La pregunta más incómoda: Putin tiene claro lo que significa ganar, pero ¿lo sabe Ucrania?
La velocidad y las formas con las que Trump ha avanzado en su proceso de negociación han puesto a los ucranianos frente a un debate que había ido retrasándose mientras Rusia siguiera matando
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Nemo conduce el coche más allá de Sviatohirsk, rumbo al frente de batalla por las llanuras del noroeste del Donbás. A ambos lados de la carretera, hileras e hileras de dientes de dragón, triángulos de hormigón que no lograron detener a los blindados de las tropas de Kiev. Un poco más adelante se alza una nueva línea de estructuras defensivas. Nemo continúa más allá: todavía no han sido necesarias; los soldados de su posición de la 60 Brigada artillera del Ejército ucraniano han logrado sostener su línea.
Ha sido agónico. En un año especialmente difícil para Ucrania, Rusia ha presionado en todos los puntos posibles de la línea del frente, pero sobre todo en el Donbás, donde Moscú respondía con una nueva oleada de hombres a cada ronda de mortero de los hombres de Nemo. La relación de fuerzas era 1 a 10, y el margen de acción de Ucrania quedó relegado a defenderse. "Caminan sobre sus muertos, no entiendo cómo puede ser", dice el soldado, incrédulo. En los últimos meses de 2024, Rusia ha conseguido arañar metros a una velocidad que no se había visto prácticamente desde el año de inicio de la invasión a gran escala, una tracción que, en la última semana, ha empezado a desacelerarse. "Más de 1.000 soldados rusos muertos solo aquí, ¿y para qué? ¿Un kilómetro?".
Pero en esta ocasión, no ha sido los desarrollos en el campo de batalla lo que han desatado los acontecimientos, sino el inicio de las negociaciones EEUU-Rusia descorchadas por el presidente Donald Trump y que comenzarán en Arabia Saudí tan pronto como esta semana. Así, la velocidad y las formas con las que Trump ha avanzado en su proceso de negociación han puesto a los ucranianos frente a frente un debate que había ido retrasándose mientras Rusia siguiera matando y su Ejército con capacidad de sostener el frente. Con las cartas presentes, ¿qué es una victoria para Ucrania?
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No estamos hablando de las concesiones o no que se pondrán sobre la mesa en unas negociaciones, sino de algo mucho más difícil. Un debate existencial que ahora se hace urgente no tanto por el proceso EEUU-Rusia, en la que Ucrania ha sido relegada a un segundo plano y que, en cualquier caso, no hay garantías de que acaben con una paz duradera, sino porque Ucrania y Europa deberán al menos presentar su propio plan alternativo que vaya más allá de las palabras grandilocuentes.
¿Recuperar los territorios ocupados con las fronteras de 1991; de 2022, los que ahora marca la larguísima línea del frente? ¿Acceso vía rápida a la OTAN y a la UE? ¿Una garantía de seguridad en forma de un Ejército bien pertrechado y moderno? ¿O algo mucho más difuso como es mantener la soberanía de Ucrania?
"No hay un debate real y genuino dentro de Ucrania sobre qué es la victoria", admite Mykola Bielieskov, analista del National Institute for Strategic Studies (NISS). "Creo que hay que calcular cómo hacer a Rusia detener esta agresión sin perdernos como nación ucraniana. Hay que negarle la victoria a Putin, negarle que nos imponga los términos", se responde el analista del NISS, un think tank que depende directamente de la Presidencia. Esta idea de que una victoria es arrebatarle a Putin la satisfacción de haber acabado con el estado ucraniano llega ya también al Parlamento del país, según confirma por su parte la diputada Inna Sovsun, vicepresidenta del partidoliberal proeuropeo Holos. Para ellos, la cuestión son las garantías que se le ofrecerán a Kiev. La OTAN parece descartada, así que ¿tropas de paz europeas?, ¿un acuerdo de defensa?, ¿capacidades para defenderse solos?
Porque la victoria de Rusia está clara, y es amplia: ya en 2021, el presidente Vladímir Putin estableció que no consideraba a Ucrania como una nación independiente, sino como parte de un superior mundo ruso. Su invasión total falló en primera instancia, y Rusia tuvo que reconfigurar (al menos públicamente), los objetivos de su Operación Militar Especial a obtener el control total de las provincias ucranianas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. Con el espaldarazo del tú a tú de Donald Trump con Putin, Rusia ha vuelto a poner sobre la mesa muchos de los mismos objetivos de 2021, que incluyen una Ucrania "neutral" que en la práctica implicaría estar supeditada a Moscú, sin un Ejército propio capaz de defenderse y que daría opción de veto al Kremlin ante cualquier ayuda occidental. Es decir, el fin de la soberanía ucraniana tal y como definimos el término para los estados.
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Es por eso que, en una reunión en Kiev, cinco militares que se alistaron voluntarios en 2022 se miran incrédulos. "Solo podremos estar a salvo como nación si Rusia queda absolutamente destruida. No podemos sobrevivir con un vecino como éste", dice la soldado Alla. Según una encuesta publicada a finales de 2024, el 86% de los ucranianos cree que es muy probable que Rusia vuelva a atacar, incluso si se firma un acuerdo de paz.
La distancia entre los políticos y los soldados, y entre éstos y la población.
"Me siento como un niño que ha sido golpeado y, encima, le obligan a ceder todo ante el matón", dice Misha. Son las 10.40 de la noche, 20 minutos antes del toque de queda que vaciará las calles de la ciudad. Acaba de salir de una fiesta tecno en un local 'oculto' en una fábrica abandonada en Kiev. La estricta política de "no photos" del club permite escenas de desnudos, drogas, alcohol y otras desinhibiciones entre la vibración de la música de los DJ invitados. Todo lo recaudado por la entrada irá a financiar a la 72 Brigada tanquista del Ejército ucraniano.
– ¿Se sigue haciendo lo de "bajar la persiana" y seguir la fiesta hasta las 5 de la mañana, cuando se levanta el toque de queda?
– ¡No! Eso sería demasiado ya. No se podría entender. Me imagino a un soldado viendo esto en Kiev...
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En un país donde se ha superado el primer embiste de la invasión, estas divisiones crean rencor entre los que viven en las zonas lejos del frente, en ciudades donde la amenaza viene de los drones Sahed o los misiles esporádicos, y aquellos que tienen la guerra en el salón de su casa, en las pantallas donde ven en directo los soldados rusos tratando de avanzar.
Nemo ha llegado a su 'oficina', el salón de una casa abandonada a 10 kilómetros del frente. Es el primer 'puesto de mando' y los ojos de una pequeña unidad de morteros desplegada algo más cerca de la línea cero. En esta casa, Nemo y su segundo, Max, identifican objetivos y dan las órdenes de disparar.
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En una segunda pantalla miran de vez en cuando la previsión del tiempo: necesitan una noche nublada, mejor incluso con tormenta o ventisca de nieve, para sacar a una rotación de hombres de sus trincheras y refugios. Esta noche lo conseguirán, y Petro, un soldado de apenas 26 años, podrá por fin dormir con algo menos de miedo a ser detectado por uno de la miríada de drones rusos que, como un enjambre, patrullan el cielo del Donbás. "Pero estoy mejor que en infantería", dice, encogiéndose de hombros.
"Se está haciendo más difícil. Dejamos de sentir el apoyo de nuestra gente porque ellos dejaron de sentir la guerra", resume Nemo. Max, con los ojos vidriosos, va más allá. "Estoy cansado de la gente que vive en la otra Ucrania, que duerme su mente, que no ayuda, no viene, no entienden, no respetan". Max y Nemo son solo un ejemplo de miles de soldados que todavía se mantienen gracias a las donaciones de miles de civiles ucranianos, pero el cansancio hace mella.
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En 2022, pocos pensaban que Ucrania podría detener el zarpazo del oso ruso. Pero la sociedad ucraniana demostró no solo que podían resistir, sino incluso recuperarle territorios a las tropas rusas. Una vez acusado la derrota inicial de no haber logrado hacer caer el gobierno de Kiev, Rusia apostó al largo plazo, confiando en que en algún momento el apoyo occidental flaquearía. Comenzó la guerra de desgaste, pero Ucrania –mejor armada, mejor entrenada, con una ola de reivindicación nacionalista nunca vista– no cedió. Al menos hasta ahora, y al coste de al menos 46.000 soldados muertos, según las últimas cifras ofrecidas por Volodímir Zelenski (imposibles de comprobar).
"Y ahora se está hablando de ceder Donetsk y Lugansk. [Cuando todo esto acabe], habrá que ir al Parlamento y hablar de la traición de nuestros políticos", concluye Max.
La cuestión de los territorios ocupados por Rusia son clave para la definición de victoria del país. Aunque ya se ha admitido que muchos de los territorios conquistados (alrededor de un 18% de Ucrania) no podrán ser recuperados por la vía militar, sino por la diplomática, quizá en un intercambio por la parte ocupada por Ucrania en Kursk, la cuestión va mucho más allá del intercambio de kilómetros de tierra. Es el futuro económico del país: sin gran parte de sus recursos mineros (como las tierras raras que obsesionan a Trump, cuyos depósitos se encuentran en su mayoría en el Donbás), o sin el sur y acceso al mar en un país exportador (de trigo, de acero), dejarían a Ucrania frente a un futuro de pobreza y dependencia, justo como la quiere Moscú. Es también soberanía y precedente internacional: ¿estamos dispuestos a volver a un imperialismo del siglo XIX, donde el Ejército más fuerte tiene derecho a invadir los territorios que le plazca, por las razones que quiera enarbolar?
"Para Ucrania, esta es una guerra por su independencia como estado, pero también una guerra contra sus precedentes históricos. Hasta el momento, ha perdido todas, y tras cada invasión le han seguido décadas de pérdida de soberanía, cultura e identidad. De destrucción de cualquier forma de gobierno o estado propio. Tenemos experiencia. Con esta, no podemos permitirnos volverlo a hacer", dice Maryna Starodubska, investigadora sobre la percepción ucraniana de sí misma de la Escuela de Negocios Kyiv-Mohyla.
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En la estación central de Kiev, carteles luminosos informan de las salidas y llegadas de los próximos trenes. Uno de los carteles es especial, y sus rutas también. Kiev-Mariupol, Kiev-Donetsk, Kiev-Simferopol; el sur, Donbás, Crimea, todo ciudades ocupadas por los rusos. Solo uno de los destinos aparece disponible: Jersón, que los ucranianos recuperaron a finales de 2022. En la vía uno hay un destino, el que más importa: Kiev-Peremoha. En ucraniano, "Victoria".
Nemo conduce el coche más allá de Sviatohirsk, rumbo al frente de batalla por las llanuras del noroeste del Donbás. A ambos lados de la carretera, hileras e hileras de dientes de dragón, triángulos de hormigón que no lograron detener a los blindados de las tropas de Kiev. Un poco más adelante se alza una nueva línea de estructuras defensivas. Nemo continúa más allá: todavía no han sido necesarias; los soldados de su posición de la 60 Brigada artillera del Ejército ucraniano han logrado sostener su línea.