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Ni las amenazas de Trump ni las súplicas de Ucrania: nada frena la gran adicción de la UE
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Ni las amenazas de Trump ni las súplicas de Ucrania: nada frena la gran adicción de la UE

De acuerdo con los cálculos de la Unión, en 2024, las importaciones de gas natural licuado procedente de Rusia alcanzaron un récord de 22 bcm, un aumento del 20% respecto a 2023

Foto: Un empleado vierte GNL en un recipiente de vidrio durante una demostración en la terminal de GNL de Tokyo Gas en Sodegaura, Japón. (Reuters/Kim Kyung-Hoon)
Un empleado vierte GNL en un recipiente de vidrio durante una demostración en la terminal de GNL de Tokyo Gas en Sodegaura, Japón. (Reuters/Kim Kyung-Hoon)

Pocas veces una discusión en redes sociales ilustra tan bien el estado de la cuestión energética en Europa. La semana pasada, en uno de sus frecuentes intercambios de dardos en la red social X, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, criticó al primer ministro eslovaco, Robert Fico, por su deseo de seguir comprando gas procedente de Rusia. "Hace unos días, el presidente Trump tomó una decisión contundente que puede aumentar significativamente la exportación de gas natural licuado (GNL) estadounidense, en particular a Europa. Esto es exactamente lo que se necesita para la seguridad y la estabilidad: más recursos energéticos de los socios para Europa. El GNL de EEUU cuesta dinero, pero el gas ruso no solo cuesta eso, sino también independencia y soberanía", aseveró el presidente ucraniano.

La publicación encapsula uno de los debates más enquistados en el seno de la Unión Europea. Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania en 2022, Europa ha trabajado para diversificar su matriz energética y reducir su histórica dependencia del gas ruso. Los avances han sido notables: el gas por gasoducto procedente de Rusia pasó de representar el 40 % del total en 2021 a solo un 11 % en 2024. Sin embargo, el gas ruso continúa fluyendo a raudales hacia el continente por otra vía, y en volúmenes crecientes.

La UE es, con diferencia, el mayor comprador mundial de GNL ruso, cómodamente por delante de China, Japón o Corea del Sur. De acuerdo con los cálculos de la Unión, en 2024, las importaciones de este producto, transportado mediante barcos metaneros, alcanzaron un récord de 22 bcm (miles de millones de metros cúbicos), un aumento del 20 % respecto al año anterior. Esto, además, ocurrió en el mismo año en el que la Unión redujo significativamente su volumen total de importaciones de gas natural. Es decir, que en un contexto en el que no había escasez de oferta y en el que recortar las compras a Rusia no hubiera supuesto ningún problema de suministro, la reducción provino, en su lugar, de una menor adquisición de GNL estadounidense.

Esto, como era de esperar, no ha sentado nada bien al nuevo inquilino de la Casa Blanca. El mismo día de su investidura, Donald Trump amenazó con aranceles generalizados a los productos europeos si la UE no incrementaba sus compras de gas y petróleo estadounidense. Además, como parte de su estrategia para reactivar la industria energética nacional, también revocó la moratoria sobre nuevas licencias de exportación de GNL que su predecesor, Joe Biden, había impuesto en enero de 2024. Con una orden ejecutiva, dejó claro desde el primer momento que el gas natural licuado sería una pieza clave de su agenda económica y que Europa haría bien en prepararse para adquirir más.

Pero el motivo de la preferencia de los compradores europeos no es ningún misterio: el gas natural ruso es más barato que el equivalente estadounidense. Y aunque la Comisión Europea ha lanzado mil veces el mensaje de que deben desengancharse del GNL procedente de Moscú, no ha sido capaz de sacar adelante un veto a su compra, como sí lo ha hecho con el petróleo o el carbón.

"El problema es que, mientras no haya una decisión política firme a nivel de la UE, las empresas seguirán comprando gas ruso. Hay contratos a largo plazo con la empresa rusa Novatek que siguen en vigor. Y mientras el gas siga fluyendo sin interrupciones y sin sanciones, los países no van a dar el paso de romper esos acuerdos por su cuenta", explica Szymon Kardas, investigador del programa europeo de energía del European Council on Foreign Relations (ECFR), en entrevista con este periódico.

La Comisión Europea prepara su 16º paquete de sanciones contra Rusia. Una decena de Estados miembros —entre ellos Finlandia, Polonia y los países bálticos— han presionado al equipo de Ursula von der Leyen para que incluya un veto a las importaciones de GNL. Sin embargo, según adelantaron varios medios la semana pasada, las nuevas medidas solo prohibirán la llegada del hidrocarburo a terminales no conectadas a la red gasística europea, lo que no afectará a la gran mayoría de las importaciones de la UE.

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Los principales compradores de GNL ruso en Europa son Francia (6,3 millones de toneladas), España (4,8 millones), Bélgica (4,4 millones) y, a cierta distancia, Países Bajos (1,3 millones). Sin embargo, a diferencia del gas transportado por gasoducto, el licuado es un producto más flexible, lo que facilita su reexportación a múltiples destinos. Esta dinámica ha permitido que países como Alemania, que oficialmente ha prohibido la llegada directa de gas ruso a sus puertos, continúen accediendo a él de forma indirecta. Según un informe de tres ONG —belga, alemana y ucraniana— citado por el Financial Times, las importaciones alemanas de GNL ruso se dispararon un 500% en 2024 respecto al año anterior, alcanzando un valor total de 7.320 millones de euros.

La Comisión Europea reconoce que la presencia del gas ruso en el mercado sigue siendo un problema. "Hemos roto la dependencia de Rusia en gran medida, pero el gas —y en particular el GNL— sigue llegando en volúmenes preocupantes", admitió Anna-Kaisa Itkonen, portavoz del Ejecutivo comunitario, a Politico.

Para abordar esta situación, Bruselas trabaja en una "hoja de ruta" para eliminar gradualmente las importaciones de energía rusa, cuyo borrador se espera para finales de febrero. El documento incluiría medidas concretas para acelerar la reducción del GNL ruso, aunque los detalles aún no han sido revelados.

Foto: El presidente de Rusia, Vladímir Putin. (Reuters/Pool/Sergei Guneev)

La reticencia europea a castigar el GNL ruso es difícil de justificar si se tienen en cuenta los prospectos futuros del mercado. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, se espera que la capacidad mundial de licuefacción crezca un 40% para 2030, impulsada por proyectos masivos en Estados Unidos y Qatar, que añadirán al mercado volúmenes equivalentes a la demanda combinada de China, Japón y Corea del Sur. La agencia, de hecho, ha advertido de que la producción de GNL podría superar la demanda en un 18% hacia finales de la década, lo que implicaría un exceso de 125 bcm.

¿Vuelta al pecado original?

Y mientras la Comisión prometía que estaba tratando de librarse de su conexión energética con Rusia, un reporte del Financial Times caía como una bomba en Bruselas la semana pasada. Según la exclusiva, algunos funcionarios europeos están considerando incluir la reanudación de las importaciones de gas ruso por gasoducto en un posible acuerdo de paz con Moscú. La propuesta, respaldada por representantes de Alemania y Hungría, se justifica bajo el argumento de que abarataría los costos energéticos en Europa y ofrecería a Rusia un incentivo para mantener el alto el fuego.

"Si en Europa nosotros estamos discutiendo esto, ¿qué mensaje estamos enviando a Moscú? Rusia ve estas señales y las interpreta como una validación de su estrategia. Para ellos, es solo cuestión de tiempo antes de que Europa reconsidere y vuelva a depender de su gas. Y, cuando eso ocurra, ellos estarán listos para negociar desde una posición de fuerza", lamentó Kardás. "Si hoy hablamos de reabrir el tránsito de gas ruso, ¿qué pasará en 2027, cuando se supone que debemos haber eliminado por completo los combustibles fósiles rusos? ¿Es realmente un compromiso serio o es solo una fecha simbólica?", criticó.

Foto: Válvula de un gasoducto de Gazprom en Demodedovo, Rusia. (EFE/Maxim Shipenkov)

La revelación del FT refleja una división interna en la UE entre aquellos que priorizan la seguridad energética a largo plazo y aquellos que buscan reducir los costos energéticos en el corto plazo, especialmente en países como Alemania, que durante décadas experimentó un crecimiento sostenido en gran medida gracias al gas procedente de Moscú. "En cierto modo, es como una adicción. La industria alemana pasó cinco décadas acostumbrada a conseguir gas natural ruso barato y a contar con una cooperación bastante efectiva y fructífera con Rusia", indica Kardás, "y ahora, de pronto, una crisis en Ucrania tira todo por la borda. Y pensarán: '¿A quién le importa Ucrania?".

Pocas veces una discusión en redes sociales ilustra tan bien el estado de la cuestión energética en Europa. La semana pasada, en uno de sus frecuentes intercambios de dardos en la red social X, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, criticó al primer ministro eslovaco, Robert Fico, por su deseo de seguir comprando gas procedente de Rusia. "Hace unos días, el presidente Trump tomó una decisión contundente que puede aumentar significativamente la exportación de gas natural licuado (GNL) estadounidense, en particular a Europa. Esto es exactamente lo que se necesita para la seguridad y la estabilidad: más recursos energéticos de los socios para Europa. El GNL de EEUU cuesta dinero, pero el gas ruso no solo cuesta eso, sino también independencia y soberanía", aseveró el presidente ucraniano.

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