Todos quieren ser el susurrador favorito de Trump en Europa: ahora es el turno de Starmer y UK
Reino Unido busca garantías de seguridad estadounidenses en Ucrania y considera que cualquier acuerdo implica una negociación más amplia sobre la seguridad europea
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El premier británico Keir Starmer viene repitiendo en el último mes que Reino Unido no tiene que elegir entre sus aliados a un lado y otro del Atlántico. Pero a Donald Trump no le gustan las medias tintas. Es más de estás conmigo o contra mí. Y eso es algo que el inquilino de Downing Street tendrá muy presente este jueves cuando se reúna en la Casa Blanca con el presidente estadounidense, en uno de los momentos más críticos de las relaciones trasatlánticas que, a su vez, es el período de turbulencia política y estratégica en Europa más intenso desde la caída del Muro de Berlín.
Históricamente, cuando un primer ministro británico llegaba a Washington tenía una idea segura de lo que diría y haría su interlocutor. Pero la era Trump no funciona bajo las reglas estipuladas. No está claro, por tanto, cómo responderá a las demandas de Starmer, quien busca garantías de seguridad estadounidenses para una operación de mantenimiento de la paz europea en Ucrania y considera que cualquier acuerdo implica una negociación más amplia sobre la seguridad europea, incluido un posible pacto sobre fuerzas convencionales entre la OTAN y Rusia.
Dado todo lo que está en juego, Europa quiere desesperadamente un asiento en la mesa de negociaciones para acabar con la guerra de Ucrania. Parece inaudito que no se dé por hecho. Pero así es la era Trump. Si decide finalmente incluir al Viejo Continente, es poco probable que le dé más de un asiento. Ucrania ha pedido a Europa que encuentre un solo nombre. Y Starmer se postula ahora como puente transatlántico.
Para allanar el camino, el premier anunció por sorpresa el martes un aumento de la partida presupuestaria de defensa hasta el 2,5% del Producto Interior Bruto (PIB) a partir de abril de 2027 (respecto al 2,3% actual), con el propósito añadido de intentar alcanzar el 3% en la próxima legislatura, lo que considera el “mayor incremento” sostenido desde la Guerra Fría.
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No está claro si el aumento impresionará al líder republicano, que ha estado exigiendo a los aliados europeos de la OTAN un gasto de en torno al 5% en defensa. Sea como fuera, no hay garantías de que la alianza seguiría existiendo en su forma actual en junio, cuando se celebrará una cumbre en Países Bajos, o si Europa se verá obligada a establecer una capacidad de defensa independiente.
El lunes, Estados Unidos se puso del lado de Rusia y Corea del Norte al votar en contra de una resolución de la ONU propuesta por sus aliados europeos que culpaba a Rusia de invadir Ucrania. Luego impulsó su propia resolución en el Consejo de Seguridad con el apoyo de Rusia y China que pedía un “final rápido” de la guerra, pero sin repetir los llamados anteriores de apoyo a la integridad territorial de Ucrania.
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Por si había dudas, el secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, aseguraba este mes en la Conferencia de Seguridad de Múnich que Estados Unidos no estaba “principalmente centrado” en la seguridad europea, lo que significaba un aparente fin a uno de los principios centrales de la OTAN.
Antes de su viaje a Washington, el premier estuvo hablando por teléfono con el presidente francés Emmanuel Macron, que se mostró en público cautelosamente optimista tras la reunión mantenida el lunes con Trump. Aunque aún hay muchos puntos en los que avanzar. El inquilino de la Casa Blanca aceptó alguna forma de “respaldo” estadounidense para cualquier posible despliegue futuro de fuerzas europeas para ayudar a mantener la paz en Ucrania. Pero no ha detallado lo que esto podría significar.
Durante varias semanas, tanto Reino Unido como Francia —las dos potencias nucleares de Europa— han estado discutiendo opciones para formar una coalición de fuerzas de paz europeas y aliadas que podrían ser enviadas en caso de un acuerdo de paz que sea aceptable para Ucrania. Esto formaría parte de una garantía de seguridad europea contra una futura agresión rusa, pero sólo podría ser creíble con el apoyo militar y de inteligencia estadounidense.
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Macron tiene también fuertes aspiraciones al puesto de Mr. Europa. El caos político en el país, paradójicamente, le da más tiempo para centrarse en los asuntos exteriores. Pero los halcones del norte y centro de Europa no confían mucho en él, menos aún en lo que respecta a Rusia, con la que quería abrir un “diálogo estratégico” sobre seguridad antes de 2022. ¿Esto allana el camino para Starmer?
Reino Unido fue uno de los primeros países en apoyar a Ucrania ante la invasión y se presenta como un actor clave para la defensa de Europa. Coincidiendo con el tercer aniversario de la invasión, el pasado lunes anunció el mayor paquete de sanciones contra Rusia desde 2022. Con todo, lo quiera aceptar o no, el Brexit no juega a su favor. Está más aislado.
Y francamente, de momento la “relación especial” entre Reino Unido y Estados Unidos —de la que se presume más en Londres que en Washington, todo sea dicho— no parece que esté marcando la agenda de la nueva administración estadounidense.
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Los ataques a Starmer por parte del magnate Elon Musk, convertido ahora en mano derecha de Trump, han sido constantes. Por su parte, en su discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente estadounidense JD Vance señaló que el peligro para Europa no proviene de Rusia o China, sino de su interior, recalcando sus preocupaciones sobre la erosión de la libertad de expresión, con mención explícita al Reino Unido.
Una de las principales esperanzas que tiene Downing Street es que cuando Trump decida sobre cualquier nueva ola de aranceles, excluya a Reino Unido. Un acuerdo comercial pos-Brexit más formal protegería a Londres aún más, pero dado el estilo de negociación implacable de Trump, además de las promesas del gobierno de Starmer de no diluir las regulaciones de seguridad alimentaria para las importaciones estadounidenses, esto se presenta como algo lejano o incluso imposible de alcanzar.
Pero, de vuelta a la guerra en Ucrania. Tras el paso de Starmer por Washington, el viernes será el turno del propio presidente ucraniano Volodímir Zelenski, quien estará en la Casa Blanca para cerrar el acuerdo sobre minerales. Se estima que alrededor del 5% de las "materias primas esenciales" del mundo se encuentran en Ucrania, incluidas 19 millones de toneladas de reservas probadas de grafito, que se utiliza para fabricar baterías para vehículos eléctricos. Y obviamente eso no es un dato que Trump haya pasado por alto.
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El presidente estadounidense ha abandonado su ridículamente exagerada demanda de un retorno de 500.000 millones de dólares por el apoyo prestado desde la invasión militar rusa.
Pero lo que queda claro es que en la era Trump, la ayuda estadounidense viene con condiciones añadidas. Dar ayuda simplemente por ayudar, ya sea que se brinde por razones humanitarias o estratégicas, es cosa del pasado, lo que representa un reordenamiento fundamental de la política exterior estadounidense durante el último siglo. Estuvo el Plan Marshall, el idealismo posterior a la Guerra Fría y la "Agenda de la Libertad" de George W. Bush para promover la democracia global. Pero ahora el lema es otro. Todo se rige por "Estados Unidos primero".
El premier británico Keir Starmer viene repitiendo en el último mes que Reino Unido no tiene que elegir entre sus aliados a un lado y otro del Atlántico. Pero a Donald Trump no le gustan las medias tintas. Es más de estás conmigo o contra mí. Y eso es algo que el inquilino de Downing Street tendrá muy presente este jueves cuando se reúna en la Casa Blanca con el presidente estadounidense, en uno de los momentos más críticos de las relaciones trasatlánticas que, a su vez, es el período de turbulencia política y estratégica en Europa más intenso desde la caída del Muro de Berlín.