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La nueva era de la 'soledad europea': la UE busca su lugar en el nuevo mundo de Trump
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El cuadro es negativo pero no apocalíptico

La nueva era de la 'soledad europea': la UE busca su lugar en el nuevo mundo de Trump

La Unión Europea necesita adaptarse a un nuevo mundo en el que estará más sola en términos de cooperación en asuntos económicos y de seguridad y defensa

Foto: Trump durante un acto de campaña en Pensilvania. (Getty)
Trump durante un acto de campaña en Pensilvania. (Getty)

Si hay una palabra que define a la Unión Europea en este momento de enormes cambios con efectos tectónicos esa es "soledad". De forma real o como sensación, pero esa palabra está en boca de todos. Con Donald Trump a punto de tomar posesión y de regresar a la Casa Blanca, con Rusia reforzando su ofensiva en Ucrania, con una China cada vez más asertiva y con un bloque de países considerados "pesos medianos" que no se guían por una agenda o visión global determinada sino por un idioma de los intereses y las geometrías variables en el que la Unión Europea no sabe trabajar, Europa se encuentra, por encima de todo lo demás, más sola que nunca.

¿La visión del libre comercio, la eliminación de barreras y la creación de interdependencias que permitieran y llevaran a una mejor cooperación global? Totalmente abandonada en la era de la competencia tecnológica de China y Estados Unidos. ¿La idea de la unidad transatlántica al menos en materia de intereses de seguridad? Hace tiempo que todo apuntaba a una separación de los intereses estratégicos de EEUU y Europa, pero ahora ya las caretas han desaparecido. ¿El respeto al derecho internacional y al sistema multilateral? La amenaza de Trump de hacerse con Groenlandia y no descartar el uso de fuerza militar para ello a pesar de que es un territorio de un socio de la OTAN muestra que ya no queda ni la intención de hacer como que sigue existiendo.

Foto: Gala inaugural de la Presidencia polaca del Consejo de la Unión Europea en Varsovia. (EFE/Pawel Supernak)

Que Europa se encontraba relativamente sola es algo que se lleva viendo desde hace tiempo. La era de Joe Biden ha sido un dulce paréntesis, pero nada más. El giro de Estados Unidos hacia el Pacífico empezó hace ya más de una década. Pero el regreso de Trump al poder y la confirmación de la revolución conservadora que él lidera muestra que el cambio tendrá efectos a muy largo plazo. Que hay movimientos tectónicos. Hasta ahora algunos líderes, pensadores y analistas europeos podían todavía conservar la esperanza de que existiera la posibilidad de que Trump fuera una excepción y no la nueva norma. Que tras un tiempo de confusión, Estados Unidos volviera a tejer lazos con el Viejo Continente y que este volviera a estar en el núcleo de la visión americana del mundo. Eso se ha demostrado como un espejismo.

Nicoletta Pirozzi, directora del programa de la Unión Europea del Istituto Affari Internazionali, cree que la situación actual "ha colocado a Europa en una posición sin precedentes, en la que la cooperación con sus aliados ya no puede darse por sentada, mientras que la competencia con sus adversarios se ha endurecido". "Este no fue el caso durante el periodo de la Guerra Fría, caracterizado por una clara división en bloques, ni tampoco en el periodo inmediatamente posterior, cuando Estados Unidos y su constelación de aliados representaban la comunidad de referencia de Europa y actuaban como uno solo a escala internacional", añade la italiana.

En tierra de nadie

En otras palabras: el bloque claro, liderado por Estados Unidos, en el que Europa ha participado a través de la Alianza Atlántica parece que ha perdido utilidad para los americanos, que lo consideran prácticamente un formato secundario, mientras al mismo tiempo los principales rivales de la Unión Europea, principalmente Rusia pero también China en aspectos económicos, son más asertivos. Eso plantea la gran pregunta: ¿es algo que en realidad se pueda permitir Europa? En materia de seguridad, Europa occidental ha sido totalmente dependiente de los Estados Unidos desde 1945. A partir de 1991 y la caída de la Unión Soviética, esa dependencia estratégica, que se expresa de manera más cruda y directa la dependencia en materia de seguridad, se ha extendido a todo el club comunitario. Desde las costas de Reino Unido hasta la frontera oriental de Polonia, desde Lisboa hasta Tallin.

Algunos socios, especialmente los más orientales, los que menos kilómetros tienen entre Moscú y sus propias capitales, son más dados a considerar que esa dependencia debe seguir existiendo. Es decir, que Europa no puede permitirse quedar en tierra de nadie, ese terreno que define Pirozzi: sin seguir siendo importante para EEUU y siendo cada vez más un objetivo de los rivales. La alternativa no es "dependencia americana o autonomía europea". En el corto y medio plazo, probablemente en el largo también, la única alternativa a la dependencia estadounidense en seguridad es el vacío de poder.

Y para los países más amenazados por Moscú ese vacío de poder es el camino más corto a una agresión rusa. Por eso no creen que "Europa sola" sea una opción. ¿Cuál es el precio a pagar para seguir en el bloque americano, para mantenerse bajo el paraguas de seguridad de Washington? La pregunta es retórica: Europa debe pagarlo, intentando, en la medida de lo posible, que la factura no sea demasiado elevada. Pero pagándolo. Porque para ellos la alternativa siempre va a ser peor. Pirozzi señala precisamente que la soledad no es total, que mientras Europa "tendrá que aprender a valerse por sí misma" esto no debe ser sinónimo de "distanciarse de Washington" sino de "articular mejor sus intereses en una relación atlántica renovada".

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Por lo tanto, el resumen al que apuntan muchos analistas y diplomáticos es que Europa está "más sola", pero no totalmente abandonada. Estados Unidos sigue siendo el garante de seguridad de la Unión y no existe una alternativa. Washington tampoco tiene un interés estratégico en abandonar por completo el teatro de operaciones europeo, incluso si hay una administración más aislacionista y hay un mayor nivel de conflicto y tensión con Washington. Steven Blockmans, investigador principal asociado del Centro de Estudios Políticos Europeos (CEPS) y también del Centro Internacional de Defensa y Seguridad de Tallin (Estonia) señala en la misma dirección. Esta nueva situación, con unos EEUU más aislacionistas y con unos rivales más asertivos se traducen no sencillamente en que Europa acepte su "soledad" en el mundo, sino en una "presión adicional sobre los europeos a la hora de tomar decisiones o, al menos, de aceptar compromisos" con Estados Unidos.

Como señalaba recientemente Mark Leonard, del ECFR, el debate sobre una Europa geopolítica siempre se ha dividido entre la visión de Francia de una "autonomía estratégica" agresiva y la visión de los países del este, que creen que todo debe hacerse en consonancia con los lazos transatlánticos. La retirada de EEUU del tablero europeo está presentando la primera oportunidad para casar ambas visiones. La alianza transatlántica ya no puede ofrecer toda la seguridad que en el pasado y el espacio que deje vacío debe ser ocupado por Europa, sin que esta sustituya la seguridad americana.

El cambio ya está ocurriendo. El gasto en defensa ha aumentado, la Unión Europea está trabajando en programas para financiar la producción de armamento en suelo europeo y en general hay una conciencia compartida de la necesidad de una OTAN en la que los socios europeos asuman un mayor protagonismo sin que EEUU abandone por completo el escenario. En algunas capitales europeas se habla de manera más o menos abierta de poner tropas sobre el terreno en Ucrania para garantizar un acuerdo de paz entre Kiev y Moscú. Hay un cambio de mentalidad y de estrategia.

"Los europeos del Este se escandalizaban por la ingenuidad occidental"

Como señalan recientemente en un artículo en la revista Foreign Affairs Arancha González Laya, Camille Grand, Katarzyna Pisarska, Nathalie Tocci, y Guntram Wolff, la nueva situación "también obligará a Europa a defender ante Estados Unidos que Washington comparte intereses con otros aliados occidentales. Europa debe dejar muy claro a la administración Trump que abandonar a sus aliados debilitará a Estados Unidos al envalentonar a sus rivales". Ambas cosas van de la mano: Europa asume un mayor compromiso, pero al mismo tiempo tiene que seguir esforzándose por mantener a Washington conectado al Viejo Continente.

Si este cambio se está produciendo es porque hay algo en lo más profundo de la mentalidad europea que también ha evolucionado. Recientemente Ivan Krastev, uno de los grandes pensadores de la Europa de hoy, ha escrito sobre las diferencias entre Europa occidental y oriental en lo que se refiere a la percepción del mundo que está por venir. "La guerra — de agresión de Rusia contra Ucrania — también ha puesto de manifiesto profundas divisiones en Europa, basadas en gran medida en la memoria colectiva. En febrero de 2022, mientras alemanes y franceses se escandalizaban por la invasión rusa, los europeos del Este se escandalizaban por la ingenuidad occidental", señala el pensador búlgaro.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters/Rebecca Cook)

Para Krastev uno de los problemas que afronta Europa, y que convierte su soledad en un problema grave, es la falta de preparación en términos de seguridad. La industria militar europea no está lista para cubrir las necesidades de seguridad y defensa de Europa, y los ejércitos de los Estados miembros tampoco están mínimamente capacitados para ocupar el espacio libre que puede dejar unos Estados Unidos desconectados del Viejo Continente. Krastev resume el problema en esta frase: "Tras siglos de horribles guerras, la pacificación de la mente europea fue el mayor logro político del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Ahora, se ha convertido en una vulnerabilidad para su seguridad".

A nivel económico la soledad será mayor. Europa tendrá que ser más asertiva a la hora de proteger sus intereses en materia comercial. Trump ha prometido aranceles contra productos europeos, y la Comisión Europea sabe que tendrá que defenderse, probablemente entrando en la lógica transaccional del nuevo presidente de los Estados Unidos. En todo caso, ya con la administración Biden las relaciones económicas entre EEUU y la UE han sido muy tensas. Lo que ocurrirá ahora es que empeorará la cooperación y la Casa Blanca tendrá menos cuidado del poco que ya tenía la anterior administración en no dañar a sus socios europeos mientras que intenta mantener el pulso tecnológico y comercial a China.

Buscar nuevos socios

El cuadro es, por lo tanto, negativo, pero no apocalíptico. "Europa no está sola. Reconozcámoslo, tampoco en términos de seguridad. Allí donde se vea empujada a mejorar su autonomía estratégica en la esfera militar, encontrará nuevas asociaciones de tipo operativo e industrial de defensa", considera Blockman, que explica que no hay que buscar muy lejos para encontrar un socio clave para Europa en materia de seguridad: Ucrania. "Puede que sea una proposición contraintuitiva, pero la seguridad y la defensa en Europa están íntimamente ligadas ahora entre los Estados miembros de la UE, al menos aquellos que son favorables a ver una victoria ucraniana tal y como la define la propia Kiev", cuyos objetivos militares representan también el "interés de seguridad europeo más amplio".

Hay otros como Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur o Japón, precisamente algunos de los países que menos cómodos se sienten con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, adalides del ya viejo orden multilateral que ha dominado el mundo durante las últimas décadas pero que ya parece una cosa del pasado. Luego están los conocidos como "poderes medianos", los países como Brasil, Argentina o Sudáfrica, socios que no quieren que les obliguen a tener que elegir entre Estados Unidos o China, que actúan por intereses y cambiando de socios según convenga en cada debate. No entran en lógicas de corsés en forma de "asociación de valores".

Europa se enfrenta a un mundo nuevo. Obligada por los acontecimientos, hay decisiones por delante que no serán sencillas, porque no está en la naturaleza de la Unión Europea plantearse la violencia como horizonte posible. Europa es un proyecto que proyectaba optimismo hacia el futuro, y que lo hacía siempre acompañada y tutelada por la seguridad americana. El optimismo hace tiempo que ya no está. Las crisis que ha vivido la Unión en los últimos tres lustros la han destruido. A lo que hace frente es a crisis existenciales casi permanentes. Ahora se abre un nuevo capítulo de esa nueva existencia, ante el aparente abandono de la tutela americana.

Si hay una palabra que define a la Unión Europea en este momento de enormes cambios con efectos tectónicos esa es "soledad". De forma real o como sensación, pero esa palabra está en boca de todos. Con Donald Trump a punto de tomar posesión y de regresar a la Casa Blanca, con Rusia reforzando su ofensiva en Ucrania, con una China cada vez más asertiva y con un bloque de países considerados "pesos medianos" que no se guían por una agenda o visión global determinada sino por un idioma de los intereses y las geometrías variables en el que la Unión Europea no sabe trabajar, Europa se encuentra, por encima de todo lo demás, más sola que nunca.

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