Europa sufre para mantener el ritmo impuesto por Trump en el debate de Ucrania
Los líderes de los grandes socios europeos no responden de manera contundente a Trump, manteniendo el foco en el apoyo a Ucrania y exigiendo que EEUU esté implicado en la seguridad del país
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Muchos ojos estaban puestos este lunes por la tarde en París, donde se reunían los líderes de algunos de los principales países europeos, Francia, Alemania, Italia, España, Polonia, Países Bajos y Dinamarca, además del Reino Unido, un país que no forma parte de la Unión Europea, pero sí de la OTAN, para discutir sobre el futuro de Ucrania y de la arquitectura de seguridad europea. Eran muchos también los que esperaban una reacción concreta de Europa.
Pero la reunión de los líderes europeos no ha dado una respuesta contundente a esas expectativas. Ha sido un encuentro mucho más largo de lo previsto en el Elíseo, en el que los jefes de Estado y de Gobierno han intentado posicionarse en el debate sobre la futura negociación de paz sobre Ucrania que está impulsando la administración americana de Donald Trump, que busca excluir tanto a Kiev como a los socios europeos de las conversaciones que abren esta misma semana con Rusia.
La actividad favorita de Europa es la procrastinación. En todos los frentes. En el económico y en el estratégico. De Angela Merkel, antigua canciller alemana, se decía que siempre hacía lo correcto tras haber descartado todas las otras opciones. A Europa le pasa algo parecido: acaba haciendo lo correcto cuando ya no queda un día más para retrasar las decisiones. Por eso, cuando en política europea se trata de construir un consenso, se pone énfasis en la gravedad y la urgencia de la situación. Porque solamente en ese escenario la Unión Europea muestra decisión. La idea de Jean Monnet de que Europa se forjará en las crisis ha pasado de ser una visión del futuro a ser una excusa. Si no hay crisis, aquí no se forja nada.
Por eso, los líderes europeos buscan inyectar una cierta sensación de urgencia en el debate. Porque es la única ruta hacia la acción. La semana pasada la administración americana provocó un daño sin precedentes al vínculo transatlántico, debilitando tanto a Ucrania en la futura mesa de negociación como la seguridad general de los socios europeos, y abriendo una nueva etapa en las relaciones entre Estados Unidos y sus socios. Una nueva etapa marcada por la desconfianza. No hay que inventarse ninguna crisis: está aquí, es muy real. Pero Europa es un animal político diferente. EEUU funciona ahora mismo a golpe de mensaje en redes sociales, mientras que la Unión sigue siendo un club de veintisiete Estados miembros con intereses y visiones muy diferentes. Los debates son lentos, requieren de un alto nivel de consenso.
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Eso lleva a que la reunión de París de este lunes haya sido vista como un ejemplo de falta de consenso por parte de muchos. Una muestra de división o incluso de fracaso. Porque ha sido un clásico caso de debate europeo, sin conclusiones claras, trabajando por construir un terreno común y no en lograr resultados tangibles. En los tiempos que corren, de acción y unilateralidad, el debate y el consenso parecen de otra época. La ventaja — para los que conocen bien este sistema desde dentro — es que si bien a veces puede llevar al bloqueo y la parálisis, cuando se logra un acuerdo, ayuda a mantener un rumbo fijo y sin volantazos.
La actuación, en todo caso, sigue la línea marcada por muchas capitales antes del inicio de la crisis la semana pasada: evitar entrar a las provocaciones y centrarse en arrastrar a Estados Unidos a posiciones aceptables para los europeos sin choques innecesarios. Donald Tusk, primer ministro de Polonia, que está siendo una de las principales voces en el debate sobre la respuesta a Washington, ha recordado el lema de su ciudad natal, Gdańsk, para que guíe las conversaciones de los líderes. “Ni precipitada, ni tímidamente”.
El diagnóstico que hacen los principales socios europeos es el siguiente: lo primero que deben mantener el apoyo a Ucrania y redoblarlo en los próximos tiempos para reforzar su posición en la mesa de negociaciones, después, exigir que en cualquier conversación de paz Kiev y los europeos estén representados, y en último lugar, que cuando esas negociaciones se produzcan, EEUU juegue su papel de garantizar la seguridad de Ucrania.
La mayoría de los socios reunidos este lunes en París no rechazaron el despliegue de futuras tropas de paz en Ucrania. Lo que subrayaron, incluso aquellos líderes que ya han mostrado su predisposición para el envío de efectivos al país, como es Keir Starmer, primer ministro del Reino Unido, es que todavía es demasiado pronto. Y que Washington tendrá que participar de esa garantía. A pesar de que Pete Hegseth, secretario de Defensa estadounidense, ha asegurado que las tropas europeas que se desplieguen en Ucrania no estarán cubiertas por el artículo 5 del Tratado de la OTAN, el objetivo de los europeos es que la Casa Blanca dé marcha atrás. Difícilmente habrá tropas europeas sobre el terreno si EEUU no garantiza que un ataque ruso sobre ellas provocará una respuesta americana. Sin eso, ha asegurado Starmer, no habría realmente un efecto de disuasión para el Kremlin.
Fuentes europeas confirman que los socios están dispuestos a ofrecer garantías de seguridad, pero que lo harán dependiendo del nivel de implicación de Estados Unidos con las mismas. Estas fuentes también señalan que es importante aprender "las lecciones de Minsk", en referencia a los dos acuerdos anteriores que no evitaron una nueva agresión rusa en 2022. Explican que los líderes europeos se oponen a un alto el fuego sin un acuerdo de paz al mismo tiempo. El propio Voldímir Zelenski, presidente ucraniano, tras una llamada con Emmanuel Macron, presidente francés, tras el encuentro, ha señalado en la misma dirección. "Cualquier otra decisión sin esas garantías (de seguridad) – como un frágil alto el fuego – sólo serviría como otro engaño de Rusia y como preludio de una nueva guerra rusa contra Ucrania u otras naciones europeas", ha escrito el ucraniano en redes sociales. Así, Kiev y los líderes europeos apuntan al mismo temor: que EEUU pueda forzar a un alto el fuego precario como manera sencilla y rápida de congelar el conflicto. El objetivo de los europeos de manera inmediata es apoyar a Ucrania para evitar que se vea forzada a aceptarlo.
Y de fondo está el debate más amplio sobre seguridad y defensa. Los líderes buscan coordinar un plan para que los Estados europeos jueguen un mayor papel a la hora de proteger su propia seguridad, aumentando el gasto en defensa y la coordinación a nivel de la Unión Europea y también con Reino Unido. Los acontecimientos de la semana pasada, tanto en Bruselas como durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, han dejado en muchos círculos diplomáticos y políticos europeos una sensación que está entre el miedo y el enfado. La sensación es de que el margen de maniobra se está reduciendo cada vez más.
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Pero eso, en la Unión Europea, también puede ser una base para construir un plan. “Nunca dejes de entrar en pánico”, escribía este lunes Edgars Rinkēvičs, presidente de Letonia, uno de los países más expuestos a la amenaza de Rusia. Los socios europeos tienen la necesidad de moverse rápido ante lo que Starmer ha calificado de “reto generacional”.
Por su parte, António Costa, presidente del Consejo Europeo, el foro de jefes de Estado y de Gobierno de la unión, ha asegurado que los europeos deben jugar un papel fundamental en “la nueva arquitectura de seguridad” del continente. Monnet hizo una predicción, y el riesgo es que convierte las crisis en una especie de catarsis para Europa hasta el punto de llegar a desarrollar una relación extraña con las crisis. El riesgo es que en ocasiones Europa camina con demasiada ligereza la delgada línea en la que una crisis o te hace más fuerte o te mata.
Muchos ojos estaban puestos este lunes por la tarde en París, donde se reunían los líderes de algunos de los principales países europeos, Francia, Alemania, Italia, España, Polonia, Países Bajos y Dinamarca, además del Reino Unido, un país que no forma parte de la Unión Europea, pero sí de la OTAN, para discutir sobre el futuro de Ucrania y de la arquitectura de seguridad europea. Eran muchos también los que esperaban una reacción concreta de Europa.