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Paranoia y parálisis: cómo Albares quiere "controlarlo todo" en el Ministerio de Exteriores
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Limita la exposición de otras figuras

Paranoia y parálisis: cómo Albares quiere "controlarlo todo" en el Ministerio de Exteriores

El ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, ha establecido en el Ministerio y la red diplomática española una dinámica en la que apenas deja margen de decisión o discrecionalidad al resto de personal y cargos

Foto: El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en Davos. (DPA/Gabriel Lado)
El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en Davos. (DPA/Gabriel Lado)
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Algunas fuentes diplomáticas españolas hablan de "terror", y las más cautas, de "control total". El ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, ha establecido en el Ministerio y la red diplomática española una dinámica en la que apenas deja margen de decisión o discrecionalidad al resto de personal y cargos, por la que toda decisión debe pasar por él y congrega en torno a su figura toda la atención e interacción pública o mediática. Una estructura muy jerarquizada en la que se impone el silencio a diplomáticos y funcionarios, no deja versos sueltos y concentra las decisiones en su persona.

El último ejemplo de ese control y castigo ha sido el cese como embajador en Croacia al diplomático Juan González-Barba, que anteriormente había ejercido como secretario de Estado (viceministro) para la Unión Europea entre 2020 y 2021 ha causado "sorpresa y estupor" entre compañeros en el Ministerio por lo radical de la medida y lo que entienden ha sido el detonante: la publicación por parte del diplomático de un artículo en El Confidencial titulado "La proyección exterior de nuestra monarquía parlamentaria". En el texto, González-Barba subrayaba en tono casi didáctico el "impacto" fundamental del rey Felipe VI en el alcance de la presencia de España en el mundo.

"Sorpresa" por lo radical del cese, pero no dentro de las dinámicas que dan forma al Ministerio desde el nombramiento de Albares en 2021, en sustitución de Arancha González Laya. Tras su llegada al Ministerio, Albares laminó a la mayoría del gabinete de su predecesora, buscando entre los elegidos un perfil mucho más político y leal que el técnico que intentó González Laya.

Pero más allá de ese cambio de equipo, entendible en un Ministerio especialmente expuesto y donde es importante mantener una sintonía y coordinación para llevar el rumbo de la política exterior, el estilo de dirección de Albares ha producido muchos más cambios en el quehacer de los embajadores y diplomáticos dentro del Ministerio, en una "mecánica atemorizadora" y de "controlarlo todo", según han descrito varias fuentes diplomáticas a El Confidencial.

Foto: El ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, se reúne con la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola. (EFE/Ministerio Asuntos Exteriores)

Estos son algunos ejemplos concretos del día a día:

Por ejemplo, se ha establecido un férreo control sobre las comunicaciones externas de los diplomáticos. Antes de la llegada de Albares, los diplomáticos y embajadores tenían que pasar por la Oficina de Información Diplomática (OID), una dirección general responsable de la estrategia de comunicación del Ministerio y que depende directamente del ministro, solo cuando debían hablar de temas especialmente delicados. Un ejemplo podría ser durante la crisis del procés en Cataluña, cuando los diplomáticos españoles podrían estar muy solicitados por medios de comunicación extranjeros. En casos como este, se establece el necesario paso por la OID para mantener una coherencia en el mensaje con el resto del Gabinete de ministros y el Gobierno, en un momento tan espinoso para la imagen exterior de España como lo fue el intento secesionista.

Foto: Felipe VI durante el discurso de Navidad. (Reuters/ Ballesteros) Opinión
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Pero no mucho más. Ahora, según denuncian varias fuentes diplomáticas, se ha forzado a que cualquier petición de entrevista o comentario oficial, ya sea a medios españoles o extranjeros, pase por la OID, que bloquea y deniega la gran mayoría de las peticiones. Esto ha afectado visiblemente a la política de comunicación del Ministerio y la relación de diplomáticos y funcionarios con los periodistas. También ha limitado cualquier voz más allá de la del ministro, apagando incluso a las figuras del secretario de Estado, que bajo anteriores ministerios, han mantenido un alto grado de discrecionalidad.

La sensación general es que Albares ha puesto a la OID a trabajar no a favor del Ministerio o la política exterior de España, sino de él como ministro. Mientras que en otros ministerios la comunicación cubre también a otras subsecretarías, en el caso del de Exteriores resultaría exacerbado el trabajo para el gabinete del ministro.

En la mayoría de las crisis que España ha ido navegando desde su llegada en 2021, que van desde las grandes (la relación con Marruecos, susto con Argelia, el éxito de la evacuación de Afganistán, los encontronazos con Israel, el asilo al opositor venezolano Edmundo González Urrutia...) a las más pequeñas del día a día, la comunicación del Ministerio retrasa cualquier respuesta hasta poder solventarla con una nota de prensa o unas declaraciones y breves cortes de vídeo del ministro.

Foto: El ministro de Exteriores, José Manuel Albares. (EFE/Zipi Aragón)
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"Buenos días, os pasamos un resumen de la intervención del ministro Albares en…" es de lo poco que pueden esperar a recibir los periodistas encargados de cubrir la información del Ministerio en un canal reservado a ellos. Ni rastro de comunicados de otras figuras algo más abajo en el organigrama, como los secretarios de Estado o agencias que solían contar con más autonomía, como la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid).

Antes de la llegada de Albares, resultaba también habitual que, ante viajes oficiales del presidente del Gobierno, de los Reyes o del propio ministro de Exteriores, el embajador español daba entrevistas a los medios para contar este o aquel dato del país anfitrión y contextualizar la visita. Ahora, sin embargo, se han limitado al máximo incluso este tipo de interacciones con la prensa y el público, y las de televisión se han visto obligadas a recurrir en ocasiones al embajador del país extranjero en España. "Tiene que ser Albares. Si no habla él, no habla nadie", explica un diplomático, que apunta que los embajadores han tenido ya que rechazar directamente cualquier entrevista con medios locales del país al que están destinados.

Las anécdotas relatadas por los diplomáticos consultados van más allá. "Si van a hacer una foto, te tienes que quitar de en medio", cuenta una fuente del Ministerio. "Nadie puede acaparar nada de protagonismo", añade. "Quiere que seamos invisibles", apunta otra.

"Estilo propio"

"Es un control freak", dice otra fuente, aunque otros simplemente apuntan a "un estilo directivo propio" que "lleva así desde el primer día" en el que Albares llegó al Palacio de Santa Cruz.

Las fuentes consultadas aseguran que Albares arrastra sus fobias y nunca olvida. Ponen como ejemplo lo sucedido con el ex jefe de gabinete de Arancha González Laya, y de otros dos ministros de distinto color político, Alfonso Dastis y Josep Borrell. Tras el estallido del caso Ghali, —cuya acogida en un hospital español enfermo de coronavirus desató una crisis diplomática con Marruecos y acabó, en última instancia, cobrándose la cabeza de la exministra—, Villarino fue considerado uno de los más cercanos colaboradores a la operación.

Aunque inicialmente Albares apoyó que Villarino solicitara el plácet diplomático para ser nombrado en Moscú, el ministro acabó retirando la solicitud y se dejó que un abogado con vínculos con Marruecos impulsara una batalla judicial contra González Laya y el propio Villarino. El diplomático fue finalmente recuperado por la Casa del Rey, pero la tensión continúa con el ministro. El caso Ghali, como se denominó al proceso judicial, ha quedado de momento en nada.

Algunas fuentes diplomáticas españolas hablan de "terror", y las más cautas, de "control total". El ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, ha establecido en el Ministerio y la red diplomática española una dinámica en la que apenas deja margen de decisión o discrecionalidad al resto de personal y cargos, por la que toda decisión debe pasar por él y congrega en torno a su figura toda la atención e interacción pública o mediática. Una estructura muy jerarquizada en la que se impone el silencio a diplomáticos y funcionarios, no deja versos sueltos y concentra las decisiones en su persona.

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