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¿A la derecha, sin la derecha? La amenaza de AfD en la que basa su juego político
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"El gobierno no durará"

¿A la derecha, sin la derecha? La amenaza de AfD en la que basa su juego político

El próximo canciller conservador necesita formar un gobierno estable con su rivales ideológicos, la golpeada socialdemocracia y quizá incluso Los Verdes, y teniendo en frente a la ultraderechista AfD crecida por el mejor resultado de su historia

Foto: La colíder del partido Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel. (Reuters)
La colíder del partido Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel. (Reuters)

Alemania ha votado por un giro a la derecha y el ganador de las elecciones, el conservador Friedrich Merz, afronta ahora la compleja tarea de formar un gobierno que refleje ese cambio en medio de las graves crisis que sacuden a Alemania y Europa. Merz no la tendrá fácil: la virulenta campaña electoral ha magullado bastante las relaciones con los dos únicos potenciales socios de coalición y un acercamiento con el otro ganador de la jornada, la ultraderecha, es tabú.

La populista Alternativa para Alemania (AfD) seguirá a todas luces en la oposición, aunque tendrá la segunda bancada más grande tras conseguir una quinta parte de los votos, un resultado histórico para un partido de extrema derecha en la Alemania de la posguerra. Un músculo que los 'ultras' estarían muy dispuestos a usar para gobernar. "Nuestra mano está siempre extendida para formar gobierno, para hacer realidad la voluntad del pueblo", ofreció la líder del partido, Alice Weidel, en la noche electoral a Merz con la calculadora en mente, ya que una improbable alianza entre los conservadores de la CDU/CSU de Merz y la AfD tendría una holgada mayoría.

Incompatible con la agenda 'ultra'

Weidel apuntó además a las coincidencias entre ambos bloques, visibles sobre todo en las exigencias de una política de mano dura con la inmigración. Y lanzó una suerte de amenaza. Los conservadores "han copiado uno a uno nuestro programa", aseguró Weidel durante el cara a cara de los candidatos tras el cierre de urnas en la tertulia de la llamada 'ronda de elefantes', y pronosticó que un gobierno de Merz sin la ultraderecha duraría "apenas dos años". "Si pacta con la izquierda, no podrá aprobar sus propias medidas. Será un gobierno interino".

Nada indica, sin embargo, que el conservador esté dispuesto a aceptar el regalo envenenado de Weidel. "Nos puede extender la mano cuanto quiera, pero yo no voy a poner en entredicho 75 años de historia de mi partido", respondió Merz aludiendo a las señas de identidad históricas de la democracia cristiana de Konrad Adenauer y Helmut Kohl, en particular, la apuesta por la Unión Europea y la OTAN. También las simpatías apenas disimuladas de la AfD por la Rusia de Vladímir Putin y, sobre todo, el desprecio de los 'ultras' por la democracia liberal descartan un pacto. Y es que los viejos traumas por la barbarie del nazismo siguen haciendo impensable que la mayoría de votantes alemanes estén dispuestos a aceptar un gobierno con participación de la extrema derecha.

El tiro por la culata

Un indicador de que ese rechazo sigue vivo, pese al auge electoral de la AfD, ha sido la inesperada resurrección de La Izquierda, prácticamente desahuciada hace algunas semanas, y que celebró un éxito inesperado el domingo. Los primeros análisis sugieren que el casi 9% del voto cosechado por ese partido se debió a la movilización de los votantes jóvenes, molestos después de que Merz aceptara hace algunas semanas, de forma indirecta, los apoyos de la AfD para dos mociones parlamentarias contra la inmigración irregular.

Se cree que el candidato conservador apostaba así por sumar votos con el enfado de la población después de que un refugiado afgano apuñalara a dos personas en el sur de Alemania a finales de enero. Y los socialdemócratas (SPD) y Los Verdes se ilusionaron por la posible reacción contraria de los votantes progresistas cabreados por la maniobra de Merz.

Las encuestas no reflejaron ninguna de ambas cosas durante semanas, hasta que el resultado electoral confirmó la tendencia que se venía insinuando en los últimos días: que la beneficiaria de la estrategia de Merz ha sido finalmente La Izquierda. En la noche del domingo, la alegría por la victoria no pudo ocultar del todo cierta decepción entre algunos miembros de la CDU/CSU por haberse quedado al final por debajo del 30% que les vaticinaban las encuestas. A Merz le salió el tiro por la culata.

Los roces ideológicos

La realidad ha arrojado al final un escenario complejo en la baraja de coalición, una tarea mayúscula para un Merz que pide negociaciones rápidas en medio de las crisis globales: "El mundo no puede esperar por unas negociaciones demasiado extensas", alertaba el domingo el que será el próximo canciller. Su alianza conservadora está obligada a formar gobierno con los socialdemócratas para reeditar la gran coalición

Y las diferencias ideológicas siguen pesando mucho para que Merz pueda completar el giro a la derecha deseado por los votantes. Sus promesas de cerrar, en la práctica, las fronteras el primer día de su gobierno podrían ser un sapo demasiado duro de tragar para socialdemócratas. Y Merz tampoco hizo mucho por acercar posiciones el sábado, en el último día de la campaña, cuando calificó en público como "chalados verdes y de izquierda" a manifestantes que le increpaban en la calle.

Alemania ha votado por un giro a la derecha y el ganador de las elecciones, el conservador Friedrich Merz, afronta ahora la compleja tarea de formar un gobierno que refleje ese cambio en medio de las graves crisis que sacuden a Alemania y Europa. Merz no la tendrá fácil: la virulenta campaña electoral ha magullado bastante las relaciones con los dos únicos potenciales socios de coalición y un acercamiento con el otro ganador de la jornada, la ultraderecha, es tabú.

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