¿30.000 tropas aliadas en Ucrania? Cómo 'la paz' de Putin volverá a dividir Europa
Europa se enfrentará a una difícil dicotomía: comprometerse a defender un alto el fuego por la fuerza si es necesario o arriesgarse a un conflicto más brutal en los próximos años que podría desbordar las fronteras de Ucrania
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F5cc%2F8f3%2Fb2c%2F5cc8f3b2ca02c92517b22107eb7fefd0.jpg)
A medida que la guerra en Ucrania se acerca a su tercer aniversario, las probabilidades de alguna suerte de negociación hacia alto el fuego han aumentado. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca con su promesa de forzar el fin del conflicto se une al agotamiento de una guerra de desgaste con un enorme costo para ambos bandos. La fatiga también se nota en la coalición occidental, donde cada vez hay más capitales que consideran que una "mala paz" sería mejor que continuar con una invasión sangrienta y económicamente extenuante.
La gran pregunta que sigue a una "mala paz" es qué hacer si termina el combate. La mayoría de los analistas creen que las posibilidades de que Vladimir Putin cumpla con cualquier compromiso son escasas o nulas. Por lo que Europa podría verse abocada a una dicotomía existencial: comprometerse a defender un alto el fuego —por la fuerza si es necesario— o arriesgarse a un conflicto más brutal en los próximos años que podría desbordar las fronteras de Ucrania.
No es una conversación hipotética. Los aliados ya han comenzado a discutir esta posibilidad, pero están divididos sobre la viabilidad de desplegar una fuerza de paz a gran escala para proteger un eventual acuerdo. El primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente francés, Emmanuel Macron, parecen barajar esta posibilidad. Italia y los estados nórdicos apoyan la idea, y también el presidente Pedro Sánchez estaría abierto a ese escenario (al menos en teoría): "Es pronto para responder, pero España está siempre comprometida con sus aliados", señaló en Davos.
Sin embargo, Alemania y otros países se oponen, según publicó The Times. Los bálticos y Polonia están preocupados por la posibilidad de que aportar medios y efectivos a esta misión propuesta podría desviar recursos muy necesarios y dejaría expuestos a los estados de la OTAN fronterizos con Rusia.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F753%2F7b3%2F9dc%2F7537b39dcb931a191ba5ba3134a94c6a.jpg)
La cumbre informal del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, con de los líderes de la UE —a la que acudió también el premier Starmer, primer mandatario británico desde el Brexit en ser invitado a una cita de este estilo— celebrada el pasado lunes en Bruselas, no parece que consiguiera grandes avances. Con todo, existe consenso en cuanto a que un despliegue de ese tipo después del conflicto necesitaría el visto bueno de Donald Trump y garantías de seguridad para Kiev.
Llegado el caso, el presidente estadounidense ha descartado mandar tropas, pero podría proporcionar cobertura aérea en forma de baterías de defensa antiaérea Patriot para neutralizar misiles balísticos y otras amenazas, así como activos para inteligencia y vigilancia, capacidades de las que Europa carece. Incluso si Washington se niega a proporcionar soldados, su ayuda con la planificación de la misión, logística, inteligencia y suministro de potencia de fuego adicional sería clave.
La idea de tener fuerzas de paz en el Donbás se planteó brevemente —y sin éxito— en la etapa de la guerra de 2014-2022. Ucrania quería fuerzas externas desplegadas en su frontera con Rusia, mientras que Moscú insistió en que debían estar en la línea de contacto en el Donbás, para asegurar que sus avances se detuvieran en este lugar. La principal diferencia ahora, según los expertos, es la escala e intensidad de la guerra. El frente activo de unos 1.500 kilómetros y cientos de miles de efectivos combatiendo en ambos lados.
Sin disuasión no hay paz
Rusia controla en torno a un 19% del territorio soberano de Ucrania, incluida la península de Crimea y partes de las regiones de Lugansk, Donetsk, Zaporizhia y Kherson. Por su parte, Kiev controla una franja de la región rusa de Kursk, en la frontera entre ambos países. Esto plantea un inmenso problema logístico para cualquier plan para desplegar fuerzas de paz. Esto requeriría una fuerza masiva con una financiación sustancial, sin una idea clara de cuándo podría terminar la misión. O un potencial Afganistán en ciernes.
"Es poco probable que Rusia acepte una fuerza occidental fuerte con un mandato sólido en la línea de alto el fuego, mientras que una fuerza tradicional de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas no proporcionaría suficiente disuasión", considera Franz-Stefan Gady, analista del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos y del Centro para una Nueva Seguridad Estadounidense.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fee4%2Fd3a%2Fe9c%2Fee4d3ae9c19fc1b8021e46a756f9a72f.jpg)
Por lo tanto, plantea una combinación de ambas como una posible solución. "Fuerzas de paz tradicionales, idealmente de países del sur global, podrían patrullar directamente una zona desmilitarizada a lo largo de la línea de alto el fuego; mientras una fuerza europea robusta de reacción rápida podría estacionarse en el interior de la Ucrania no ocupada", explicaba el experto en un reciente artículo en Foreign Policy. "No habría tropas estadounidenses en Ucrania, y no estaría bajo la bandera de la OTAN, lo que potencialmente la haría más aceptable para Rusia", añade.
El presidente Volodímir Zelenski ha asegurado que necesitaría 200.000 soldados de naciones aliadas para asegurar la línea del frente. Una cifra irreal, señalaba The Financial Times, porque "supera incluso la que participó en el desembarco del Día D en la Segunda Guerra Mundial". Otros analistas sitúan el número ideal en unos 40.000 a 50.000 militares, una cifra más asumible para los aliados. En el momento álgido de la guerra en Afganistán, Estados Unidos tenía desplegados unos 100.000 soldados, mientras que la OTAN y socios, unos 40.000.
El concepto que habría propuesto Macron es el de una coalición europea que despliegue fuerzas terrestres de manera permanente en Ucrania. Según los cálculos del presidente francés, esto requeriría un mínimo de cinco brigadas, aproximadamente entre 25.000 y 30.000 soldados; lo que se traduciría en entre 75.000 y 90.000 efectivos disponibles, debido a la práctica estándar de rotación entre entrenamiento, despliegue activo y recuperación. El personal de apoyo elevaría aún más esta cifra.
Dada la falta generalizada de preparación, las fuerzas europeas necesitarán varios meses de entrenamiento. Y, ante todo, una estrategia de salida clara. No sería una misión permanente; más bien, su despliegue permitiría a Ucrania reconstruir y fortalecer sus fuerzas como elemento disuasorio contra otro ataque ruso.
Los analistas también creen que se podría persuadir a los países que no están dispuestos o no pueden enviar tropas a Ucrania para que asuman mayores responsabilidades en otras misiones militares aliadas en los Balcanes occidentales o África, para permitir sacar efectivos de otros países. También puede significar retirar fuerzas europeas de las actuales misiones de mantenimiento de la paz de la ONU en Oriente Medio y otros lugares, así como reasignar temporalmente algunas fuerzas de la OTAN de los estados bálticos y el frente oriental.
Combate de alta intensidad
Por último, Europa tendría que tener una comprensión clara de lo que implica una misión de este tipo y cuáles son las reglas específicas de enfrentamiento.
"Esta operación no sería comparable a los despliegues europeos en Afganistán o Irak. Las fuerzas europeas tendrían que estar preparadas para operaciones de combate de alta intensidad y gran escala contra Rusia, no operaciones de pequeña escala contra insurgentes ligeramente armados. Esto incluye tener un plan claro para responder a las inevitables provocaciones rusas, incluido el sabotaje detrás de la línea de alto el fuego o los ataques accidentales con misiles que maten o hieran a personal europeo", matiza Franz-Stefan Gady.
Por su parte, Volodymyr Dubovyk, investigador del Programa de Resiliencia Democrática del Centro de Análisis de Políticas Europeas (CEPA), señala que "puede parecer prematuro hablar de paz ahora, mientras las hostilidades se desatan en el frente, pero la preparación es vital". "Si llega el momento de un proceso de paz significativo, será necesario que haya absoluta claridad sobre quién está dispuesto a desempeñar su papel", añade.
El experto apunta que un elemento clave de cualquier plan para detener los combates "será el tamaño y el mandato de cualquier fuerza militar externa desplegada a lo largo de la línea del frente". Y en este sentido, apunta que no tiene mucho sentido una fuerza que carezca de poder. "La Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) desplegó una misión de vigilancia en el Donbás durante años, con escasos resultados. Rusia respeta la fuerza y pondrá a prueba cualquier agrupación militar que se despliegue, posiblemente en el momento en que llegue", apunta.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F409%2Ffeb%2F5ab%2F409feb5ab3dbcaad872761392f181a27.jpg)
Lo que está claro es que, mientras Ucrania no haya estabilizado la línea del frente, las discusiones sobre el despliegue de tropas europeas son puramente teóricas. Solo cuando Putin reconozca que ya no puede obtener victorias significativas este 2025 considerará las negociaciones para congelar el conflicto. Mientras eso sucede, seguirá tratando de intensificar las divisiones en Europa. El escenario interno desde luego no ayuda.
Tras su repetida promesa electoral de poner fin a la guerra en menos de 24 horas, ahora Trump dice que el nuevo objetivo es detenerla en sus primeros 100 días de mandato. Los detalles sobre cómo lo logrará siguen siendo escasos. El inquilino de la Casa Blanca ha afirmado repetidamente que esto se debe a que hablar abiertamente sobre sus planes socavaría su posición negociadora. Sin embargo, sus detractores dicen que esto es una tapadera para la ausencia de una estrategia.
La diferencia más significativa entre el primer y el segundo mandato del magnate republicano, en lo que respecta a la construcción de una política exterior, es la interconexión de las naciones hostiles a Washington. China, Rusia, Irán y Corea del Norte están más alineadoas que nunca. Se han ayudado mutuamente a evadir sanciones, han respaldado las guerras de cada uno y han tratado de apartar a otros países del ámbito de acción de Occidente liderado por Washington. Trump podría intentar romper estas alianzas para frenar el apoyo a la guerra de Moscú o podría presionar a estos aliados, aranceles mediante, para que dejen de financiar a Putin.
A medida que la guerra en Ucrania se acerca a su tercer aniversario, las probabilidades de alguna suerte de negociación hacia alto el fuego han aumentado. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca con su promesa de forzar el fin del conflicto se une al agotamiento de una guerra de desgaste con un enorme costo para ambos bandos. La fatiga también se nota en la coalición occidental, donde cada vez hay más capitales que consideran que una "mala paz" sería mejor que continuar con una invasión sangrienta y económicamente extenuante.