La rabieta del 'hombre arancel': la táctica de Trump funciona, pero ya le han pillado el truco
Trump goza de una situación política mucho más sólida que en 2017, pero los gobiernos de otras naciones también han aprovechado estos ocho años para ganar experiencia
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El “hombre arancel”, como se describió a sí mismo, ha vuelto a la carga. Donald Trump ha impuesto tasas del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio, “sin excepciones ni exenciones”. Una medida que para el presidente de EEUU representa “el principio del nuevo enriquecimiento de América”. Algunas voces del sector, como la del sindicato United Steelworkers, han criticado la generalidad de la medida. No es igual castigar a un adversario como China que a un aliado fiable como Canadá, que resulta ser el primer exportador de acero a las empresas estadounidenses.
La presidencia de Estados Unidos es básicamente un puesto imperial y estas y otras medidas son capaces de transformar las relaciones comerciales y las economías de multitud de países. Pero, si bien el mandatario es poderoso y goza de una situación política mucho más sólida que en 2017, los gobiernos de otras naciones también han aprovechado estos ocho años para ganar experiencia.
A fuerza de repetición, la doctrina del shock de Trump y sus golpes de efecto, ese intento continuo de confundir a los demás y de intimidarlos con aranceles, acaba revelando un patrón, unas reglas. Y lo que ha hecho Donald Trump estas últimas tres semanas de cara al exterior ya sonaba. Simplemente, porque lo había hecho antes.
Apenas una semana después de que Trump frenara los anunciados aranceles a Canadá y México, habiendo conversado por teléfono con los líderes de ambos países, la interpretación general es que el presidente estadounidense se extralimitó con sus amenazas y no consiguió nada. Las promesas de sus vecinos de reforzar las respectivas fronteras obedecían, en gran parte, a planes anteriores a la crisis.
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“La rabieta arancelaria sugirió que los líderes extranjeros se han vuelto habilidosos a la hora de lidiar con Trump”, declaró Fareed Zakaria, analista geopolítico de The Washington Post y presentador del programa Fareed Zakaria GPS en CNN. “Lo apaciguan con concesiones florero, le dejan cantar victoria y luego vuelven a sus rutinas. Las concesiones de Canadá y México o bien fueron pequeñas o bien eran políticas que ya estaban implementando”, añadió.
En el canal conservador Fox News, la presentadora Laura Ingraham, normalmente una simpatizante de Trump, dijo no estar “impresionada” con la respuesta que el presidente había obtenido de Canadá e intuyó que el magnate se había echado atrás con la intensa reacción de los mercados. “Creo que el presidente Trump vio una reacción negativa enorme”, dijo Ingraham en referencia a la caída de los parqués de varios países, al aumento del dólar, a la caída del dólar canadiense y a otras turbulencias.
“A Trump le han visto el farol con los aranceles estadounidenses”, se titula el editorial de The Wall Street Journal del 3 de febrero. “Cantó victoria, como hace siempre”, dice el texto. “Pero esta tregua arancelaria tiene menos sustancia de lo que parece a primera vista. Trump ganó un anuncio de ayuda en la frontera, aunque lo que harán las tropas mexicanas para luchar contra los cárteles de la droga no está claro. La lucha contra las drogas es una sólida constante en las relaciones entre EEUU y México, y México ha prometido ayuda antes”.
Girar la cara a los aliados
La preocupación expresada por los críticos de Trump es que, incluso si este lograse grandes concesiones inmediatas, el mero hecho de amenazar a sus vecinos y de desacreditar el acuerdo de libre comercio que él mismo renegoció y firmó en 2020 socava la fiabilidad de EEUU en el largo plazo. Mientras duró la espada de Damocles de los aranceles (que técnicamente aún podrían ser impuestos en marzo), Canadá se mostró políticamente unida, de izquierda a derecha, contra la actitud del republicano.
El candidato del Partido Conservador a las elecciones de este año, Pierre Poilievre, a priori un aliado natural de los republicanos estadounidenses, habló de Canada First. Una doctrina que, entre otras cosas, apuesta por diversificar las relaciones comerciales para reducir la dependencia de EEUU, potenciar las Fuerzas Armadas y reforzar el control de la frontera. ¿Ganará Washington socavando la confianza y apartando de su lado a quien suele ser considerado su aliado más cercano?
De puertas adentro, el paisaje económico de EEUU tampoco es tan optimista como hace ocho años, cuando Trump heredó una economía que llevaba tiempo en lenta recuperación y que sumaba un crecimiento económico razonable con un nivel de paro bajo y una inflación controlada. Su recorte de impuestos y sus desregulaciones estimularon la actividad y le permitieron presumir de una economía excelente hasta la llegada del covid. En 2025, sin embargo, el panorama ya no es tan prometedor.
“La segunda Administración Trump ha tardado menos de un mes en enfriar el entusiasmo de los ejecutivos jefes y de los negociadores de acuerdos”, dice otro artículo de The Wall Street Journal. “La confianza del consumidor ha bajado y las expectativas de inflación están subiendo, motivadas en parte por las preocupaciones sobre el impacto de la amenaza de una guerra comercial. El mercado de movimientos corporativos ha cerrado su mes de enero más tranquilo en una década. Un Departamento de Justicia que se supone que iba a facilitar adquisiciones ha puesto una demanda, sin embargo, para bloquear una gran fusión tecnológica”.
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Pese a que suele estar alienado con los intereses conservadores y corporativos, el Journal ha seguido una línea editorial incrédula respecto aparte de los planes económicos de Trump. Su escalada “ha abierto una nueva era de incertidumbre de las políticas económicas que no se calmará hasta lo haga el presidente”, concluye el editorial. “Tal y como advertimos muchas veces antes del día de las elecciones, este es el riesgo económico más grande del segundo mandato de Donald Trump”.
Este escepticismo también quedó reflejado en la comparecencia ante el Senado de Jamieson Greer, nominado de Trump para ser representante de comercio. “América ha tenido la primera cata de la política comercial rancia de Trump esta semana”, declaró el demócrata Ron Wyden el pasado jueves. “Su farol arancelario creó una enorme incertidumbre para los negocios americanos”. Según un estudio de Pantheon Macroeconomics citado por Axios, los precios del acero y del alumnio subirán un 20%. Se trata de materiales presentes en tarteras, muebles, coches, aviones, papel de aluminio, electrodomésticos o proyectos de infraestructura.
El Trump de 2017 no tenía experiencia. Como él mismo ha reconocido, “No fui un presidente de Washington, sino un presidente de Nueva York”. Alguien de fuera, sin contactos ni hoja de servicios. Hoy es distinto. Hoy Trump tiene la sartén por el mango: un equipo, un partido obediente, veteranía y leyes y decretos redactados desde hace tiempo por varios grupos ultraconservadores afines.
En un panorama económico y global más complicado, el presidente estadounidense tendrá la oportunidad de ser él mismo y de desplegar sus armas arancelarias. Es una combinación que no habíamos visto antes. En esta ocasión, sin embargo, el resto de gobiernos, como los de México y Canadá, han tenido la oportunidad de observar y de meditar. Y podrían jugar sus cartas con más templanza que en la primera partida.
El “hombre arancel”, como se describió a sí mismo, ha vuelto a la carga. Donald Trump ha impuesto tasas del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio, “sin excepciones ni exenciones”. Una medida que para el presidente de EEUU representa “el principio del nuevo enriquecimiento de América”. Algunas voces del sector, como la del sindicato United Steelworkers, han criticado la generalidad de la medida. No es igual castigar a un adversario como China que a un aliado fiable como Canadá, que resulta ser el primer exportador de acero a las empresas estadounidenses.