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¿Un plan improvisado para Gaza o una maniobra calculada? Lo que hay detrás de la decisión de Trump
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"Seremos los propietarios"

¿Un plan improvisado para Gaza o una maniobra calculada? Lo que hay detrás de la decisión de Trump

Trump es, en el fondo, un constructor, pero también un 'showman'. Y en estas dos semanas y media de mandato ha dejado claro que el bombardeo de decretos, palabras y amenazas es la estrategia a seguir

Foto: El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se reúne con el presidente de EEUU, Donald Trump en la Casa Blanca. (EFE/JIM LO SCALZO)
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, se reúne con el presidente de EEUU, Donald Trump en la Casa Blanca. (EFE/JIM LO SCALZO)
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Este miércoles por la mañana, el mundo tomó para desayunar una nueva píldora de 'shock'. Una patada en la mesa que ha forzado a los gabinetes de comunicación de docenas de gobiernos y organizaciones internacionales a reaccionar con palabras de condena o por lo menos de extrañeza a las aparentes intenciones de Donald Trump de anexionarse Gaza, expulsar a dos millones de palestinos y transformar la soleada franja costera, hoy plagada de cascotes, en la “Riviera de Oriente Medio”.

“Estados Unidos tomará la Franja de Gaza, y trabajaremos en ella, también”, dijo Trump delante de 150 periodistas patidifusos. “Seremos los propietarios y seremos responsables”. Respecto a los gazatíes, podrían marcharse a Jordania o a Egipto, añadió. ¿Quién querría seguir viviendo en un lugar tan destruido y peligroso?

Sin embargo, menos de 24 horas después, la Administración de Trump volvía a dejar perplejo al mundo tras recalcar que Estados Unidos no financiará la reconstrucción de la Franja de Gaza y que no enviará tropas estadounidenses al terreno. Su plan, según la Casa Blanca, es "apoyar" la reconstrucción para conseguir "estabilizar la región" pero eso "no significa que haya tropas sobre el terreno en Gaza", ni que "los contribuyentes estadounidenses vayan a financiar este esfuerzo". Entonces, ¿cómo piensa llevar a cabo su plan?

Hay dos maneras de entender las palabras de Trump, pronunciadas durante el encuentro en la Casa Blanca con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, buscado por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y de lesa humanidad. Una manera de entenderlas es de forma literal: Trump siempre ha sido un constructor y lleva semanas sugiriendo que Gaza es un terreno inmobiliario excelente, con buen clima y con vistas al mar. Sería una pena desaprovecharlo.

Siguiendo este mismo razonamiento y dejando de lado todo tipo de salvedades morales, legales y logísticas, la visión de Trump podría zanjar de una vez el conflicto palestino-israelí. Por lo menos en lo que se refiere a Gaza. Desde tiempos inmemoriales las deportaciones masivas han servido para arrancar de raíz algunas fricciones identitarias. El dictador soviético Stalin fue un gran entusiasta de estas medidas: los tártaros, los chechenos, los bálticos, millones de ucranianos. Todos acabaron a miles de kilómetros de sus casas, de lo que siempre habían conocido.

Foto: Donald Trump en la reunión con Netanyahu en el Despacho Oval. (Reuters/Elizabeth Frantz)

Pero el mundo de Stalin era muy distinto al que nació, con todas sus paradojas e hipocresías, en 1945. Y cuyo garante se supone que era Estados Unidos: el mismo país desde donde, ahora mismo, se están desatornillando, por boca y acción de Donald Trump, las junturas que mantenían una cierta arquitectura internacional.

Este punto de vista literal sobre los vaporosos planes trumpistas, celebrados por las voces más sionistas de Israel y de Estados Unidos, sería una ambiciosa continuación de aquellos Acuerdos de Abraham: la pragmática iniciativa de normalizar las relaciones entre Israel y sus vecinos árabes, al precio de dejar la cuestión palestina en segundo plano. Los adjetivos que se usan para describir este sueño glorioso de Trump, el presunto final de este viejo conflicto, van de “original” a “audaz” a “creativo”. Por fin, un líder que piensa distinto, aunque nadie sabe cómo justificaría legalmente EEUU esta anexión o la clara limpieza étnica de dos millones de personas.

En última instancia, Donald Trump podría estar mandando una señal a los líderes de Oriente Medio: o bien espabiláis o bien Estados Unidos va a tener que meter su pesada bota militar en el avispero. Y esta vez las leyes internacionales le van a importar aún menos de lo que le importaron en 2003, con la invasión de Irak.

La segunda manera de entender las palabras de Trump, sin embargo, es menos épica y rimbombante. Trump es, en el fondo, un constructor, pero también un showman. Y en estas dos semanas y media de mandato ha dejado claro que el bombardeo de decretos, palabras y amenazas es la estrategia a seguir. Una forma de saturar la atención de la oposición y de la prensa,y de salirse con la suya, si no en todas sus prioridades, al menos en algunas de ellas.

Aunque Trump no desvela el truco, algunas de las personas que han trabajado con él lo han explicitado en ocasiones. Por ejemplo, Steve Bannon, el empresario y comentarista nacionalpopulista que fue su co-jefe de campaña en 2016 y asesor especial en los primeros meses del primer mandato.

Foto: Un palestino observa la destrucción en Rafah, en el sur de la Franja de Gaza. (Reuters/Hatem Khaled)

“El partido opositor son los medios, y los medios, dado que son tontos y son vagos, solo pueden centrarse en una cosa a la vez”, dijo Bannon en una entrevista con PBS News en 2019. “Todo lo que tenemos que hacer es inundar la zona. Cada día les pegamos con tres cosas. Morderán una, y completaremos el resto de cosas. Bang, bang, bang. Estos tipos, nunca, nunca podrán recuperarse”.

Es curioso, por ejemplo, que las palabras de Trump cogiesen por sorpresa a varios miembros de su equipo, según Axios. Una fuente asegura que el presidente llevaba dos meses dándole vueltas a la idea, pues se trata de una idea suya. No es parte de un gran plan maestro negociado con las diferentes ramas del Gobierno.

También añade peso a esta teoría, la teoría de la distracción, la reciente amenaza de los aranceles del 25% contra Canadá y México. Trump los anunció casi con efecto inmediato: entrarían en vigor el martes. Los líderes de Canadá y México dieron solemnes respuestas, los sectores económicos temblequearon y buscaron planes B, C y D, y las bolsas mundiales abrieron el lunes en números rojos. Luego hubo un par de llamadas telefónicas y los aranceles se retrasaron, por lo menos, un mes. Canadá y México prometieron refuerzos de la seguridad fronteriza que, en realidad, ya habían sido aprobados, en gran parte, semanas antes. Tanto drama para nada.

Reestructuración y sueños peligrosos

¿Para nada? Mientras los medios de comunicación de Norteamérica y del resto del mundo discutían las profundas y variadas implicaciones de los aranceles americanos del 25% a sus principales socios comerciales y de la llegada de la guerra comercial, Elon Musk tomaba al asalto la infraestructura del Gobierno de EEUU: su sistema de pago central, sus agencias de persona y de recursos humanos. Sin estatus oficial, valiéndose de personas que no habían puesto los pies en un edificio gubernamental en sus vidas, pero que ahora daban órdenes a los perplejos funcionarios de carrera.

Al mismo tiempo que Trump barruntaba la interesante historia de transformar Gaza en un paisaje de condominios de lujo, con expatriados bebiendo un cóctel al atardecer en una terraza frente a la superficie del mar Mediterráneo, The Wall Street Journal publicaba un artículo titulado: “La CIA ofrece un ERE voluntario [buyout] a toda su fuerza laboral, como parte de la reestructuración de Trump”.

Según el reportaje, es la primera agencia de inteligencia de EEUU a la que se le ha propuesto acuerdo semejante: si no os gusta, ahí está la puerta. En la CIA trabajan más de 21.000 personas. Trump quiere también repensar las prioridades de la agencia y centrarse, además de en China, en el continente americano. “La CIA usará el espionaje para dar a Trump una ventaja extra en sus negociaciones comerciales”, dice el diario, citando a un miembro del gabinete. “Potencialmente espiando al Gobierno de México en mitad de las fricciones comerciales”.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, durante su rueda de prensa. (EFE/Jim Lo Scalzo) Opinión
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Ramón González Férriz

Si Trump sabe de algo, es de cómo capturar la atención. Cabe la posibilidad de que, ausentes los contrapesos que tenía en el primer mandato, Trump esté dando rienda suelta a sus sueños más peligrosos y exuberantes. También cabe la posibilidad de que los medios de comunicación estemos mirando al lugar equivocado.

Este miércoles por la mañana, el mundo tomó para desayunar una nueva píldora de 'shock'. Una patada en la mesa que ha forzado a los gabinetes de comunicación de docenas de gobiernos y organizaciones internacionales a reaccionar con palabras de condena o por lo menos de extrañeza a las aparentes intenciones de Donald Trump de anexionarse Gaza, expulsar a dos millones de palestinos y transformar la soleada franja costera, hoy plagada de cascotes, en la “Riviera de Oriente Medio”.

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