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Trump y Zelenski zanjan (por ahora) la saga de las tierras raras: anatomía de un delirio
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Dar la mano y casi quedarse sin brazo

Trump y Zelenski zanjan (por ahora) la saga de las tierras raras: anatomía de un delirio

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se reunirá con Trump este viernes, según fuentes consultadas por Reuters. La Casa Blanca aún no se ha pronunciado al respecto

Foto: Un trabajador siderúrgico en un alto horno en Zaporiyia, en el sureste de Ucrania. (EFE/Oleg Petrasyuk)
Un trabajador siderúrgico en un alto horno en Zaporiyia, en el sureste de Ucrania. (EFE/Oleg Petrasyuk)

A lo largo del último mes, un factor apenas mencionado durante los tres años de guerra en Ucrania ha irrumpido con fuerza ante el foco mediático global: los recursos naturales del país. De la nada, la narrativa pasó de centrarse en la devastación de la guerra a exaltar al país como un paraíso para las tierras raras, materias primas codiciadas en todo el mundo. Ante este suculento botín, Donald Trump habría lanzado una ofensiva neocolonial sobre Kiev, exigiendo que Estados Unidos se quede con una parte sustancial del pastel como compensación por la ayuda militar brindada hasta la fecha. Un pulso que el presidente Volodímir Zelenski habría intentando resistir como buenamente podía, mientras Rusia mueve sus propias fichas en la disputa.

Y sin embargo, este martes, el Financial Times revelaba que Ucrania y Estados Unidos habían llegado a un acuerdo para firmar un tratado sobre la explotación conjunta de minerales ucranianos y su firma podría ejecutarse este mismo viernes 28 de febrero. Una reunión que el presidente estadounidense ya adelantó que podría suceder "esta semana o la siguiente". Del borde del abismo a un acuerdo entre caballeros en cuestión de semanas.

La saga de las “tierras raras” ucranianas es el último ejemplo del frenesí informativo desatado por el retorno de Trump a la Casa Blanca, un escenario donde los acontecimientos internacionales avanzan a un ritmo vertiginoso, las filtraciones eclipsan los anuncios oficiales y los líderes políticos se disputan el control del relato mediático. En este torbellino de afirmaciones, titulares y desmentidos, lo mejor es pausar, diseccionar la historia y separar el ruido de la realidad. ¿Cómo pasaron los recursos naturales de Ucrania a dominar la cobertura del conflicto? ¿Qué han negociado exactamente Kiev y Washington? ¿Qué hay de cierto en esta narrativa y cuánto es puro espejismo?

El origen de una obsesión

La chispa que encendió la saga se remonta a septiembre de 2024, cuando Volodímir Zelenski se reunió con Donald Trump en la Trump Tower de Nueva York. Según reveló The New York Times, el encuentro formaba parte de un esfuerzo negociador de Kiev por adaptarse al enfoque transaccional del magnate, dejando atrás las apelaciones morales con las que había conseguido el respaldo de la Administración Biden. Ucrania sabía que si el entonces candidato republicano lograba regresar a la Casa Blanca, la ayuda estadounidense corría el riesgo de desvanecerse, así que debía ofrecerle otros incentivos para convencerlo de mantener el apoyo militar.

Foto: Una persona pasa junto a un puesto de souvenirs con una bandera que representa a Ucrania y a Estados Unidos, en el centro de Kiev, Ucrania. (EFE/SERGEY DOLZHENKO)

Durante meses, Kiev había desarrollado lo que bautizó como su "Plan de la Victoria", una estrategia para convencer a sus aliados occidentales de que seguir apoyando a la resistencia ucraniana no era solo una cuestión de principios, sino también de pragmatismo geopolítico y económico. La propuesta de Zelenski a Trump fue la siguiente: si Estados Unidos seguía invirtiendo en Ucrania, podría asegurarse acceso preferencial a ciertos minerales estratégicos presentes en el país y de enorme importancia para las industrias tecnológica y militar.

Uno de los mayores aliados de Trump, el senador Lindsey Graham, se había encargado de allanar ese terreno durante meses. “Si ayudamos a Ucrania ahora, podrían convertirse en el mejor socio comercial con el que jamás hayamos soñado”, declaró en junio de 2024. En septiembre, reforzó su mensaje con un video junto a Zelenski, dejando clara su postura: Ucrania no solo era clave en términos estratégicos, sino una “mina de oro” de recursos minerales con un valor multibillonario que justificaba la continuidad del apoyo estadounidense.

En este pitch, por supuesto, había una dosis considerable de exageración. "Si estás tratando de convencer a alguien como Trump, vas a usar todo el maquillaje que puedas para que tu propuesta luzca lo más atractiva posible", explica a este periódico Jeff Amrish Ritoe, asesor estratégico en energía y materias primas en el Hague Centre for Strategic Studies (HCSS).

Y si el objetivo de Ucrania era captar la atención del futuro presidente, la estrategia funcionó incluso mejor de lo esperado. El problema fue que el magnate no solo mordió el anzuelo, sino que reinterpretó la oferta a su manera, desencadenando consecuencias que Zelenski nunca había planeado.

Tierras no tan raras

Llegados a este punto, es importante recalcar que el plan de Zelenski nunca hizo referencia a las tierras raras a las que Trump no ha parado de referirse desde entonces.

Las tierras raras son un grupo de 17 elementos esenciales para la fabricación de imanes de alta potencia, baterías y tecnología militar avanzada. Las potencias occidentales llevan tiempo preocupadas por la dominancia de China en su producción mundial, una que ha logrado no por tener las mayores reservas, sino por su inversión en infraestructuras y cadenas de suministro. Ucrania, por el contrario, nunca ha sido un actor relevante en este sector. De hecho, el Servicio Geológico de EEUU ni siquiera lo incluye en la lista de países con reservas significativas.

Foto: La mina a cielo abierto de Haizhou en Fuxin, provincia china de Liaoning. (Getty/VCG)

“La UE identifica 51 materias primas fundamentales, de las cuales diecisiete pertenecen al grupo de las tierras raras. Pero es importante no mezclar los términos y afirmar que Ucrania tiene unca gran cantidad tierras raras. Lo que tiene es el potencial de producir una cantidad considerable de ciertas materias primas, como el titanio, el manganeso, el grafito o el litio”, explica Ritoe.

Es decir, todas las tierras raras son materias primas fundamentales, pero no todas las materias primas fundamentales son tierras raras. Una distinción clave que, o bien nadie se ha molestado en aclarar a Trump, o bien el magnate ha preferido ignorar deliberadamente, quizás porque considera que el término “tierras raras” tiene más gancho.

Poco después de su inauguración, Trump empezó a hablar en público de su interés por las riquezas minerales de Ucrania. En una entrevista con Fox News emitida el pasado 10 de febrero, el mandatario afirmó que Kiev había accedido a entregarle a Estados Unidos una cantidad astronómica de estos recursos. "Les dije [a los ucranianos] que quiero el equivalente a 500.000 millones de dólares en tierras raras. Y esencialmente han aceptado hacerlo, así que al menos no nos sentiremos estúpidos", declaró el mandatario.

Las declaraciones tomaron por sorpresa al gobierno ucraniano, pero aquello no fue nada en comparación con lo que se avecinaba. Dos días después, Donald Trump y Vladímir Putin mantenían una conversación telefónica en la que acordaban dar inicio a un proceso de negociación para la paz en Ucrania… sin Ucrania. Y el 14 de febrero, cuando un aún aturdido Zelenski llegó a la Conferencia de Seguridad de Múnich, el secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent, lo esperaba con un documento que poco tenía que ver con la reunión en la Trump Tower.

Foto: Entrada a una exhibición de búnkeres de la Segunda Guerra Mundial en Berlín. (Reuters/Fabrizio Bensch)

El borrador, que no hacía referencia alguna a las garantías de seguridad que Kiev ansía contra Rusia, estipulaba que Estados Unidos se quedaría con el 50% de los ingresos generados por la explotación minera en Ucrania, además de un porcentaje similar de cualquier nueva licencia otorgada a empresas privadas en el futuro. Además, Washington se reservaría el derecho exclusivo a establecer las condiciones para futuras concesiones. Todo ello, en nombre de recuperar esa cifra mágica de 500.000 millones que nadie sabía de dónde había surgido.

El problema, claro está, es que esa fuente de riqueza que Trump ansía poseer no existe. Porque, como advierte Ritoe, la diferencia entre identificar minerales en el suelo y extraerlos de manera rentable es enorme. “Lo que hay en los mapas no siempre se traduce en producción. Antes de hablar de extracción comercial, hay que pasar por procesos largos y costosos de exploración y Ucrania, simplemente, no está en esa etapa aún para sus materias primas críticas”, afirma el experto, que recuerda que el país ni siquiera cuenta con los códigos mineros y tributarios adecuados para incentivar las inversiones privadas y mejorar las asociaciones público-privadas para desarrollar activos en Ucrania.

En otras palabras, para que un recurso pase de ser un simple hallazgo geológico a convertirse en una reserva explotable, es necesario un proceso que puede tardar años e incluso décadas. "Desde la exploración hasta la producción pueden pasar fácilmente 15 años y se requiere mucho dinero", agrega el experto. A esto se suma un detalle fundamental: la geología ucraniana se basa en datos de la era soviética, lo que significa que muchas de las cifras sobre su riqueza mineral requieren una reevaluación con tecnologías modernas. Sin una inversión considerable en prospección y desarrollo, cualquier estimación sobre la rentabilidad de estos recursos es, en el mejor de los casos, especulativa. Y en el peor, pura fantasía.

Rechazo y reencuentro

Como era de esperar, Zelenski rechazó firmar el documento. Desde ese momento, el gobierno ucraniano y la Casa Blanca protagonizaron un tira y afloja constante en público. “No firmaré lo que diez generaciones de ucranianos tendrán que pagar”, dijo el presidente ucraniano en una conferencia de prensa el pasado domingo. “Voy a resucitar ese acuerdo, o el asunto se volverá poco feliz (para Zelenski)”, manifestó, por su parte, Trump.

Normalmente, este tipo de acuerdos se negocian a puerta cerrada, con filtraciones controladas y sin declaraciones altisonantes en público. Pero esta vez, la historia se ha descontrolado por completo. Según Ritoe, esto se debe en gran medida al estilo populista de negociar de Trump. “En otras épocas, este acuerdo se habría manejado discretamente y habría sido suavizado entre las partes”, señala. “Pero esta vez, los ucranianos se sintieron acorralados y reaccionaron defendiéndose en público. Y una vez que la disputa salió a la luz, se volvió fea muy rápido”, agregó.

Foto: Jonathan Kirshner. (Cedida)

Pese a este aparente choque de trenes, las negociaciones entre EEUU y Ucrania se estaban desarrollando en segundo plano, con múltiples indicios que ya apuntaban durante los últimos días a que el tratado no estaba muy lejos de alcanzarse. Porque, pese a las múltiples acusaciones sobre la supuesta naturaleza neocolonial del acuerdo, Kiev está interesado en una futura exploración conjunta de sus recursos que resultaría extremadamente difícil y costosa de realizar por su cuenta.

Como explicaba a la BBC Iryna Suprun, directora ejecutiva del Geological Investment Group, una firma de asesoría minera con sede en Ucrania, atraer a inversionistas estadounidenses para desarrollar sus recursos naturales del país sería enormemente beneficioso para su economía. "Obtendremos tecnologías que nuestra industria minera tanto necesita. Obtendremos capital. Eso significa más empleos, pagos de impuestos y, sobre todo, ingresos por el desarrollo de los depósitos minerales”, señalaba.

Estados Unidos, por su parte, argumenta que este tipo de inversiones en Ucrania conllevan, por su mera existencia, garantías de seguridad implícitas.“Cuantos más activos tengan las empresas estadounidenses en el terreno, mayor será el interés de Estados Unidos en el futuro de la economía ucraniana y más seguridad creará para el pueblo ucraniano”, indicó el pasado domingo Bessent, el secretario del Tesoro, en entrevista con Fox News.

Foto: Volodímir Zelenski, en el día de las Fuerzas Armadas en Kiev. (EFE)

Finalmente, este martes había fumata blanca. El acuerdo, finalmente, establece un marco para la exploración conjunta de recursos minerales, además de petróleo y gas. Ucrania contribuirá con el 50% de la monetización de estos recursos a un fondo destinado a inversiones dentro del país. De los famosos 500.000 millones de dólares que deseaba Trump, ni rastro. De las garantías de seguridad explícitas que buscaba Zelenski, tampoco. El presidente estadounidense puede presumir de haber conseguido una compensación por las millonarias aportaciones militares a Kiev. El ucraniano, de no haber cedido a las condiciones draconianas que le exigían originalmente.

¿Final feliz, entonces? Nada garantiza que esta sea la última página de la saga. Rusia ha comenzado a entonar el tipo de cantos de sirena que Trump parece incapaz de ignorar. Este lunes, Vladímir Putin dejó caer una oferta hecha a la medida del magnate, afirmando que está dispuesta a conceder a empresas estadounidenses acuerdos lucrativos para explotar "tierras raras" (sic) en las zonas de Ucrania bajo ocupación rusa, además de otras oportunidades en la industria del aluminio en Siberia.

Putin insistió en que Rusia posee una cantidad “muy superior” de metales estratégicos en comparación con Ucrania y subrayó la capacidad de Moscú para desarrollar esos recursos con socios extranjeros, incluidos los estadounidenses. “Hay mucho en lo que pensar aquí”, afirmó el mandatario ruso. Un mensaje calculado para resonar en el único sitio que importa: el Despacho Oval.

A lo largo del último mes, un factor apenas mencionado durante los tres años de guerra en Ucrania ha irrumpido con fuerza ante el foco mediático global: los recursos naturales del país. De la nada, la narrativa pasó de centrarse en la devastación de la guerra a exaltar al país como un paraíso para las tierras raras, materias primas codiciadas en todo el mundo. Ante este suculento botín, Donald Trump habría lanzado una ofensiva neocolonial sobre Kiev, exigiendo que Estados Unidos se quede con una parte sustancial del pastel como compensación por la ayuda militar brindada hasta la fecha. Un pulso que el presidente Volodímir Zelenski habría intentando resistir como buenamente podía, mientras Rusia mueve sus propias fichas en la disputa.

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