el fuego en junio de 2024, y así lo reflejan sus decisiones, como el rechazo, aunque con palabras suaves, de la tregua ofrecida por Trump y Zelenski.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, durante su reunión con el líder bielorruso, Alexander Lukashenko. (EFE/Maxim Shemetov)

Según The Washington Post, “informes de inteligencia clasificados de EEUU, incluido uno de principios de [este] mes, ponen en duda la disposición de Vladímir Putin de terminar la guerra contra Ucrania, evaluando que el presidente ruso no se ha distanciado de sus objetivos maximalistas de dominar a su vecino del oeste”. Este informe en concreto, elaborado el 6 de marzo, fue entregado a los miembros del gabinete de Trump encargados de negociar la paz en Ucrania.

“Algunos altos cargos pasados y actuales de EEUU”, dice el artículo del Post citando fuentes anónimas, “han dicho que el líder ruso, incluso si aceptara una tregua temporal, la usaría para hacer que sus tropas descansen y se rearmen. Y era bastante probable que rompiera los términos del acuerdo orquestando una provocación de la que culparía a Ucrania”.

El problema es que estas valoraciones, según el diario, “irritan” a Donald Trump, que, dice una de las fuentes oficiales, “quiere desesperadamente un acuerdo. Y los rusos no dan señales de dar su brazo a torcer. Están elevando sus demandas”.

Foto: Reunión de las delegaciones ucranianas y estadounidenses en la ciudad de Jeddah, Arabia Saudí. (EFE/ANDRIY YERMAK TELEGRAM)

Dado que Trump también ha dado en ocasiones una de cal y otra de arena, restableciendo esta semana las sanciones a los sectores energético y bancario de Rusia, cabe la posibilidad de que cambie de estrategia y aplique presión a Rusia. Esta es la fina línea por la que transita Vladímir Putin: entre sus visibles objetivos de continuar presionando para llegar a dominar Ucrania, y la necesidad de tener relativamente contento a Trump, que, adoptando la visión rusa de la guerra, votando junto a Rusia en Naciones Unidas y presionando a Ucrania de varias maneras, está demostrando ser una baza útil para los planes rusos. Al menos por el momento.

Mientras los estadounidenses prueban la vía de las concesiones a Rusia y las presiones a Ucrania, y los europeos siguen en plena búsqueda existencial sobre su futuro defensivo, Vladímir Putin dilatará los tiempos. Probablemente, hasta expulsar a los ucranianos de la provincia de Kursk, y más allá. No es la primera vez que los rusos obstaculizan unas negociaciones hasta que refuerzan sus cartas militares.

El mundo entero, particularmente Ucrania, está pendiente de los gestos y las palabras que emanan diariamente de los gobiernos de Estados Unidos y de Rusia. Especialmente del de Rusia. Un comentario casual a puerta cerrada después de una entrevista, una visita oficial de uniforme o un tuit de la portavocía del Ministerio de Exteriores ruso pueden valer oro en medio de la incertidumbre. ¿Por qué no aceptan una tregua de 30 días? ¿Qué quieren decir con eso de las “causas de raíz”?

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