"Han aprovechado para vengarse": la masacre que ha hecho temblar a las minorías en Siria
Después de cuatro días del inicio de la contrainsurgencia, el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos (SOHR) ha documentado la muerte de 973 civiles en ataques contra los alauíes
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En la costa de Siria se ha derramado más sangre este fin de semana que en catorce años de guerra. Los casi dos millones de personas que viven en las regiones mediterráneas de Lataquia y Tartús pasaron la última década y media viendo desde sus pantallas cómo las tropas del régimen de Bashar Al Asad, allanaban el resto del país. Su población, de mayoría alauí, era vista por los rebeldes como la 'protegida' del dictador, y, de hecho, el ejército nacional tuvo en los hombres de esta tierra su mejor cantera de soldados.
Tras la caída del régimen y la llegada de Ahmed al Sharaa al palacio presidencial de Damasco, muchos temieron que las nuevas autoridades islamistas buscaran venganza en el grupo del que emanaba la dinastía Al Asad. No fue así en un primer momento: el nuevo Gobierno se comprometió desde el principio a una transición que incluyera a las minorías y que se amparara en el Estado de derecho. Pero, en los últimos días, han pagado justos por pecadores.
El jueves pasado, un conato de contrarrevolución frustró todo plan de saldar las deudas por la vía de la justicia. Un grupo de hombres armados leales a Al Asad tendió una emboscada contra las nuevas autoridades y mató a al menos 35 personas en el pueblo de Yable y la ciudad de Lataquia. El objetivo era el mismo que el de la guerrilla que varios grupos llevaban desde diciembre librando en aldeas de la costa: impedir que la Organización Tahrir al Sham (HTS) se estableciera en las regiones alauíes.
Rápidamente, la HTS envió refuerzos a la zona para aplastar lo que su líder describió como un “asalto mortal, bien planificado y premeditado por remanentes del gobierno de Al Asad”. Pero la respuesta se le fue de las manos al gobierno, y tan pronto como el viernes empezaron a aparecer pruebas de que la contención de un levantamiento se había convertido en una represalia contra la minoría alauí. A medida que se desplegaban tropas de Idlib, Homs y Damasco, las mezquitas de las regiones leales a la nueva administración empezaron a hacer su parte: llamaban a la población a librar la yihad en apoyo de las fuerzas de seguridad.
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Después de cuatro días, el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos (SOHR) ha documentado la muerte de 973 civiles en ataques contra los alauíes. La Red Siria de Derechos Humanos (SNHR), por su parte, continúa verificando los vídeos y, el lunes por la noche, presentaba unas cifras inferiores: 779 asesinatos extrajudiciales en total. De ellos, 383 a manos de 'remanentes' del régimen de Al Asad, y 396 a manos de fuerzas progubernamentales. “Distinguir entre civiles y miembros desarmados del régimen de Al Asad ha resultado especialmente difícil, ya que muchos de ellos iban vestidos de paisano”, explica Fadel Abdul Ghany, director ejecutivo de la SHNR.
A la espera de un recuento definitivo, al Sharaa ha creado un comité independiente para investigar los asesinatos en un plazo de 30 días y exigir responsabilidades a los autores. Un segundo organismo buscará “preservar la paz civil y la reconciliación, porque la sangre engendra más sangre”. El presidente interino ha anunciado también que la operación militar ha concluido. Aunque “esto va a repercutir en el camino [a la transición], pero rectificaremos la situación tanto como podamos”, ha prometido el mandatario este lunes por la tarde a los periodistas de Reuters con un hilo de voz que se perdía por los salones del palacio presidencial de Damasco.
Sin embargo, la muerte de civiles ha dejado claro que muchos combatientes “han visto una oportunidad para vengarse después de tantos años”, como el propio al Sharaa reconoció en la entrevista. El presidente, que en sus días al mando del Frente Al Nusra describió a los alauíes como parte de una secta que “se salía del camino de Dios y del islam” y que tendrían que renunciar a Al Asad y cambiar sus creencias si querían permanecer a salvo, acusó hasta el domingo a estos ‘remanentes’ del régimen —entre ellos Maher al Asad, primo del dictador y líder de la Cuarta División del antiguo ejército— de “fomentar el malestar y crear discordia comunal”.
Las imágenes de este fin de semana ya pesan sobre la nueva administración siria. Los combatientes que acudieron a la costa se encargaron ellos mismos de retransmitir ejecuciones en directo y vídeos en los que agredían a hombres de las provincias de Lataquia y Tartús. Por su parte, la población alauí de la región documentó el éxodo al Líbano de al menos 5.000 personas a través del río Kabir, la travesía por el bosque para encontrar refugio y los nombres de los desaparecidos de este fin de semana trágico.
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Desde un pinar en la comarca de Cadmús, Nana grita al teléfono: “Siria es una tumba, esto no es un país”. Desde el viernes, esta joven madre duerme a la intemperie con sus dos hijas, su marido y los padres de ambos. Huyeron de su casa en Baniyas, uno de los pueblos más afectados por la ofensiva: “Cuando salimos, vimos los cuerpos de nuestros vecinos a ambos lados de la carretera. Nos han masacrado, esto ha sido un Holocausto”, llora, aun desde el refugio, con miedo a volver a su hogar, pese a que las autoridades han asegurado que la lucha ha terminado.
“Un familiar que está conmigo me ha dicho que los combatientes que llegaron a su barrio no eran sirios. Hablaban una lengua extranjera. Dicen que somos los remanentes del régimen y nos matan. Así de simple. ¿Qué dice esto sobre el sentido de la justicia del nuevo Gobierno?”, implora Nana. Después de colgar el teléfono, dedica una hora a mandar publicaciones en redes sociales en las que se documentan presuntos asesinatos y agresiones a la comunidad alauí de Lataquia y Tartús.
Muchas de las pruebas son posibles de verificar: entre ellas, la de una ONG local de Idlib que el mismo lunes ha repartido bolsas para el iftar —la ruptura del ayuno en este mes de Ramadán— con el mensaje: “Los alauíes tienen derecho a descansar en paz, pero en su tumba”. Otras supuestas pruebas corresponden a eventos pasados o son, directamente, falsas. Por ejemplo, la Archidiócesis Ortodoxa Griega ha desmentido un vídeo que afirmaba que las fuerzas sirias habían ejecutado a un sacerdote cristiano llamado Yohanna Boutros, después de que el magnate sudafricano Elon Musk y el propagandista estadounidense Tucker Carlson compartieran las acusaciones en sus cuentas de X.
Además de los ataques a los alauíes, las poblaciones musulmanas de la región también se han visto afectadas por esta ola de violencia. Entre ellos, una familia desplazada originaria de Idlib —incluida una madre y sus 5 hijos—, que fue encontrada sin vida tras ser ejecutada a tiros por militantes pro Al Asad. En el pueblo de Al Qirdaha se ha encontrado una fosa común con cadáveres de las fuerzas de seguridad.
Israel amenaza con desplegar sus tropas
La situación en la costa ha inflamado las tensiones en el resto del país. Este lunes, las calles de Alepo amanecieron salpicadas de sangre en los barrios de Ashrafiya y Sheikh Maqsoud, de mayoría kurda y controlados por las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS). En el barrio de Mezze de Damasco, de mayoría alauí, hubo altercados después de que un grupo de hombres tirara granadas contra un edificio de la Seguridad General. En la plaza de Al Marja de la capital, una protesta pacífica contra las operaciones del gobierno en la costa fue interrumpida por disparos al aire.
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Estos cuatro días sangrientos ponen en duda la posible transición de Siria a un Estado de derecho en el que sea la Justicia la que repare los daños de la guerra. La cuestión de las minorías llevaba siendo delicada desde la caída del régimen, pero, pese a los intentos de Ahmed al Sharaa de contener cualquier ola de violencia, la interferencia extranjera también está teniendo un peso crucial en el enfrentamiento entre sirios.
Durante semanas ya, Israel ha amenazado con desplegar sus tropas en los barrios de Jaramana, al sur de Damasco, si las nuevas autoridades ponían en peligro a la minoría drusa que vive allí. Ante la masacre en la costa, el gobierno de Benjamín Netanyahu ha reiterado su disposición a “velar por las minorías”, y el lunes por la noche el portavoz del gobierno israelí, David Mencer, describió la violencia como una “masacre de civiles” y dijo que Israel estaba “preparado, si fuera necesario, para defender a los drusos”. Por su parte, el líder supremo iraní, Ali Jamenei, llegó a predecir el mes pasado la aparición de un “grupo fuerte y honorable” en Siria. En el noreste, los grupos apoyados por Turquía se han enfrentado a las fuerzas kurdas que controlan gran parte del Kurdistán.
Después de tres meses navegando las presiones externas, ahora Damasco tendrá que calibrar bien su estrategia para que la tragedia de este fin de semana en Lataquia y Tartús no mine la voluntad de muchos sirios de construir un Estado para todos.
En la costa de Siria se ha derramado más sangre este fin de semana que en catorce años de guerra. Los casi dos millones de personas que viven en las regiones mediterráneas de Lataquia y Tartús pasaron la última década y media viendo desde sus pantallas cómo las tropas del régimen de Bashar Al Asad, allanaban el resto del país. Su población, de mayoría alauí, era vista por los rebeldes como la 'protegida' del dictador, y, de hecho, el ejército nacional tuvo en los hombres de esta tierra su mejor cantera de soldados.