"Aceitemos los fusiles": ya es presidente, pero Maduro aún agita el fantasma de una "invasión" extranjera
"Tomemos en serio las amenazas criminales de Álvaro Uribe e Iván Duque y preparemos, aceitemos los fusiles porque esta tierra sagrada jamás aceptará la bota insolente de paramilitares extranjeros"
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El pasado 10 de enero, Nicolás Maduro se convirtió de nuevo en presidente de Venezuela, cerrando el capítulo en el que la oposición venezolana estuvo quizá más cerca de arrebatarle el poder. Podría acabarse aquí la historia, pero no; a Maduro le dieron la excusa y ahora la está agitando: vuelve el fantasma de una 'intervención internacional' en Venezuela.
El expresidente colombiano, Álvaro Uribe, fue el primero en ponerlo en bandeja, abriendo la veda reclamando la llegada de militares extranjeros al país vecino. "Pedimos una intervención internacional, preferiblemente avalada por las Naciones Unidas, que desaloje a esos tiranos del poder y convoque de inmediato a unas elecciones libres", demandó. El chavismo, por supuesto, respondió, asegurando que están preparados y cuentan con aliados para defenderse. “Tomemos en serio las amenazas criminales del narcoparamilitar Álvaro Uribe e Iván Duque [que se posicionó en la misma línea] y preparemos, aceitemos los fusiles porque esta tierra sagrada jamás aceptará la bota insolente de paramilitares extranjeros ni imperialistas”, respondió Maduro, ordenando a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) a prepararse ante el reclamo hecho por los dos ex presidentes colombianos.
Pese a sus miradas hambrientas a Groenlandia y Canadá, EEUU aún no ha cancelado la licencia de la compañía petrolera Chevron
La práctica totalidad de los analistas consideran una hipotética operación internacional —ya sea invasión, ya sea mediante una intervención de mercenarios—, una fantasía con profundas implicaciones morales y extremadamente difícil de realizarse. Más incluso ahora, que la llegada de Donald Trump al poder no ha significado el espaldarazo que pretendía la oposición. Pese a sus miradas hambrientas a Groenlandia y Canadá o sus planes sobre Gaza, EEUU aún no ha cancelado la licencia de la compañía petrolera Chevron, con negocios en Venezuela, y la visita la semana pasada del asesor Richard Grenell a Caracas ha sido vista como una legitimación de Maduro.
Y aun así, Maduro la sigue aireando. Pongámonos un momento en sus zapatos. ¿Cómo sería realmente ese fantasma que agita?
¿Quiénes piden intervención extranjera?
La idea levantada por Uribe e Iván Duque fue recogida en la oposición por Leopoldo López, quien desde su exilio en España dijo que "la inmensa mayoría de los venezolanos están de acuerdo". En respuesta, la fiscalía venezolana solicitó una "alerta roja" de detención internacional a Interpol.
Pero la postura de Leopoldo no es ahora, en cualquier caso, la del grueso de la oposición venezolana, y especialmente de su cúpula. María Corina Machado sí avaló en el pasado una intervención en Venezuela, pero no se ha referido a esa posibilidad desde hace años. Edmundo González ha reclamado a los militares que se pongan de lado de la democracia y no apoyen a Maduro, pero no ha ido más allá.
“Los sectores que piden una intervención son pocos dentro de la oposición y normalmente están fuera del país. Si alguien lo hiciera estando en territorio venezolano sería encarcelado o perseguido, como es lógico”, comenta a El Confidencial un analista venezolano que rechaza identificarse por temor a represalias.
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“Es una idea que en algún momento la misma Machado se planteó, cuando pidió la aplicación del TIAR, una especie de OTAN de América Latina y el Caribe, hace algunos años, pero más allá de eso, no lo ha pedido y mucho menos después de que se convirtió en la primera referencia de la oposición en 2023”, añade. “Los que piden abiertamente intervención son López, Iván Simonovis y otros personajes de la oposición que viven en el exterior”.
El excomisario de Caracas, Simonovis, preso durante 15 años, condenado por “complicidad correspectiva” en la muerte de dos personas durante las manifestaciones del fallido Golpe de Estado contra Hugo Chávez de 2002, cargos que él niega, es quizás el opositor que más reclama una intervención internacional.
Avaló el pasado año la iniciativa ‘ya casi, Venezuela’, que es promovida por el magnate estadounidense Erick Prince, fundador de Blackwater, una de las mayores multinacionales de mercenarios del mundo, y ha recabado más de 1,4 millones de dólares sugiriendo la posibilidad de realizar una operación en el país sudamericano.
¿Podría derrocar a Maduro?
Un sector de los analistas creen que derrocar a Maduro por medio de algún tipo de operación sería factible, pero señalan también que eso no garantiza que vaya a haber un cambio de gobierno, que una estabilización sería difícil y que la situación en el país podría acabar degenerando más.
“Una intervención militar para derrocar a Maduro sería sencilla. Desde un punto de vista estrictamente técnico no sería particularmente difícil. El Gobierno Venezolano, como el Sirio de Bashar al Asad, aún con muchas diferencias, eligió destruir toda la estructura organizativa y la institucionalidad del país para conservar el poder pero al mismo tiempo destruyeron el mismo aparato que les hace controlar el país y eso les convierte en frágiles”, considera Román Ortiz, experto en geoestrategia y analista principal de la Universidad Francisco de Vitoria.
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No cree, además, que Rusia o Irán, los principales aliados internacionales de Venezuela, pudieran acudir en ayuda de Maduro.
“Rusia fue incapaz de ofrecer ningún apoyo militar a Al Asad, a pesar de que ya lo había hecho anteriormente y que tiene unos intereses estratégicos en Siria críticos. Venezuela está más lejos y Rusia, a parte de vender armas, no ha dado ningún respaldo militar directo a Maduro. Irán mucho menos. Y el interés de China es distinto, es construir relaciones más estables y de largo plazo. Maduro ha sido un desastre para China y el país asiático además no está dispuesto a involucrarse militarmente en un espacio que sabe que es de predominio total de EEUU”, añade Ortiz.
Respaldo de Cuba y Nicaragua
Maduro respondió a la nueva ofensiva de quienes piden una intervención internacional asegurando que cuenta con el respaldo militar de sus mayores socios en la región.
“Nos estamos preparando junto con Cuba y Nicaragua y junto con nuestros hermanos mayores del mundo para que, si un día tenemos que tomar las armas y defender el derecho a la paz y a la soberanía, dar la batalla en la lucha armada y volver a ganarla. No somos líderes tibios. Somos la revolución bolivariana”, señaló el presidente venezolano.
Los analistas creen, eso sí, que la capacidad de ambos países de suponer una diferencia en un eventual conflicto es mínima.
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“Cuba y Nicaragua aportarían muy poco a la capacidad bélica de Venezuela en caso de unir fuerzas. Políticamente y a nivel de inteligencia interna ambos pueden aportar y han estado aportando para mantener unidas las fuerzas militares venezolanas y controlar mejor a la sociedad civil, pero a nivel militar tendrían poco que aportar”, comenta Tiziano Breda, coordinador asociado de análisis del instituto Armed Conflict Location and Event Data (ACLED).
“La capacidad de Cuba y Nicaragua para asistir militarmente a Venezuela es absolutamente ninguna. Las FFAA cubanas tuvieron una capacidad significativa en los 80 gracias a la asistencia soviética pero hoy en día básicamente no son un aparato militar funcional y es muy difícil pensar que un país que ni siquiera puede garantizar el suministro básico de energía de su población esté en capacidad de ayudar militarmente a Venezuela”, considera, por su parte, el analista Ortiz.
Opciones muy remotas de intervención extranjera
Esos análisis son, eso sí, para el extremadamente improbable caso de que se acabe dando una intervención militar. Hay varias vías para que una operación pueda tener lugar. Algunas son casi imposibles y otras son imposibles.
Una de ellas es invocar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíprocra (TIAR), un acuerdo defensivo que establece, en su artículo 3, que “un ataque armado por cualquier Estado contra un País Americano, será considerado como un ataque contra todos los Países Americanos”, y legitima la respuesta a ese ataque, como las disposiciones de la OTAN, pero la oposición ya rechazó utilizarlo en la época en la que decenas de países reconocían a Juan Guaidó como presidente encargado y el equilibrio de fuerzas en América Latina impediría ahora su activación.
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Otra opción es solicitar la intervención de los Cascos Azules de la ONU, como el mismo Uribe ha reclamado, pero esa línea no tiene posibilidad alguna de prosperar. La ONU se despliega para mantener la paz, y no para derrocar gobiernos, y además cualquier operativo tendría forzosamente que pasar por el Consejo de Seguridad, donde tienen asiento permanente Rusia y China, que a buen seguro vetarían cualquier resolución.
La opción quizás menos rocambolesca, dentro de lo rocambolesco que sería cualquier operación, sería una intervención de parte de un Ejército privado que tuviese objetivos quirúrgicos puntuales, que es a lo que apuntan algunos de quienes revolotean alrededor del multimillonario Prince y quienes abogan por subir a 100 millones de dólares la recompensa por la detención de Maduro.
Pero igualmente las opciones en ese sentido de parte una oposición que no está totalmente unida y que ha rechazado reiteradamente armarse contra Maduro. Además, la presente crisis ha dejado claro que el chavismo controla a los militares y que es muy difícil una escisión en el Ejército.
El papel de EEUU
La cuarta posibilidad es una invasión promovida por EEUU. Donald Trump dijo en 2019, durante la crisis protagonizada por Guaidó y su gobierno paralelo, que “todas las opciones están sobre la mesa”, e incluso su ex asesor de seguridad, John Bolton, escribió en su libro ‘La habitación donde sucedió” que el presidente consideró invadir Venezuela, aunque finalmente optó, según su ex ayudante, por la vía política de Guaidó y la sanciones.
Ahora, eso sí, la situación es diferente. Trump ha hecho campaña reclamando la salida de EEUU de los conflictos donde ha tomado parte, abogando por un aislacionismo de un país ya muy presionado por la guerra de Ucrania y los conflictos en Oriente Medio.
No solo eso. Dentro de la Administración Trump hay dudas sobre cómo tratar el problema venezolano. Políticos como el secretario de Estado, Marco Rubio, defienden las sanciones y la mano dura contra Caracas, mientras otro sector plantea tratar con Maduro para evitar una nueva crisis migratoria y asegurar suministros de petróleo. Los mismos dueños de las petroleras hablan al oído de Trump. Algunos forman parte de su grupo principal de donantes.
"Hay que recordar que el país se ha convertido en un enorme canal para la cocaína"
Podría, en cualquier caso, mover esa postura que el chavismo se convirtiese en una amenaza real contra la seguridad de EEUU.
“Depende de cómo de disruptivo y desestabilizador sea Venezuela para la región. Hay que recordar que el país se ha convertido en un enorme canal para la cocaína que va no solamente a EEUU sino también, y por encima de todo, a Europa. Está respaldando a grupos armados que hacen terrorismo en Colombia y además es una plataforma en la región para Rusia, China e Irán. La pregunta es hasta qué punto Maduro va a escalar estas actividades y cuál es el nivel de tolerancia que va a tener la nueva administración Trump frente a eso”, considera el analista Ortiz.
Algunos creen que Maduro se cuidará mucho de hacer provocaciones a Washington, pero al mismo tiempo el presidente Venezolano está lanzando órdagos. Recientemente insinuó que podría invadir Puerto Rico, oficialmente un territorio no incorporado a los EEUU, y la Gobernadora Jennifer González pidió a Trump “responder al narcorégimen de Maduro”.
Estabilizar al país sería una tarea titánica
Pero, en cualquier caso, probablemente el mayor elemento disuasor de cualquier operación es el hecho de que estabilizar al país después de una salida del Gobierno por la vía armada sería una tarea titánica que, además, podría acabar empeorando la situación humanitaria.
En Venezuela confluyen multitud de actores armados, como las guerrillas colombianas marxistas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la Segunda Marquetalia, con extensa presencia en el país, y otros como mercenarios del grupo Wagner. El temor a que pueda desatarse una guerra de guerrillas es real.
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“Habría que pensar qué pasa con todas las bandas criminales y los restos del chavismo que quedarían. Otra pregunta es qué haces con las fuerzas armadas, porque básicamente habría que disolverlas y volverlas a hacer, y como rearticular la economía, porque vas a necesitar un esfuerzo de inversión grande durante un tiempo considerable”, apunta el analista Ortiz. “Esa es la verdadera dificultad y son las cuestiones que están fundamentalmente disuadiendo cualquier operación”, añade.
Consecuencias legales y diplomáticas
Una intervención tendría, además, consecuencias diplomáticas graves. Debería, asimismo, pasar por numerosos escrutinios legales y, sin duda, supondría fortísimas críticas para el país invasor en un mundo en el que hasta recientemente las guerras de expansión parecían un asunto del pasado.
El principio de no intervención es una de las normas fundamentales del derecho internacional y así está consagrada en la carta de Naciones Unidas bajo el derecho de autodeterminación de los pueblos para evitar que unos países ejerzan abuso de poder sobre otros.
Quienes defienden una operación alegan que la situación de los Derechos Humanos en Venezuela legitima una intervención de carácter humanitario.
Países vecinos en contra de cualquier intervención
Otro factor que impide, a corto plazo, operación alguna es que los dos países con frontera terrestre con Venezuela, Colombia y Brasil, están gobernadas por líderes progresistas que, aunque se han negado a reconocer los resultados de las elecciones ofrecidos por el Gobierno venezolano, al mismo tiempo estarían radicalmente en contra de una intervención.
En la anterior ocasión en la que se dio algo similar, durante la Guerra Civil Nicaragüense de los 80, la vecina Honduras sirvió como espacio para el entrenamiento y la preparación de la Contra, el grupo contrarrevolucionario financiado y entrenado por EEUU, que se enfrentó fallidamente contra el Ejército Popular Sandinista. Ahora no hay posibilidad de tal lanzadera.
"Dejen de pensar en muerte de hermanos. ¿No se leyeron en la Biblia la historia de Caín?", espetó el líder colombiano, Gustavo Petro
“Dejen de pensar en muerte de hermanos. ¿No se leyeron en la Biblia la historia de Caín?”, espetó el líder colombiano, Gustavo Petro, cuando conoció las palabras de Uribe. La invasión de Venezuela tendría serias consecuencias económicas y sociales en los países vecinos. Supondría, a buen seguro, una reactivación de la ola migratoria, y un nuevo cierre de una frontera de la que dependen económicamente los sectores orientales del país.
A buen seguro una intervención exacerbaría las diferencias políticas entre los países latinoamericanos y ese es un riesgo que pocos están dispuestos a correr, a pesar de que parte de la oposición venezolana siga reclamando algún tipo de operación.
El pasado 10 de enero, Nicolás Maduro se convirtió de nuevo en presidente de Venezuela, cerrando el capítulo en el que la oposición venezolana estuvo quizá más cerca de arrebatarle el poder. Podría acabarse aquí la historia, pero no; a Maduro le dieron la excusa y ahora la está agitando: vuelve el fantasma de una 'intervención internacional' en Venezuela.