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No era un farol: los aranceles de Trump a sus vecinos reafirman el gran cambio de era
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Tras un mes de respiro, llega la realidad

No era un farol: los aranceles de Trump a sus vecinos reafirman el gran cambio de era

Los aranceles a México y Canadá ponen fin a décadas de libre comercio en América del Norte, rompiendo con un modelo económico que había sido central en la estrategia de Estados Unidos desde finales del siglo XX

Foto: El presidente estadounidense, Donald Trump, en la Casa Blanca este lunes. (Getty/Andrew Harnik)
El presidente estadounidense, Donald Trump, en la Casa Blanca este lunes. (Getty/Andrew Harnik)
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A las 00:01 de este martes, sin un minuto de tregua, la administración de Donald Trump ha ejecutado su medida económica más agresiva hasta la fecha: la imposición de aranceles de hasta un 25% a casi todas las importaciones de México y Canadá. Las esperanzas de que se tratara de una táctica de presión negociadora o que, en el último momento, las tasas se suavizaran en un acuerdo de emergencia, se han desvanecido. Trump no ha reculado, como lo hizo el mes pasado, y confirma así un punto de inflexión en la política comercial de Estados Unidos: la era del proteccionismo ya no es una amenaza, sino una realidad.

Los aranceles afectan una amplia gama de productos, aunque las importaciones de energía, como el petróleo crudo y el gas natural, estarán sujetas a una tasa reducida del 10%. Canadá ha confirmado que impondrá sus propios aranceles de represalia que, según adelantó la ministra de Asuntos Exteriores del país, Mélanie Joly, ascenderán a un total de 155.000 millones de dólares canadienses (107.000 millones de dólares estadounidenses). Se espera que primera tanda de estas tasas, por valor de 30.000 millones de dólares, entre en vigor de inmediato y afecte productos de consumo cotidiano como pasta, ropa y perfumes. México, un país que depende de EEUU para un 80% de las exportaciones, todavía no ha indicado cómo responderá.

La medida pone fin a décadas de libre comercio en América del Norte, rompiendo con un modelo económico que había sido central en la estrategia de Estados Unidos desde finales del siglo XX. Ni siquiera en los momentos más tensos de la administración Trump en su primer mandato, cuando renegoció el NAFTA para convertirlo en el T-MEC, se llegó a una ruptura remotamente similar a la de la magnitud actual.

El giro es tan abrupto que deja en la sombra incluso los episodios proteccionistas más notorios en la historia de Estados Unidos. La Ley de Aranceles Hawley-Smoot de 1930, promulgada en un intento de contener los efectos de la Gran Depresión, impuso barreras comerciales de manera progresiva y sobre sectores específicos. En contraste, las nuevas tarifas contra México y Canadá impactan de forma inmediata y transversal, sacudiendo los cimientos de toda la estructura productiva de la región.

Foto: Contenedores en el puerto de Houston, Texas. (Getty/Brandon Bell)

Para los vecinos de Estados Unidos, se trata de un golpe desolador. Como recuerda el Wall Street Journal, durante décadas, ambos países tejieron una red de acuerdos comerciales con un pilar innegociable: el acceso preferencial al mercado estadounidense. Esa estrategia permitió a México consolidarse como un gigante exportador de vehículos, cerveza y pantallas planas, mientras que Canadá utilizó su vínculo comercial con Estados Unidos para catapultar su economía hasta el G-7. La decisión de Trump golpea de lleno ese modelo y podría costarle a Canadá hasta un 5% de su PIB y a México un 3%, según múltiples estimaciones de analistas.

Además del castigo contra México y Canadá, Trump firmó el lunes una orden ejecutiva que impone un nuevo arancel del 10% a las importaciones chinas, sumándose al 10% que ya entró en vigor el mes pasado. A primera hora de este martes, Pekín anunció nuevas represalias. A partir del 10 de marzo, aplicará tasas adicionales de hasta el 15% sobre ciertos productos estadounidenses, incluyendo un 10% a la soja y un 15% al maíz, dos de los pilares del comercio agrícola entre ambos países. Además, el gobierno chino ha impuesto restricciones a la exportación de minerales estratégicos utilizados en productos tecnológicos y ha añadido a 15 empresas estadounidenses a su lista de "entidades no confiables", lo que podría limitar su acceso al mercado chino.

Este choque, que ya está siendo calificado por la prensa china como el inicio de una segunda guerra comercial, marca un deterioro aún mayor en las relaciones entre ambas potencias. Durante su primer mandato, Trump y Xi Jinping lograron un acuerdo parcial en 2020 que frenó la escalada de aranceles, pero esta vez no ha habido ni siquiera una conversación directa entre los líderes de ambos países. La falta de diálogo sugiere que la espiral de represalias podría prolongarse sin una solución a la vista.

Y el terremoto comercial apenas acaba de comenzar. El próximo 12 de marzo se activará un arancel del 25% sobre el acero y el aluminio con alcance global, mientras que el 2 de abril se implementarán tarifas adicionales sobre sectores clave como la industria automotriz y los productos agrícolas. Además, todavía está pendiente la entrada en vigor de un sistema de "aranceles recíprocos", que gravará las importaciones en función de las políticas fiscales de los países de origen, una medida ampliamente considerada como un castigo contra la Unión Europea.

El mensaje de la Casa Blanca es claro: el proteccionismo abanderado por Trump no es ninguna herramienta táctica para forzar negociaciones, sino el pilar central de su estrategia económica. Una estrategia con efectos difíciles de sobreestimar. Los propios economistas estadounidenses advierten que los aranceles están destinados a elevar la inflación —que el presidente de EEUU prometió combatir durante su campaña— en los próximos meses, a medida que las empresas trasladen el aumento de costos a los consumidores. También existe el riesgo de que un desplome económico por parte de Canadá y México reduzca la demanda de exportaciones estadounidenses, más allá de las campañas de boicot que están empezando a florecer.

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters/Leah Millis)

La administración Trump no ha mostrado señales de reconsiderar su estrategia, incluso cuando los primeros síntomas de impacto económico comienzan a manifestarse. Lejos de admitir la posibilidad de ajustes, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, defendió la semana pasada que los aranceles no solo reducirán la inflación, sino que también reactivarán la industria nacional a largo plazo. "Pueden fortalecer nuestra capacidad industrial, generar empleos y reforzar nuestra seguridad económica", aseguró. Por su parte, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, también apuntó a un horizonte lejano, reconociendo que el retorno de empleos a Estados Unidos mediante aranceles "tomará al menos dos años".

Sin embargo, Trump lleva apenas unas semanas en el cargo, y esos dos años —en cuyo tramo final se encuentran las elecciones de medio término de 2026— pueden volverse una eternidad si el impacto económico empieza a golpear el bolsillo de los votantes antes de que sus promesas de recuperación se materialicen.

A las 00:01 de este martes, sin un minuto de tregua, la administración de Donald Trump ha ejecutado su medida económica más agresiva hasta la fecha: la imposición de aranceles de hasta un 25% a casi todas las importaciones de México y Canadá. Las esperanzas de que se tratara de una táctica de presión negociadora o que, en el último momento, las tasas se suavizaran en un acuerdo de emergencia, se han desvanecido. Trump no ha reculado, como lo hizo el mes pasado, y confirma así un punto de inflexión en la política comercial de Estados Unidos: la era del proteccionismo ya no es una amenaza, sino una realidad.

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