'Jam, baby, jam': la gran decisión de Europa, desde una madriguera del frente del Donbás
Con los Estados Unidos de Donald Trump ya dejando claro que no pretenden participar en la defensa de Ucrania –cuando no están directamente por entregar la victoria a Vladímir Putin–, Europa tendrá que ocupar su lugar
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–¿Guerra electrónica? ¿Para qué quieres verlo, es que eres espía rusa?
Ruslan entorna los ojos, pegado a la pantalla, leyendo complicadas ondas de radio como si fueran hojas de té. Le queda poco para terminar el turno, cuatro horas seguidas buscando las frecuencias de drones rusos hasta que alguien le releve; y así, 24 horas, 7 días a la semana, 30 al mes. "Para volverse loco". Ruslan y sus compañeros, enterrados bajo tierra en una de las centenares de madrigueras del Ejército ucraniano a lo largo de la línea del frente, son parte de la guerra electrónica de Ucrania contra Rusia, la que combate bajo un cielo plagado de drones, ojos y muerte.
Pero en esta madriguera se condensa también el gran desafío de Europa cuando se cumplen tres años desde el inicio de la invasión a gran escala rusa. La guerra ha cambiado. Con los Estados Unidos de Donald Trump dejando claro que no pretenden participar en la defensa de Ucrania —cuando no están directamente por entregar la victoria a Vladímir Putin— Europa tendrá que ocupar su lugar. Con mayor armamento, pero sobre todo, mejor elegido. Y no por una visión moral de ayudar a un vecino que sufre una agresión, sino porque si no se arma a Ucrania para que se defienda, nos arriesgamos a tener que defendernos nosotros en nuestra frontera.
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En una imitación del "drill, baby, drill" de Trump, en la línea del frente de Ucrania el motto bien podría ser "jamming, baby, jamming" (interferencias, baby, interferencias). Desde el último año, la estrategia rusa para arrancarle kilómetros a Ucrania se ha basado en tres componentes principales: infantería a espuertas, bombas planeadoras lanzadas desde su superioridad aérea y los drones FPV.
En una localización sin especificar en el frente del Donbás, cerca de la malograda Bajmut, unos soldados artilleros tienen ya en mano las coordenadas del objetivo contra el que disparar su cañón, pero se quedan esperando en la boca de su madriguera. Han recibido un mensaje de un equipo como el de Ruslan de que les sobrevuela un dron de reconocimiento ruso. En un esfuerzo por proteger el valioso material occidental —y por supuesto, sus vidas—, ni salen ni disparan hasta que se aseguran que el cielo está limpio. Algo que ahora no pasa tan a menudo.
Punto uno: la guerra ha cambiado y se ha vuelto más tecnológica y robotizada. Ucrania suple a su infantería con toda una panoplia de drones y flexibilidad para hacerlos funcionar en el frente. "A veces cogemos una bomba de racimo, (donadas por EEUU) la abrimos, y cogemos una de las bombas de su interior, la montamos en un dron, y la dejamos caer sobre los soldados [rusos]. Así tenemos 64 pequeñas bombas", explica Vasil, artillero.
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Gracias a los últimos esfuerzos de la Administración Biden, Ucrania tendría asegurada la suficiente munición para sostener el frente hasta mediados de año. Por el momento, y pese a la fuerte presión sobre Ucrania, Donald Trump no ha suspendido los envíos, aunque no se aprobará ninguno nuevo. En la reciente Convención Conservadora (CPAC), el portavoz de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, aseguró que "no hay apetito" para un nuevo paquete de financiación para Ucrania, especialmente cuando se espera que la segunda ronda de negociaciones en Riad comience el próximo martes 25 de febrero, un día después del aniversario.
Mientras tanto, Trump ha desplegado todo un arsenal para forzar a Kiev a aceptar un acuerdo del que no forma parte y que, a tenor de los últimos movimientos de la Administración Trump, parece a la medida de los intereses rusos: sin salvaguardas de seguridad estadounidenses. Según las últimas informaciones, una reunión entre Trump y Vladímir Putin podría producirse tan pronto como la semana que viene. En respuesta, Europa estaría preparando un nuevo paquete de ayuda militar por valor aproximado de 20.000 millones de euros, según reportó Bloomberg. Pero, ¿es la estrategia adecuada?
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Cuando Ruslan detecta en su banda de frecuencias la señal que, como en un idioma ignoto o una proposición matemática, le dice que se acerca demasiado un dron, sacarán una suerte de 'pistola' para contrarrestar sus señales e incapacitarlo, dejándolo ciego. Es lo que en inglés se denomina jamming (interferencias) y el corazón de la guerra electrónica. El problema, admiten desde varios puntos de la cadena militar ucraniana en el frente, es que, aunque Ucrania ha invertido mucho en drones, que ya en muchos casos prácticamente sustituyen a las balas, el lado ruso les adelanta en jamming. “Cuando nuestros drones intentaron una ofensiva en diciembre pasado, había zonas donde las interferencias eran tan densas que fue como chocarnos contra un muro. Fracasamos. Los drones vuelan y simplemente perdemos la comunicación con ellos, y no regresan”, explica el soldado.
Este agujero es solo uno de los que deja la ayuda europea, y no el único. En la madriguera de Ruslan, todos los móviles están en modo avión, pero el WhatsApp, principal vía de comunicación, funciona gracias a Starlink. El enésimo punto de presión Trump en el intento de hacer a Ucrania firmar un acuerdo sobre sus recursos naturales, según reportó Reuters. Si Trump hace efectiva su amenaza de cortar a Ucrania el acceso a Starlink (aunque el vice primer ministro polaco, Krzysztof Gawkowski, aseguró que el país ha pagado la suscripción de Kiev), Europa no tiene satélites suficientes para suplirlo.
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Punto dos: ante la retirada de EEUU, Europa debe replantearse el qué y cómo de su ayuda militar a Kiev. Según un reciente estudio de Bruegel y el Instituto de Seguridad Kiel, la UE no tendría demasiados problemas ocupando el espacio que EEUU dejaría vacío en caso de dejar de financiar el envío de armamento a Ucrania. Pese a lo que alega (falsamente) Trump, Europa ya ha enviado ayuda militar por un valor muy similar a la de Estados Unidos. "La UE solo tendría que gastar otro 0,12% de su PIB, una cantidad factible", señala el documento. "Una cuestión más importante es si Europa podría hacerlo sin acceso a la base militar-industrial estadounidense", añaden.
Sin capacidad de producción suficiente, la mayoría de la financiación militar que la UE ofrece a Ucrania acaba pasando por adquirir las armas a Estados Unidos. Y, sin embargo, en esta guerra, han sido otros en el sector los que vieron la oportunidad.
La 26 brigada de Ruslan y Vasil tienen su propio equipo de financiación que se dedican a promover la actividad de la brigada en redes y obtener así donaciones en Ucrania y fuera del país que transformarán luego en armamento. Es solo un ejemplo pequeño: otras brigadas más grandes, como la 3 Brigada de Asalto han sido capaces de movilizar más de 22 millones de euros. Muchos, para comprar drones. El Ministerio de Industrias Estratégicas, creado después del inicio de la invasión, también detectó la oportunidad y ha multiplicado la producción interna de todo tipo de drones. "Vemos las necesidades desde el minuto cero y nos movilizamos para cubrirlas, en la medida de lo posible. El proceso habitual podría tardar meses", explica Evgen, del equipo de financiación de la brigada Azov. ¿Por qué Europa no lo vio?
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Iván bromea con que probablemente es uno de los soldados mejor entrenados de Ucrania. Habla español e inglés, así que ha sido intérprete en muchos de los entrenamientos de soldados ucranianos en España y Europa. Almería, Cartagena, Toledo, Logroño… Iván ha repetido entrenamiento tras entrenamiento. Y ve un agujero. “Occidente no nos prepara para cómo es la guerra ahora: los soldados tienen que luchar bajo los drones. Falta eso, y defensa antiaérea”.
“Es una pesadilla”, apostilla Evgen. Casi la mitad de las bajas entre los soldados ucranianos mueren ya detrás de la línea del frente, según una estimación del RUSI. Los drones rusos no solo dan caza a soldados desplegados o equipos de artillería ocultos entre los árboles pelados, sino que se enfocan ahora en las líneas de suministros o en las evacuaciones de los heridos. Algunas unidades tienen ya que explicar a los soldados cómo tratar a sus compañeros por radio, porque es demasiado peligroso intentar llegar a las trincheras. “A veces puede pasar una semana hasta que conseguimos un día que haga mal tiempo y los drones no puedan volar”, cuenta ‘Nemo’ desde su posición de artillería en el Donbás.
En la primera fase de las negociaciones, Trump ha dejado ya claro que no prevé unas ‘botas sobre el terreno’ ni otras garantías de seguridad para Ucrania. En su lugar, estaría más inclinado a un plan similar al que ya ha propuesto el primer ministro británico, Keir Starmer, por el que serían tropas europeas las encargadas de controlar el frente en un hipotético alto el fuego. La clave de un plan así sigue siendo, sin embargo, EEUU. ¿Qué pasaría si por ejemplo mueren 15 soldados polacos en un ataque ruso? ¿Cuál sería la respuesta de Europa, de la OTAN, de EEUU? ¿Entrarían en la guerra? No parece probable.
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Y llegamos al punto tres: si Europa no quiere enviar sus soldados, la clave es multiplicar el entrenamiento (y mejor). Hasta ahora, unos 55.000 ucranianos se han entrenado en Europa. España, unos 7.000, según los datos publicados. Ucrania tiene suficiente gente para seguir luchando, pero su sistema de entrenamiento está roto. La mayor parte del entrenamiento táctico tiene que hacerse en una unidad de combate, pero las buenas unidades de combate están todas intentando sostener el frente, desplegadas desde hace ya tres años. Ucrania ha intentado crear nuevas brigadas, pero quedaban desequilibradas sin experiencia.
Porque, verbaliza el pensamiento de muchos en Kiev Mykola Bielieskov, analista del National Institute for Strategic Studies (NISS), si no se para a Rusia en Ucrania, el próximo operador de drones será un europeo, en Europa. Quizá no en cinco años, quizá no en una guerra abierta sino en algún formato de guerra híbrida en estrecho de Suwalki o desestabilización en Narva. Pero con la retirada de Donald Trump, la disuasión del artículo 5 de la OTAN está en entredicho, y Vladímir Putin no se contentará con un alto el fuego en Ucrania: quiere el país para sí, acercando un poco más el frente a Europa.
–¿Guerra electrónica? ¿Para qué quieres verlo, es que eres espía rusa?