Donald Trump vs. los medios: una historia de bajar los brazos
El nivel de confianza en los medios es el más bajo desde que se empezó a medir hace 50 años. Trump puede ejercer presiones porque está en su posición más fuerte hasta la fecha. Los medios tradicionales, en la más débil
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A diferencia de en 2017, cuando la mayor parte de la prensa generalista norteamericana adoptó un espíritu de "resistencia" y prometió fiscalizar a un presidente con instintos autoritarios, esta vez las cabeceras se muestran respetuosas, incluso serviciales, hacia Donald Trump. La razón es sencilla: el republicano está en su posición más fuerte hasta la fecha. Los medios de comunicación, en la más débil.
Esta vez, la caja de herramientas del presidente electo de Estados Unidos es mucho más amplia: los "enemigos del pueblo", que es como llama rutinariamente a los periodistas, podrían ser objeto de demandas judiciales y de otro tipo de presiones. Trump aún no ha jurado el cargo, para ya ha emprendido medidas.
El 16 de diciembre, Trump denunció al periódico Des Moines Register, de Iowa, por haber publicado una encuesta favorable a la demócrata Kamala Harris a solo tres días de las elecciones presidenciales. El magnate consideró que este sondeo, recibido por la izquierda como una señal de que Harris podría ganar en Iowa y, por tanto, en otros lugares del Medio Oeste (no sucedió), equivalía a una "injerencia" electoral.
"En mi opinión, fue un fraude y una injerencia electoral", dijo Trump en una rueda de prensa la noche anterior a presentar la demanda. "Siento que tengo que hacerlo", añadió. "Cuesta mucho dinero, pero tenemos que enderezar a la prensa".
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Apoyado por una cohorte de milmillonarios, empezando por Elon Musk, que donó 277 millones de dólares a la campaña republicana, Trump puede permitirse el lujo de librar estas carísimas batallas legales. Aunque pierda los juicios, los medios demandados van a tener que gastarse un dineral en abogados. Y no todos pueden.
Antes de demandar a Des Moines Register y a su matriz, el pleito de Trump con el canal televisivo ABC News se resolvió con un acuerdo favorable al magnate. La cadena accedió a pagar a la fundación de Trump 15 millones de dólares porque uno de sus presentadores estrella, George Stephanopoulos, había dicho que Trump era "responsable de violación" por el caso de la escritora E. Jean Carroll, lo cual no era correcto. Trump fue declarado "responsable de abusos sexuales" hacia Carroll.
Según Marty Baron, que fue editor jefe de The Boston Globe y, más tarde, de The Washington Post, Trump podría instrumentalizar el Departamento de Justicia contra los medios de comunicación. Denunciándolos, por ejemplo, por difamación, una categoría amplísima, o por hacer filtraciones del Gobierno. Una práctica tradicional de la prensa estadounidense que también se mueve en territorio gris, y que podría dar munición a la Fiscalía para empantanar a los medios en juicios. Sobre todo si se trata de medios relativamente pequeños, como Des Moines Register.
Los medios son 'vulnerables'
El odio de Trump a la prensa no ha cesado desde que este dio el salto a la política en 2015. La asociación Reporteros Sin Fronteras ha documentado que, en los dos últimos meses de esta última campaña presidencial, el republicano atacó a la prensa al menos un centenar de veces. En los mítines sigue haciendo lo mismo: señalar a los reporteros presentes y animar a sus miles de seguidores a abuchearlos y denigrarlos.
"Las diatribas de Trump contra la prensa se han vuelto tan habituales que nos arriesgamos a dejar de darnos cuenta de ellas", declaró Clayton Weimers, director ejecutivo de RSF USA. "Pero la regularidad del abuso de Trump solo añade la urgencia de denunciarlo (...). Lo que empieza como un insulto verbal puede transformarse fácilmente en algo mucho más serio".
"Vamos a ir a por la gente de los medios que mintió a los americanos que ayudaron a Biden de robar las elecciones presidenciales"
Las nominaciones para el gabinete de Trump son elocuentes. Después de tratar de colocar al congresista Matt Gaetz, acusado de consumir drogas y de mantener relaciones sexuales con menores, según un informe de la Cámara de Representantes. Al frente de Justicia, Trump ha nominado a otra partidaria, Pam Bondi.
Para dirigir el FBI, Trump ha elegido a Kash Patel, que lleva años prometiendo meter entre rejas a reporteros. "Vamos a ir a por la gente de los medios que mintió acerca de los ciudadanos americanos que ayudaron a Biden de robar las elecciones presidenciales", dijo Patel en 2023, adoptando, de paso, el bulo de que Biden ganó supuestamente por fraude. "Si es por lo civil o por lo penal, ya lo veremos".
El poder de los 'alternativos'
El problema de los medios de comunicación es que son vulnerables, y no solo económicamente. Según una encuesta de Gallup de octubre de 2024, la confianza de los estadounidenses en los medios de comunicación está en el menor nivel desde que esta se empezó a medir hace más de 50 años. El porcentaje de personas que dice confiar "mucho" o "bastante" en las cabeceras es del 31%. Quienes dicen que "no confían mucho" o "nada en absoluto" suman un 67%. Más del doble.
Las presidenciales de 2024 también han confirmado el ascenso de los medios que antes podrían llamarse alternativos, pero que hoy multiplican con creces las audiencias de las fuentes tradicionales. Youtubers, podcasteros, TikTok. La entrevista de Joe Rogan con Donald Trump suma 53 millones de visionados en YouTube. La que le hizo Theo Von, 15 millones. El vicepresidente electo, JD Vance, también tuvo números enormes: 6,6 millones con Von. 19 millones con Rogan.
En su primer mandato, Trump impidió al Pentágono firmar un contrato de 10.000 millones de dólares con la empresa espacial de Bezos
Comparen estos números con los de las televisiones tradicionales. Desde la noche electoral del 5 de noviembre al pasado 13 de diciembre, la audiencia del horario prime time del canal de televisión de centroizquierda MSNBC se descalabró un 54%, hasta 620.000, de acuerdo a la agencia Nielsen. La audiencia de CNN bajó un 45% en ese mismo periodo, hasta los 405.000 espectadores de media.
Conscientes quizás de esta vulnerabilidad, los dueños de corporaciones mediáticas han estado peregrinando a Mar-a-Lago, la mansión de Donald Trump en Florida, para presentarle sus respetos. Así lo han hecho Jeff Bezos, dueño de The Washington Post; Patrick Soon-Shiong, dueño de Los Angeles Times; Ted Sarandos, co-CEO de Netflix; los ejecutivos del Grupo Televisa, Alfonso de Angoitia y Bernardo Gómez, o Mika Brzezinski y Joe Scarborough, que presentan el matinal de MSNBC.
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También ha habido otros gestos conciliadores. Antes de las elecciones, Bezos y Soon-Shiong intervinieron en el criterio editorial de sus respectivos periódicos para evitar que estos respaldaran oficialmente a la candidata Kamala Harris. Varios medios han prometido equilibrar posturas dando espacio a más voces conservadoras.
El último y más notorio caso de genuflexión ante Trump es el de Mark Zuckerberg. El CEO de Meta, empresa dueña de Facebook, Instagram y Threads, reconoció que había habido casos de censura en cuestiones como la inmigración o el género y que eso se iba a terminar; anunció que se desharía del departamento de verificación y que esa tarea la desempeñarían, como en el X de Elon Musk, los propios usuarios.
Añadió que Meta trabajaría con Trump para "oponerse" a los gobiernos europeos que censuran voces americanas. Un tono nacionalista diametralmente opuesto al progresismo suave, multicultural y buenista que siempre había representado Facebook, pese a que sus prácticas de cosecha de información privada y de manipulaciones algorítmicas no la separaba de las otras grandes del sector.
Según Marty Baron, "Trump podría forzar una cultura de autocensura hacia su Gobierno"
Los medios pequeños son objetivos fáciles, pero Trump puede ir, también, a por los grandes. "La palanca de presión que Trump ha identificado es que la mayoría de las propiedades mediáticas importantes están ligadas a alguna fortuna más grande: Amazon, Disney, NantWorks", escribe Jonathan Chait en The Atlantic. "Todos esos intereses empresariales se benefician de la cooperación con el Gobierno y pueden ser perjudicados por decisiones políticas desfavorables. Trump puede amenazar a los propietarios porque no le suelen importar las políticas en sí mismas".
Un ejemplo sería el de Jeff Bezos, que, además de abortar el respaldo oficial del Post a Kamala Harris y de acudir a cenar con Trump, ha tenido comentarios muy favorables al presidente electo. En su primer mandato, Donald Trump impidió al Pentágono firmar un contrato de 10.000 millones de dólares con la empresa espacial de Bezos, Blue Origin. El fundador de Amazon también está en la lista de grandes fortunas que donaron un millón de dólares al Fondo de Investidura de Donald Trump, lo cual le compra entradas para participar en varios eventos anejos a la jura del cargo. Incluida una cena con el magnate y con Melania Trump.
Las amenazas legales y de persecución política; las represalias, en otros frentes, contra las corporaciones que están detrás de estas cabeceras; la posibilidad de usar también las licencias como forma de presión o, simplemente, la negativa a proveer de información y contenidos a los medios, podrían tener consecuencias. Según Marty Baron, Trump podría forzar una cultura de autocensura hacia su Gobierno.
A diferencia de en 2017, cuando la mayor parte de la prensa generalista norteamericana adoptó un espíritu de "resistencia" y prometió fiscalizar a un presidente con instintos autoritarios, esta vez las cabeceras se muestran respetuosas, incluso serviciales, hacia Donald Trump. La razón es sencilla: el republicano está en su posición más fuerte hasta la fecha. Los medios de comunicación, en la más débil.