¿Por qué Orbán es el único líder de ultraderecha europea que no ha sido invitado? Estas son las teorías
Los nuevos aranceles que Trump ha prometido imponer a las importaciones del bloque afectarían al crecimiento económico de Hungría y aumentarían la inflación, ya que el país depende en gran medida de su industria automotriz
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En enero de 2021, Donald Trump animó a sus seguidores a caminar hasta el Capitolio y “luchar como leones”, desencadenando uno de los peores golpes a la democracia de la historia reciente. Y ahora, cuatro años después, Viktor Orbán utiliza una retórica muy similar al lanzar una ofensiva para “ocupar” Bruselas. Horas antes de la investidura de Trump como el 47° presidente de Estados Unidos, el primer ministro de Hungría pronunciaba un discurso en Budapest donde presumía que la presidencia rotatoria de seis meses que protagonizó hasta el pasado 31 de diciembre “fue el comienzo de una nueva era” en la que Trump y el grupo Patriots “impulsaron la transformación del mundo occidental”.
“En pocas horas, el sol brillará de otra manera en Bruselas. Hay un nuevo presidente en Estados Unidos. Así que puede empezar el gran ataque. Lanzo la segunda fase de la ofensiva que tiene como objetivo ocupar Bruselas”, recalcó el líder de ultraderecha incidiendo en sus ataques a la UE.
Los nuevos aranceles que Trump ha prometido imponer a las importaciones del bloque afectarían al crecimiento económico de Hungría y aumentarían la inflación, ya que el país depende en gran medida de su industria automotriz, según ha advertido el Banco Nacional de Hungría. No obstante, el mandatario nacionalista, el mismo que ha criticado las sanciones de la UE contra Rusia y ha mantenido estrechas relaciones con Moscú desde el comienzo de la guerra en Ucrania, señala que la UE está en crisis porque no puede garantizar la prosperidad de sus ciudadanos, detener la inmigración ilegal ni garantizar su seguridad.
Pocas voces en el viejo continente se aproximan más al alegato ofrecido por el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Orbán, quien celebró la victoria del republicano “con botellas de champán”, se ha convertido en el impulsor de una contrarrevolución cultural a escala europea. ¿Por qué entonces no ha estado entre los representantes de la derecha invitados este lunes a la investidura del americano?
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Entre los medios internacionales no hay claridad respecto a si hubo o no invitación. Aunque, según ha admitido en Facebook el portavoz internacional del gobierno, Zoltan Kovacs, ningún responsable del gobierno húngaro estaba incluido en la selecta lista. La mayoría había dado por sentada su presencia a la fiesta de “su amigo y aliado”, por lo que el desaire ha desatado una ola de especulaciones. Al fin y al cabo, el primer ministro húngaro invirtió mucho en su relación personal con Trump y fue el primero en Europa en apoyarlo abiertamente.
Los medios progubernamentales intentaron salvar las apariencias argumentando que las investiduras estadounidenses son una ceremonia nacional sin dignatarios extranjeros. En efecto, pese a que lo que acontece en la Casa Blanca define en gran medida el tablero geopolítico, la toma de posesión del presidente electo se considera un asunto completamente doméstico. Tradicionalmente, los diplomáticos extranjeros suelen asistir como cortesía, pero los jefes de Estado y de Gobierno no suelen estar presentes. Claro que Trump no se rige por las normas habituales y ha extendido este lunes invitación a un extenso elenco de políticos muy diverso entre sí, pero con un claro denominador común, su defensa a ultranza del nacionalismo y extrema derecha.
Entre los presentes, han estado la italiana Giorgia Meloni,— calificada como una “mujer fantástica” tras su visita Mar-a-Lago —; el argentino Javier Milei — quien se presenta como “titán de la reforma económica” —; el británico Nigel Farage — responsable del triunfo del Brexit —; o el español Santiago Abascal, líder de Vox y presidente del partido de extrema derecha Patriotas Europeos, que incluye a miembros de 11 países de la UE y tiene 86 eurodiputados en el Parlamento Europeo.
Desde Budapest le quitan hierro al asunto, señalando que Orbán ha hablado con Trump varias veces desde su victoria electoral y seguirá haciéndolo. El jefe de gabinete del mandatario húngaro, Gergely Gulyas, dijo a ATV.hu que “solo tiene sentido ir a Washington si existe la posibilidad de negociaciones significativas con la nueva administración estadounidense; el día de la inauguración ciertamente no es ese día”. “Viktor Orban no necesita empujarse entre las miles de personas que asisten a la inauguración para demostrar su propia importancia o cercanía al nuevo presidente”, matiza.
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Se especula que Trump está planeando una visita oficial a Europa Central, tal vez para reunirse con el presidente ruso Vladimir Putin en Bratislava, y sus partidarios argumentan que recibir al presidente estadounidense en Budapest sería mucho más beneficioso para Orban que simplemente ser parte de la multitud en la ceremonia de inauguración.
Por otra parte, otros analistas sugieren que la ausencia del húngaro este lunes podría estar vinculada a las recientes sanciones estadounidenses dirigidas al aliado clave de Orbán, el jefe de gabinete Antal Rogan, quien también supervisa los servicios de comunicaciones e inteligencia. Las sanciones pueden extenderse legalmente a las personas con vínculos comerciales con Rogan, agregaron. Miklos Radvanyi, vicepresidente senior del grupo de expertos Frontiers of Freedom Institute, respaldó esta narrativa en una entrevista de pódcast con los medios húngaros. El instituto, estrechamente alineado con el Partido Republicano, había presentado previamente un informe detallado en 2018 bajo la Ley Magnitsky.
“En el documento, nombramos a diez personas, incluido el primer ministro Viktor Orbán, su esposa, hija, yerno y padre”, dijo. El amigo de la infancia de Orbán, el oligarca más poderoso de Hungría, Lorinc Meszaros, también estaba en la lista. El informe también incluyó al gobernador del MNB, György Matolcsy, y a Janos Lazar, exjefe de gabinete de Orbán.
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En cualquier caso, la larga lista de representantes de nacionalismos y extrema derecha que han desfilado este lunes por Washington supone toda una declaración de intenciones de un excéntrico narcisista que regresa ahora a la Casa Blanca con más poder y apoyo que nunca. En 2016, Trump fue una especie de rareza internacional. Ahora, sin embargo, tiene una base de seguidores transatlánticos mucho más amplia que comparten su peculiar relación con el 'Establishment'.
Aliados extremistas
Por su parte, la corriente centrista europea ha quedado al margen. Y la exclusión de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no hace otra cosa que aumentar la preocupación en Bruselas ante el regreso de una guerra comercial con Estados Unidos tan pronto como marzo, que es cuando termina la tregua actual sobre aranceles.
Si las cosas se ponen feas, el premier Keir Starmer, se enfrentará a una difícil encrucijada teniendo que elegir entre el “reinicio” de las relaciones con la UE tras los turbulentos años del Brexit o el “vínculo especial” que históricamente ha unido Londres con Washington. El impacto que tendrían los aranceles en la economía británica costarían al Reino Unido 2.5 mil millones de libras. Nadie del Gabinete de Downing Street estaba en la lista de invitados, pero por la alfombra roja sí desfilaron representantes del populismo de Westminster, entre ellos, Boris Johnson e incluso la fugaz Liz Truss, acompañados por los ex ministros del núcleo duro de los años 'tories', defensores, entre otros del polémico Plan Ruanda.
Desde Francia, Eric Zemmour, político antinmigración y autor del bestseller apocalíptico “El suicida francés”, también recibió invitación, al igual que su pareja, la eurodiputada Sarah Knafo. Lo que supone un agravio para la Agrupación Nacional, el mayor partido de extrema derecha de Francia, privándolos de una posible oportunidad de establecer vínculos con la nueva administración y, potencialmente, ganarse el favor del aliado de Trump, Elon Musk, mientras el multimillonario tecnológico se adentra más en la política europea. Una posible explicación es que ni Marine Le Pen ni su protegido Jordan Bardella se han mostrado efusivos con respecto al presidente electo. Y para Trump, no solo basta ondear la bandera nacionalista-populista, es necesario también bailarle el agua y hacerlo de manera efusiva en público.
Los aliados de Trump también han abierto los brazos a la extrema derecha de Alemania, enviando una invitación a la candidata a canciller del partido Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, aunque su apretada agenda de campaña antes de las elecciones alemanas del 23 de febrero le impiden asistir. En su lugar, se mandó al colíder del partido, Tino Chrupalla. Tras el entusiasta apoyo de Musk a la AfD, la asistencia de Chrupalla es otra señal de que la administración Trump impulsará activamente a la extrema derecha alemana a expensas del próximo gobierno de coalición del país, que según las encuestas, estará liderado por conservadores.
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Más allá de Europa, Trump también invitó al líder chino Xi a la ceremonia de investidura el mes pasado recalcando la “voluntad de tener un diálogo abierto”. Con tan poco tiempo de antelación, sin mencionar el hecho de que los jefes de Estado chinos nunca han asistido a ninguna inauguración presidencial estadounidense anterior, se daba por hecho que la asistencia de Xi iba a ser imposible. Pekín impone una planificación de estilo militar en los preparativos de viajes al exterior de los altos líderes chinos, que normalmente tardan meses en finalizarse. Pero Xi claramente ha querido enviar un mensaje de buena voluntad enviando al vicepresidente Han Zheng a la ceremonia.
Éste último tiene un papel principalmente simbólico en la estructura de liderazgo del gigante asiático, pero la asistencia probablemente dará paso a conversaciones con el equipo de política exterior de Trump, incluido el secretario de Estado, el senador republicano por Florida Marco Rubio, y el asesor de seguridad nacional Mike Waltz. Los resultados de esas reuniones —y si incluyen una posible oferta china de un acuerdo comercial temprano para mitigar los aranceles prometidos por Trump a las importaciones chinas— podrían determinar el tenor de las relaciones entre Estados Unidos y China al comienzo de la administración.
Por otra parte, además de Elon Musk — el hombre más rico del mundo, dueño entre otros de X reconvertido en asesor de la Casa Blanca — también han estado presente en Washington el fundador de Amazon, Jeff Bezos, y el jefe de Meta, Mark Zuckerberg. El ex estratega jefe de la Casa Blanca, Steve Bannon, se refiere a ellos como “oligarcas” — el mismo término que eligió Joe Biden en su discurso de despedida — y recalca que su asistencia a la posesión indica su “rendición oficial” al presidente electo, comparándolos incluso con la entrega de Japón en septiembre de 1945, un evento que marcó el fin de la Segunda Guerra Mundial.
En enero de 2021, Donald Trump animó a sus seguidores a caminar hasta el Capitolio y “luchar como leones”, desencadenando uno de los peores golpes a la democracia de la historia reciente. Y ahora, cuatro años después, Viktor Orbán utiliza una retórica muy similar al lanzar una ofensiva para “ocupar” Bruselas. Horas antes de la investidura de Trump como el 47° presidente de Estados Unidos, el primer ministro de Hungría pronunciaba un discurso en Budapest donde presumía que la presidencia rotatoria de seis meses que protagonizó hasta el pasado 31 de diciembre “fue el comienzo de una nueva era” en la que Trump y el grupo Patriots “impulsaron la transformación del mundo occidental”.