"Es una apisonadora". Dentro del asalto de Trump al 'Washington Post' (con Amazon postrado)
El acercamiento de Jeff Bezos al trumpismo, tras años de pésimas relaciones, dispara las tensiones en el 'Washington Post', propiedad del magnate. Hablamos con periodistas de la casa
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Cena secreta en la Casa Blanca entre Donald Trump, Jeff Bezos (dueño de Amazon, pero también del Washington Post) y Martin Baron, director del rotativo. Trump lleva medio año de presidente de EEUU y sus relaciones con la prensa son tormentosas. Como se trata del clásico encuentro para un acercamiento, Trump bromea sobre lo mucho que le gusta a la primera dama, Melania, comprar en Amazon. Será el único guiño de la noche, monopolizada por un monólogo de Trump repleto de reproches al Post en particular y al periodismo en general. Los periodistas que le critican, según el presidente, son el mayor enemigo de EEUU.
Es decir, en lugar de la zanahoria, el palo para reconducir las coberturas críticas hacia el trumpismo. Al día siguiente, Trump llama a Bezos para ver si la cena ha dado sus frutos, pero no: Bezos le dice que él no interviene. Lo contó Martin Baron en sus memorias años después. "Trump pasaría la velada con nosotros, fanfarroneando sobre su victoria electoral, burlándose de sus rivales e incluso de algunos de su propia órbita, presumiendo ya de logros imaginarios, calculando cómo podría ganar otra vez dentro de cuatro años y describiendo a The Washington Post como el peor de los panfletos mediáticos. Mientras cenábamos suflé de queso, lenguado de Dover a la sartén y tarta de crema de chocolate, siguió menospreciando a otros medios de comunicación —The New York Times iba justo después de nosotros en su clasificación, al menos en ese momento—, a cuyos periodistas había calificado durante meses como escoria y basura", resumió Baron sobre la velada de ensueño.
"No salimos del bucle. La gente en el periódico está triste, cansada y enfadada"
El Post siguió publicando escándalos sobre Trump (de sus negocios con Rusia a sus vínculos con la mafia) y golpeándolo desde las columnas de opinión: Trump era un personaje “corrosivo para el debate político estadounidense en, al menos, dos sentidos. Su desprecio elemental por los hechos” y que “ve a la gente como caricaturas y estereotipos de los que burlarse y aprovecharse, más que como individuos con dignidad”.
Trump respondió escalando sus ataques al periódico, pero también a Amazon: además de los habituales insultos en Twitter con copia a Bezos, Trump bloqueó un contrato de 10.000 millones de dólares entre Amazon y el Departamento de Defensa. ¿El objetivo? Sabotear a la reina madre de los negocios de Bezos para forzarle a disciplinar al Post. Pues bien: ocho años después, y con Trump de vuelta a la Casa Blanca, ese momento ha llegado. Y Melania está más contenta que nunca con el servicio personalizado y lisonjero de Amazon...
Un amigo, un esclavo, un siervo
“Durante mi primer mandato, todos me atacaban. Ahora todos quieren ser mis amigos”, ha dicho Trump, que debe estar gozando con algunos espectáculos genuflexos…
En efecto, asistimos perplejos estos días a una atropellada carrera por ver qué gigante de Silicon Valley pelotea más al próximo presidente de EEUU; el último en salir a la palestra, Mark Zuckerberg, dueño de META, que anunció el fin de los verificadores de hechos en Facebook. El Valle del Silicio bailando al ritmo de Donald Trump en su segunda legislatura, aunque hay diferentes niveles. El alineamiento de Bezos no es tan estrepitoso como el de Elon Musk, dueño de Tesla y Twitter, que donó a la campaña electoral trumpista 260 millones de dólares, forma parte del nuevo Ejecutivo y ejerce de agente del caos. Bezos se ha limitado a donar un millón de dólares a la toma de posesión del nuevo presidente, que Amazon transmitirá en streaming, pero su acercamiento a Trump no puede ser más sensible periodísticamente hablando.
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Una de las paradojas de la prensa estadounidense de referencia (The New York Times, The Washington Post, etc.) es que, pese a su animadversión hacia el primer Trump, con él en la Casa Blanca, vivieron una segunda juventud: las cuentas, las suscripciones y el prestigio se dispararon por su cobertura crítica del trumpismo. Pero, ¡ay!, aunque muchos de sus redactores suspiraron cuando Trump perdió las elecciones en 2020, la era Biden trajo caída de lectores, suscriptores y beneficios.
Pero, con la vuelta de Trump a la Casa Blanca, el que tiene que manejar ahora una bomba política contradictoria es Bezos, cuyos intentos de arrimar al Washington Post al trumpismo han traído (de momento) malestar interno, deserciones periodísticas y alienación masiva del lector medio. El pasado noviembre, las altas instancias retiraron el editorial del periódico pidiendo el voto a Kamala Harris (puede sonar raro en el contexto español, pero respaldar a un candidato es una larga tradición del periodismo estadounidense).
¿El resultado de la censura? 250.000 suscriptores se dieron de baja del Washington Post.
Hace unos días, la viñetista Ann Telnaes, ganadora del Pulitzer, dimitió del Post tras censurarse una viñeta en la que Bezos y otros tecnobros rendían pleitesía a Donald Trump. En un breve artículo en Substack, Telnaes denunció que estamos ante un “cambio en las reglas del juego” “peligroso para la prensa libre”. “En todo este tiempo, nunca me habían tumbado una caricatura”, añadió la periodista, que llevaba 16 años en el Post.
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Otra que se fue tras el editorial interruptus pro-Kamala Harris fue la subdirectora Mary Jo Murphy, que en un post de Facebook tachó a los nuevos trumpistas del Post de “colaboracionistas” y recordó que William Lewis, periodista británico fichado el año pasado por Bezos como editor del rotativo, preguntaba a los periodistas de la casa “¿qué puede hacer el Post para atraer a los partidarios de Trump?”, a lo que Jo Murphy respondió: “No sé, ¿contarles mentiras?”. Este es el ambiente ahora mismo en el Washington Post.
La autonomía
Hay varias cosas en juego en la actual lucha interna en el Post: de la autonomía de la Redacción del periódico a la capacidad de fuego de la prensa crítica con Trump. Respecto a lo primero: hasta ahora, la redacción del Post era capaz de algo que en el periodismo español es ciencia ficción: cargar contra tus propios jefes/dueños en las páginas del periódico. Que Bezos comprara el Post la década pasada, no le libró de que el periódico siguiera publicando artículos sobre los chanchullos de Amazon.
El Post lleva ahora siete meses sin director porque el elegido -el británico Robert Winnett-, renunció tras un artículo del Post sobre sus malas prácticas cuando ejercía en Londres. Tras unos primeros años en los que Bezos optó por la no intervención, según la prensa estadounidense, llevaría ahora meses enredando -con Lewis de brazo ejecutor- para disciplinar a la Redacción hacia una relación más amable con el trumpismo.
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Vista la fuga de suscriptores, es lícito preguntarse si la nueva política del Post será mala para el Post, pero buena para Amazon, pues es lógico que los grandes de Silicon Valley aspiren a hacer buenos negocios con Trump (¿rebajas de impuestos? ¿clima favorable a sus negocios?) a cambio de su repentina amabilidad.
Otra cosa es saber si la prensa volverá a vivir una nueva efervescencia cubriendo los previsibles abusos de poder del trumpismo. Con el Post con un brazo atado a la espalda y el New York Times en confusión melancólica por la derrota de los demócratas y la pérdida de influencia de los grandes rotativos, el arranque de la segunda legislatura de Trump no va a ser el Vietnam periodístico que fue el primero, pero la batalla va a ser larga, los movimientos sociales esperan su momento y veremos lo que duran las lunas de miel.
El Post, que perdió 77 millones de dólares en 2023, arrancó 2025 anunciando el despido del 4% de su plantilla para aligerar costes, lo que se suma a las 300 salidas del año anterior.
Resacón en la oficina
Hablamos con dos periodistas del Washington Post, que prefieren no dar su nombre, sobre el quilombo interno propiciado por los acercamientos entre Bezos y Trump. Extractos de las conversaciones mantenidas con los dos:
“La sensación en Redacción es que no dejamos de hablar de temas internos en ningún momento. La llegada del nuevo director ejecutivo, William Lewis, nombrado por Bezos, que no entusiasmó demasiado, el fichaje frustrado de Robert Winnett, el editorial vetado de apoyo a Kamala, la viñeta censurada. Esta misma semana han despedido a 80 trabajadores. No salimos del bucle. La gente está triste, cansada y enfadada”.
"Arrimarse a Trump está siendo un negocio desastroso para el periódico"
"Está siendo una montaña rusa. No hay un minuto sin acción interna. Es un ruido de fondo perpetuo, que despista del trabajo, nunca sabes cuál va a ser la siguiente. A cualquier comunicación de la empresa, le buscas ahora el doble sentido".
“Cuando uno de nuestros temas consigue 20 suscriptores, lo vivimos como un triunfo, así que Imaginate lo que sentimos cuando tiramos 250.000 suscriptores a la basura por una decisión ajena a la Redacción. Te puede parecer mejor o peor apoyar a un candidato, pero es una tradición, y si decides no hacerlo, avísalo con tiempo. Retirar el editorial sin previo aviso no ha sido la decisión más meditada de esta empresa”.
"Nos pasamos el día mirando las métricas. Siempre están dando la brasa con hacer suscripciones. Y de pronto, se cargan un cuarto de millón de suscripciones en un abrir y cerrar de ojos. Te quedas atónito. ¿Arrimarse a Trump es una decisión estratégica de la empresa a medio plazo? Puede ser, pero para el periódico está siendo un negocio desastroso?"
"Los grandes de Silicon Valley se están alineando a la vez con Trump, eso sí que da miedito"
“Es muy significativo que la empresa lleve meses sin encontrar director, aunque le han ofrecido el cargo a varias personas. ¿En qué cabeza cabe que alguien diga No a dirigir el Washington Post? Pues ahora está pasando?”.
“La Redacción siempre ha luchado por su autonomía. El artículo sobre la mala praxis periodística del que iba a ser el nuevo director, fue un motivo de orgullo interno. Es una tradición que el periódico haga sus propias labores de fiscalización interna, pero ahora eso está en peligro, como se ha visto en el caso de la caricatura censurada, que el New York Times cubrió en portada y nosotros no”.
“Los primeros años, la injerencia de Bezos era casi inexistente en el día a día. Trump y Bezos ni siquiera tenían buena relación, pero el paradigma ha cambiado. Molesta y desconcierta a partes iguales, pero quedaría en un problema interno de un periódico de no ser porque todos los grandes de Silicon Valley, como ha demostrado Mark Zuckerberg esta semana, se están alineando a la vez con Trump, y eso sí que da miedito”.
"A este paso, solo el New York Times dará la batalla a Trump, el resto va a ser una apisonadora. El clima es muy diferente a la primera legislatura de Trump. Ahora controla el Congreso, el Senado y el Supremo, y va sumando otros poderes clave. Cuando nuestra viñetista dibujó a Bezos y compañía postrados ante Trump, no pudo resumir mejor la situación".
El renacido
Sinopsis: dos detectives de caracteres antagónicos condenados a entenderse. Tras una sucesión de riñas y risas, los agentes acaban resolviendo un caso criminal. Sí, no es la trama hollywoodiense más original, ni siquiera lo era en 1998, cuando Rush Hour reventó la taquilla, échenle la culpa a las habilidades de sus dos protagonistas, de los mamporros acrobáticos de Jackie Chan al desahogo deslenguado de Cris Tucker. La película costó 35 millones de dólares y recaudó 244 millones, siete veces más. Hubo secuela, con el presupuesto disparado hasta los 90 millones, pero igualmente lucrativa: 337 millones en taquilla.
¿El director de la saga? Brett Ratner. Fogueado en la dirección de videoclips (de Wu Tang Clan a Mariah Carey), tras el éxito de Rush Hour, Ratner se pasó a la producción. Niño de oro de Hollywood. El 24 de enero de 2017, Ratner inauguró su estrella en el Paseo de la Fama; pocos meses después, cayó en desgracia...
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Tras estallar el escándalo Weinstein, el Me Too se llevó por delante a Ratner, acusado de acoso sexual por actrices famosas como Natasha Henstridge. Warner cortó un acuerdo de 450 millones de dólares con la productora de Ratner, que intentó en vano levantar nuevos proyectos en Hollywood. Una de las últimas cosas que supimos de él, es que había sido recibido por el presidente de Israel, Benjamín Netanyahu, en lo que ahora puede interpretarse como una pista geopolítica de por dónde podía venir la redención de Ratner, al que Amazon Prime Video ha resucitado de entre los muertos para dirigir una docuserie sobre Melania Trump.
“El documental y el regreso de Ratner representan un cambio en el momento cultural, los valores y los íconos del movimiento MAGA (Make America Great Again) de Trump se abren camino hacia la cultura estadounidense de masas. Y los nuevos guardianes de la cultura –las plataformas tecnológicas como Amazon, en primer lugar– rechazan los juicios progresistas sobre personas y contenidos”, según el periodista Ben Smith, que adelantó la noticia del documental de Melania en Semafor.
Los vientos políticos han cambiado. La cultura woke pierde tracción, los antiguos apestados son los nuevos mandarines, los padres fundadores son ahora los tecnobros y cualquier día el Washington Post nos convence de qué Trump es un sobrio tecnócrata...
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Lo contó Baron en su libro. Durante las conversaciones para comprar el Post, el dueño saliente advirtió a Bezos: “Si tú eres el dueño del Post, y el Post, bajo tu mando, enfada a alguien, van a intentar hacerte mucho daño” le dijo. “¿Quieres decir que irán a por Amazon?”, preguntó Bezos. “Desde luego”. Don [el antiguo dueño] tenía en mente el peligro de una China vengativa. Pero la amenaza a Bezos iba a venir de un lugar más cercano, del vengativo presidente de su propio país”.
En su primera entrevista tras la entrada de Bezos en el Post, al director Martin le preguntaron cómo conservaría el periódico su independencia. Respuesta: “En primer lugar, todos los que trabajamos en la redacción del Post protegemos a toda costa nuestra independencia y nuestra integridad periodística. Y segundo: los lectores le pedirán cuentas al propietario que sea, porque el corazón de la marca The Washington Post es precisamente su independencia y su integridad periodística”.
Los desafíos se han multiplicado ahora hasta el infinito y más allá.
Cena secreta en la Casa Blanca entre Donald Trump, Jeff Bezos (dueño de Amazon, pero también del Washington Post) y Martin Baron, director del rotativo. Trump lleva medio año de presidente de EEUU y sus relaciones con la prensa son tormentosas. Como se trata del clásico encuentro para un acercamiento, Trump bromea sobre lo mucho que le gusta a la primera dama, Melania, comprar en Amazon. Será el único guiño de la noche, monopolizada por un monólogo de Trump repleto de reproches al Post en particular y al periodismo en general. Los periodistas que le critican, según el presidente, son el mayor enemigo de EEUU.