Este país no sabía cómo proteger sus monumentos históricos y por eso implantaron esta curiosa ley
El auge del turismo de masas ha llevado a muchos países a imponer restricciones para frenar el impacto negativo de las multitudes en su patrimonio histórico
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El auge del turismo de masas ha llevado a muchos países a imponer restricciones para frenar el impacto negativo de las multitudes en su patrimonio histórico. El crecimiento descontrolado del turismo ha generado problemas como aglomeraciones, ruidos, encarecimiento de la vivienda y expulsión de los residentes de los centros urbanos. Ciudades como Atenas, Barcelona, Ámsterdam y Venecia han endurecido sus normativas para mitigar estos efectos, imponiendo restricciones a los visitantes y aumentando el control sobre las actividades turísticas.
En el caso de Venecia, una de las ciudades más visitadas del mundo, las autoridades han adoptado diversas medidas para proteger su entorno, incluyendo la prohibición de la entrada de grandes cruceros, la limitación de grupos turísticos y la imposición de tasas de acceso. Sin embargo, una de las normativas más llamativas es la que prohíbe a los visitantes alimentar a las palomas, una práctica que puede acarrear multas de hasta 500 euros.
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La icónica Plaza de San Marcos ha sido durante años el hogar de cientos de palomas que se han convertido en una atracción turística más. Sin embargo, las autoridades han determinado que alimentar a estas aves supone un riesgo para la conservación del patrimonio histórico, ya que sus excrementos aceleran la erosión de monumentos y fachadas. A pesar de la restricción, algunos viajeros desconocen la ley y acaban enfrentándose a sanciones económicas por esta práctica.
Otras restricciones que debes tener en cuenta si viajas a Venecia
Las autoridades han implementado una serie de normas para mejorar la movilidad de los peatones y garantizar la protección de los residentes. Entre ellas, destacan la limitación de los grupos guiados a un máximo de 25 personas y la prohibición del uso de altavoces durante los recorridos turísticos.
Una de las normativas más estrictas es la prohibición de sentarse en escalinatas y puentes, una práctica habitual entre los turistas que genera obstáculos en el tránsito peatonal. Además, está prohibido caminar en traje de baño, tirar basura al suelo o saltar a los canales, con sanciones que pueden alcanzar los 500 euros. Para gestionar el flujo de visitantes y reducir la presión del turismo en determinadas épocas del año, el gobierno volverá a lanzar una tasa de acceso al centro histórico que se aplicará en fechas clave de abril a julio de 2025. El precio de la tasa dependerá del momento en que se realice la reserva. Los visitantes que adquieran su pase con antelación pagarán 5 euros, mientras que aquellos que lo hagan en los últimos tres días antes de su visita deberán abonar 10 euros.
Otra de las decisiones más drásticas adoptadas por el gobierno italiano ha sido la prohibición de la entrada de grandes cruceros a la laguna de Venecia, una medida que entró en vigor en 2024 y responde a la necesidad de proteger la delicada estructura de la laguna.
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El auge del turismo de masas ha llevado a muchos países a imponer restricciones para frenar el impacto negativo de las multitudes en su patrimonio histórico. El crecimiento descontrolado del turismo ha generado problemas como aglomeraciones, ruidos, encarecimiento de la vivienda y expulsión de los residentes de los centros urbanos. Ciudades como Atenas, Barcelona, Ámsterdam y Venecia han endurecido sus normativas para mitigar estos efectos, imponiendo restricciones a los visitantes y aumentando el control sobre las actividades turísticas.