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¿Creías que el fin de USAID era un ahorro para EEUU? Este agricultor en Kansas te demuestra que no
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Incertidumbre en la América rural

¿Creías que el fin de USAID era un ahorro para EEUU? Este agricultor en Kansas te demuestra que no

Gran parte de los productos agrícolas con los que la agencia de ayuda internacional combatía el hambre en otros continentes provenían de un puñado de estados de EEUU. De un día para otro, ese mercado se ha desvanecido

Foto: Una cosechadora en un campo de maíz. (Getty/Scott Olson)
Una cosechadora en un campo de maíz. (Getty/Scott Olson)

Las tierras que cultiva Vance Ehmke en el condado de Lane de Kansas tienen 140 años de historia. La extensa propiedad de 14.000 acres que él y su mujer Louise gestionan desde hace décadas ha estado en manos de su familia durante cuatro generaciones, desde que emigraron de Alemania. Muchos han sido los altibajos que su negocio ha sufrido durante todo ese tiempo, pero ahora se han encontrado un inesperado bache en el camino: los radicales recortes de Elon Musk en el Gobierno de Estados Unidos y, en concreto, la erradicación fulminante de la ayuda internacional ordenada por el magnate tecnológico.

Musk ha acabado de un plumazo con la Agencia de Ayuda al Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID, por sus siglas en inglés). Ha despedido a cientos de sus trabajadores, paralizado la mayoría de sus actividades y suspendido los contratos con sus proveedores. Uno de los programas afectados ha sido Food for Peace, nacido en Kansas y dedicado a exportar excedentes de productos agrícolas estadounidenses para combatir el hambre en otros continentes. El sector calcula que las compras de la agencia ascendían a los 2.000 millones de dólares anuales, que se han esfumado de un día para otro, lo que no solo tiene impacto en la lucha contra el hambre fuera del país, sino también en su mercado interior agrícola.

"Muchas de las materias primas que USAID compra anualmente, esos 2.000 millones de dólares, se cultivan aquí en Kansas, como el maíz y el sorgo", explica Vance Ehmke en conversación con El Confidencial. "Esa porción del mercado ha desaparecido. Esas compras proporcionan apoyo a los precios a los que vendemos los agricultores estadounidenses, pero ahora ese componente del mercado ya no está ahí". Y vaticina preocupado: "Los precios sin ese apoyo se hundirán".

Este mazazo inesperado llega en un contexto ya de por sí muy complicado para el campo estadounidense. Por tercer año consecutivo, los agricultores han perdido dinero con todos los principales cultivos cosechados, según la patronal American Farm Bureau Federation. Además, la organización advierte que las cifras del Departamento de Agricultura muestran que los agricultores han perdido en dos años una cuarta parte de sus ingresos. "Estamos en una recesión agrícola. Esto no podría estar pasando en un peor momento", se lamenta Ehmke.

A todo ello, además, se suma la incertidumbre creada por los aranceles de Trump. El republicano pretende imponer gravámenes a los mayores importadores de productos agrícolas estadounidenses. Su plan actual es aplicar a partir del 2 de abril un 25% a todos los productos procedentes de México y Canadá, también los agrícolas, y duplicar al 20% los impuestos a los bienes procedentes de China. Estos países ya han dejado claro que pondrán en marcha medidas idénticas. Entre las consecuencias más directas, las patronales agrícolas destacan que Canadá y China pretenden responder gravando productos tan fundamentales para el sector agrícola como el trigo o el pollo procedente de Estados Unidos, además de prever una importante subida de los precios de los fertilizantes potásicos, puesto que un 80% de estos productos provienen de Canadá.

Pero la errática política arancelaria no solo hace daño al campo una vez puesta en marcha, sino mucho antes por la incertidumbre que crean los constantes cambios de opinión de Trump sobre su implementación, lo que hace imposible planificar. La semana pasada, en menos de 72 horas, el presidente estadounidense anunció los nuevos aranceles; Canadá, México y China respondieron prometiendo medidas recíprocas; el republicano reaccionó aplazando los de México hasta el 2 de abril; horas después hizo lo mismo para Canadá; y posteriormente estos países frenaron sus respuestas. Pero es que, además, esta semana Trump anunció y retiró aranceles del 50% al aluminio y acero de Canadá en menos de 12 horas para que luego, un día después, entraran en vigor gravámenes del 25% a estos productos de los que había advertido previamente, con la consiguiente medida recíproca de Ottawa.

Foto: Contenedores en el puerto de Houston, Texas. (Getty/Brandon Bell)

En medio de estos bandazos, los agricultores tienen que planificar qué plantar la próxima estación. "Las decisiones al respecto se tienen que tomar pronto porque necesitan cerrar precios sobre sus costes de importación para semillas, fertilizantes y químicos, y estas decisiones pueden ser muy costosas", señala Nick Levendofsky, presidente de la asociación de agricultores Kansas Farmers Union. Además, algunos agricultores se apoyan en créditos para afrontar inversiones, pero en el contexto actual "no hay muchos banqueros ahí fuera dispuestos a prestar dinero ahora mismo", agrega.

Todo ello mientras no se ha dado salida aún a los cereales de Kansas que estaban destinados a la ayuda internacional. "Lo último que salió hacia USAID fue sorgo en diciembre y ya no tienen ese mercado, así que hay muchos de estos productos que están todavía almacenados por toda Kansas y en todo el país", advierte Levendofsky."Y los precios siguen bajando".

"Estamos perdiendo esta cuota de mercado, lo que está provocando que los agricultores aquí en Kansas y en otros lugares se cuestionen si incluso van a plantar sorgo esta primavera", explica. "Ese es el efecto inmediato y necesitamos recuperar ese mercado porque es muy importante para muchos agricultores".

'Food for Peace', un programa de Kansas

Los recortes en USAID no solo afectan en lo económico a Kansas, sino que también tocan su identidad como estado. Uno de sus programas más longevos y que ahora está en peligro, Food for Peace, nació precisamente allí, cuando en los años 50 un agricultor del condado de Cheyenne, Peter O'Brien, planteó a las autoridades locales la idea de dedicar los excedentes de la cosecha a la lucha contra el hambre. Esa propuesta fue recogida por un senador de ese estado, Andy Schoeppel, para llevarla al Congreso y finalmente acabó en la mesa de otro ilustre de Kansas, el presidente Dwight D. Eisenhower, que firmó la legislación que dio inicio al programa.

Al ser preguntado qué supone como ciudadano de Kansas saber que ha contribuido con este programa de lucha contra el hambre, al agricultor Vance Ehmke le tiembla la voz y apenas puede responder. "Es parte de nuestra obligación humanitaria", consigue expresar antes de pedir pasar a la siguiente pregunta.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (EFE/ Jim Lo Scalzo)

La labor humanitaria de Food for Peace es indiscutible. En sus 70 años de historia ha enviado alimentos a 150 países. Solo en 2022, 58 millones de personas recibieron ayuda alimentaria bajo su paraguas, de acuerdo con las últimas cifras disponibles publicadas por Naciones Unidas. Los datos oficiales del programa ya no están disponibles, ya que el único contenido de la página web de USAID ahora mismo son instrucciones para que los trabajadores despedidos recojan sus objetos personales de las oficinas de la agencia.

Además, Food for Peace no ha servido solo para ayudar a millones de personas que sufren inseguridad alimentaria, sino que históricamente ha abierto nuevos mercados a los agricultores estadounidenses a base de construir nuevas relaciones con los países de destino. Ejemplos de ello son Japón y Corea del Sur, que en los inicios del programa fueron beneficiarios de la ayuda y, una vez sus economías crecieron y se desarrollaron, pasaron a ser clientes importadores de productos agrícolas de Estados Unidos.

Los políticos de Kansas son conscientes del impacto que estos recortes tienen en sus votantes. Por ello, el senador Jerry Moran y el congresista Tracy Mann, ambos republicanos de Kansas, han registrado medidas legislativas para intentar que el programa Food for Peace sobreviva, trasladándolo de USAID al Departamento de Agricultura. "Podemos asegurarnos de que el programa está en buenas manos y puede continuar trayendo ingresos a la agricultura estadounidense", dijo Moran en su intervención en el Senado para presentar la propuesta conjunta con otros legisladores de estados afectados. "En la América rural, los programas de asistencia alimentaria como Food for Peace ponen productos estadounidenses en las manos de los hambrientos y estos alimentos son una extensión tangible del trabajo duro y la dedicación de los agricultores y granjeros", defendió Moran sin entrar a criticar los radicales recortes del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) de Elon Musk.

El impacto de los recortes va más allá

La erradicación de las compras agrícolas de USAID no es lo único que preocupa a Vance Ehmke. Desde su granja también señala a la amenaza a los 50 millones de dólares con los que la agencia apoya la investigación agrícola de la Universidad Estatal de Kansas, que se centra en cuestiones como los cultivos resistentes a la sequía y otros efectos en las cosechas del cambio climático. La agencia para el desarrollo internacional lo financia con la idea de poder implementar nuevas técnicas agrícolas para mejorar la eficiencia de los cultivos en zonas con deficiencias alimentarias, pero al final esas mismas técnicas se acaban introduciendo en la agricultura local en Estados Unidos cuando.

Otros servicios fundamentales para la agricultura también están bajo amenaza. El Servicio Nacional Meteorológico y la agencia que lo administra están viendo sus plantillas reducidas en miles de puestos. La información que facilitan es clave para planificar todas las actividades agrarias. "Y nos avisa de los tornados", clama Ehmke. "Todo es incertidumbre y caos, y es muy difícil hacer buenos planes de gestión. Gracias, Trump", agrega en tono sarcástico.

Foto: Donald Trump en una rueda de prensa. (Reuters/Kent Nishimura)

Este agricultor se declara republicano, pero advierte que no votó por el actual presidente. Sin embargo, todo su entorno muestra un respaldo férreo por el inquilino de la Casa Blanca. Casi un 85% en su condado votó por el republicano en 2024 y, pese a todo, Ehmke no duda que el apoyo no flaquea. "Es realmente deprimente. Sin importar todo lo que la gente de Trump ha hecho y continúa haciendo, si tuviera que adivinar si hubiera unas elecciones mañana, de nuevo ese 85% votaría por Trump. Va más allá de la razón", lamenta.

Tampoco cree que la perspectiva de sus vecinos cambie, pese a que las perspectivas económicas son negativas. Lo ve tan complicado "como cambiar de religión" porque "han nacido republicanos, son republicanos y morirán republicanos", explica. "No sé qué hace falta para que despierten".

Las tierras que cultiva Vance Ehmke en el condado de Lane de Kansas tienen 140 años de historia. La extensa propiedad de 14.000 acres que él y su mujer Louise gestionan desde hace décadas ha estado en manos de su familia durante cuatro generaciones, desde que emigraron de Alemania. Muchos han sido los altibajos que su negocio ha sufrido durante todo ese tiempo, pero ahora se han encontrado un inesperado bache en el camino: los radicales recortes de Elon Musk en el Gobierno de Estados Unidos y, en concreto, la erradicación fulminante de la ayuda internacional ordenada por el magnate tecnológico.

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