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Hoy te quiero, mañana me olvido de ti: ¿qué quiere realmente Trump de Taiwán?
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Hoy te quiero, mañana me olvido de ti: ¿qué quiere realmente Trump de Taiwán?

El último acuerdo empresarial entre EEUU y Taiwán ha hecho saltar las alarmas en la isla por la falta de confianza en la política exterior de Trump y sus relaciones con China

Foto: Donald Trump y Xi Jinping, en 2019. (Reuters/Kevin Lamarque)
Donald Trump y Xi Jinping, en 2019. (Reuters/Kevin Lamarque)

"Sería un suceso catastrófico, evidentemente”, contestaba el presidente estadounidense, Donald Trump, el pasado lunes 3 de marzo cuando le preguntaban sobre la posible invasión de China de Taiwán. Ese día, el neoyorquino estaba eufórico, o al menos le interesaba vender a la prensa que estaba eufórico, porque al magnate hay que aprender a interpretarlo como a los comerciantes de las ferias. Su diplomacia de 'si quieres que te proteja, dame un motivo económico para hacerlo', parece que aplica también a Taiwán.

El desastroso encuentro en la Casa Blanca con su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, se ha seguido con atención en muchos lugares del mundo y, especialmente, en Taiwán. Nadie en la isla se fía ya de Trump. “Para Trump parece que no existe el concepto de aliados. Todo es transaccional, todo se mide por el beneficio que puede obtener Estados Unidos”, ha afirmado Chen Fang-yu, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Soochow de Taipéi.

El neoyorquino ha convertido la diplomacia y la política internacional en una partida de cartas, la frase tiene de hecho su copyright, y los demás han aprendido la lección. El 3 de marzo, Trump anunciaba que el gigante taiwanés de fabricación de semiconductores TSMC, la más importante compañía del mundo en este crucial sector tecnológico, invertiría 100 mil millones de dólares en sus fábricas en Estados Unidos. “Debemos ser capaces de construir los chips y semiconductores que necesitamos aquí mismo. Es una cuestión de seguridad nacional para nosotros”, afirmaba el presidente en una comparecencia en la Casa Blanca junto al CEO de TSMC, C.C Wei.

Eso hizo saltar las alarmas en la isla donde Estados Unidos, como sucede en todo el planeta que no sea Israel, ha pasado a ser un socio no fiable bajo el paradigma trumpista de “no es personal, son negocios”. Así lo advierten los propios analistas locales: “Taiwán sin industrias de semiconductores y tecnología será como Ucrania sin armas nucleares”, es el esclarecedor análisis James Yifan Chen, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Tamkang de Taiwán.

Foto: Ejercicios militares en Taiwán. (EFE/Ritchie B. Tongo)

En la isla, varias voces ponen matices al acuerdo presentado a bombo y platillo por Trump. Algunos apuntan a que el acuerdo debe aún concretarse y que los chips más cualificados seguirán construyéndose exclusivamente en Taiwán para, como lo califica el profesor Fang-yu, mantener “el escudo de silicio”. El Gobierno taiwanés sabe perfectamente que el Gobierno estadounidense ha pasado de aliado a socio comercial en el mejor de los casos, y también sabe que sin el escudo de Washington, Pekín tiene una autopista directa hasta Taipéi.

Y lo sabe, entre otras cosas, porque si la Administración Trump es capaz de calificar a sus más estrechos aliados como Reino Unido de “países aleatorios que no saben lo que es una guerra en 40 años”, según palabras del vicepresidente JD Vance, el resto, más que con las barbas en remojo, está ya en la barbería. En medio de ese caos, todos intentan leer entre líneas una partitura no escrita. Quizá ese es el problema, que se intenta averiguar el desenlace de un guión de la Casa Blanca que en realidad no existe, se adapta o improvisa. “Tengo una magnífica relación con Xi Jinping y quiero llevarme muy bien con China”, dijo Trump el pasado mes de febrero.

Todo esto son frases y gestos que se superponen unos a otros. Poco tiempo después de hablar de querer llevarse muy bien con China, el pasado 13 de febrero el Departamento de Estado estadounidense eliminó la frase “no apoyamos la independencia de Taiwán” de su página web donde actualiza las relaciones entre Washington y Taipéi. ¿Y eso cambia o garantiza algo? Tampoco. Eso es parte de la estrategia comercial del neoyorquino y de ese anunció de la inversión de 100 billones de dólares de TSMC en EEUU.

Eliminar la frase de que “Estados Unidos no apoya la independencia de Taiwán” no la convierte en “EE.UU apoya la independencia de Taiwán”, y menos con esta nueva Administración estadounidense que, en dos meses, ha dado bandazos en cada una de sus decisiones diplomáticas. “Nunca comento nada sobre eso. No quiero tener que ponerme en esa situación”, fue la respuesta de Trump sobre si apoyaría o impediría la toma de Taiwán por parte de China.

Inmediatamente después, el neoyorquino detalló sobre ese amor y odio que mantiene también con Pekín: “Queremos que vengan e inviertan. Veo tantas cosas diciendo que no queremos a China en este país. Eso no es cierto. Queremos que inviertan en Estados Unidos. Eso es bueno. Viene mucho dinero e invertiremos en China. Haremos cosas con China. La relación que tendremos con China será muy buena”, dijo Trump.

Por su parte, un portavoz del departamento de estado especificó sobre la retirada de la frase en la página web: “Nos oponemos a cualquier cambio unilateral del statu quo por cualquiera de las partes. Apoyamos el diálogo a través del Estrecho, y esperamos que las diferencias a través del Estrecho se resuelvan por medios pacíficos, libres de coerción, de manera aceptable para los pueblos de ambos lados del Estrecho”.

"Estamos dispuestos a la guerra"

Cada semana hay un capítulo nuevo. Esta última, la estrategia del palo y la zanahoria lo ha revuelto especialmente todo. Después de que Donald Trump abriera una guerra comercial con la imposición de sus tarifas a China, el Gobierno de Pekín parece que empieza a cansarse de soflamas y amenazas. “Si la guerra es lo que quiere EEUU, ya sea una guerra arancelaria, una guerra comercial o cualquier otro tipo de guerra, estamos dispuestos a luchar hasta el final”, han contestado la Embajada de China en Washington a la guerra arancelaria.

A Taiwán todo este clima le afecta. Taipéi no tiene el paraguas, mayor o menor, de Europa —a diferencia de Ucrania— y solo tiene su industria de chips para convencer al empresario Trump de que su causa merece la pena. O son rentables en algún modo para la nueva América, o lo de las alianzas estratégicas a medio plazo ya no funciona. Y otra vez ahí entra la ambivalencia de Washington.

El pasado martes 4 de marzo, en una comparecencia en el Senado de EE.UU, Elbridge Colby, número tres en el Pentágono, advirtió que “Taiwán debe gastar un 10% de su GDP en defensa. Ahora está por debajo del 3%”. Y luego, el político estadounidense dejó más claro cuáles son los intereses de Estados Unidos en este conflicto. “Siempre he dicho que Taiwán es muy importante para Estados Unidos. Pero, como usted ha dicho, no es un interés existencial. El principal interés estadounidense es negar a China la hegemonía regional”, aclaró Colby para después puntualizar hasta donde está la Administración Trump dispuesta a llegar. “Tenemos que tener las capacidades militares en Asia, o relevantes para Asia, para poder llevar a cabo una defensa local de Taiwán a un coste y nivel de riesgo que el pueblo estadounidense esté dispuesto a tolerar”.

Foto: El presidente de China, Xi Jinping, visita Macao. (Reuters)

La realidad es que el contexto político internacional actual es absolutamente impredecible, y ese es justamente el tsunami diplomático que ya esté en marcha. “El presidente Trump también ha dejado claro que quiere negociar un amplio acuerdo económico con China, lo que plantea la cuestión de qué pedirá China a cambio. Sus declaraciones anteriores sobre Taiwán —acusándola de robar la industria estadounidense de fabricación de semiconductores y dudando de que Estados Unidos deba o pueda defender la isla— pueden llevar al líder chino Xi Jinping a concluir que a Trump le importa mucho más el comercio que Taiwán.

"Entonces, podría ofrecer concesiones en lo primero a cambio de algo en lo segundo. Xi puede considerar la decisión de Estados Unidos de negociar directamente con Rusia sobre la guerra de Ucrania, sin que Ucrania se siente a la mesa, como un precedente para las negociaciones directas con Trump sobre Taiwán”, explica David Sacks, especialista en las relaciones entre EE.UU, China y Taiwán, en Council Foreign Relations.

Los chips son por ahora el único muro que Washington tiene para hacer prevalecer su superioridad tecnológica

Pero también es cierto que los chips son por ahora el único muro que Washington tiene para hacer prevalecer su superioridad tecnológica sobre Pekín. “Se espera que la prohibición estadounidense de vender chips y equipos avanzados a China retrase el avance tecnológico de este país (…) Esto ayudaría a Estados Unidos en la batalla tecnológica con China y mantendría la actual jerarquía económica. La duración de esta red mundial de cadenas de suministro dependerá de la eficacia de la política estadounidense de control de las exportaciones, del éxito o el fracaso de la tecnología autóctona china, así como de la evolución de las relaciones entre Estados Unidos y China”, recuerda la economista taiwanesa Min-hua Chinag.

En ese escenario dual, donde ya no hay un tablero fiable ni unas estrategias a medio plazo, sino un mercado con su oferta y demanda, muchos analistas apuntan a que Taiwán puede ser, como lo es Canadá, México, Europa, Groenlandia, Panamá o Ucrania, una carta más en la baraja de Trump. En este caso, ese “as en las manga” parece que se lo guarda para cuando se siente a jugar la partida con Xi.

"Sería un suceso catastrófico, evidentemente”, contestaba el presidente estadounidense, Donald Trump, el pasado lunes 3 de marzo cuando le preguntaban sobre la posible invasión de China de Taiwán. Ese día, el neoyorquino estaba eufórico, o al menos le interesaba vender a la prensa que estaba eufórico, porque al magnate hay que aprender a interpretarlo como a los comerciantes de las ferias. Su diplomacia de 'si quieres que te proteja, dame un motivo económico para hacerlo', parece que aplica también a Taiwán.

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