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Ya pagaste la guerra de Putin. Ahora te toca pagar la paz de Trump
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Ya pagaste la guerra de Putin. Ahora te toca pagar la paz de Trump

No habría ironía más golosa y descriptiva de este momento que un tuit de la Comisión Europea mostrándose "profundamente preocupada" por la situación... de los europeos

Foto: Putin y Trump en la portada de los periódicos. (Reuters/Maxim Shemetov Illustration)
Putin y Trump en la portada de los periódicos. (Reuters/Maxim Shemetov Illustration)
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Las conversaciones directas de Donald Trump y Vladímir Putin para dirimir entre ellos el fin de la guerra de Ucrania es un botón de muestra del futuro —ya presente— geopolítico de Europa: la irrelevancia. Atenazados por nuestras contradicciones internas y sin el músculo industrial, diplomático y bélico necesario para sentarse en la mesa de las superpotencias, a los 27 solo les queda protestar, con más o menos vehemencia, el dictado de la historia que escriben otros. No habría ironía más golosa y descriptiva de este momento que un tuit de la Comisión Europea mostrándose "profundamente preocupada" por la situación... de los europeos.

Porque, si han sido las economías y sociedades europeas las que más han sentido en Occidente el impacto de la invasión rusa, también serán los europeos, Trump dixit, los que deban sostener, financiera y militarmente, lo que sea que la Casa Blanca acuerde finalmente con el Kremlin. Sobre la mesa está la posibilidad de tener que desplegar tropas europeas en territorio ucraniano sin el paraguas de la OTAN ni protección estadounidense. Y eso es mucho sostener.

No es una conversación hipotética. Los líderes europeos llevan semanas hablando en privado de la eventualidad de poner botas sobre el terreno en Ucrania. Lo hicieron el primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, a principios de mes. También parece que Italia y los estados nórdicos apoyan la idea. Incluso el presidente Pedro Sánchez estaría abierto a ese escenario (al menos en teoría). Pero bálticos y polacos temen desviar efectivos de sus fronteras, y hay otros países que podrían arrastrar los pies llegado el momento.

Las cifras que se manejan son significativas. París ha llegado a calcular que se necesitarían un mínimo de cinco brigadas o unos 30.000 soldados, lo que se traduciría en entre 75.000 y 90.000 efectivos disponibles, debido a la práctica estándar de rotación entre entrenamiento, despliegue activo y recuperación. El personal de apoyo elevaría aún más el personal y los medios. A esto habría que agregar el apoyo de patrullas aéreas y navales, las labores de inteligencia y logística y el reabastecimiento de arsenales. Y la creciente posibilidad de que el conflicto se derrame fuera de las fronteras ucranianas.

Foto: Foto de archivo del presidente ruso, Vladimir Putin y el presidente de EEUU, Donald Trump, en la cumbre del G20. (Reuters/Kevin Lamarque)
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Para ponerlo en contexto, España tiene desplegados unos 3.600 soldados en el exterior. En 2023, un récord de 12.000 efectivos participó en las rotaciones y se destinaron unos 1.500 millones de euros para sufragar esta cooperación militar. Millones que ni siquiera son computados como gasto en defensa por la OTAN. Por poner otra referencia: en el momento álgido de la guerra en Afganistán, Estados Unidos tenía desplegados unos 100.000 soldados, mientras que la OTAN y socios, unos 40.000.

La cuenta, por favor

Quizás lo más punzante del mensaje que llevó a la OTAN el nuevo secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, es que supone la materialización de algo que se venía advirtiendo hace años. Nada de lo que dijo el exsoldado y tertuliano televisivo que ahora lidera el Pentágono debió sorprender realmente a nadie. El continente ha desperdiciado el tiempo vital que tenía para prepararse. Es el momento de asumir.

En pocas palabras: la seguridad de Europa queda en manos de los europeos y los europeos tendrán que pagar por ella. Ucrania está en Europa, por lo que es un problema europeo. Y no habrá tropas ni apoyo estadounidense para una eventual fuerza de paz que dé garantías de seguridad para el pacto que Trump y Putin. El "nada sobre Ucrania sin Ucrania" que repitieron como un mantra las capitales europeas estos tres años de guerra suena ahora un poco ridículo. El Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, un poco también.

La Unión Europea ha destinado hasta la fecha unos 174.000 millones de euros en asistencia directa a Ucrania, una cantidad similar a la aportada por Estados Unidos (incluyendo civil y militar). Pero mientras los europeos han tenido que reconfigurar su modelo de suministro energético, lidiando en el proceso con una inflación desbocada y una severa ralentización económica; los norteamericanos (también con inflación) se han beneficiado de la presión sobre los precios de los hidrocarburos y el auge del gas natural licuado, y del espectacular aumento en los pedidos de armas y la preponderancia de la diplomacia militar.

Actualmente, entre un 70% y un 80% de las compras de material bélico de los Estados miembros proviene de la industria estadounidense, con un valor superior a los 350.000 millones de euros. Una fuente de ingresos crucial para la economía norteamericana a la que no está dispuesto a renunciar ningún presidente.

Foto: Cumbre de la OTAN de Bruselas en 2018. (Reuters)

"Estamos ante un antes y un después en las relaciones entre la UE y EEUU", comenta el experto en industria de defensa europea, Iván Esteve. "En este escenario, lo más complejo es que la agresividad y volatilidad de la Administración Trump nos hace más difícil tomar las acciones necesarias para asumir la defensa europea, particularmente en lo relacionado con el desarrollo de nuestros propios sistemas de armas. A medida que fomentemos una política industrial de defensa, compras comunitarias y productos europeos, es probable que aumenten las sanciones y restricciones comerciales para coaccionarnos y forzarnos a adquirir sus sistemas de armas", avisa.

Es decir. No solo hay que asumir la factura militar, también hay que pagarla fuera.

¿Putin ha ganado? Putin ha ganado

Por el momento, no hay calendario o agenda. Se habla, sin fechas, de un posible vis a vis entre Putin y Trump en Arabia Saudí. Algunos expertos creen que el ruso querría hacerlo coincidir con las festividades del Día de la Victoria (9 de mayo), con toda la carga simbólica que eso conlleva. Una negociación entre iguales con Washington. Un reconocimiento al feroz retorno del Kremlin a la gran mesa del orden internacional.

Ya sea antes o después, es muy improbable que Kiev logre un golpe de efecto militar de peso suficiente como para influir en ese encuentro. O que los líderes europeos tengan una epifanía política y actúen de verdad mancomunados para encajar el golpe estratégico.

Foto: El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, habla con Donald Trump este 12 de febrero (Oficina Presidencial de Ucrania)

El presidente Volodímir Zelenski está tratando de mantener la mascarada. Asegura que son ellos los que más quieren "la paz" y que está dispuesto a conversar el fin de las hostilidades. Pero sabe que en algún momento de esa negociación le van a intentar robar la cartera. Puede ceder, aunque tiene poco margen. Las concesiones territoriales ya están sobre la mesa. ¿Cuántas? No está claro.

"Ucrania tiene que ceder territorio y no unirse a la OTAN. ¿Así que Putin será recompensado por invadir Ucrania? ¿Obtendrá todo lo que quiere? Espero que esto no sea cierto. Europa no necesita un Múnich 2.0", se lamentó Michael McFaul, profesor de ciencia política en Stanford y exembajador estadounidense en Rusia (2012-2014).

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Lo cierto es que sí. Hay que empezar a aceptar que Putin ha ganado. Lo que está todavía por ver es el tamaño de su victoria y si podrá conservarla en el tiempo. O ampliarla. Por eso, la realpolitik con la que vienen los nuevos inquilinos del Ala Oeste debería sacar a Europa de su estupor diplomático.

Las líneas maestras de la negociación propuestas por la Casa Blanca son un cable a tierra para la atomización de opiniones en las capitales europeas, algunas en exceso optimistas o beligerantes en este punto del conflicto. Otras demasiado pasivas y reactivas. Empezando por asumir que volver a las fronteras previas a 2014 (cuando el Kremlin ocupó Crimea y parte del Dombás) es inviable. Como también lo es la entrada en el corto-medio plazo de Kiev en la OTAN. Y que Europa tendrá que pagar por la estabilidad de su frontera.

Encuentro en San Valentín

Nada de esto es una locura. El problema es que el líder de la OTAN (y del mundo libre) lo haya pactado directamente con el adversario. Una desautorización al espíritu de la Alianza que debería hacer a la Unión Europea replantearse seriamente su futuro militar. De hecho, muchos analistas se sorprendieron de que Hegseth, en su primer viaje a Europa, no hablara de reducir la presencia militar norteamericana en el continente. Pero, insisten, no es que duden de si pasará; sino cuándo y cómo.

Foto: Imagen: EC Diseño.

El próximo 14 de febrero, San Valentín, la flor y nata de la seguridad de la defensa europea se da cita en la Conferencia de Seguridad de Múnich. Allí, los líderes políticos, militares, industriales y académicos podrían obtener más detalles de este proceso del vicepresidente JD Vance y el secretario de Estado, Marco Rubio, que asistirán al evento. ¿Seguirá financiando y armando Washington a Ucrania mientras se negocia? ¿Mantendrá el compromiso con las maniobras y ejercicios de disuasión de la OTAN? ¿En qué escala y a qué velocidad retirará EEUU su músculo militar de Europa? ¿Y el resto de misiones compartidas?

Poco después de conocerse la llamada telefónica de marras entre el Despacho Oval y el Kremlin, el euro se disparaba contra el dólar. Los inversores celebraban lo que los analistas lamentaban. Pan para hoy, inestabilidad para mañana.

“Los mercados tratan esto como si fuera una buena noticia para Europa, pero por supuesto que no lo es”, dijo Robin Brooks, analista de Brookings y antiguo estratega de divisas de Goldman Sachs. "Esta era la oportunidad de Europa para plantar cara. Ahora tendrá que pagar un alto precio".

Las conversaciones directas de Donald Trump y Vladímir Putin para dirimir entre ellos el fin de la guerra de Ucrania es un botón de muestra del futuro —ya presente— geopolítico de Europa: la irrelevancia. Atenazados por nuestras contradicciones internas y sin el músculo industrial, diplomático y bélico necesario para sentarse en la mesa de las superpotencias, a los 27 solo les queda protestar, con más o menos vehemencia, el dictado de la historia que escriben otros. No habría ironía más golosa y descriptiva de este momento que un tuit de la Comisión Europea mostrándose "profundamente preocupada" por la situación... de los europeos.

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