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Olaf Scholz: el hombre que no supo alzarse ante el momento mundial que atraviesa Alemania
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Tan listo... que nadie se enteró

Olaf Scholz: el hombre que no supo alzarse ante el momento mundial que atraviesa Alemania

El socialdemócrata se despedirá previsiblemente del poder tras las elecciones de hoy, y en caso de cumplirse las encuestas, será uno de los inquilinos más efímeros de la cancillería

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz. (Reuters/Liesa Johannssen)
El canciller alemán, Olaf Scholz. (Reuters/Liesa Johannssen)

Olaf Scholz ha lucido tan convencido en la recta final de la campaña que por momentos parece en negación, ajeno a la dura realidad electoral en este gélido invierno alemán. "Un 60%", respondía cuando le preguntaban en una entrevista por la probabilidad de que siga siendo canciller de su país, diez días antes de las elecciones de este domingo.

Las cifras, sin embargo, cuentan una historia muy distinta. Scholz es hoy uno de los jefes de Gobierno más impopulares en la historia de la República Federal de Alemania. A comienzos de mes, casi el 60% de sus compatriotas consideraba que hacía mal su trabajo. Y las encuestas le pronostican a su Partido Socialdemócrata, el SPD, apenas el 15% de los votos, la mitad de lo que podrían obtener los conservadores de Friedrich Merz, el favorito para liderar el próximo Ejecutivo.

A falta de que lo confirmen las urnas, Scholz le podría deparar en ese caso al SPD el peor resultado de su historia. Y será uno de los tres cancilleres que menos tiempo gobernó desde la posguerra, después de ganar de forma sorprendente las elecciones de 2021. Una figura trágica, barrido por la vorágine de las crisis mundiales que le tocó enfrentar, y por sus propios errores.

"La trayectoria política de Olaf Scholz termina el próximo domingo", cree Frank Capellan, que ha acompañado de cerca al canciller durante esta campaña para la radio pública Deutschlandfunk. Lo que le quedará, de forma meramente simbólica, serán algunas semanas o meses de jefe de Gobierno interino.

Scholz, el dubitativo

Parte de la historia de ese fracaso es también que su propio partido estuvo a punto de poner fin a la candidatura de Scholz por la reelección antes de que esta hubiese arrancado de verdad. En diciembre, el SPD debatió durante varios días en público sobre si cambiar de caballo y apostar por el actual ministro de Defensa, Boris Pistorius, en la carrera por la cancillería. Una afrenta para Scholz, pero en los ajustes de cuentas tras el próximo domingo resurgirá probablemente con fuerza el reproche de cómo un partido que tiene en sus filas al político más popular de Alemania —el susodicho Pistorius— se permitió el lujo de prescindir de él. La comparación entre Scholz y Pistorius muestra, en todo caso, cuál fue literalmente uno de los campos minados que precipitaron la caída del actual canciller: la guerra en Ucrania.

Pistorius se ha convertido en Alemania en el rostro de la nueva política militar, entre otras cosas, por haber introducido el término kriegstüchtig en el debate, una palabra acuñada para describir a un país preparado para defenderse e ir a la guerra en caso de ser necesario. Toda una revolución en el ADN de una república construida sobre décadas de pacifismo. Scholz, en cambio, encarna otra cosa. Sus críticos más benévolos lo han acusado de dubitativo, de temeroso, de no atreverse a hacer más por temor a enfadar más a Vladímir Putin.

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El canciller, por ejemplo, se niega hasta el día de hoy a decir directamente que Ucrania debe ganar la guerra para que Europa pueda restablecer la paz. "Rusia no puede ganar la guerra", es el eufemismo que Scholz ha repetido de forma insistente desde 2022, para evitar ver en los periódicos el titular de un líder germano deseando en público una derrota rusa. Por los fantasmas de un pasado particularmente turbulento, marcado por la brutal guerra entre la Alemania nazi y la Unión Soviética que costó millones de vidas en el siglo XX.

Millones en ayudas, pero no entregó los 'Taurus'

Scholz podrá haber convencido con el matiz lingüístico a aquellos que le temen a un conflicto desbocado y a la amenaza nuclear, pero también ha enervado a sus aliados en los últimos años. Su terca negativa a entregar a Kiev los misiles de largo alcance Taurus, de fabricación alemana, se ha convertido en un símbolo de su vacilante política de apoyo a Ucrania. Sus críticos más duros o malintencionados lo han llegado a tachar por eso incluso de 'rusófilo' o, al menos, de no interesarse de verdad por el destino de Ucrania. Ambas acusaciones, injustas.

Wolfgang Schmidt, mano derecha de Scholz y ministro jefe de la cancillería, defiende que el Ejecutivo hizo mucho por apoyar a Kiev y evitar a la vez una escalada. "Olaf Scholz demostró su valía como un canciller resoluto y prudente en una de las mayores crisis en la historia de la República Federal", dice a El Confidencial Schmidt, que ejerce desde hace décadas de spin doctor, de principal asesor político del canciller. "En Europa, Alemania es de lejos el país que más apoya a Ucrania y ha acogido a más de un millón de ucranianos y ucranianas", subraya.

En la percepción pública, en efecto, queda a menudo en segundo plano que, con Scholz, Berlín ha hecho más que nadie en Europa por apoyar a la Ucrania en guerra, solo por detrás de Estados Unidos a nivel mundial. En total, la ayuda germana asciende a los 28.000 millones de euros entre fondos y equipos militares ya entregados o comprometidos, según las últimas cifras del Gobierno alemán. Tanques y carros de combate, artillería y potentes sistemas de defensa antiaérea como el Iris-T, entre muchos otros. La idea de Scholz, el dubitativo, sin embargo, ha seguido pesando más.

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Parte del problema "fue que se tuvo que corregir una y otra vez", dice Capellan a El Confidencial. "Dijo, por ejemplo, que no al envío de los tanques Leopard 1 y 2, para después comprobar que los británicos y los estadounidenses sí enviaban tanques similares. Y, como se orientaba por lo que hacía Estados Unidos, dijo al final 'vale, sí, los enviaremos'". La negativa a entregar el Taurus se mantuvo, cree Capellan, por motivos electorales. Scholz se presentó durante meses como el "canciller de la paz" sobre todo en el este de Alemania, donde el rechazo al apoyo militar a Ucrania es más grande. Fue en vano.

Scholz, el 'sabelotodo'

También lo han sido los esfuerzos del canciller por parecer un líder resoluto al final de su mandato, llamando incluso indirectamente "tonto" a su rival Merz en vivo durante un debate televisivo. Pero la imagen pública de Scholz ya estaba entonces asentada desde hacía tiempo. En sus mejores momentos, su entorno había conseguido difundir con éxito la idea del socialdemócrata como un político mejor preparado y de mayor intelecto que la mayoría de sus rivales.

A Scholz lo precede hasta hoy la fama de ser obsesivo en la lectura de documentos, y de manejar cifras y datos concretos como pocos en las altas esferas del poder. En presentaciones públicas o reuniones confidenciales a puerta cerrada, es además habitual oírlo citar a los autores y libros que lee para entender mejor el mundo. Hasta hace poco, por ejemplo, elogiaba a J. D. Vance por Hillbilly, una elegía rural, el libro sobre la decadencia económica y cultural de la América profunda que hizo a su autor conocido antes de convertirse en el actual vicepresidente de Estados Unidos.

Foto: Pósters de las elecciones en Berlín, el 16 de febrero de 2024. (EFE / Hannibal Hanschke)

En sus peores momentos, por otro lado, ese aura de intelectualidad le ha jugado en contra. Mucho indica que los votantes están ahora cansados del canciller, que cree saberlo todo mejor que los demás y que se atrinchera en sus posiciones sin dar muchas explicaciones. Porque los tiempos han cambiado.

Ya nadie necesita al 'Merkel' socialdemócrata

"Después de la pandemia, y más aún tras el ataque de Rusia contra Ucrania, ha crecido entre los alemanes la necesidad de un liderazgo claro y una comunicación clara", dice a El Confidencial Stephan Lamby, un conocido director de documentales políticos que sigue la trayectoria de Scholz desde sus tiempos de alcalde de Hamburgo.

Resulta paradójico, porque la sorprendente victoria electoral de 2021 de Scholz se atribuyó justamente a su carácter flemático y a su imagen pública de hombre calmado y pragmático. Nadie encarnó entonces mejor que el socialdemócrata, el anhelo de los alemanes de estabilidad y continuidad, y de que el sucesor de Angela Merkel fuera lo más parecido posible a la excanciller.

Foto: JD Vance en la Conferencia de Seguridad de Múnich. (Reuters/Leah Mills)

Hoy, en cambio, ya nadie echa de menos a Merkel. El estallido de la guerra en Ucrania, sobre todo, ha destrozado la imagen de la exlíder conservadora, por no haber sabido frenar a Rusia tras la anexión de Crimea en 2014, y por haber permitido la dependencia energética de su país del gas ruso. Desde el comienzo de la guerra, los alemanes "ya no quieren a alguien aburrido, sino a alguien que diga de forma clara cuáles son los motivos para hacer algo", dice Lamby.

Scholz, el líder débil

Y Scholz tuvo la mala suerte de darse de lleno con la primera gran guerra en décadas en Europa cuando apenas llevaba poco más de dos meses en el cargo. "Fue desde el comienzo un canciller en crisis", señala Capellan. A ello se sumaron muy pronto sus propios errores. Su 'coalición semáforo', el primer tripartito de gobierno en la historia de la República Federal, empezó a hacer aguas muy pronto por las constantes peleas ideológicas entre verdes y liberales, los socios menores del SPD. "Hemos tenido por primera vez en la historia moderna de Alemania una coalición de tres partidos distintos. Esos tres partidos tienen opiniones fundamentalmente distintas en muchos asuntos políticos, por ejemplo, en lo que respecta al papel que debe jugar el Estado, la dimensión del estado de bienestar o el manejo de la deuda pública", dice Schmidt para explicar los problemas.

Las fuerzas centrífugas hicieron finalmente saltar la coalición por los aires en noviembre del año pasado. Una crítica general ha sido que Scholz, diferencias aparte, había sido demasiado permisivo desde el comienzo. “Él mismo dijo, a posteriori, que no había dado un puñetazo en la mesa con la frecuencia necesaria”, recuerda Capellan. Schmidt, el jefe de cancillería, se presenta por lo demás este domingo por primera vez a unas elecciones y buscará convertirse en parlamentario por Hamburgo, tras décadas como fiel escudero de Scholz. También el spin doctor se prepara para un futuro sin él.

Los alemanes "ya no quieren a alguien aburrido, sino a alguien que diga de forma clara cuáles son los motivos para hacer algo", dice Lamby

A muchos políticos los acompañan como una condena para el resto de su vida, algunas de sus afirmaciones, famosas porque a menudo no aguantan más adelante el contraste con la realidad. Muchos lo verán así para el célebre "España va bien" de José María Aznar, anterior a la crisis del ladrillo. Y en Alemania, la frase "Lo conseguiremos" con la que Angela Merkel decidió apuntalar su política de apertura a los refugiados se ha convertido en estos días en una mofa política. Es posible que a Scholz lo siga persiguiendo durante mucho tiempo una frase acuñada en sus lejanos días como alcalde de Hamburgo, como un aviso para disciplinar a algunos díscolos compañeros de partido que le exigían respuestas: "El que me pide liderazgo, lo obtendrá". ¿Olaf Scholz, el líder fuerte?

Los anales, sin embargo, también recordarán el famoso discurso con el que Scholz proclamó en el Parlamento un giro histórico para su país, tres días después del inicio de la invasión rusa en Ucrania en febrero de 2022. Fue posiblemente el momento cumbre de su mandato. Un Scholz resoluto anunció entonces grandes cambios para que su país afronte la Zeitenwende, un cambio de era en un escenario de grandes crisis globales. Lo malo, para Scholz, es que sus biógrafos contarán también que después de ese discurso su carrera política se fue cuesta abajo. Salvo que las urnas, extremo altamente improbable, demuestren lo contrario este domingo.

Olaf Scholz ha lucido tan convencido en la recta final de la campaña que por momentos parece en negación, ajeno a la dura realidad electoral en este gélido invierno alemán. "Un 60%", respondía cuando le preguntaban en una entrevista por la probabilidad de que siga siendo canciller de su país, diez días antes de las elecciones de este domingo.

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