Múnich vuelve a marcar el futuro de una Europa que ya ha empezado a construir búnkeres
Este fin de semana, los líderes de decenas de países y ministros de Defensa y Asuntos Exteriores vuelven al mismo hotel en el que Putin adelantó su ruptura total con Occidente en 2007
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Por estas fechas, en 2007, Vladímir Putin cruzaba uno de los salones del Hotel Bayerischer Hof, en el corazón de la ciudad de Múnich, para pronunciar el discurso que sigue siendo citado 18 años después. En el marco de la Conferencia de Seguridad que se celebra anualmente en la capital bávara, y frente a los representantes de gran parte de la comunidad internacional, comenzaba su alocución advirtiendo de que se disponía a hablar sin tapujos sobre los problemas de seguridad internacional. Aunque sus comentarios podrían parecer “excesivamente polémicos” o “punzantes”, pedía a los asistentes que no se enfadaran: “Al fin y al cabo, esto no es más que una conferencia”.
En esa habitación del Palacio Montgelas, dentro del exclusivo hotel, el presidente ruso anunció al mundo el rechazo de Rusia a la arquitectura de seguridad liderada por Estados Unidos. Acusó a Washington de crear un mundo unipolar “en el que hay un amo, un soberano” y a la OTAN de poner "sus fuerzas de primera línea en nuestras fronteras". Fue un mensaje claro que auguraba una nueva era de confrontación entre Rusia y Occidente, uno que pasó relativamente desapercibido en su momento, pero que la historia pronto consagraría como "el discurso de Múnich", uno de los mayores puntos de inflexión en la geopolítica del siglo XXI. Y hoy en día, a las puertas del tercer aniversario de la invasión rusa a gran escala en Ucrania, esta ciudad promete volver a protagonizar un hito todavía superior: la gran ruptura atlantista a raíz de la guerra en Ucrania.
Este fin de semana, los líderes de decenas de países y ministros de Defensa y Asuntos Exteriores volverán al mismo hotel en el que Putin adelantaba sus ambiciones territoriales para la edición de este año de la Conferencia de Seguridad de Múnich. Y lo harán solo unos días después de la conversación entre Donald Trump y Vladímir Putin para poner fin a la guerra a gran escala que el presidente ruso comenzó el 22 de febrero de 2022. Un diálogo sobre el que Volodímir Zelenski, el mandatario ucraniano, solo fue informado posteriormente y al que la Unión Europea nunca fue invitada.
La cumbre de Múnich servirá como escenario del momento más crítico de las relaciones transatlánticas desde la Segunda Guerra Mundial. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, abrió la caja de pandora el miércoles —horas antes de que Trump revelara su llamada con Putin— al anunciar la visión de su administración para la paz en Ucrania. Una que contempla a Kiev fuera de la OTAN, sin opción de recuperar las fronteras previas a 2014 y con los países europeos a cargo de los costes de reconstrucción y garantías de seguridad posteriores.
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La guerra de Ucrania y su posible final con un acuerdo dictado exclusivamente por Washington y Moscú ha devuelto a Europa los peores temores sobre una hipotética escalada entre Moscú y Occidente. “No olvidemos que Rusia sigue siendo una amenaza mucho más allá de Ucrania”, recordaba este miércoles el secretario de Defensa británico, John Healey, en Bruselas. Durante las 72 horas que dura la Conferencia, los líderes europeos intentarán obtener la mayor cantidad de información posible sobre los planes de la Casa Blanca a través del equipo del presidente Trump desplazado a Múnich, encabezado por el vicepresidente JD Vance. Gran parte del plan, no obstante, todavía está por resolverse a falta de que su enviado especial para el conflicto, el general retirado del ejército estadounidense Keith Kellogg, viaje a Kiev la próxima semana.
Mientras tanto, en Moscú reina el triunfalismo y pocos esconden el entusiasmo. “La Europa solterona y fría está loca de celos y de rabia. Muestra su verdadero papel en el mundo y sus posibilidades de conseguir un marido. No es de extrañar. El tiempo de Europa ha terminado. Es débil, fea e inútil”, publicó Dmitri Medvedev, vicepresidente del Consejo de Seguridad del Kremlin, en redes sociales.
Derecho al búnker
La amenaza de que el paraguas de seguridad de Estados Unidos se cierre sobre Europa no ha pasado desapercibida para muchos alemanes. A casi 600 kilómetros de la Conferencia de Seguridad, en la capital alemana, Jean-Paul Piejde promete a sus clientes una "protección integral de personas y edificios a 'nivel militar'". Es el hijo del fundador de Bunker Schutzraum Systeme Deutschland, una de las empresas líderes en la construcción de búnkeres. Su modelo y su inspiración es Suiza. “Allí tienen una larga tradición en este sector y es nuestro ejemplo. Todos los habitantes tienen el derecho a tener acceso a un búnker a máximo 50 metros de su casa. Eso es lo que queremos implementar en Alemania y así empezamos porque no había mercado cuando empezamos en el año 2015”, explica en entrevista con El Confidencial desde la sede de la empresa, en el centro de la capital alemana.
La demanda para construir búnkeres en los sótanos de las casas se ha disparado desde la guerra en Ucrania. “Vemos que depende mucho de las noticias. Por ejemplo, en el punto álgido del debate sobre si Alemania enviaría a Ucrania los misiles Taurus —a finales de 2024—, hubo un ‘boom’, porque la gente temió una escalada en la que podríamos estar involucrados”, explica Piejde. Según sus cálculos, la mitad de la población cree que debe prepararse ante un conflicto. La otra, en cambio, cree que una medida de prevención como comprarse un búnker es “estúpido” y que incluso fomenta que pueda haber una escalada en un futuro.
Los tambores de guerra empezaron a sonar de manera más fuerte para muchos alemanes a principios del año pasado, cuando se filtró un informe del ministerio de Defensa alemán con los detalles de una presunta escalada con Rusia. Según el documento, después de la guerra de Ucrania, el Kremlin empezaría a presionar en su frontera con los países bálticos. La estrategia sería utilizar el enclave de Kaliningrado para, en segunda instancia, “conquistar el estrecho de Suwalki, el corredor polaco-lituano entre Bielorrusia y Kaliningrado”.
Este tipo de informes también han sido publicados por otros gobiernos europeos y han tenido especialmente relevancia en países como Estonia, donde tanto el Gobierno ha advertido en varias ocasiones sobre la posibilidad de que Rusia utilice el pueblo fronterizo de Narva como un punto de partida para su escalada con Occidente. Martin Herem, el jefe de las Fuerzas de Defensa de Estonia, dijo en una entrevista anterior con este periódico que la pregunta “no es si atacarán, es cuándo lo harán".
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Alemania, a pesar de todo, sigue estando alejada de ese nivel de concienciación. “La defensa civil está presente en el país, pero no de una manera tan cercana como en los países bálticos o en Estonia. En estos casos hay una política explícita de defensa que no ha desaparecido ni siquiera con el fin de la Guerra Fría. Eso son elementos que faltan en Alemania, este tipo de debate y las iniciativas decayeron totalmente cuando acabó la guerra”, sostiene Alberto Bueno, experto en defensa y profesor adjunto en la Universidad de Leipzig.
La mentalidad, poco a poco, va cambiando. La defensa civil forma una pequeña parte de la campaña electoral de cara al 23 de febrero y hay un debate sobre la restauración del servicio militar, una medida que apoyan partidos como el ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). “El otro elemento interesante tiene que ver con la defensa de la infraestructura. Recientemente, las Fuerzas Armadas (Bundeswehr) han anunciado la creación de una división para la defensa del territorio, llamada Heimatschutz, centrada en defender tanto instalaciones ferroviarias, como carreteras e infraestructura digital”, continúa Bueno. Estas medidas forman parte de un nuevo plan del ministerio de Defensa para reestructurar la Bundeswehr, que afronta problemas como la falta de personal, de recursos materiales y una infrafinanciación.
El aumento de la demanda para comprar búnkeres en Alemania desde el inicio de la guerra es una pequeña parte de todo el abanico de la defensa civil. El Gobierno alemán ha apostado por la creación de una aplicación para que la ciudadanía pueda consultar dónde se encuentra el búnker más cercano en caso de necesitarlo. Además, se están realizando inspecciones para determinar el estado de los refugios en el país. “En 2023 se completó un inventario para registrar los refugios restantes. Aún se está desarrollando un nuevo estudio de los edificios como posibles refugios públicos”, explica la Oficina Federal de Protección Civil y Ayuda en Casos de Desastre (BBK, por sus siglas en alemán), en un comunicado enviado a este periódico.
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De los 2.000 refugios públicos (Öffentliche Schutzräume) originales en Alemania, 579 todavía están formalmente dedicados a fines de defensa civil, con alrededor de 480.000 plazas. ”Sin embargo, ninguna de estas instalaciones dedicadas a la protección civil se encuentra funcional u operativa después de 2007, cuando se decidió abandonar el concepto de refugio”, continúa. La BBK no niega la necesidad de recuperar estas instalaciones “dado el potencial de riesgo actual”.
Jean-Paul Piejde no puede dar información sobre los clientes que comparten esa sensación y deciden comprarse un búnker por su cuenta. “En muchos casos tienen prisa por tenerlos, y es un proceso que, en el caso del refugio más potente, puede durar hasta dos meses”, sostiene. El precio depende del tamaño, pero el jefe de ventas de Bunker Schutzraum Systeme explica que tiene un coste aproximado de 40.000 euros. Algo más si se hace en el exterior, debido a los permisos de excavación y otros factores burocráticos. Puede parecer caro, pero la demanda no para de subir.
Jean-Paul Piejde no tiene miedo sobre el futuro de su compañía y cree que, por desgracia, tendrá cada vez más clientes interesados en comprar un búnker. “Aunque no haya guerra (...) la gente se queda más tranquila si lo tienen. Me lo han dicho explícitamente: ‘duermo más tranquilo si sé que tengo un búnker’”, dice en entrevista con este periódico. A la pregunta de si él mismo tiene uno, responde de forma enigamática: “Quién sabe”.
Los búnkeres parecen destinados a proliferar después de la Conferencia de Seguridad de Múnich. Una ciudad que estos días también evocar, para muchos, el eco de otro momento histórico que marcó un cambio de era: aquel pacto firmado en 1938 en el en el que las potencias occidentales cedieron los Sudetes de Chescoslovaquia a Hitler con la esperanza de evitar un conflicto mayor. Hoy, con Ucrania en el centro de las negociaciones entre Washington y Moscú, el fantasma de la capitulación vuelve a recorrer la capital de Baviera.
Por estas fechas, en 2007, Vladímir Putin cruzaba uno de los salones del Hotel Bayerischer Hof, en el corazón de la ciudad de Múnich, para pronunciar el discurso que sigue siendo citado 18 años después. En el marco de la Conferencia de Seguridad que se celebra anualmente en la capital bávara, y frente a los representantes de gran parte de la comunidad internacional, comenzaba su alocución advirtiendo de que se disponía a hablar sin tapujos sobre los problemas de seguridad internacional. Aunque sus comentarios podrían parecer “excesivamente polémicos” o “punzantes”, pedía a los asistentes que no se enfadaran: “Al fin y al cabo, esto no es más que una conferencia”.