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Brexit 2.0: ha llegado la hora de renegociar el divorcio del siglo
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Tras cinco años, toca volver a la mesa

Brexit 2.0: ha llegado la hora de renegociar el divorcio del siglo

Produjo hartazgo, trajo caos absoluto a Westminster y rompió familias y amistades. Nadie tiene apetito por reabrir el debate. Pero coincidiendo con su quinto aniversario, el Brexit vuelve de manera inexorable a primera plana

Foto: Un manifestante pro-Brexit en Londres, en junio de 2019. (Reuters/Hannah McKay)
Un manifestante pro-Brexit en Londres, en junio de 2019. (Reuters/Hannah McKay)

Un reloj proyectado sobre Downing Street marcó la cuenta atrás. Y a medianoche, las históricas fachadas de Whitehall se tiñeron de los colores de la Union Jack, casi al tiempo que la bandera dejaba de ondear en Bruselas. Los europeístas salieron una vez más a la calle para manifestarse en contra de lo que consideran como “el gran error”. Los euroescépticos celebraron fiestas para brindar por lo que llamaron “el día de la independencia”.

Este 31 de enero se cumplen cinco años de un histórico divorcio para el que nadie —o muy pocos— estaba preparado. El propio David Cameron, quien dimitió como primer ministro tarareando una canción (literal) nunca preparó a los ministerios para tal escenario. El Brexit produjo hartazgo, trajo caos absoluto a Westminster y rompió familias y amistades. Nadie tiene apetito por reabrir el debate, pero vuelve de manera inexorable a primera plana, ya que el Reino Unido y la UE tienen que revisar este año el Acuerdo de Retirada (firmado en 2020) y el Acuerdo de Comercio y Cooperación (2021). Lo cierto es que el tema nunca quedó por zanjado. Aún hay cuestiones por resolver. Ahí está Gibraltar, que sigue en el limbo.

El premier laborista Keir Starmer, el mismo que estando como portavoz del Brexit en la oposición pidió la convocatoria de otro referéndum, ha prometido un “reinicio” para acercar posturas. Aunque las negociaciones formalmente están previstas para primavera, un buen punto de partida será el 3 de febrero, cuando el mandatario británico acuda a Bruselas como invitado a una cumbre informal de líderes de la UE sobre seguridad y defensa.

El ambiente que se respira ahora es cordialidad, nada que ver con las tensiones que marcaron los años de Boris Johnson, quien defendió la causa euroescéptica por puro oportunismo en lugar de convicción. Sin embargo, más allá de la ambición de alcanzar acuerdos sobre productos sanitarios y fitosanitarios, el reconocimiento mutuo de las cualificaciones profesionales, las giras de artistas y un “pacto de seguridad” poco definido, Starmer sigue apostando por la cautela. Eso sí, se ha marcado tres líneas rojas: no al mercado único, no a la unión aduanera y no a la libertad de movimiento. ¿Deja esto margen de maniobra?

Foto: Caja de en un supermercado de Londres. (EFE / Andy Rain)

En el escenario geopolítico, la guerra de Rusia en Ucrania, la creciente asertividad de China o la tensión en Oriente Medio son retos difíciles de afrontar ahora en solitario mientras Londres lucha por mantener su estatus en el tablero internacional. Por no hablar del regreso de Donald Trump. Starmer se ha marcado como principal objetivo en su mandato activar el crecimiento de una economía dormida (0,1% durante 2024) y para ello busca a la desesperada acuerdos de libre comercio. Pero, tal y como recalca Anand Menon, profesor de Política Europea y Asuntos Exteriores en el King´s College de Londres “puede verse en una complicada encrucijada si se ve obligado a elegir en los Estados Unidos o la UE”.

El mercado de la UE sigue acaparando más del 50% de las exportaciones e importaciones del Reino Unido. Pero Estados Unidos representa el mayor país de destino de las exportaciones británicas (más de 70.000 millones de euros en bienes, y casi 150.000 millones en servicios). La amenaza del presidente norteamericano de incrementar los aranceles sobre los productos de Europa supondría una reducción del 0,7% del PIB británico durante 2025, según un informe del Instituto Nacional de Investigación Económica y Social.

Foto: Robin Niblett. (Cedida)

Junto a otros 40 académicos, Menon ha publicado el informe más exhaustivo realizado hasta la fecha sobre el pasado presente y futuro del Brexit dentro del proyecto impulsado por el reputado Think Tank UK in a Changing Europe.

Entre otros, señala que las consecuencias económicas del Brexit no fueron tan catastróficas como auguraban algunas previsiones, ya que no hubo éxodo de la City y no se llegó a recesión. Es complicado además mantener al margen la pandemia y la inflación derivada de la guerra de Ucrania.

Con todo, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (organismo público independiente que analiza las finanzas del país) concluyó que “el volumen de las importaciones y exportaciones del Reino Unido será un 15% menor a largo plazo frente a la permanencia en la UE, lo que conduce a una reducción del 4% en la productividad, con el efecto completo después de 15 años”.

Foto: Bandera británica y de la UE con el Big Ben de fondo. (EFE/Andy Rain)

Por otra parte, tal y como señala Menon, el primer ministro “cuenta en Westminster con una mayoría absoluta para abordar ahora estas negociaciones, pero eso no significa que lo tenga fácil”. La formación Reform UK del populista Nigel Farage —artífice del Brexit e íntimo de Trump— apenas cuenta con cinco escaños, pero su creciente popularidad tiene su impacto en la forma en que el Gobierno está abordando la cuestión de inmigración.

El mantra euroescéptico de “recuperar el control de la frontera” marcó la campaña del referéndum de 2016, pero la cifras, lejos de reducirse, han llegado a niveles récord. Las estrictas nuevas reglas para entrar al país han reducido la llegada de los comunitarios, pero la entrada de extracomunitarios se ha disparado. Antes del Brexit, la migración neta (diferencia entre los que llegan frente a los que salen) era de 250.000. Ahora es de 728.000.

Si bien en teoría es posible que la UE conceda al Reino Unido un acceso selectivo al mercado único (eso es, después de todo, lo que implica acuerdos sobre productos sanitarios y fitosanitarios al estilo suizo), este poder está totalmente en manos de Bruselas, que sólo será flexible cuando vea un beneficio obvio para el bloque.

En este sentido, Londres tiene la cuestión de seguridad como as en la manga. En su momento, Boris Johnson se negó a negociar ningún acuerdo sobre política exterior y seguridad, a pesar del entusiasmo que había en la UE. Ahora, el actual responsable de la diplomacia británica, David Lammy, ha sugerido la idea de utilizar esta cuestión para reforzar la cooperación en una serie de áreas, incluidas política exterior, defensa, energía y clima, salud, migración y minerales críticos. Pero en Bruselas hay voces que han mostrado su preocupación en cuanto al uso de foros distintos al del Acuerdo de Comercio y Cooperación para tratar estos asuntos, por lo que es más probable que se adopte un enfoque más limitado.

La principal demanda del bloque se refiere ahora a la movilidad de los jóvenes. Quiere un pacto que permita a los comunitarios de entre 18 y 30 años trabajar y/o estudiar en el Reino Unido durante un máximo de tres años (y viceversa), pagando las tasas locales en la universidad. Sin embargo, esto es algo que el Gobierno del Reino Unido no solo ha descartado sistemáticamente, sino que, errónea y repetidamente, ha caracterizado como 'sinónimo' de retorno a la libre circulación, a pesar del hecho de que el Reino Unido tiene acuerdos recíprocos similares con varios socios comerciales clave.

Esto último ofrece un claro ejemplo de cómo las consideraciones políticas internas pueden incidir en las negociaciones. Lo mismo podría ocurrir con la pesca. La UE ha dejado claro que un acuerdo sobre esta cuestión es una prioridad, pero en 2020 supuso una espina que a punto estuvo de hacer que todo colapsara.

Foto: Boris Johnson sujetando un arenque en una convención conservadora en verano de 2019. (Reuters)

El sector representa tan solo el 0,12% de la economía británica. En cualquier caso, Londres siempre descartó cualquier acuerdo comercial que otorgara a los barcos europeos acceso a las aguas británicas a cambio de mejores condiciones para los servicios financieros británicos en el mercado único, cuando el sector servicios representa un 80% del PIB del Reino Unido. La pesca tenía un peso político totémico para la causa euroescéptica, ya que recuperar el control de las aguas fue una de sus grandes promesas.

Consciente de todos los riesgos que aún entraña el debate del Brexit, Starmer parece decidido a convertirlo en un asunto sin importancia, apartándolo completamente del discurso. “El Partido Laborista sigue dependiendo de un electorado muy pro-UE, pero al mismo tiempo, si toma una postura muy clara en su acercamiento al bloque, corre el riesgo de perder los escaños tanto del Muro Rojo del norte de Inglaterra como en las áreas suburbanas que controlan de manera más marginal”, apunta Jon Mellon, codirector del Estudio Electoral Británico, uno de los centros de análisis sociales de mayor relevancia en Reino Unido.

El Gobierno ha llegado a eliminar el Comité de Control de la UE de la Cámara de los Comunes, una medida criticada tanto por los partidarios del Brexit como por los pro europeos por dejar un vacío de control. Y la introducción del proyecto de ley sobre 'Seguridad de los Productos y Metrología' es otro claro ejemplo de cómo el ejecutivo quiere mantener la política de la UE fuera del foco de atención. El proyecto de ley marca un cambio significativo en el enfoque del Reino Unido, ya que el Partido Laborista reconoce el costo económico que supone para las empresas británicas cumplir con dos conjuntos de normas y acepta la necesidad de “obedecer” en algunos sectores para minimizar esos costos. El proyecto de ley otorga poderes a los ministros para alinearse con las normas de la UE relativas a los impactos ambientales y lo hace a través de un instrumento legal, lo que ofrecería pocas oportunidades para que el parlamento lo examinara o pudiera modificarlo.

Foto: Cartel contra Starmer. (Reuters/Andy Buchanan)

Con todo, a diferencia de la tensión que se vivió hace cinco años, si ahora las negociaciones fracasaran no sería la caída al precipicio. La relación se seguiría rigiendo por Acuerdo de Retirada y el Acuerdo de Comercio y Cooperación, se renegocien o no. La relativa estabilidad del vínculo entre ambas partes es, irónicamente, una de las barreras para su profundización.

Mientras que a Londres le interesa la cuestión comercial, para Bruselas las prioridades son los vínculos entre los pueblos, energía, resiliencia y seguridad. Si bien puede haber margen para algún progreso, a la UE le preocupan mucho menos las implicaciones económicas sobre todo porque disfruta de un superávit de bienes con el Reino Unido y el pacto de 2021 prevé un comercio libre de aranceles para casi todas las exportaciones del bloque.

Y francamente, para el bloque, el Brexit ha dejado de ser una emergencia. La política interna de cada uno de los Estados miembros, incluidas las elecciones en Alemania el próximo mes y las francesas en 2027, afectará a su disposición para priorizar al Reino Unido y a su capacidad para modificar un acuerdo que está funcionando bastante bien para la mayoría de ellos. Los dos Estados miembros más influyentes de la UE están actualmente dirigidos por políticos ideológicamente afines a Starmer, pero ambos carecen gravemente de autoridad política y pronto podrían ser reemplazados por figuras situadas más a la derecha.

Foto: El canciller alemán, Olaf Scholz (d), estrecha la mano del primer ministro británico, Keir Starmer. (EFE/Clemens Bilan)

Los factores externos también podrían influir en el proceso. La guerra en Ucrania y la elección de Donald Trump en los Estados Unidos han añadido urgencia a los debates sobre las capacidades de defensa europeas. Para algunos observadores, también proporcionan una sólida justificación para mejorar significativamente las relaciones entre el Reino Unido y la UE. Aunque algunos en la nueva administración de la Casa Blanca ven una ventaja presentar al Reino Unido como una elección estratégica entre una relación estrecha con los Estados Unidos o la UE

De la misma manera, la presión de Washington para adoptar una línea más dura hacia China o una mayor asertividad por parte del régimen de Pekín no necesariamente se traducirá en una mayor unidad entre los Estados europeos o una mayor coordinación entre la UE y el Reino Unido. En definitiva, según concluye el analista Anand Menon, “el vínculo entre el Reino Unido y la UE seguirá cambiando, independientemente de que se revisen formalmente o no los textos jurídicos clave que la rigen. El Brexit es un tema amplio y complejo, es un proceso, no un hecho puntual que nunca quedará realmente resuelto”.

Un reloj proyectado sobre Downing Street marcó la cuenta atrás. Y a medianoche, las históricas fachadas de Whitehall se tiñeron de los colores de la Union Jack, casi al tiempo que la bandera dejaba de ondear en Bruselas. Los europeístas salieron una vez más a la calle para manifestarse en contra de lo que consideran como “el gran error”. Los euroescépticos celebraron fiestas para brindar por lo que llamaron “el día de la independencia”.

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