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Trump dejó a Ucrania en la estacada por Putin. En Asia temen que llegue su turno con Xi
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Trump dejó a Ucrania en la estacada por Putin. En Asia temen que llegue su turno con Xi

La Administración Obama anunció que había llegado la hora de que la política exterior de EEUU "pivotara hacia Asia". Un giro copernicano para un país para el que la seguridad de Europa y Oriente Medio había sido central en la política exterior

Foto: Ejercicio anfibio del ejército surcoreano. (Reuters)
Ejercicio anfibio del ejército surcoreano. (Reuters)

La decisión de Donald Trump de cerrar el capítulo de Ucrania a toda costa ha sido vendida por la nueva la Casa Blanca como un paso necesario para volcar toda su atención y energía estratégica en el desafío que supone China. Sin embargo, el movimiento ha generado temores y alarma entre los principales aliados de Estados Unidos en Asia, que ven cómo en Washington están dispuestos a abandonar a Kiev a manos de Vladímir Putin. ¿Hará lo mismo con el líder chino Xi Xinping). Este nuevo capítulo estratégico abre opciones inéditas en la región, con nuevas alianzas, nuevo impulso militar y el espectro de un rearme nuclear de amplio alcance.

La letanía viene de lejos. En el ya lejano 2011, el presidente Barack Obama anunció solemnemente durante la cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC) celebrado en su Hawái natal que había llegado la hora de que la política exterior de Estados Unidos "pivotara hacia Asia". Un giro copernicano para un país para el que la seguridad de Europa y Oriente Medio había sido central en la política exterior de su país.

Pero en 2014, el auge del Estado Islámico y la primera invasión rusa de Ucrania (donde ocupó Crimea y parte del Donbás) obligaron a Obama a seguir implicado en esos teatros de operaciones, con el permanente drenaje de recursos y capital político que todavía entonces suponía Afganistán.

Aunque el pacto nuclear con Irán firmado aquel mismo año fue impulsado baja la premisa de cerrar definitivamente la principal amenaza en Oriente Medio, los aliados de los norteamericanos en la región consideraron que fue un mal acuerdo y asumieron que comenzaba una era en que su política exterior debía ser más asertiva. Tenemos ahí otro precedente más, y no tan lejano, de cómo las acciones de Estados Unidos generan efectos imprevistos al ser interpretadas de forma muy diferente en Washington que en los países afectados.

Foto: Vehículos blindados surcoreanos. (Reuters/Kim Hong-ji)

Cuando Donald Trump llegó por primera vez a la Casa Blanca también tenía el objetivo de volcarse en Asia y hacer frente al auge del gigante chino. Su medida estrella fue lanzar un paquete de aranceles a sus importaciones que fue respondida por Pekín, entrando los dos países en una guerra comercial que terminó con Estados Unidos teniendo que dar marcha atrás y firmando un acuerdo con la nación comunista en enero de 2020.

Pero, al igual que Obama, el presidente Trump también tuvo que prestar atención cercana a los acontecimientos en Oriente Medio, lanzando un ataque en 2018 contra instalaciones y vectores de lanzamiento de armas químicas sirias y dando luz verde al ataque que mató el comandante de la Guardia Revolucionaria de Irán, general Qasem Soleimani.

Una de las últimas medidas del saliente gobierno Trump fue lograr la firma de los llamados Acuerdos de Abraham, por el que cinco países árabes reconocían al Estado de Israel. Avanzar hacia la paz en la región, era otra, vez un prerrequisito para abordar definitivamente el desafío del Indo-Pacífico, que quedaría pendiente para un segundo mandato. Con su segunda llegada a la Casa Blanca, todo parecía anticipar que nuevamente Asia y la amenaza geopolítica de China serían centrales en la agenda política exterior estadounidense. Pero, entonces, llegó el terremoto. Los socios de Washington en la zona temen que el repliegue también les afecte a ellos, lo que pone sobre la mesa posibilidades hasta ahora no exploradas.

Una bomba peninsular

El caso más delicado se vive en la península de Corea. Desde el fin de la guerra en 1953 no existe un tratado de paz, ya que las hostilidades concluyeron con un alto el fuego y un armisticio. Desde entonces, Corea del Sur ha disfrutado estar bajo el paraguas defensivo de Estados Unidos, necesario para hacer frente al régimen comunista del Corea del Norte y sus enormes fuerzas armadas.

Durante décadas, el Pentágono ha mantenido tropas en el sur de la península, que actualmente componen un cuartel general (8ª Ejército) y una división (2ª de Infantería) que son, fundamentalmente, elementos de apoyo para acoger tropas enviadas desde el exterior en caso de conflicto. Las estructuras de mando de la 2ª División de Infantería son conjuntas, con la idea de operar coordinadamente con el ejército de Corea del Sur, que cedería a la 2ª División de Infantería una brigada mecanizada en caso de guerra. Además, el ejército de Estados Unidos tiene un programa (KATUSA) por el cual admite en sus filas a ciudadanos surcoreanos que prueben suficiente dominio del inglés y pasen las pruebas pertinentes.

Foto: Donald Trump y Xi Jinping, en 2019. (Reuters/Kevin Lamarque)

Que existan planes para que el ejército surcoreano ceda una brigada mecanizada a una división estadounidense y que ciudadanos surcoreanos cumplan su servicio militar integrados en el ejército surcoreano parte de la idea de la primacía militar estadounidense. En caso de guerra Estados Unidos desplegaría medios como portaaeronaves nucleares y bombarderos estratégicos invisibles al radar totalmente fuera del alcance de Corea del Sur. Pero, sobre todo, desde que Corea del Norte anunció haber desarrollado un programa de armas nucleares, el paraguas militar estadounidense cobraba un nuevo valor.

Los nuevos aires en la Casa Blanca han hecho saltar los tabúes preexistentes. El ministro de asuntos exteriores de Corea del Sur, Cho Tae-Yul, declaró en una sesión parlamentaria el 26 de febrero que el arma nuclear “no estaba fuera de la mesa” y que su gobierno debía prepararse para un cambio de posición del gobierno de Estados Unidos sobre la defensa del país, incluyendo el repliegue de las armas nucleares tácticas estadounidenses almacenadas allí.

La nueva carrera nuclear en la Península de Corea sería posible porque en las últimas décadas el gobierno surcoreano ha invertido decididamente en tecnología militar, en paralelo al despegue industrial y tecnológico del país, buscando contrarrestar la ventaja numérica de las fuerzas de Corea del Norte con armamento avanzado. Así, hay que destacar el desarrollo surcoreano de misiles de precisión pensados para destruir el armamento norcoreano en sus refugios subterráneos. Ese tipo de misiles podría recibir cabezas nucleares para poner en pie la fuerza nuclear surcoreana.

Japón, empujada a romper tabúes

Japón es otro caso peculiar en el contexto asiático. La constitución promulgada después del fin de la Segunda Guerra Mundial establecía límites estrictos al rearme del país. Hasta enero de 2007, Japón no contó con un Ministerio de Defensa. Y aún hoy las fuerzas armadas, que por tamaño y capacidades son equivalentes a las de cualquier país avanzado, reciben el nombre de Fuerzas de Autodefensa de Japón.

Sólo estirando la interpretación de la Constitución y las leyes hemos visto el despliegue de fuerzas militares japonesas en misiones de paz bajo mandato de Naciones Unidas, en misión humanitaria durante la ocupación de Iraq y luchando contra la piratería en el Cuerno de África. Por el camino ha habido un lento cambio de la percepción de la sociedad japonesa sobre sus fuerzas armadas, muy ligado a su papel a la ayuda en catástrofes naturales. Pero sobre todo por la percepción de la amenaza nuclear de Corea del Norte, país que repetidamente ha probado misiles balísticos que han sobrevolado Japón, además del auge de China, su poder aeronaval y su fuerza de misiles estratégico.

Foto: El portaaviones Ronald Reagan y el destructor JS Kaga en unas maniobras conjuntas. (Reuters)

Los límites autoimpuestos por Japón y el tamaño de los desafíos a los que se enfrenta el país ha justificado la continuidad del paraguas militar estadounidense, que al igual que en el caso de Corea del Sur, implica la presencia de tropas extranjeras en su suelo. En este caso, el elemento principal es la III Fuerza Expedicionaria de Infantería de Marina, formada por una división de infantería de marina, unidades aéreas y toda clase de unidades de apoyo. La presencia de personal militar estadounidense en Japón no ha estado exenta de roces con la población local. El reciente traslado de fuerzas de Japón a Guam podría incrementarse si entramos en una nueva fase de repliegue estadounidense.

La experiencia de los ataques con armas nucleares contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial y la refundación del país como una potencia pacífica todavía tiene su peso en Japón país. Pero la elevación de las tensiones en Asia y el sentimiento de soledad estratégica que provoque una retirada estadounidense aumentará la presión para superar los tabúes en torno a la remilitarización del país, el desarrollo de una industria de defensa capaz e incluso el arma nuclear.

En los últimos años hemos visto que Japón ha adoptado una actitud más abierta para impulsar las exportaciones de su industria de defensa, algo necesario para hacer rentables los programas cada vez más complejos. Y ha buscado en Europa socios para desarrollar un caza de nueva generación. Todos esos esfuerzos se redoblarán si vemos un cambio de postura en la Casa Blanca hacia Japón.

Taiwán en la cuerda floja

El pasado día 4 de marzo tuvo lugar en el Senado estadounidense una comparecencia del candidato propuesto por el gobierno Trump para subsecretario de política de Defensa, Elbridge Colby. En su currículum destaca haber participado en la elaboración de la edición de 2018 del documento de Estrategia de Defensa Nacional de los Estados Unidos, donde se señalaba que el Departamento de Defensa debía centrarse en el desafío planteado por el auge de China.

En la comparecencia, Colby fue preguntado por Taiwán. Afirmó que dicho país es “muy importante” para los Estados Unidos y que perder Taiwán “sería un desastre para los intereses estadounidenses, pero que “no es un interés primordial” como lo es “negar a China la hegemonía regional”. Y añadió que Taiwán debería aumentar su gasto en defensa para llegar al 10% de su Producto Nacional Bruto, poniendo la responsabilidad en el propio país, pasando por alto las sucesivas negativas de Estados Unidos de vender armamento avanzado al gobierno de Taipei para evitar enojar a China.

Foto: Buques de guerra taiwaneses participan en unas maniobras navales este miércoles en Hualien (Taiwán). (EFE/Ritchie B. Tongo)

Las declaraciones de Colby se suman a varios motivos de preocupación en Taiwán tras la llegada de un nuevo gobierno a la Casa Blanca. Las declaraciones de Donald Trump sobre Groenlandia fueron recibidas en Taiwán con preocupación, porque abriría una nueva era de intercambios de territorios que podría convertir a la isla en moneda de cambio entre Estados Unidos y China. Mientras que los aranceles impuestos a Canadá y México, dos países amigos, suponen también un precedente peligroso para Taiwán, cuya industria de semiconductores ha sido acusada por Donald Trump de robar de la industria estadounidense y quitarle puestos de trabajo.

Precisamente el papel clave de suministrador de las grandes empresas tecnológicas estadounidenses que ocupa Taiwán le ha permitido a la isla contar con el apoyo de Estados Unidos frente a las ambiciones chinas. De momento, el gobierno de Taiwán ha anunciado que aumentará el gasto de defensa y expandirá las inversiones de su industria de semiconductores en Estados Unidos mientras confía que para el nuevo gobierno de la Casa Blanca la isla asiática seguirá siendo parte de los “intereses nacionales primordiales”.

Nuevas alianzas militares e industriales

Si se llega a confirmar que en la Casa Blanca entienden el mundo como un conjunto de esferas de influencias donde Estados Unidos se repliega militarmente de Europa y Asia veremos un mundo más inestable donde las potencias regionales actuarán más agresivamente en su patio trasero. Fumio Kishida, quien fuera primer ministro de Japón entre 2021 y 2024, afirmó recientemente que si las negociaciones de paz sobre Ucrania dejan fuera al país invadido y se limitan a recoger las demandas del agresor “podría provocar un tipo de comportamiento equivocado en Asia".

Un primer movimiento que provocaría el repliegue estadounidense en Asia sería que los países con democracias avanzadas en la región se verían empujados a formar alianzas militares. Hasta ahora una alianza más estrecha de Corea del Sur y Japón ha sido frenada por el pesado legado de las atrocidades cometidas por las fuerzas imperiales japonesas en la Península de Corea, un asunto que nunca ha logrado las disculpas explícitas y sinceras de Japón que en Seúl demandan. Sin olvidar las reclamaciones territoriales por pequeños islotes que ambos países disputan. Pero ya se han dado los primeros pasos. El día 2 de marzo el presidente en funciones de Corea del Sur, Choi Sang-mok, expresaba que en este nuevo contexto geopolítico que la cooperación entre Japón y Corea del Sur era “esencial”.

Mientras tanto, una menor dependencia de las democracias avanzadas de Asia de los Estados Unidos empujaría a buscar nuevos socios tecnológicos en el ámbito de la defensa. Esto abre una oportunidad a Europa, con el camino ya abierto por los acuerdos bilaterales de Polonia o por Airbus Helicopter con la industria de Corea del Sur mientras el Reino Unido e Italia han encontrado un entendimiento con Japón para su programa de futuro avión de combate. La española Indra ya firmó un acuerdo con Japón para adaptar el avión de patrulla marítima Kawasaki P-1. La soledad estratégica de Europa y Asia tras la retirada de Estados Unidos podría ser el comienzo de nuevas amistades.

La decisión de Donald Trump de cerrar el capítulo de Ucrania a toda costa ha sido vendida por la nueva la Casa Blanca como un paso necesario para volcar toda su atención y energía estratégica en el desafío que supone China. Sin embargo, el movimiento ha generado temores y alarma entre los principales aliados de Estados Unidos en Asia, que ven cómo en Washington están dispuestos a abandonar a Kiev a manos de Vladímir Putin. ¿Hará lo mismo con el líder chino Xi Xinping). Este nuevo capítulo estratégico abre opciones inéditas en la región, con nuevas alianzas, nuevo impulso militar y el espectro de un rearme nuclear de amplio alcance.

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