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El juramento de Trump: "Extender el territorio" de EEUU y llenar las arcas "con aranceles masivos"
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Una era nueva (de oro, plata, o plomo)

El juramento de Trump: "Extender el territorio" de EEUU y llenar las arcas "con aranceles masivos"

El republicano inaugura su vuelta a la presidencia de EEUU con un discurso en el que asegura que sus próximos cuatro años traerán una "era dorada" para su país, acabando con la "decadencia" de los Gobiernos anteriores

Foto: Un helicóptero que transporta a Joe Biden sobrevuela el Monumento a Lincoln tras la ceremonia de investidura de Donald Trump. (Reuters/Brendan McDermid)
Un helicóptero que transporta a Joe Biden sobrevuela el Monumento a Lincoln tras la ceremonia de investidura de Donald Trump. (Reuters/Brendan McDermid)
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Esas filtraciones a la prensa por parte del entorno de Donald Trump, asegurando que su discurso de aceptación del cargo iba a ser unificador y luminoso, más positivo que el de la “masacre americana” que denunció en 2017, demostraron ser un tanto imprecisas. El presidente de EEUU se refirió al mandato de Joe Biden, sentado a pocos pasos con la mirada baja, como una “horrible traición”; dijo que el Gobierno estaba lastrado por un “establishment radical y corrupto” y describió su país como un vertedero de crimen, inmigración y problemas ajenos que él redimirá. “El declive de América se ha terminado”, dijo. “Nuestra edad de oro acaba de empezar”.

Las líneas maestras de las políticas que aplicará Donald Trump en Estados Unidos y de cara al exterior son un reflejo del manual que él siempre ha seguido en la vida: la idea de que, si alguien gana, otro tiene que perder; la noción de que los débiles tratan de dominar a las fuertes apelando a los principios y a las buenas intenciones, o montando organismos internacionales; y que, para lograr cosas grandes, hay que soñar aún más a lo grande. Apuntando siempre a las estrellas. O a Marte.

Así que EEUU, ha dicho Trump, ya no permitirá que otras naciones se aprovechen de su riqueza y de su ingenuidad. Y ha declarado la emergencia nacional para poder desplegar al Ejército en la frontera con México, ya que la llegada de inmigrantes indocumentados entra, para Trump, en la categoría oficial de “invasión”. También ha deshecho una serie de medidas migratorias de Biden; entre otras, la iniciativa para reunir a las familias de migrantes separadas en la frontera. Está previsto que las redadas que permitirán las “deportaciones masivas” empiecen hoy mismo.

Donald Trump también ha pedido a las agencias federales que “investiguen y remedien” los déficits comerciales y las manipulaciones de la divisa que hacen otros países: previo paso a la prometida aplicación de aranceles, un instrumento que, según Trump, servirá para trasladar la carga fiscal de los bolsillos americanos a los bolsillos extranjeros. Una interpretación que cuestionan muchos economistas. Asimismo, ha adelantado una purga para destituir a más de 1,000 funcionarios nombrados durante la administración del expresidente Joe Biden, comenzando con el anuncio de cuatro despidos, entre ellos el chef español José Andrés, quien formaba parte del consejo presidencial de Deportes, Fitness y Nutrición, y el exgeneral Mark Milley, del Consejo Asesor Nacional de Infraestructura.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, y el vicepresidente, JD Vance, durante la toma de posesión. (Reuters/Shawn Thew)

El juramento de 35 palabras bastó para catapultar al mundo a una era nueva. No se sabe si de oro, de plata o de plomo. Quizás dependa de la región geográfica. Pero las viejas leyes del nacionalismo, el mercantilismo y las esferas de influencia, parecieron tomar posición, por paradójico que parezca, en la nación que siempre se ha reivindicado como lo contrario: un país fundado en ideas, abierto e interesado en mantener, con sus hipocresías, la hegemonía global de la democracia.

Una nueva, o vieja, manera de ver las relaciones internacionales. Hasta el punto de que Trump ha vuelto a hacer explícito su deseo de recuperar el Canal de Panamá, aportando incluso la coartada de que los panameños no habían respetado su parte del trato al permitir que China controle este nudo comercial estratégico. Una afirmación matizable, como lo son todos los potenciales casus belli. Trump es un constructor inmobiliario, y a veces el prestigio nacional se mide en hectáreas. "Estados Unidos se considerará de nuevo a sí mismo como una nación creciente, una que [...] expande su territorio [...] y lleva nuestra bandera a nuevos y hermosos horizontes". Tampoco habrá piedad con sus vecinos más inmediatos: el magnate anunció que piensa imponer aranceles del 25% a todos los productos importados desde Canadá y México.

Fortunas y decretos

El día de la investidura nos dejó escenas de contraste. En primera línea de la ceremonia principal, junto a los familiares de Trump y del vicepresidente, JD Vance, y por delante de los miembros del Congreso, estaban los tecno-oligarcas. Las fortunas de Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y Elon Musk suman casi un billón de dólares, más que el PIB de cualquier país del mundo, salvo una veintena. Sólo las redes sociales de Zuckerberg, Facebook e Instagram, reúnen 5.400 millones de usuarios.

La administración de Donald Trump estará compuesta por las personas más ricas de la historia con mucha diferencia. Si quitamos a Elon Musk de la ecuación, 12 altos cargos, contando a tres secretarios y varios embajadores, tienen un total de 60.000 millones de dólares. Por comparación, el ya desbandado gabinete de Joe Biden sumaba 118 millones. 500 veces menos. Según un análisis de registros federales de la CNN, casi tres docenas de los nominados de Trump donaron dinero o bien a su campaña o bien a grupos que trabajaron para que Trump fuera elegido.

Después de jurar el cargo presidencial sin poner una mano sobre las dos Biblias que trajo para la ocasión, con los solemnes murales de cinco metros y medio de altura sobre la Revolución Americana de fondo, los 600 invitados procedieron a almorzar en el augusto Salón Nacional de las Estatuas. Y más tarde, después de pasar revista a las tropas, los rumores se confirmaron y Trump firmaría sus primeros decretos en el estadio Capital One bajo luces de colores y rodeado por miles de seguidores. El golpe de timón de América con música de Village People. Un recordatorio de que, en su esencia, Trump sigue siendo una criatura televisiva: contenido mediático andante.

placeholder Trump, en el despacho Oval, con una carta que le ha dejado Joe Biden. (EFE/Jim Lo Scalzo)
Trump, en el despacho Oval, con una carta que le ha dejado Joe Biden. (EFE/Jim Lo Scalzo)

Pero el acto más viral de todos, en ese mismo escenario del estadio de Washington, se debió a Elon Musk. El supermagnate que se crio, hasta los 17 años, en la racista Sudáfrica del Apartheid; el hombre que compró Twitter para elevar voces conspirativas de QAnon y diseminar bulos con claras connotaciones raciales; el principal mecenas de Trump hizo un saludo nazi: enérgico, pasional y por duplicado.

El resto de la ciudad también parecía haberse vuelto trumpista. La mayoría de la gente que andaba por la calle portaba gorras con el nombre del presidente o con el eslogan de MAGA y abrigos y accesorios con las barras y estrellas. Los ciudadanos de Washington, un 90% de los cuales votó a la demócrata Kamala Harris el pasado noviembre, debieron de quedarse en casa. Por el frío ártico o porque no querían cruzarse con los vencedores de las elecciones.

Los Proud Boys, uno de los grupos violentos y de extrema derecha que participaron en el asalto al Capitolio hace cuatro años, desfilaron por el centro de Washington con la cúpula del Capitolio de fondo. La policía los escoltaba, mientras los “chicos orgullosos”, ataviados con gorras y bufandas de colores negro y dorado, reían, saludaban y hacían cánticos victoriosos. Era el día de su redención.

Foto: Trump, durante la toma de posesión (Reuters/Kevin Lamarque)

Sospechaban lo que pasaría pocas horas después: que Donald Trump perdonaría a casi todos los cerca de 1.500 procesados y encarcelados por participar en el intento violento de impedir la certificación de la victoria de Joe Biden el 6 de enero de 2021. Entre ellos, el exlíder de los Proud Boys, Enrique Tarrio, condenado a 22 años de cárcel por conspiración sediciosa: libre. Libre ayer por la noche.

Por todo lo alto nacía así esta nueva era anunciada por Donald Trump, que toma el cargo en un mundo más inestable que el de 2017, y con una economía nacional aquejada de males que no se veían por aquel entonces, como la inflación o los altos tipos de interés. Una era de oro, de plata o de plomo.

Esas filtraciones a la prensa por parte del entorno de Donald Trump, asegurando que su discurso de aceptación del cargo iba a ser unificador y luminoso, más positivo que el de la “masacre americana” que denunció en 2017, demostraron ser un tanto imprecisas. El presidente de EEUU se refirió al mandato de Joe Biden, sentado a pocos pasos con la mirada baja, como una “horrible traición”; dijo que el Gobierno estaba lastrado por un “establishment radical y corrupto” y describió su país como un vertedero de crimen, inmigración y problemas ajenos que él redimirá. “El declive de América se ha terminado”, dijo. “Nuestra edad de oro acaba de empezar”.

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